miércoles, 30 de agosto de 2006

El gobierno del Distrito Federal, ¿mal negocio?

Para un político sin escrúpulos la chamba de jefe de gobierno del Distrito Federal no está nada mal: La rentabilidad del puesto va en función del número de problemas graves que se puedan “administrar”, nunca resolver.


Entiendo que para una persona inteligente y honesta la chamba de jefe de gobierno del Distrito Federal sea tan poco agradable como la quinta tarea de Hércules: Limpiar de estiércol los establos del rey Augías en un solo día. Sin embargo, para un político inescrupuloso – que los hay- puede ser una chamba muy rentable.
La chamba no consiste en limpiar los establos, sino en cobrar muy caro cualquier alivio parcial y temporal de los problemas asociados a vivir entre la porquería. Lo más rentable, entonces, no es combatir la podredumbre y las carencias, sino administrarlas e incluso exacerbarlas en la medida que un mayor número de problemas graves y urgentes justifica más presupuesto y genera más peso en la arena política nacional.
Este estilo de “gobernar” la capital mexicana fue desarrollado con maestría por Manuel Camacho Solís. Como regente inauguró la práctica de llevar a la Ciudad de México, de preferencia al Zócalo, diversos problemas nacionales explosivos ya que ello le permitía competir con ventaja en el gabinete de Carlos Salinas de Gortari, exhibiendo a sus compañeros como incompetentes, y mostrándose como el eficaz operador político que le llevaba al Presidente soluciones basadas en “el diálogo y la negociación”. Los maliciosos cavilamos que no poco dinero público cambiaba de manos como trasfondo de las “soluciones”.
El modus operandi es claro: Tensar el problema hasta el límite, alarmar (antes al Presidente, ahora a la “opinión pública”) profetizando catástrofes cósmicas si el conflicto no se resuelve “mediante el dialogo y la negociación” y ofrecerse a sí mismo – el operador- como el único capaz de conjurar el desastre.
Algunas conclusiones prácticas: 1. Hay que irse. Si uno está fuera del circuito que forman los grupos-conflicto (desde invasores de predios hasta taxistas piratas) y los funcionarios del gobierno capitalino que administran los paliativos destinados al usufructo de los “problemas”, cada día es más penoso vivir y trabajar honestamente en el Distrito Federal, 2. Para el próximo Jefe de Gobierno un activo valiosísimo será contar, entre sus herramientas de administración de problemas, con el más efectivo de los agitadores; la “sabiduría” de Marcelo Ebrard consistirá en dosificar – abriendo o cerrando la llave de los recursos- la beligerancia del agitador por antonomasia, Andrés López Obrador.
Un dato adicional: En el primer semestre de este año el gobierno del Distrito Federal ha recibido más del 10 por ciento del gasto federalizado (Participaciones, Aportaciones, PAFEF y convenios), nada menos que $39,418 millones de pesos.
Si la ecuación es, al parecer, “más problemas graves es igual a más dinero”, ¿quién es el tonto que se va a poner a limpiar el estiércol de los establos?

Los pobres y la “tranquilidad de conciencia”

Para algunos católicos latinoamericanos, malformados por vagas nociones de marxismo recalentado, votar por “la izquierda” tranquiliza tanto la conciencia como dar una generosa limosna, el domingo en la iglesia.


Diversos amigos latinoamericanos de mi generación vivieron la misma experiencia que yo: Fuimos indoctrinados con nociones de marxismo recalentado y de mala economía porque se suponía que ésa, y no otra, era la “conciencia social” que debía dársenos, en escuelas y universidades “católicas”, después de la clase de catecismo.
Cuenta el periodista venezolano Carlos Ball, refiriéndose a la ejemplar cruzada a favor de la libertad que emprendió su amigo y colega Nicomedes Zuloaga, recientemente fallecido, que este brillante periodista pronosticaba a principios de los años 60 que tras el programa electoral de los social cristianos del Partido Copei aguardaba a los venezolanos el siguiente futuro: “La hoz, el martillo y la cruz; pero no la cruz que cargó Cristo para redimirnos a todos, sino la cruz de la miseria y la frustración”.
Profecía cumplida.
Hoy en México no deja de causar asombro cuántas “buenas conciencias” le apostaron en las recientes elecciones a una presunta “izquierda” como forma vicaria para mostrar su generosidad, su “conciencia social” y su preocupación por los “pobrecitos pobres”, sin tener que sacrificar su bienestar, ni su conducta diaria en los negocios o en sociedad. Es una sorpresa similar a la de constatar que algunos de los más destacados políticos de “izquierda” en México son clientes consuetudinarios de las portadas y los reportajes de las revistas que narran vida y milagros de las celebridades adineradas, como “Caras” o “Quién”.
En una prestigiada universidad dirigida por los jesuitas en México se enseñaba – no sé si lo sigan haciendo- que la mejor forma de entender el papel social de los medios de comunicación era leer con devoción ¡la introducción a la crítica de la economía política de Karl Marx! Los modernizados profesores, muchos de ellos jesuitas, recetaban los “Cuadernos de la Cárcel” del comunista Antonio Gramsci como respuesta a las inquietudes sociales de los estudiantes privilegiados.
Algo similar, presumo, a lo que contaba el periodista francés André Frossard sobre las costumbres electorales de algunos ricos judíos en Francia en el tiempo de entre-guerras: votaban invariablemente por las izquierdas para tranquilizar su conciencia, con el mismo fervor rutinario con que guardaban el sábado.
La reciente campaña electoral en México, y las secuelas que vivimos, están llenas de ejemplos similares: Desde el arzobispo que lamenta que su “amigo” el otrora candidato de la izquierda le envié alborotadores a sus misas dominicales, hasta la señora para quien votar por Andrés López fue el equivalente a darle un generoso aguinaldo a “las muchachas del servicio”.
En México es muy bajo, en comparación con Estados Unidos por ejemplo, el número de fundaciones altruistas en relación al tamaño de la economía, pero eso sí, estoy cierto, tenemos adinerados de “izquierda” para dar y prestar, que salpican con agua bendita su marxismo recalentado.

martes, 29 de agosto de 2006

Modelo de "izquierda": Maíz más caro para todos

Según esta óptica, que presume ser de "izquierda", lo peor que nos puede pasar es que nuestro vecino inunde nuestro mercado con maíz barato. Impidámoslo, queremos maíz caro y productores subsidiados. Vaya lógica.


Si en algo NO son ejemplo las economías de Estados Unidos y de varios países de la Unión Europea, especialmente Francia, es en su política de protección a ultranza de los productores agropecuarios. Bien vistas las cosas, se trata de fastidiar doblemente a los ciudadanos, como consumidores con precios altos y como contribuyentes sosteniendo una irracional estructura de subsidios a favor de un puñado de productores.

Pues ahora resulta, según algunas opiniones de "izquierda", que lo mejor que podemos hacer no es combatir ese proteccionismo sino imitarlo, para que también los consumidores y los contribuyentes mexicanos tengamos precios injustificadamente altos en el maíz y para que los productores de maíz no cometan la osadía de reconvertir sus actividades hacia cultivos más rentables y competitivos, sino que permanezcan como están, sobreviviendo a golpe de subsidios y de protecciones arancelarias. Es curioso que alguien bautice como "progresistas" a posturas tan decididas a favor de mantener el estatus quo, más aún cuando ese estado de cosas significa perpetuar y hasta acrecentar la pobreza.

Dice uno de los adelantados de la economía de "izquierda" en México que es ingenuo pensar que los consumidores se habrán de beneficiar con la apertura comercial de México prevista para 2008 en el caso del maíz (según se previene en el TLCAN), porque "en realidad, el consumidor para consumir debe ser ante todo un productor; por ello recibe un salario: si su empleo se acaba, su salario también". Esta sorprendente "observación" significa derrumbar de un plumazo dogmático hallazgos básicos de la economía clásica como las ventajas comparativas y las ventajas competitivas. Imagino que este analista económico tiene, en el patio trasero de su consultoría, una parcelita en la que cultiva maíz; de otra forma – siguiendo su lógica- nadie le pagaría por sus consejos. En tal caso, no entiendo por qué estudió en Cambridge y no en Chapingo…

El mismo analista escribió otra cosa sorprendente: "En la realidad países como Estados Unidos subsidian y protegen con tarifas y cuotas a sus productores agrícolas sin que nadie los acuse de vivir en el pasado". Tal parece que nuestro consultor y analista económico no se ha enterado que sí, muchísimos economistas y políticos competentes en México y en el mundo acusan a Estados Unidos y varios países de la Unión Europea de vivir en el pasado (y de obstaculizar los beneficios de la productividad) al seguir tales políticas proteccionistas. Por ejemplo, basta ver la indubitable condena que hacen al proteccionismo organismos como la OMC o gobiernos enteros como los de Australia o Nueva Zelanda – en sus respectivos sitios de la Internet- para constatarlo.

