miércoles, 29 de noviembre de 2006

“El día que mueras habrá una gran fiesta” (algo más)

De inmediato alguien, un especialista en revelar la realidad haciéndola novelada, pidió leer más. Bueno, otro fragmento y ya. Cuando esté lista, si algún día lo está, la novela verá la luz.


Estoy parado en medio de la celda. Un paso largo y topo con la gruesa puerta de metal. Tiene una mirilla en medio. Sí, a la altura de mis ojos. Mido (hasta donde recuerdo porque dicen que en estos hoteles de lujo uno se va haciendo más corto) un metro con 73 centímetros. Calcule el hipotético lector que la mirilla está a metro y medio del suelo. De vez en vez te sientes observado. Es una de tantas trampas. Acabas obsesionado a la espera de la siguiente visita de esos ojos anónimos y tratas de adivinar si es el ojo del carcelero malo o el ojo del carcelero bueno el que te observa por ese orificio. Tal vez sea algún prohombre de la revolución que quiere ver en qué condiciones está el tal Molina. El escritor. El palabrero. Mira dónde acabaste por bocón, hermano.
Un día imaginé que quien me observaba era el mismo bicho inmundo. Y le grité: “¡Traidor, da la cara!, ¡mátame de una vez con tus manos!, ¡deja de jugar al civilizado, que nadie te lo cree!” Imaginé entonces, febril, que la puerta se abriría y recibiría, otra vez, una andanada de golpes y patadas. Escupitajos. Insultos. Amenazas. No pasó nada y el terror fue peor porque sabía que me habían escuchado. Si la puerta no se abrió es que, en efecto, detrás de ella estaba el mismo Fidel. Y me cobrará la osadía. Él no se ensucia las manos. Es abogado y se parapeta tras una fachada legalista. Ha hecho las leyes a su medida. Les costó lo suyo fabricarnos los cargos de traidores. Hasta logramos que él acudiera al tribunal a testificar en nuestra contra. Mentira que decía, mentira que a gritos le refutaba mientras el juez manoteaba y me ordenaba callar. Le falló la jugada a Fidel. Jamás volverá a presentarse en un juicio (…) No se arriesgará a que otro compañero de lucha le recuerde sus ataques de cobardía, allá en la sierra, cuando “el gran comandante” se hacía un ovillo en la trinchera, cuan largo es, apenas escuchaba el ruido de los aviones de Batista.
Si doy dos pasos hacia atrás chocaré con la pared. Si extiendo los brazos, la punta de los dedos de cada mano queda a escasos centímetros de cada una de las paredes laterales. A mi izquierda – estoy viendo al frente de la celda, hacia esa odiosa plancha de metal con su mirilla insolente-, está mi cama, mi mesa, mi silla. Todo en uno. Es una plancha de concreto a unos treinta centímetros del suelo. Ahí me siento. Ahí me acuesto. Ahí pongo los codos cuando, hincado, escondo la cabeza entre las manos y me pongo a llorar o a rezar.

martes, 28 de noviembre de 2006

“El día que mueras habrá una gran fiesta” (un anticipo)

Si es que no ha muerto, Fidel Castro está cercano a morir. Imaginemos el “monólogo interior” de una de las miles de víctimas del dictador.