En fin, otro ejemplo de políticas bautizadas de "izquierda" que fastidian de lleno a los pobres.

Nota para los amigos: He omitido intencionalmente el nombre de este egregio consultor, para que lo que se discuta sea el mérito de las ideas y propuestas - su alejamiento o cercanía a la realidad- y no las personalidades. Para los curiosos, el consultor es Rogelio Ramírez de la O y sus opiniones las publicó el lunes 28 de agosto en El Universal.

sábado, 26 de agosto de 2006

Modelo de "izquierda": Precios altos, salarios bajos


Algunos bien intencionados proponen que el próximo gobierno en México adopte una "agenda de izquierda". Suena bien, pero cuidado con lo que proponen porque podrían fastidiar a los más pobres.


Nadie pone en duda – mucho menos sus numerosos propagandistas en Argentina- que el gobierno de Néstor Kirchner es un gobierno de izquierda. La pregunta incómoda es si tal gobierno está beneficiando a los pobres y a los trabajadores, más allá de las etiquetas útiles para andar presumiendo. La respuesta - ¡incomodísima!- es que no. Los asalariados en Argentina, entre otros, están peor ahora que antes de que se abandonara la heterodoxa ley de convertibilidad que mantenía a la par del dólar al peso argentino.
Desde luego, la convertibilidad era inviable con un déficit fiscal. Puede decirse, para simplificar el diagnóstico, que la devaluación del tipo de cambio no fue la "solución" al problema sino la inevitable consecuencia de una enfermedad que tampoco el gobierno de Kirchner ha atacado. Esa enfermedad se llama irresponsabilidad fiscal y las manipulaciones cambiarias de ayer (la convertibilidad) servían para disfrazarla, así como las manipulaciones de hoy (controles de algunos precios) sirven para ocultar la enfermedad y agravarla.
Cuando "tronó" la convertibilidad y se devaluó la moneda argentina algunos trasnochados – con etiqueta de izquierda- aplaudieron porque de esa forma, decían, Argentina recuperaba "competitividad". Pamplinas. Lo único que significa una devaluación abrupta es una disminución brutal de los salarios reales.
Por eso, hoy el precio de un departamento nuevo en Buenos Aires es en promedio 20% más caro en dólares que en 1996, pero los salarios son también, en dólares y en promedio, 40% más bajos. Nótese, por cierto, el contraste con lo que ha sucedido en el mismo rubro en México en los últimos años: El poder adquisitivo de los salarios se ha recuperado (por la baja inflación, lograda entre otras cosas por la responsabilidad fiscal), mientras que la misma estabilidad macroeconómica ha generado las condiciones para que los créditos hipotecarios para adquirir una vivienda nueva sean mucho más baratos (baja tasa de interés), a plazos más largos, en pesos y en tasa fija. Nótese también que la sabiduría convencional – que no tiene nada de "sabia"- cataloga a tal política económica vigente en México como odiosamente "neoliberal", mientras que califica a la política económica de Argentina como de "izquierda" (y casi se les humedecen los ojos por la emoción).
Suena bien decir que el próximo gobierno en México deberá poner en marcha una agenda de políticas de "izquierda". Nada más que hay que ir más allá de las estúpidas etiquetas y definir, con términos precisos, qué se entiende por "izquierda". Por desgracia, los predicadores bien intencionados de eso que llaman "izquierda" suelen hacer las cuentas sin contar con la cocinera (sin políticas fiscal y monetaria responsables) y dejan sin comer a los de siempre: ¡a los más necesitados!

jueves, 24 de agosto de 2006

El terror: Receta para mantener el fervor

El agitador social auténtico no tiene derecho al descanso. Lo peor que le puede suceder es que decaiga el fervor de los seguidores. Y entonces – la historia nos lo enseña- sólo el terror es eficaz para que la odiosa normalidad no le gane la batalla.


Una de las cualidades más admirables de los británicos es su apego inalterable a la normalidad. Por eso son un hueso duro de roer para los terroristas. Atacados brutalmente, se levantan serenos, lloran a sus muertos, atienden a sus heridos y se ponen a trabajar. El caos no pasará.

Ahora, veámoslo desde el otro punto de vista, desde la abominable perspectiva del agitador permanente, de quien ha hecho razón de su vida generar la anomalía constante, el desasosiego incesante, el trastorno sin pausa. Su peor enemigo es, precisamente, la normalidad. El líder iluminado no puede permitir que decaiga el fervor de los militantes y de los seguidores. Debe ser una tarea agotadora porque, salvo el caso de los dementes irremediables, tendemos a la normalidad y no estamos hechos para la exaltación sostenida a lo largo del tiempo. ¡Qué angustiosa debe ser para el agitador permanente la tarea de mantener vivo el fervor!, ¡qué inquietante debe ser, para él, ver que su gente se cansa de tener los puños levantados!

Stalin es un caso ejemplar. Sin las dotes intelectuales y oratorias de un Lenin o de un Trotski tuvo siempre, a diferencia de ellos, la mecha encendida. Nunca tomaba vacaciones; detestable hábito de normalidad que causó no pocos problemas justamente a Lenin y a Trotski. Hasta un simple intercambio de bromas y chanzas con algún camarada era visto, interpretado, clasificado, en clave revolucionaria y paranoica. Cuenta Martin Amis (en "Koba el temible. La risa y los veinte millones") la siguiente anécdota sobre Stalin (su otro apodo era Koba, personaje de una tragedia georgiana):

"- Déjalo, Koba, no te pongas en ridículo. Todo el mundo sabe que la teoría no es tu fuerte.

"La observación salió de labios del viejo y sabio comunista David Riazonov. La ofensa le costó cara".

Años más tarde, Stalin se encargó de que, mediante terribles torturas, un protegido de Riazonov (de apellido Rubin) le acusara de conspirador menchevique y de poseer documentos que lo comprobaban. "No los encontraréis, salvo que vosotros los hayáis puesto allí" dijo Riazonov cuando el Politburó lo mandó llamar. Fue destituido, expulsado del Partido y confinado. Acabó fusilado.

"Déjalo, Koba". No, Stalin no lo podía dejar. El fervor no debía decaer. La respuesta fatal para mantener el fervor es ejercer una política implacable y constante de terror.

Ya lo veremos, ¡ay!, por desgracia.

Por eso, porque es la mejor respuesta frente al terror, admiro ese apego inalterable de los británicos por la normalidad.

El subdesarrollo y la discusión interminable

El síndrome de “la discusión interminable” que nos mantiene en el subdesarrollo se caracteriza por el falso debate de propuestas que entre sí son irreductibles, porque se enfrentan creencias y deseos contra hechos y pruebas empíricas; discursos moralistas de ideales contra estrategias pragmáticas.


Es un pésimo síntoma que en México sigamos discutiendo las mismas cosas que hace 50 años. Por ejemplo, si la ley puede estar supeditada a las exigencias coyunturales de una vaga “justicia social” o si medidas de estricta racionalidad económica – como el equilibrio en las finanzas públicas – deben ser desechadas porque se les asocia automáticamente con postulados presuntamente ideológicos de “la derecha” o “la reacción”.
Por supuesto, son discusiones sin solución en la medida que una de las partes del debate acumula creencias, mitos, dogmas ideológicos, preferencias emocionales y la otra parte sostiene datos, verificaciones empíricas o racionales, hechos, comparaciones mensurables.
Valga el ejemplo: Ponga usted a debatir a un cardiólogo con un doctrinario religioso que sostiene que en esa víscera que llamamos corazón, en ese sitio físico y tangible, radica el alma de una persona. No hay entendimiento posible porque cada vez que el cardiólogo dice “corazón” está hablando de una “bomba de sangre” y el doctrinario se subleva porque entiende que el corazón sólo puede ser, sólo debe ser “reunión de afectos”.
¿Ridículo? Piense en quien sostiene – contra toda evidencia empírica y argumento racional- que un superávit en las finanzas públicas es indeseable porque “produce menor actividad económica, desempleo y pobreza”. Múltiples ejemplos a lo largo de la historia y a lo ancho del mundo demuestran que esa creencia es falsa; que, por el contrario, los superávit fiscales se asocian no sólo con estabilidad sino con crecimiento económico y hasta con abatimiento de la pobreza. Pero ese montón de evidencias nada pueden frente a la convicción, casi religiosa, de que un mayor gasto público – un gasto público deficitario- provoca expansión económica y genera empleos.
Si a esto se le añade el poderoso incentivo del interés (por ejemplo, que quien es partidario del gasto público deficitario es también un profesor de una universidad pública que se beneficia directamente de los subsidios gubernamentales a la educación superior), el debate no sólo es insoluble, sino que está plagado de trampas de deshonestidad intelectual: retorcimiento de datos y hechos para que se ajusten a nuestros deseos; reparto de bendiciones falsamente “científicas” desde la patente de impunidad que otorga el prestigio social de la cátedra. (Por ejemplo: La “máxima casa de estudios” como equivalente del Santo Oficio).
Todo esto nos atrapa, fatalmente, en el subdesarrollo. Las reformas indispensables para disparar y sostener el crecimiento económico son estigmatizadas desde la trinchera del dogma atado y bien atado (vea usted cuánta gente opina lo que opina no porque sea verosímil o lo haya comprobado científicamente, sino porque tal opinión es “de izquierda” y yo, nos dicen, “siempre he sido de izquierda”), y por si fuera poco generosamente lubricado por el interés particular.

martes, 22 de agosto de 2006

La calle de la amargura

A ver, ahora ¿cuál es la idea?, ¿proclamarse el rey de la calle?