Tres palabras: No debes enloquecer.
No, demasiado. Mejor, sólo dos palabras: No loco. ¿No lugar? Tú y tus latinajos. Al diablo. Una palabra: Cordura. Sí. Cordura, que se fastidien. No te van a volver loco. No les vas a dar ese gusto. No vas a terminar como Víctor. O como el Matanzas. Ejercicio. Gimnasia mental. A ver, Humberto Molina Arteaga, haz una descripción. Tú eres escritor (…) Tienes tiempo. Imagínate, veinte años. No vas a salir de aquí. Aquí te vas a pudrir. Vas a salir en una bolsa negra. ¡Carajo, Humberto!, otra vez. No caigas. No les hagas el juego. Describa usted, Molina, dónde está.
Espacio: Tres, a lo sumo cuatro metros cuadrados. Soy muy malo para calcular. No hay luz. Es lo que más jode: La oscuridad. Sólo ese rayito que se alcanza a ver debajo de la plancha de metal que es la puerta de este sarcófago. Ahora, por ejemplo, es de día. Hay luz. ¿O no? Tal vez es luz eléctrica (…) A ver, Molina, no divague. Describa. No narre. No haga juicios de valor (…)
No llores. Ahora no. Disciplina. A ver, otra vez, Humberto Molina Arteaga: Describa. No llore. Las lágrimas son adjetivos. Peligrosos juicios de valor que te pueden fastidiar (…) ¿Dónde estábamos?, ¿en los olores o en el espacio? (…)
Si supiesen cómo se cotiza por aquí, en el presidio político, entre los presos de conciencia, el material de lectura. Hasta los folletos y pasquines de Fidel sirven. Y no. No para limpiarse la cola, como decía aquél. Para descifrar sus tropelías (…) Tú conoces a Fidel, púdrete bicho inmundo, y sabes que adora lo barroco. Y hablar y hablar y hablar. Durante horas. Hasta el agotamiento. Le encanta escucharse y jamás ha podido hablar con frases cortas (…) No, Fidel es el rey de las cláusulas subordinadas. Le embelesan.
Describa y memorice lo que describa. Un día saldrá de aquí – o logrará sacar un papelito de contrabando con minuciosas descripciones-, y se necesitará su testimonio para que el mundo sepa lo que son las cárceles de ese dictador de mierda que es Fidel Castro.
¿No habíamos quedado que estaban prohibidos los juicios de valor?, ¿cómo está eso de “dictador de mierda”? Describa, minucioso, preciso, objetivo. Que quien lea saque sus conclusiones y ponga los adjetivos (…) Y también le falló la disciplina en eso de “las cárceles”. Decía Borges, ¿era Borges, no?, que la única palabra prohibida en un acertijo cuya respuesta es “ajedrez” es precisamente la palabra “ajedrez”.
Ni modo, ya dijo cárceles. Esdrújula. Lindas las esdrújulas. Duras y musicales a la vez. Sólidas. Y en singular es cárcel. Palabra grave. Grave cosa esto de estar preso.
(Fragmento de mi novela inédita: “El día que mueras habrá una gran fiesta”)

En "Realidad Novelada" - blog de José Sánchez Zolliker- puede encontrarse una foto del supuesto cadáver de Fidel Castro y varios comentarios al respecto.

lunes, 27 de noviembre de 2006

Excedentes petroleros, el ejemplo noruego

¿Qué ha hecho Noruega con sus excedentes petroleros? ¡Invertirlos! Hoy el fondo alimentado con esos recursos tiene un valor de mercado superior a los 220 mil millones de dólares.


Hace un par de semanas señalé en estas páginas: “Los abundantes recursos fiscales que México ha obtenido en los últimos años gracias a los precios elevados del petróleo fueron una de las principales causas de la ausencia de reformas estructurales para incrementar la productividad”.

La abundancia de “recursos naturales”, como se sabe, suele generar incentivos perniciosos. En el caso de México, por ejemplo, esta bonanza mató el necesario sentido de urgencia entre legisladores y partidos políticos para apoyar sin reticencias, entre otras reformas, una reforma fiscal. Pero también desalentó cambios de fondo en las finanzas públicas de estados y municipios, que fueron beneficiados por cuantiosos recursos prácticamente sin costo político para los gobiernos locales. Sin excedentes petroleros tal vez tendríamos una mejor recaudación del impuesto predial y registros públicos de la propiedad modernos y confiables.

Pero no se trata de una fatalidad, una especie de maldición inevitable, sino de una condición que una acertada política pública puede evitar. Ese es el gran valor de la experiencia noruega.

A partir de 2006 el fondo petrolero de Noruega – creado en 1997 para el presupuesto fiscal de 1998- se ha integrado en el “Government Pension Fund Global formado por lo que antes se conocía como el “National Insurance Scheme Fund” y el propio “Petroleum Fund”. El propósito del fondo global es facilitar al gobierno los ahorros necesarios para hacer frente en los años venideros a los crecientes gastos por pensiones públicas y apoyar una eficiente administración de largo plazo de los ingresos petroleros.

Vale la pena resumir los argumentos que el ministerio de Finanzas de Noruega ofreció en 1997 para crear el fondo petrolero: Si bien los ingresos petroleros proveen a Noruega de abundantes recursos que se traducen en superávit tanto en la cuenta corriente como en el balance fiscal, representan también riesgos:
1. Parte de ellos no son ingresos en un sentido ordinario dado que implican, también, un agotamiento de la riqueza petrolera,
2. Los ingresos fiscales petroleros NO tienen el mismo efecto de reducción del gasto en el sector privado que causan los impuestos,
3. Muestran a lo largo del tiempo variaciones mucho más grandes que otros ingresos fiscales, de forma que si el presupuesto público depende en gran medida de esos ingresos se originan superávit que se esfumarían una vez que los precios petroleros declinen, ocasionando alteraciones graves en la política económica.

La solución, pues, fue separar los ingresos extraordinarios derivados del petróleo – aislarlos de la economía- e invertirlos en los mercados internacionales de dinero (bonos) y de capitales (acciones), bajo un régimen de total transparencia administrado por el banco central. No hay transferencias corrientes del fondo al presupuesto gubernamental.

Un ejemplo para tomar en cuenta, ¿no?

domingo, 26 de noviembre de 2006

¿Quiénes son los conservadores?

Lo peor que nos puede pasar es que el terreno común en el que "izquierdas" y "derechas" traten de unirse sea el del miedo a la libertad y al orden social espontáneo; el de la fe superticiosa en el orden impuesto a la sociedad y a los mercados por un comité de déspotas benevolentes.



Hay quien considera que el avance del "fundamentalismo religioso" en Estados Unidos ha ido de la mano del retorno de posturas políticas que promueven una mayor intervención del gobierno en la vida económica. ("America became increasingly religious while simultaneously moving toward socialism. Many believe the two movements are antithetical but in fact they are one in the same. As American abandoned reason for faith it also surrendered freedom for socialism.") Desde este punto de vista no sería casual ni contradictorio, por ejemplo, que el neo-conservadurismo moral en el gobierno de George W. Bush tenga su correlato en la reaparición del déficit fiscal, así como en el resurgimiento de posiciones proteccionistas contra la libre migración y el libre comercio, en ese país.

Algo similar se estaría verificando en España con la convergencia entre nacionalistas de honda raigambre conservadora y socialistas. A muchos les sorprenderá saber, por ejemplo, que el Partido Nacionalista Vasco, hoy visto con benevolencia y simpatía por no pocos "izquierdistas de corazón", es desde su origen un partido profundamente reaccionario; su lema originario es: "Partido Vasco de Dios y de la Ley Vieja". Como dice Jon Juaristi: "Todo un programa". Su ideólogo fundador Sabino Arana Goiri (1865-1903) proclamaba la superioridad de una supuesta raza vasca (hay descabelladas argumentaciones pseudocientíficas que pretenden avalar este mito racista), culpaba a los inmigrantes (maketos) de toda clase males y aborrecía por igual a los comunistas – por ateos – que a los liberales por dar prioridad al individuo libre, lo cual degeneraba – según su férrea doctrina- en la decadencia de los valores, de las costumbres, de la lengua y de las tradiciones.

No nos debería extrañar este maridaje entre conservadores de izquierda y de derecha – por encima de las visicitudes de algunos desencuentros electorales- si recordamos las afinidades entre Stalin y Hitler, entre los ayatolas de la revolución islámica iraní y los comunistas ("La izquierda iraní apoyó a la Revolución Islámica de 1979 (en contra del “imperialismo” , obviamente) hasta que en 1981, comités revolucionarios armados leales a Khomeini arrestaron a varios miles de jóvenes y activistas nacionalistas e izquierdistas y los ejecutaron. A pesar de ello, el partido Tudeh (Hezb-e Tudeh-ye Iran, Partido de las Masas de Iran), el partido comunista más importante de ese país, aprovechó que le quitaran del paso a sus competidores políticos y decidió formar parte del régimen y colaborar con el establishment clerical iraní, hasta que en 1982 el partido fue prohibido y su liderazgo arrestado y encarcelado, camino que siguieron después más de 5000 militantes."), y decenas de ejemplos más en la historia.