"Los cambios más importantes en México nunca han venido de la política convencional sino más bien de las calles…México necesita una revolución". Estas declaraciones pasmosas de Andrés López Obrador al diario Financial Times no dejan lugar a dudas sobre la ignorancia e irresponsabilidad de quien las emitió.
De hecho, ningún cambio importante y benéfico para México ha venido "de las calles". La Independencia se consumó con artes de política convencional; la Reforma fue minuciosa, esforzada tarea política de esos hombres que "parecían gigantes" (al decir de Antonio Caso); la revolución mexicana dejo de ser una yuxtaposición de revueltas inconexas y sangrientas – un caos, un sin sentido- cuando mediante la política convencional se plasmó en leyes e instituciones. Plutarco Elías Calles no impulsó la consolidación del México moderno con asonadas callejeras sino mediante la política.
El respeto al sufragio individual, libre y secreto, no se alcanzó en las calles sino haciendo política convencional. Las instituciones que preservan las libertades de los mexicanos se consolidaron gracias al arte de la política no como resultado de gritos y sombrerazos en la vía pública.
Los derechos más importantes de la humanidad no se alcanzaron en algaradas callejeras sino gracias a la política convencional, que López tanto desprecia – la desprecia, sospecho, en la misma medida que es incompetente para actuar en ese terreno.
No valdría la pena ocuparse de declaraciones tan estúpidas de no ser que quien las emite todavía es visto por centenares o miles de seguidores, en México, como una especie de hombre providencial que podría solucionar – por arte de magia, al solo influjo de su palabra- el abultado catálogo de problemas nacionales.
López Obrador ha ido subiendo el tono y el contenido de sus mensajes disruptivos conforme se han ido desvaneciendo sus sueños de hacerse del poder omnímodo por vías institucionales; vías y formas que – hoy lo vemos- desprecia profundamente. Los millones de votos que obtuvo en las elecciones del dos de julio son hoy basura para López Obrador. Lo que cuenta es la calle, los torpes remedos de votación a mano alzada en la plaza, los desatinos cotidianos, las irrupciones grotescas en los espacios públicos o, incluso, en los espacios reservados a lo sagrado. Sus partidarios deberían reclamarle haber sido usados y desechados. Los votos que con tanto fervor emitieron y defendieron son una baratija inservible para López Obrador.
Esta deslealtad hacia la democracia y hacia las instituciones que la garantizan no es nueva en López. Su carrera por la Presidencia del país, arropado por leyes y organismos, fue una farsa. Algo en lo que nunca creyó.
Ahora se proclama rey de la calle. Adelantado de la calle de la amargura por la que nos quiere llevar. "Traer por la calle de la amargura" enseña el diccionario, es padecer una prolongada situación angustiosa. ¿Hasta cuándo?, ¿hasta que los daños sean irreparables?

lunes, 21 de agosto de 2006

Y ahora, ¿cómo sacamos el gas?

Evo Morales “nacionalizó” los yacimientos de gas natural de Bolivia en mayo. Ahora resulta, sin embargo, que el gobierno de Bolivia carece de los recursos y de los conocimientos para manejar esa industria. Resultado neto para los bolivianos: Están peor que antes.


Tiene razón Johan Norberg – ver aquí – cuando recomienda volver a leer “La Rebelión de Atlas” de Ayn Rand para entender asuntos como el autogol que le metió Evo Morales a todos los bolivianos al “nacionalizar” los yacimientos de gas natural. Una cosa es parir decretos revolucionarios y otra, muy distinta, hacer que las cosas funcionen.
En breve, según lo explica The Economist del pasado 17 de agosto, la industria del gas en Bolivia está paralizada desde la dichosa “nacionalización”. La nueva propietaria de los yacimientos, la empresa gubernamental Yacimientos Petrolíferos Fiscales de Bolivia (YPFB) no es capaz de hacer funcionar el negocio y necesita a las “odiosas” empresas víctimas de la nacionalización para tener los recursos económicos y/o tecnológicos (conocimientos, expertise) y volver a poner en marcha esa compleja industria.
Vaya, ni siquiera el solícito Hugo Chávez puede echarles una mano, porque la petrolera gubernamental venezolana (PDVSA) tampoco tiene mucha experiencia en esa materia específica: el gas natural.
Es obvio que los afectados por la expropiación arbitraria de Morales no están muy deseosos de hacer funcionar un negocio del que se les despojó, en beneficio del gobierno que los despojó.
Algo similar, así sea simbólicamente, sucede en la Ciudad de México, según nos relata en su columna de ayer Mari Carmen Cortés: Resulta que el gobierno de la ciudad pretende colocar más bonos de deuda en el mercado de valores, como lo ha hecho a lo largo de los últimos años (y como lo hacen gobiernos estatales y municipales), pero resulta también que dicho gobierno apoya sin embozo a los exaltados, como Martí Batres, que pretendieron bloquear las instalaciones de la Bolsa Mexicana de Valores en la capital y que presumieron que con ello expresaban su profundo rechazo a la especulación y al capitalismo “voraz” que representa dicho mercado de valores.
No vamos, a estas alturas del embrollo patafísico de don Andrés y de sus huestes, a pedir congruencia a ciertos actores políticos. Pero imaginemos qué sucedería si, en reciprocidad, el mercado de valores, en este caso los inversionistas, castigan al gobierno de la ciudad y nadie adquiere sus dichosos bonos. Después de todo, ¿por qué voy a financiar a quien desea mi exterminio?
Sucedería, entonces, como en la novela de Ayn Rand: que los competentes se negarían a cooperar con la dictadura de los incompetentes y de los rapaces. Por supuesto que el daño sería mayúsculo, especialmente para quienes han sucumbido a la vieja retórica de la envidia y se han creído el cuento de que basta con fastidiar a los ricos para beneficiar a los pobres o que basta con castigar a los competentes para que los incompetentes se vuelvan capaces.
No funciona y no funcionará.

sábado, 19 de agosto de 2006

Llegar al fondo

Es magnífica idea esa de llegar al fondo en el asunto de los “videoescándalos”. Podríamos empezar con exigirle al líder político de quienes fueron pescados recibiendo dinero, Andrés Manuel López Obrador, que explique de una vez por todas su verdadero papel en esa trama de inmoralidades.


El sábado, el secretario de gobierno del Distrito Federal, Ricardo Ruiz, dijo que hay que llegar a fondo en el asunto de los “videoescándalos”, es decir: En todo lo que hay detrás de los videos que se han hecho públicos que protagoniza Carlos Ahumada. Magnífica idea, porque, primero, hay que recordar que hay varios videos – no sólo el que da cuenta de una parte de los “cordiales” interrogatorios a los que sometió la policía de Fidel Castro a Ahumada y que divulgó Carmen Aristegui el viernes- y que todos, este último y los primeros, despiertan fundadas suspicacias y dejan sin resolver muchos asuntos.
Empecemos por el final. Seguramente fue la sagacidad periodística de Carmen la que explica el hecho insólito de que haya podido hacerse con un video que grabó la temible policía secreta de Cuba; ya ha dicho el gobierno cubano que “no se propone hacer nuevas declaraciones sobre este tema que ha tratado de eludir durante mucho tiempo y continuará eludiendo”, y que avala lo dicho por su embajador en México: que nada tienen que ver con el video difundido por Carmen. Sí, cómo no. Y que le den el Pulitzer a Carmen por haber logrado vulnerar el aparato de seguridad de la finca de los hermanos Castro. Estos castristas nos creen idiotas…
El nuevo video, en estricto sentido periodístico, y lo lamento por Carmen, es poco menos que basura. No revela nada que no supiésemos o imaginásemos (que cualquier político medianamente inteligente tratará de mellar la reputación de sus adversarios cada vez que pueda exhibir sus puntos débiles, máxime si esos puntos son delitos de sus colaboradores) y además pone a la periodista en el incómodo papel de servidora incondicional de una causa partidista (y perdida) o, peor, de oficiosa servidora del régimen del dictador Fidel Castro.
Además, en todo este asunto nunca se nos ha dicho a dónde fue a parar el dinero entregado por Ahumada, ni qué papel desempeñó en realidad en esta trama de vergonzosas corrupciones Andrés Manuel López Obrador. Sigue siendo increíble – para cualquiera, no sólo para personas tan suspicaces como Carmen- que López no supiese lo que hacían sus colaboradores Ponce, Imaz y Bejarano. Sigue siendo fuente de sospechas terribles el hecho de que López facilitase - ¿inadvertidamente?- la fuga de Ponce y después lo pusiese sobre aviso al hacer pública la información confidencial de las investigaciones en su contra.
Me encantaría que Carmen, tan suspicaz como es, le preguntase a López si lo que buscaba, al difundir la información confidencial sobre el caso Ponce, era avisarle a su antiguo subordinado hasta dónde tenía que hablar y qué podía seguir callando. Digo, hay que llegar al fondo. Magnífica idea.