Mucho menos debería sorprendernos si atendemos a la matriz común en que se fermentan los conservadurismos: El miedo a la libertad individual y la creencia, irracional, en las bondades de una suerte de "ingeniería social" que lo mismo sirve para planificar toda la vida económica que para diseñar e imponer a los demás costumbres morales que, se supone, infaliblemente conducirán a la felicidad colectiva.

En medio de este panorama de ignorancia y confusión intelectual vale la pena releer con detenimiento el estupendo alegato de Friederich Hayek:
"Why I'm not a conservative?":
Cito como despedida un párrafo de ese brillante ensayo de Hayek:
"El miedo a confiar en las incontroladas fuerzas sociales está estrechamente relacionado con otras dos características del conservadurismo: Su afición por las soluciones de autoridad y su falta de comprensión acerca de las fuerzas económicas".

jueves, 23 de noviembre de 2006

Competencia, subsidios y precisión

El diagnóstico no podía ser más acertado: El principal obstáculo al crecimiento en México se llama falta de competencia. El riesgo es que, a partir del diagnóstico general, se hagan disparos en la dirección equivocada…como ya ha sucedido.




1. El diablo está en los detalles. La Comisión Federal de Competencia debe desempeñar un papel crucial para remover obstáculos a la productividad que son, a la postre, obstáculos al crecimiento. La información precisa debe ser una de sus herramientas básicas. Sin precisión los disparos suelen ir en la dirección equivocada. Acaba de suceder con su desafortunado reporte sobre las Afores (ver aquí). Si en algún terreno hemos presenciado en los últimos años un éxito de la autoridad reguladora – la Comisión Nacional del Sistema del Ahorro para el Retiro, Consar- impulsando la competencia, ha sido en ese terreno: Los costos para los usuarios – comisiones- han bajado sensiblemente; los rendimientos han subido y hoy millones de trabajadores con cuentas de ahorro para el retiro tienen mayor información, más oportuna y de mayor calidad que hace cuatro años. Todo, gracias a una mayor competencia. La página de la Consar ofrece precisas estadísticas históricas sobre rendimientos, comisiones, concentración del mercado que se pueden consultar aquí.

Todavía puede aumentar más la competencia y generarse con ello más beneficios. Pero un diagnóstico con metodologías erróneas hace más daño que bien.

2. Jorge Castañeda está publicando una serie de artículos que parten del mismo diagnóstico: Urge remover prácticas monopolísticas para crecer. Ayer, por desgracia, hizo un disparo equivocado: Incluir a Wal Mart como una más de las entidades que en México obstaculizan la competencia es una tontería monumental. Castañeda está confundiendo éxito con monopolio. A partir del ingreso de Wal Mart a México los márgenes de utilidad operativa en todo el sector han disminuido, lo que significa precios más bajos en beneficio de los consumidores.

La estrategia de Wal Mart es ganar la mayor participación de mercado posible, pero lo hace trasladando a los consumidores, vía precios más bajos, los beneficios logrados por mayor productividad. Así gana mercado, no promoviendo obstáculos a la competencia. Para ver una muestra de esto: Nota de Reuters de octubre del año pasado. Para ver datos de ventas de Wal Mart México en este sitio y para ver datos de ventas de sus competidores en este otro sitio.

3. El todavía jefe del gobierno de la Ciudad de México asegura que su representante en el Consejo de Administración de Liconsa votó en contra del aumento en el precio de la leche subsidiada Liconsa. Por desgracia, Alejandro Encinas carece de credibilidad y necesitaríamos que mostrara pruebas de su afirmación para creerle.

La alharaca alrededor del asunto pasa por alto lo más importante, que ayer señalaba Ramón Mier en su bitácora de Internet (ver "No era una vaca cualquiera") y que cito porque va al corazón del asunto:

"No tengo forma de probarlo, pero presiento que el subsidio a la leche lo único que logra es liberar parte del ingreso de las familias para comprar otras cosas distintas a la leche como refrescos, cigarros, cervezas o tonos para celular y que de ningún modo garantiza que los niños, presuntos beneficiarios del programa, reciban en realidad más o mejor leche".

(Información oficial de Liconsa en este vínculo.)

Ese, el de Ramón Mier, sí es un tiro de precisión, justo en el blanco.

ACTUALIZACIÓN:

El viernes 23 de noviembre la Consar publicó una precisa y oportuna respuesta a las recomendaciones y observaciones de la Comisión de Competencia, que se puede leer aquí (ver boletín de prensa número 29 del 23 de noviembre en "Sala de prensa"). Lo interesante es que el documento advierte, con mucha razón, de los serios riesgos - ¡justamente contra la competencia!- que entrañaría atender una de las recomendaciones de la Cofeco acerca de centralizar en un solo operador - monopolio - la realización de operaciones "rutinarias" en la administración de las cuentas aduciendo que con ello se obtendrían economías de escala o economías a escala. Ese mismo punto llevó a Ramón Mier a criticar - en un nuevo post (aquí)- el absurdo de que la Cofeco recomiende nada menos que crear un monopolio.
Ojalá, por encima de las controversias, esta historia sirva para aumentar la competencia entre Afores.

miércoles, 22 de noviembre de 2006

Recuerdos del “Teatro Fantástico”

Nunca faltaba algún realista precoz que destrozaba las ilusiones: “No es un bosque, es un árbol de cartón al que los actores le han dado la vuelta seis veces, fingiendo una caminata agotadora”.


Los programas de la televisión mexicana de los años sesenta suplían la pobreza de recursos técnicos con muchas ganas histriónicas de los actores y con la complicidad de los espectadores que aceptábamos, dócilmente, burdas estratagemas narrativas. Ejemplo: la de poner a los protagonistas de un cuento a dar vueltas alrededor del mismo árbol de cartón para que los niños interpretásemos que llevaban horas atravesando un tupido y extenso bosque.

Por alguna extraña asociación de ideas la farsa vespertina del 20 de noviembre en la plaza central de la Ciudad de México me recordó aquellas representaciones de cuentos infantiles que hacían Enrique Alonso y un grupo de actores en la vieja televisión mexicana. El “Teatro Fantástico” de Cachirulo.

Por lo visto, los niños premiábamos el esfuerzo histriónico de los actores creyéndonos enterita la simulación. Fingíamos ser tan crédulos porque era parte de la diversión, de la “verdad de las mentiras” de la que habla Mario Vargas Llosa; pero no faltaban los precoces realistas que destrozaban las ilusiones y se burlaban: “Le están dando la vuelta al mismo árbol de cartón y ustedes se creen que eso es un bosque…además es el mismo árbol de la semana pasada y de todos los domingos”.

La farsa del gobierno de cartón-piedra no es tan inocente. Reproduce el mismo maniqueísmo de héroes y villanos pero entra en colisión con el mundo real y ahí empiezan los problemas y la locura.

Por ejemplo: Dice el farsante mayor, posesionado de su papel, que a despecho de las razones técnicas que obligan a disminuir el subsidio a la leche Liconsa, el gobierno de la Ciudad de México – que, al parecer, sí pertenece al mundo real y no al terreno de las fantasías concertadas- habrá de mantenerlo. El dócil sirviente del farsante mayor – sirviente que en el mundo real será el jefe de gobierno de la ciudad- asiente y toma nota de la orden. ¿Acatará la farsa también en el mundo real?

El colmo es que esa disminución del subsidio fue aprobada por el Consejo de Administración de Liconsa en forma unánime y que el gobierno de la Ciudad forma parte de ese consejo. ¿No es llevar un poco lejos la complacencia con el farsante y sus exaltados heraldos consentir en esta locura colectiva a cargo de nuestros bolsillos?