jueves, 17 de agosto de 2006

La muerte de un dictador

Madrugador, astuto, con gran olfato para los negocios multimillonarios, escudado en un anticomunismo de caricatura, Alfredo Stroessner corrompió a Paraguay hasta la médula. Persiguió toda disidencia y convirtió a su país en el paraíso de contrabandistas, narcotraficantes, vendedores de armas y refugio de nazis y dictadores en desgracia.


Iba a escribir que Fidel Castro se está quedando solo, pero no es cierto: Ahí está Hugo Chávez, nacido el mismo año en el que Alfredo Stroessner se hizo del poder en Paraguay, mediante el consabido golpe de Estado: 1954. No hay dictadores buenos y la retórica – cambiante según circunstancias y temperamentos- no debiera engañarnos. Lo mismo vale, para convertir a los países en fincas personales de los déspotas, la inflamada prédica anticomunista que tan rentables beneficios le dejó a Stroessner durante casi 35 años, que la ferviente arenga revolucionaria de Castro o las patrañas dizque bolivarianas que difunde Chávez.
Stroessner murió el miércoles a los 93 años en Brasil, país con el que tantos y tan rentables negocios realizó al amparo de un poder absoluto y país que le acogió en una especie de “exilio dorado”, tras ser arrojado del poder en 1989, mediante el rutinario golpe de Estado, nada menos que por su consuegro y con la complacencia del gobierno de Estados Unidos, para el que a esas alturas el dictador paraguayo ya resultaba intratable e impresentable.
El actual presidente de Paraguay, Nicanor Duarte Frutos, ha anticipado que no se rendirá homenaje alguno al fallecido dictador: No sólo ya no es jefe de Estado – desde 1989-, sino que en estricto sentido debiera ser considerado un prófugo de la justicia.
“Nos dejó un país mendicante, menesteroso, con una moral bajísima” declaró ayer, lapidario, el senador Alfredo Ratti Jaeggli, del partido opositor “Patria Querida”. Y es lo menos que puede decirse.
Stroessner no sólo persiguió cualquier disidencia del signo que fuese, que él se encargaba de bautizarla como “peligro comunista”, también convirtió a las fuerzas armadas en una cueva de ladrones y traficantes, acogió a nazis abominables, como Joseph Mengele (una operación de compra-venta), vendió armas a Sudáfrica – cuando ese país estaba aislado de la comunidad internacional por su detestable política de “apartheid”-, consolidó la dictadura en el trinomio: Partido Colorado- Ejército- Gobierno, que por supuesto él encabezaba, corrompió la vida social, cultural, política y económica de Paraguay.
Eso sí: Empezaba a trabajar a las cuatro de la mañana y jamás tomó vacaciones. Infatigable labor corruptora.
Fidel Castro, que debe seguir ávidamente las noticias alrededor de la muerte y de los funerales de Stroessner, puede estar tranquilo en un punto: Él, Castro, no morirá en el exilio y tendrá unos magníficos funerales de Estado (a diferencia de las exequias, casi clandestinas, que tendrá Stroessner en Brasil). Además, Castro ya hace muchos años que le arrebató a Stroessner el trofeo de haber oprimido más años continuos a sus compatriotas, usando el país como finca de su propiedad.

Clases de "lógica enferma y retorcida"

El amable lector encontrará sin dificultad muchos ejemplos de la capacidad de algunos políticos para torturar las reglas de la lógica. Algo de todos los días, desde luego.


Ahora resulta que los frustrados atentados terroristas que cometerían musulmanes británicos contra aviones en pleno vuelo cuyo destino – u origen- serían los Estados Unidos, ¡son un argumento para construir un muro infame en la frontera de ese último país con México!
Al menos esa es la lógica del representante republicano Curt Weldon, vicepresidente del comité de seguridad nacional de la cámara baja en los Estados Unidos. Como señala el periodista Philippe Legrain ese tipo de alegatos sólo pueden calificarse como de "enfermos y retorcidos"
(ver aquí).
Al señor Weldon se le confunden los musulmanes de origen paquistaní pero de nacionalidad británica con los más o menos católicos mexicanos, los terroristas a la caza de infieles occidentales con los trabajadores en busca de oportunidades, los aviones con los zapatos, con los huaraches o con las botas y el río de la frontera sur de su país con el océano Atlántico. Nada más. Confusión de personas, religiones y etnias. Confusión de medios de transporte. Confusiones geográficas y hasta confusiones estéticas.
Esta capacidad para torturar las leyes de la lógica no es, desde luego, privativa de los poíticos estadounidenses, también en nuestros trópicos se cultivan en abundancia estos frutos exóticos de la "patafísica" (que es, recuerdo, el arte de proponer soluciones inviables a problemas inexistentes).
Vaya, no seamos modestos. Nuestros políticos locales podrían ganar el campeonato mundial en esto de la lógica enferma y retorcida. Es probable que Alejandro Encinas se lleve la palma, pero le siguen, en cerrada competencia, Manuel Espino, Manuel Camacho Solís, Porfirio Muñoz Ledo, Mariano Palacios y, but of course, Andrés López Obrador.
Baste comentar una de las más recientes demostraciones de Encinas, que cada mañana se propone romper sus propias marcas, cual atleta prodigioso, en esto de la lógica enrevesada y enferma.
Fue el pasado 9 de agosto cuando Encinas proclamó que desde luego él también estaba en contra de los bloqueos que estrangulan el centro de la Ciudad de México, que no podía ser de otra manera: "sería yo esquizofrénico" dijo textual, siendo, como aparentemente es, el jefe de gobierno de la misma ciudad, si no estuviese en contra. Pero todos sabemos que no ha movido un dedo, la minúscula parte de su robusta y peluda humanidad, para desalojar a los incómodos inquilinos que han hecho de la vía pública una especie de segundo hogar, transformando esa misma vía pública en lo que los clásicos llamaban "un asqueroso chiquero".
Y es que tales inquilinos son correligionarios queridos de Encinas y se presume que el cabecilla de los alborotados es también jefe nato, mero mero petatero – otras expresiones clásicas de la picaresca política de México- del susodicho Encinas.
Pues ¿entonces?, ¿qué es Encinas?, ¿esquizofrénico autodiagnosticado?

martes, 15 de agosto de 2006

Violencia, educación y pobreza

No se ha demostrado ninguna relación causa-efecto entre la pobreza y los bajos niveles de instrucción o educación formal, y el terrorismo, en particular, o el uso de la violencia como arma política, en general. El mito de la violencia por falta de oportunidades se desmorona.


Una muy bien documentada investigación del otoño de 2003 – Education, Poverty and Terrorism: Is There a Causal Connection?- demostró fuera de toda duda que no hay un vínculo de causa e efecto entre la pobreza y/o los bajos niveles de instrucción y el surgimiento y actividad de movimientos terroristas o de políticas de odio que proclaman y usan la violencia para obtener posiciones políticas.
La investigación fue realizada por Alan B. Krueger y Jitka Malecková y puede leerse en este sitio.
Esto derriba un mito muy común entre los políticos y estudiosos de izquierda que, en forma vicaria, trasladan la responsabilidad de los actos violentos y criminales de sus verdaderos autores (por ejemplo, los terroristas) a causas más o menos abstractas de “injusticia social”, “falta de oportunidades”, “reparto inicuo de la riqueza”.
Por el contrario, basta analizar objetivamente la biografía de muchos terroristas, así como de multitud de violentos “con causa”, para detectar que sí hay una correlación causal entre determinadas cosmovisiones e ideas y el uso de la violencia para lograr objetivos políticos o económicos.
El caso de la violencia política, desde sus manifestaciones de baja intensidad (como el obstruccionismo de vías públicas para chantajear a los gobiernos o la toma de instalaciones con el mismo propósito) hasta las de alta intensidad, como el terrorismo, va más allá de las meras motivaciones de utilidad económica y apunta, más bien, a cosmovisiones que legitiman la violencia (islamismo radical, marxismo militante, ciertas vertientes del populismo justiciero) y que desechan las formas de competencia política, acotadas por la ley, propias de una democracia liberal.
Así las cosas, no es el nivel educativo – entendido como un grado que se ha obtenido en la estructura formal del sistema establecido- sino el contenido de la educación, desde la educación básica hasta la superior, el que incide en la promoción de la violencia.
No es, por tanto, la falta de instrucción formal lo que explica que una señora que fue diputada federal (Clara Brugada, del PRD, de 1997 a 2000) y que hoy es senadora suplente electa, insulte a un anónimo policía federal preventivo - "¡soy diputada (sic), hijo de la chingada!"- y lo empuje buscando provocar una respuesta igualmente violenta. Tampoco es la pobreza de la ex diputada (cuya dieta era más de 12 veces superior al salario del policía al que insultó) lo que explica su proceder violento. No. Es la cosmovisión de la señora - más ducha para estos envites callejeros que para legislar, según los registros de la cámara- lo que explica su intransigencia.

Una cosmovisión, podemos apostarlo, que se le inoculó mediante el sistema de educación pública que usted y yo –nadie sabe para quién trabaja- pagamos con nuestros impuestos. (La señora Brugada esudió la licenciatura en Economía en la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Iztapalapa).

lunes, 14 de agosto de 2006

Fidel Castro y “el bien de todos”

El artículo primero de la Constitución cubana dice que “Cuba es un estado socialista…organizado con todos y para el bien de todos”. Su próxima muerte – anticipa el dictador- será una “noticia adversa”…y es que así se ven a sí mismos los déspotas: Como la encarnación del “bien de todos”.


Cerca de la muerte, Fidel Castro sigue siendo el supremo hacedor en la isla: él decidió ser relevado por su hermano Raúl, él redactó el parte que al mismo tiempo informa y oculta la naturaleza de su enfermedad, él decidió también darnos a conocer que en el futuro próximo debemos estar preparados para recibir “noticias adversas” (eufemismo para no mencionar, superstición, la palabra prohibida: muerte), él decidió que se difundiesen por fin imágenes suyas enfundado en un atuendo deportivo azul, blanco y rojo, cual bandera cubana, simulando hablar por teléfono y embelesándose con la primera página del “Granma” del sábado que, ¡sorpresa!, adornó su portada con una vieja foto del dictador y proclamó que la historia lo ha absuelto. Justo el día que cumplió 80 años.
Los mortales todos los días podemos aprender algo nuevo – a diferencia de los dictadores, como Castro, que se han de aburrir mucho porque ya lo saben todo- y merced a la publicitada agonía de Fidel Castro me he enterado que el primer artículo de la Constitución cubana proclama que la finalidad del Estado socialista es nada menos que “el bien de todos”. Mira por dónde vuelve a surgir la frasecita insignia que identifica en México a las huestes de don Andrés (quien, por cierto, confirma el adagio del temido síndrome que lleva su nombre: “¡Ay Andrés!, de día recitas lo que de noche lees”).
Volviendo al legendario dictador cubano: Queda claro que la noticia de su muerte – presumiblemente más próxima que la de la mayoría de nosotros- debe ser, constitucionalmente y sin lugar a disidencia alguna, una “noticia adversa”, es decir: infausta, aciaga, un hachazo brutal y homicida – como decía Miguel Hernández de la muerte de su amigo Ramón Sijé-; uno de esos aborrecibles mensajes de los “heraldos negros” (César Vallejo), porque supondrá una mengua irreparable en el “bien de todos”.
(Y aprovecho, por puro gusto, para citar a Vallejo: “Me moriré en París con aguacero,/Un día del cual tengo ya el recuerdo./Me moriré en París –y no me corro-/Tal vez un jueves, como es hoy, de otoño”).
No faltará el cursi – mi candidato es el argentino Miguel Bonasso, tan amigo de Fidel como de Néstor y Cristina Kirchner- que desempolvará adjetivos para mostrarnos que él fue discípulo dilecto del castrismo embelesado.
Ya lo ha hecho en reciente entrevista. Cito un fragmento y pido a los lectores correr por un pañuelo desechable:
“Sin lugar a dudas todos rechazamos la ausencia física de Fidel; quienes tenemos el privilegio, el honor de considerarnos amigos de él, disfrutamos de su ternura, su exquisita sensibilidad y de amor a las causas justas, se resiste uno a su desaparición física”.
¿Qué tal? A conseguir reliquias.

¿País de leyes es "país de beatos"?

Preocupado de que se le acuse del horrible pecado de sujetarse a la ley siempre y en toda circunstancia un "periodista partidario" exclama en su defensa: "No soy un beato de la legalidad". ¡Qué alivio!




Leo en un periódico dominical las tediosas confesiones de un viejo periodista partidario (Miguel Ángel Granados Chapa), quien nos revela – como si el asunto desvelase a miles- que votó por Andrés Manuel López Obrador y que no se arrepiente de haberlo hecho.

Una vez descubierto el misterio y, supongo, aquietados los espíritus hasta entonces atribulados por tal incógnita, procede a elaborar uno de esos farragosos alegatos que suelen entorpecer su prosa. En pocas palabras dice que le preocupan los métodos que ha seguido ese político en los últimos días, especialmente el hecho de que la vía jurídica de las querellas postelectorales de López ha estado "sometida" (habrá querido decir subordinada o hasta suprimida) a la vía política (suponiendo que los descoordinados espasmos de agitación y propaganda mediante la obstrucción callejera puedan llamarse "vía política"), siendo que el camino jurídico – aventura Granados- podría ser de mayor eficacia.

Dudo que López atienda el respetuoso y tímido disenso de Granados, pero eso no es asunto que me desvele o siquiera me interese; lo que brinca en la torturada prosa del periodista es un candoroso comentario de justificación personal, en el que se adelanta a probables objeciones que podrán hacerle sus correligionarios o hasta el verdadero destinatario de su lamento (¿López mismo?)- que dice así:

"No soy beato de la legalidad. Nadie puede serlo con mínima conciencia de la fragilidad del Estado de derecho (sic) en que vivimos".

Pasemos por alto el mal uso de la palabra "beato", cuando en realidad Granados habrá querido negar que sea "mojigato" de la legalidad, y vayamos a la esencia de esta confesión pasmosa, tan común por desgracia en México.

En esencia, el argumento para NO ser un "mojigato" de la legalidad – es decir, alguien que siempre y en todo lugar cumple, respeta y exige el respeto a la ley- es que muy pocos lo son en México; eso y no otra cosa significa decir que el Estado de Derecho – ambas mayúsculas en mi caso porque yo sí soy un "fanático" de la legalidad- es frágil en el país. Con una total falta de lógica, entonces, lo que procede es hacer al Estado de Derecho aún más frágil y vulnerable, despreciando a quienes siempre cumplen y acatan la ley motejándolos como "beatos" de la legalidad (tal beatería debe ser pecado imperdonable para Granados, supongo), ¡y asegurar que alejarse de esa hazañería, de la mojigatería legal llamémosle, es la mejor receta para fortalecer el precario Estado de Derecho!

Es tan "lógico" como decir que dada la precariedad de nuestra salud hemos decidido que lo más conveniente es continuar minándola, para que no se nos tilde, Dios nos libre, de ser "beatos de la salud".

Vaya confesiones.

jueves, 10 de agosto de 2006

La ley de la muchedumbre contra los disidentes

Las instituciones, reglas del juego, de la democracia liberal son la mejor garantía de la libertad y de los derechos individuales.


Un signo inequívoco de la perversión de las instituciones en una democracia, es el abandono – en la práctica- de las reglas que garantizan los derechos del individuo para hacer prevalecer los dictados de grupos o de caudillos, cuya única razón es la ley de la muchedumbre.
Frente al “rule of law” liberal se erige, aplastante, la “mob rule", la ley de la turba. Ni siquiera, en la práctica, se requiere que la turba sea especialmente numerosa, basta con que sea beligerante y agresiva – intolerante – para inhibir la libre expresión y actuación de millones de individuos.
Es decir, basta con que la turba vulnere impunemente las reglas elementales de convivencia – que en el fondo, son la garantía de los derechos individuales- para que los derechos del individuo – sea uno solo, o sean millones de individuos- queden vulnerados.
La ley de la muchedumbre ataca a las instituciones – a las reglas del juego- y a los organismos en que encarnan esas instituciones porque busca el sometimiento de los individuos. No hay peor veneno para la ley de la muchedumbre que la libertad individual. Es por ello también que los promotores de la ley de la muchedumbre prefieren el asambleísmo. La falsa forma plebiscitaria de exigir el voto a mano alzada en una plaza pública inhibe las disidencias individuales y destroza cualquier asomo de pluralidad: El disidente – por ejemplo, el académico que de pronto censura una forma específica de lucha, de inmediato se convierte en objeto de burla y de calumnias anónimas por parte de la muchedumbre anónima- aprende muy rápido que no podrá sobrevivir si se atreve a ser independiente.
Son los escasos disidentes, que por paradoja suelen ser los más talentosos dentro de los grupos, quienes reciben los peores insultos y agresiones del grupo exaltado. El mensaje es: “Compañero, no has entendido que las opiniones individuales son herejías; no has entendido que la primera nueva regla es la unanimidad forzosa; no has entendido que la ley verdadera que el grupo impone es tan flexible o tan rígida como flexible o rígida sea la única voz autorizada, la del caudillo, la del ayatolá, la del mesías; fuera de esa voz, fuera de esa ley, no hay salvación”.
El pretexto para sacrificar los derechos individuales y la libertad puede ser, casi, cualquiera: Resarcir a los pobres, edificar el paraíso comunista (Stalin), construir el gran Estado fascista (Mussolini), mantener una Nación grande y unida mediante el corporativismo armonioso alrededor del caudillo (Franco), establecer de una vez por todas la única ley verdadera del Islam, de la sumisión (el ayatolá Jomeini); pero los métodos, las reacciones viscerales del monstruo multitudinario y enajenado, las consignas, el odio contra el disidente es siempre el mismo: La abominación hacia el individuo y hacia su carga de libertad y derechos inalienables.

miércoles, 9 de agosto de 2006

La política de los palurdos

Uno de los muchos problemas de los movimientos mesiánicos es que la vulgaridad y la estrechez de miras del mesías es norma de conducta para los fervientes vasallos y seguidores. Tal es el caso de Marcelo Ebrad.




En el terreno intelectual todavía hay clases, por fortuna. La execrable frase de un palurdo, como Marcelo Ebrad, diciendo que quienes no piensan como su caudillo en turno deberían abrir los ojos y cerrar la cartera, es emblemática del nuevo orden de convivencia que trata de imponer el mismo mesías atribulado: Muera la inteligencia. Es el abismo que separa, por ejemplo, el uso de la ironía, como guiño del intelecto, del abuso de la ocurrencia como santo y seña de la nueva cofradía de los patanes.

Y es, también, toda una cosmovisión, de lo que en realidad nos ofrece el paraíso prometido por el mesías atribulado: Igualación hacia lo más bajo y ruin. Compitamos, ante la mirada complaciente del tiranuelo, por el insulto más degradante, por la ingeniosidad más vulgar, por la frase que más corrompa el lenguaje y la gracejada que más carcajadas soeces arranque al populacho.

Todo indica que en el precario universo mental de Ebrad así funciona la realidad: Los seres humanos intercambian palabras por pesos y centavos, los ciudadanos no son tales porque no tienen principios ni convicciones, tienen carteras más o menos llenas, más o menos vacías.

El domingo pasado, después de pasar lista en los campamentos que engalanan el riñón de la patria – ese céntrico lugar donde se procesa y produce la mayor cantidad de desechos orgánicos y morales por metro cuadrado- el palurdo de marras acudió, posando para la historia, al restaurante de postín en que lo esperaba su nueva esposa. Supongo que habrá abierto varias veces la cartera para sufragar las exquisiteces elegidas del menú. Toda una parábola del nuevo orden prometido por el mesías atribulado y perplejo por la derrota.

¿Un prodigioso hombre de dos mundos que, sin solución de continuidad, pasa del tugurio miserable fabricado por la politiquería al esmerado ámbito de la buena comida, la buena bebida, la música precisa en el tono y el volumen justos? Pamplinas. Sólo pasó de la basura física a la basura moral.

Que una inmensa mayoría de los electores en la Ciudad de México hayan elegido a tal personaje deleznable como su próximo gobernante es aterrador.

El sujeto ni siquiera puede escudarse en una infancia de privaciones para excusar sus desplantes de matoncito. Tampoco puede alegar que viene de los pantanos tropicales, como su caudillo en turno, o que emergió de ese espectral "México profundo" que se usa para espantar a la burguesía y a la gente decente. No, es un niñito bien devenido en adulto miserable y repugnante.

Basura, en fin, que hay que poner en su lugar.

Destruir lo que funciona, ¿locura tolerada?

Dice el esquizofrénico: "La institucionalidad soy yo".


Para efectos prácticos el lenguaje nos permite entendernos – hace inteligible la emisión de sonidos o la representación escrita de símbolos- porque es una institución. Y una institución, también para efectos prácticos, es un conjunto de reglas del juego que permiten la interacción social.
El gran drama de incomunicación y radical soledad del esquizofrénico radica en que él crea su propio lenguaje, sus propias reglas del juego ajenas al resto del mundo, sus propios signos con sus propios significados, su propia sintaxis. La consigna del esquizofrénico, que lo separa del mundo y lo condena al aislamiento y a la incomunicación, podría formularse así: "La institucionalidad soy yo". Dicho de otra forma: El mundo debe adaptarse a mí, no yo al mundo.
Desde otro punto de vista, es un hecho que las instituciones, esas reglas del juego que permiten la interacción social y que nos permiten anticipar los efectos de nuestros actos – por ejemplo, pasarme la luz roja del semáforo causará problemas más o menos graves a mí o a los demás conductores-, son una condición necesaria para el bienestar y el progreso. Otro ejemplo: No puedo comprar o vender si no tengo certidumbre de que los pactos o los contratos serán respetados, serán institucionales; no puedo aceptar o rechazar una oferta de trabajo si no sé si las condiciones pactadas serán respetadas a lo largo del tiempo, si no hay una institucionalidad en las relaciones laborales.
México no tiene una gran reputación como país de instituciones plenamente confiables, pero en las últimas dos o tres décadas en el país se han reforzado instituciones ya existentes –pero que eran débiles o de endeble institucionalidad- y se han creado nuevas instituciones con el fin de otorgar certidumbre a todos los participantes. Ejemplo de lo primero (instituciones débiles que se han fortalecido) es el banco central, mucho más eficaz gracias a su autonomía; ejemplo de lo segundo, son las instituciones electorales surgidas como la respuesta más inteligente a las suspicacias provocadas por un largo historial de fraudes e imposturas.
Cuando un agitador se hace presente afuera de una de esas instituciones que sí funcionan, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, y después de vituperar a los magistrados proclama que su propósito es movilizar a sus seguidores (¿incondicionales?) no ya para reclamar un espectral triunfo en los comicios, sino para transformar de raíz las instituciones de todo el país, tenemos un serio problema. Y digo tenemos porque se trata, entonces, de una amenaza a todo lo que nos permite, más o menos, convivir, entendernos y progresar.
No es sólo un caso clínico, como la viejecita que todas las tardes lanza proclamas entre divertidas y descabelladas a las puertas del Palacio Nacional, para asombro y hasta chanza de los transeúntes y guardianes de las puertas de ese recinto, sino que es una descarnada amenaza al Estado y a la sociedad.
¿Hasta cuándo Catilina, abusarás de nuestra paciencia?

lunes, 7 de agosto de 2006

La envidia como programa de gobierno

El resorte emocional que explica la adhesión "popular" a estas políticas que fastidian a los pobres se llama envidia: "Pesar por el bien ajeno".



Gary Becker explica brevemente y con gran claridad los motivos racionales que podrían haber impulsado a una mayoría de los concejales de la ciudad de Chicago a favorecer un aumento discriminatorio de los salarios mínimos que, en realidad, como se dijo ayer, perjudicará especialmente a los más necesitados. Por supuesto, la intención de ninguna manera fue fastidiar a los pobres, sino presuntamente ayudarlos, logrando el efecto contrario al pretendido.
Remito de nuevo al lector al comentario original de Becker en su blog compartido con el juez Posner (aquí) y me limito a señalar que de nuevo, en este caso, se cumple puntualmente el hallazgo de Mancur Olson: En las democracias representativas los grupos pequeños bien organizados en torno a un solo objetivo – sindicatos – son mucho más eficaces y poderosos que los grandes grupos dispersos y desorganizados – consumidores o desempleados sin destrezas laborales especiales.
Sin embargo, más allá de los motivos racionales existe un poderoso prejuicio que parece explicar este tipo de políticas públicas, tan comunes, que no sólo son anti-económicas sino contraproducentes para los intereses de los más pobres. Ese prejuicio, que provisionalmente podríamos bautizar como el prejuicio de la "suma-cero", tiene una gran eficacia persuasiva y propagandística porque se apoya en un resorte emocional que no falla: La envidia.
El prejuicio dice que el éxito o la prosperidad de "A" son la causa de la pobreza de "B" y, por tanto, que basta disminuir la prosperidad o castigar el éxito de "A" para que disminuya automáticamente la pobreza de "B". Este prejuicio está detrás lo mismo del mito de que los impuestos progresivos a la renta sirven para mejorar la distribución del ingreso, que del mito de que los salarios mínimos favorecen a los más pobres al disminuir la rentabilidad de las inversiones productivas.
Tengo para mí que estos prejuicios no serían tan populares entre los políticos ni tan eficaces propagandísticamente si no fueran un satisfactor emocional idóneo para un vicio moral siempre presente en la naturaleza humana, que es la envidia. Definida como "pesar por el bien ajeno" por Santo Tomás de Aquino, la envidia es uno de los motores más poderosos en la historia de la humanidad. Lo mismo explica rivalidades seculares y sanguinarias entre regiones y razas, que ha sido la clave narrativa de los grandes y pequeños dramas en la literatura.
Nada más eficaz para el político venal y corruptor que apelar a los resentimientos de los pobres y desamparados y prometer resolver esas penalidades como por ensalmo, mediante el expediente de expropiar a los ricos y eliminar a los exitosos.
Por eso, la vocación secreta pero inexorable de los populistas es instaurar la dictadura de los incompetentes.

viernes, 4 de agosto de 2006

Salarios mínimos contra los pobres

Todos los días en todo el mundo hay políticos que, en nombre de los pobres, proponen medidas que sólo fastidian más a los pobres. ¿Por qué?

¿Cuántos de los 500 nuevos diputados federales y de los 128 flamantes senadores que tendremos en México a partir de septiembre "creen" que elevar los salarios mínimos es una política que beneficia a los pobres?
Por desgracia, muchísimos de ellos "creen" eso, pero no saben que sucede exactamente lo contrario: Fijar salarios mínimos perjudica a los pobres y elevar esos salarios mínimos por decreto los fastidia aún más. Es la diferencia entre "creer" y saber.
En su muy recomendable blog que comparte con el juez Richard Posner, el premio Nobel de Economía Gary Becker (ver aquí), lo explica con su acostumbrada claridad tomando el caso de una reciente ordenanza de los concejales de la ciudad de Chicago que obligará a las compañías con ventas anuales de más de mil millones de dólares y con tiendas en la ciudad de más de 90,000 pies cuadrados de espacio, a pagar a sus empleados salarios mìnimos de $ 9.25 dólares la hora y prestaciones de $ 1.50 dólares la hora, cuando el actual salario mínimo en el estado de Illinois no llega a $ 6.50 dólares la hora (además, esas grandes tiendas deberán tener salarios mínimos en el 2010 de $ 10 dólares la hora y prestaciones de $ 3 dólares la hora).
Suena como una feroz ordenanza anti Wal-Mart, aunque afectará a unas 40 tiendas, no sólo de Wal-Mart, en la ciudad de Chicago, cuyo alcalde, Richard Dealey, se opuso vehementemente a esta ordenanza. Y con razón.
¿Por qué una medida de esta naturaleza, que algunos políticos suelen vender como a favor de los pobres, tiene los efectos contrarios y perjudica a los más necesitados, por ejemplo – como anota Becker- a los afroamericanos y latinos que buscan empleo en Chicago?
Un salario mínimo más elevado desalentará el que esas empresas, como Wal-Mart, Target, Home Depot, ofrezcan empleo a trabajadores no calificados. De suyo – comenta Becker- las grandes ciudades no son atractivas para esas grandes tiendas porque son muy costosos los grandes terrenos que requieren (en parte, por eso las grandes tiendas de auto-servicio florecen en los suburbios y en las ciudades pequeñas, donde, además, reciben en muchos casos beneficios fiscales). Aun quienes decidan seguir operando grandes tiendas en la ciudad de Chicago buscarán sustituir la mano de obra no calificada por empleados calificados, así como por maquinaria y capital en general.
Por si fuese poco, muchos tratarán de eludir la ordenanza reduciendo su tamaño a menos de 90,000 pies cuadrados, lo que disminuirá la productividad de las mismas tiendas perjudicando a los consumidores con mayores precios y/o con menor oferta y variedad de mercancías.
Desempleo y precios altos para los consumidores. No puede pensarse en peor política pública. Sin embargo, este tipo de políticas siguen aplicándose en el mundo. ¿Por qué?

Cuba: ¿Quién fabricó la trama?

El "hermano siniestro" sustituye al "gran hermano". ¿Qué hay detrás del montaje de la misteriosa enfermedad de Fidel y de su relevo, supuestamente temporal, por Raúl?

Huber Matos, tal vez el más lúcido e independiente de los comandantes de la revolución cubana, debe saber de lo que habla: Ve con extrema cautela y desconfianza las "novedades" en la isla. Recuerda que los hermanos Castro Ruz son los amos del engaño y la perfidia y advierte que los festejos de algunos exiliados son prematuros.

Matos denunció valientemente, a unos diez meses de la entrada triunfal en La Habana de los revolucionarios (entrada en la que él acompañó a Fidel Castro), la traición a la revolución cubana que empezaba a ser dominada, en los hechos, por los comunistas, cuya cabeza visible era nada menos que el "hermanísimo" Raúl. Esa denuncia le costó 20 años de cárcel y torturas y sigue con vida, en el exilio desde luego, gracias a la perseverante presión que ejerció en su momento José Figueres, el ex-presidente de Costa Rica. Huber Matos conoce como pocos la prodigiosa capacidad de engaño y astucia de Fidel y el papel de "torturador malo" que ha jugado Raúl, en esa horrenda y criminal charada que ha sido el régimen de Castro en Cuba, para dejar a Fidel el papel del "torturador bueno".

Presté especial atención a la entrevista que el martes por la noche le concedió a Guillermo Ortega Ruiz, porque Matos es una fuente confiable para tratar de entender los enigmas de los Castro.

Algunas anotaciones provisionales, mías no de Matos:

1. El gobierno de Estados Unidos debe hacer tres cosas ante lo que sucede en Cuba: Abstenerse, ver y refrenar. Abstenerse de cualquier intento de influir en el futuro inmediato de Cuba. Ver con objetividad los acontecimientos, distinguir entre las simulaciones de artificio (en las que Fidel Castro ha sido un maestro) y las realidades. Y refrenar, enérgicamente, cualquier intento del exilio en Miami de hacer descabelladas "operaciones de rescate".

2. El petróleo venezolano es clave para la supervivencia de la economía (y del régimen) en Cuba, pero hay claros indicios de que Raúl Castro, el sucesor, no ve precisamente con buenos ojos al fanfarrón Hugo Chávez. En Venezuela, Chávez debe estar mordiéndose las uñas…

3. No es del todo descabellada la hipótesis de que Raúl eventualmente intentaría una reforma "a lo chino": Liberalizar la economía pero mantener el férreo control político e ideológico. Raúl es mucho menos carismático y vivaz que Fidel, pero es también más ordenado y metódico. Hay quien supone que Fidel ya ha muerto y que este montaje es una calculada estratagema de Raúl para imponerse "suavemente" y realizar, paso a paso, esa reforma "a lo chino". En tal caso, la Venezuela de Chávez sería más un estorbo que una ayuda.

La única certeza en todo este misterio es que no estamos ante un hecho fortuito, sino ante una trama que alguien - ¿Fidel?, ¿Raúl?, ¿Fidel y Raúl?- ha preparado con sumo cuidado.

Sacrificio, resistencia civil, engaños

Un personaje de V.S. Naipaul ejemplifica cómo se pervierten las grandes palabras y las presuntas grandes causas. Ahora que se han puesto de moda los imitadores chafas de Gandhi…




En el inventario de lo políticamente correcto frases como "resistencia civil" o "desobediencia pacífica" gozan de un gran, e inmerecido, prestigio. El estereotipo dice que el mahatma Gandhi encabezó una formidable y exitosa lucha de resistencia civil contra el odioso imperio británico en la India.

Como resumen de libro de texto la frase está bien pero tiene grandes fisuras racionales (mentiras, pues) que la corrección política nos impide aceptar. Valgan, como incómoda refutación al mito, dos realidades duras: 1. La independencia de la India contó en el gobierno de la Gran Bretaña con grandes e insospechados aliados que la hicieron posible; sea por cálculo pragmático o por auténtica convicción moral esos aliados contribuyeron tanto o más que el mahatma a la independencia, 2. La inmensa mayoría de los indios, incluidos muchísimos seguidores de Gandhi, nunca entendieron cabalmente la dichosa "resistencia civil" o, más bien la entendieron como mejor les convino o se les dio la gana.

De tal entendimiento torcido de la "resistencia civil" – presunto sacrificio para justificar la pereza o la corrupción; la persistencia en el atraso o la vulgar delincuencia- nos da un ejemplo un personaje de Naipaul (ver en "Media vida", Random House, Mondadori, 2003, el caso del padre del protagonista Willie Chandran) quien realiza tres grandes "sacrificios" de resistencia civil inspirados, según él, en la lucha del mahatma: 1. Pasa de la pereza vulgar en la universidad a la pereza deliberada y hace una quema simbólica de los detestados libros de literatura inglesa en un rincón del patio de la universidad (cosa que, por cierto, pasa inadvertida para su pesar), 2. Decide casarse con una mujer de una casta inferior que en el fondo le repugna ("no un sacrificio vacío, el acto de un momento –cualquier idiota puede saltar desde un puente o tirarse delante de un tren-, sino un sacrificio más duradero, algo que habría aprobado el mahatma") con lo cual se hace infeliz y transmite su infelicidad a la pobre mujer y a los dos hijos que procrean y 3. Como funcionario público menor, encargado de combatir las corruptelas de los recaudadores de impuestos, que defraudaban a los pobres y al fisco al mismo tiempo, decide destruir las pruebas que podrían condenar a los estafadores. El razonamiento, por decirlo así, es peculiar: "Eran infinitas las pequeñas estafas entre los pobres. Los funcionarios (venales, anoto yo) no eran mucho más ricos. ¿Quién lo pasaba mal cuando no se pagaban los impuestos? Cuanto más examinaba aquellos sucios trozos de papel, más me ponía del lado de los estafadores (…) sentía gran placer al pensar que en aquella oficina, sin grandes alharacas, ejercía la desobediencia civil a mi manera".

Ah, la resistencia civil. Suena bonito engañar la tristeza de una vida mediocre con grandes palabras.

Resistencia contra la obcecación incivil

¿Hasta dónde puede llegar la obcecación de los inciviles? Hasta donde
los civilizados quieran.


Primero, las palabras. No le llamemos "resistencia" a lo que es
obcecación irracional y no le llamemos "civil" a lo que es despliegue
de incivilidad y vil chantaje en el que, precisamente, se ha tomado a
los civilizados como rehenes.
Segundo, la no cooperación. Si la autoridad local se ha quitado la
máscara y se ha puesto al servicio de los inciviles obcecados – y por
lo tanto en contra de los ciudadanos-, lo que corresponde es la
no-cooperación con esa autoridad. Lo mismo corresponde, no-cooperación
o legítimo boicot, hacia las empresas y negocios que – a cambio de
algún beneficio pecuniario-, participan pasiva o activamente en la
promoción de los obcecados inciviles, ya sea prestándoles servicios o
difundiendo sus chantajes.


¿Quién mata a civiles en Líbano?


Hablando del uso perverso de la palabra "resistencia" no puedo pasar
por alto la terrible desinformación de algunos respecto de los
conflictos armados que hoy afligen a Medio Oriente. Decir que Hezbolá
es "un movimiento de resistencia para poner fin a la ocupación de
Israel en Líbano" es decir una tremenda mentira. Es difícil incluir
tantas falsedades en tan pocas palabras. Primero, Hezbolá es una
milicia multinacional, fundada, financiada y promovida por la
teocracia chiíta de los ayatolás iraníes, su objetivo manifesto – lo
mismo en Líbano que en Bosnia, donde también participó criminalmente-,
es la instauración planetaria del islam (que quiere decir sumisión),
la exterminación de "cerdos infieles", empezando por los judíos y el
Estado de Israel, pero siguiendo por los cristianos, ateos, y todos
aquellos que no acepten el dictado del Corán como ley suprema en todas
las esferas de la vida. (Corán además cuya única interpretación
corresponde a los ayatolás chiítas).
Segundo, Israel abandonó Líbano desde hace más de cinco años.
Tercero, la estrategia criminal y cobarde de Hezbolá consiste, lo
mismo ahora en Líbano que antes en Bosnia, en usar a la población
civil como escudo en los enfrentamientos armados, lo cual no sólo
inhibe a los atacantes (y protege a los milicianos de Hezbolá) sino
que permite exhibir, en astutas campañas mediáticas, a los muertos
civiles como muestra de la presunta barbarie de sus adversarios, hoy
de la presunta barbarie de Israel como antes fue la presunta barbarie
de los serbios.
No es causal que los milicianos de Hezbolá ubiquen sus lanzaderes de
misiles y su infraestructura de guerra detrás, dentro o al lado de
orfanatos, hospitales y zonas residenciales densamente pobladas.
No es casual que los civiles en esas zonas sean amenazados de muerte
por los terroristas para que no abandonen esos énclaves. Tampoco es
causal que los "valientes" luchadores de Hezbolá eviten confrontar en
Líbano directamente a los soldados isarelíes y prefieran la estrategia
de lanzar misiles contra ciudadaes de Israel, como Haifa o Nazaret.
Hezbolá no defiende a Líbano ni a los libaneses. Hezbolá usa a Líbano
y a los libaneses como escudos para su actividad criminal.

Irán: ¿El estilo chiíta de "gobernar"?

"Aquél día, en su casa, me di cuenta de que ese hombre no era un hombre de gobierno, que todavía era revolucionario. No sabía controlarse. Hasta el último día estuvo imponiendo el desorden"



Muchas de las causas profundas detrás de la gravísima situación en Medio Oriente y gran parte del desafiante terror que el actual gobierno de Irán propone al mundo, pueden explicarse por la impronta que marcó el liderazgo del ayatolá Ruhollah Jomeini, quien gobernó Irán alrededor de diez años, hasta su muerte en 1989.

V. S. Naipaul – premio Nóbel de Literatura 2001- transcribe los comentarios de Alí, un próspero musulmán chiíta que apoyó sin reparos la revolución islámica hasta que comprendió apesadumbrado que el liderazgo religioso-político de Jomeini sólo generó caos, sufrimiento y terror.

Unos tres meses después de la revolución y del derrocamiento de Shah un amigo de Alí, también ayatolá (máxima jerarquía entre los musulmanes chiítas), le llevó a casa de Jomeini, para que el líder máximo de la revolución islámica le conociera: "Estábamos los tres sentados, mi amigo el ayatolá, Jomeini y yo en casa de Jomeini. Se abrió la puerta y entraron varios mulás. Jomeini se puso a hablar con ellos. Después aparecieron más mulás, y siguieron entrando hasta que la habitación se llenó de mulás, unos doscientos. Y todos querían dinero para dárselo sus discípulos y a las organizaciones religiosas de sus ciudades. Jomeini les dijo que no tenía dinero suficiente para todos, y añadió: 'Id a vuestra ciudad, y al primer hombre rico o que tenga una fábrica o una finca enorme que os encontréis, obligadle a pagar'."

Y más adelante Alí precisa la raíz de su horror ante ese singular estilo de gobernar de Jomeini: "Cuando decía 'Respetad la ley', no era la ley del país. Era su ley, la ley que él tenía en mente. Antes de la revolución decía que pagar impuestos al gobierno era antiislámico. Después decía que era islámico pagar impuestos al gobierno. Lo que quería era el caos absoluto. Aquél día, en su casa, me di cuenta de que ese hombre no era un hombre de gobierno, que todavía era un revolucionario. No sabía controlarse. Hasta el último día estuvo imponiendo el desorden".

El mismo Alí, que elude atribuir este desorden permanente en Irán – donde "la necesidad" permite a los gobernantes violar las leyes- al propio chiísmo y prefiere atribuirlo a la personalidad de Jomeini (que "ha dado mal ejemplo: Ahora, cualquier ayatolá puede recurrir a la necesidad, como él hizo tantas veces, y violar las leyes"), ofrece un retrato en pinceladas de la personalidad de Jomeini:

"Tenía una menta intuitiva, una inteligencia intuitiva. Como los animales. Y por eso podía dominar a la gente. No tenía una inteligencia cultivada. No le salían los sentimientos. Era muy frío."

Pero millones de iraníes lloraron su muerte y su estilo personal de "gobernar" – ajeno a las leyes pero atado a "lo que el pueblo quiere"- sigue dominando en Irán.