Mejor sería aprovechar la escenografía, con todo y águila decimonónica, para alquilarla en fiestas infantiles durante las cuales el infante que cumpla años podrá tomar posesión del reino y ordenar premios y castigos para sus amiguitos; sólo mientras dure la fiesta y bajo la supervisión de un adulto cuerdo.

Con la renta del escenario podrían pagar el tratamiento psiquiátrico de los “cómicos” – que era como se les conocía antes- que se quedaron en el “viaje fantástico”.

martes, 21 de noviembre de 2006

El cálculo del vendedor de ilusiones

"Nuestros cálculos más peligrosos son esos que llamamos ilusiones": Georges Bernanos.


"Calculador" es un adjetivo que la mala literatura de folletín suele aplicar a los villanos. Fulano – nos dice la novelita romántica – era frío, calculador, despiadado incluso, insensible. En una palabra: Egoísta.

La "ilusión", en cambio, en la misma mala literatura de folletín, tiene alas y sobrepasa voluntariosamente todos los obstáculos. La ilusionada o el ilusionado – a quienes nadie en esa literatura llama "ilusos"- suelen aparecer como dechados de generosidad.

Por ahí va nuestra educación sentimental de décadas, tal vez siglos, abrevando en el romanticismo. Preferimos mil veces el "encendido fervorín" desde el púlpito o desde la tribuna política, que el "fatigoso razonamiento", los argumentos que se encadenan con lógica o las tediosas sumas y restas. La ilusión, suponemos, no se detiene en minucias en tanto que el cálculo se pierde en ellas a fuerza de ser minucioso.

De ahí deriva una enfermiza afición hacia el ilusionismo de los caudillos, por la historia oficial poblada de héroes siempre inmaculados y de villanos indefectiblemente despreciables, lo mismo que la querencia por los juegos de azar que, mágicamente, nos liberarán de las limitaciones que impone la pobreza.

Somos ilusos porque nos complace – secreta soberbia- sentirnos buenos y generosos. Pongo un ejemplo prosaico y reciente: Todo mundo alaba que México tenga una norma ambiental que obligue a que tengamos – al igual que en el mejor de los países desarrollados- combustibles "limpios" de bajísimo contenido de azufre. Pero cuando llega la cuenta - ¡otra vez, los cálculos mezquinos!- y se informa que tales combustibles (por cierto, de muy bajo consumo) serán más caros, surgen por doquier las plañideras, se pone el grito en el cielo. ¿Cuál fue el pecado? Que llegaron quienes hacen cálculos y se desvanecieron las ilusiones.

Por supuesto, las plañideras – digamos, algunos políticos y algunos periodistas- distan de ser almas ilusas, por el contrario han hecho el cálculo de que jugar al bueno y generoso ante la muchedumbre, al "buenazo" que no para mientes en "cálculos mezquinos", es un negocio muy rentable para ellos.

La frase que encabeza estas "Ideas al vuelo" la pronuncia la madre priora del convento de carmelitas al que desea ingresar la joven Blanche, hija del marqués de la Force (Diálogos de Carmelitas, George Bernanos), buscando, dice, "una vida heroica". Este es el diálogo:

Priora: ¿La búsqueda de una vida heroica, o la de cierto modo de vida que, equivocadamente, creéis que ha de hacer más fácil el heroísmo, poniéndolo, como quien dice, al alcance la mano?

Blanche: Reverenda Madre, perdonadme, pero yo nunca he hecho semejantes cálculos.

Priora: Nuestros cálculos más peligrosos son esos que llamamos ilusiones…

Los ilusionistas de feria – hasta en las ilusiones hay clases- protestan: "No dejemos que nos quiten la esperanza". Traducción de un impertinente calculador: "No hay cálculo más cruel que el que hace el ambicioso demagogo con las ilusiones de un auditorio atribulado".

domingo, 19 de noviembre de 2006

Milton Friedman, ¡qué tipo!

Hay personajes que merecen algo más que un escueto obituario.


Un día, un buen amigo, brillante economista y alumno de Milton Friedman, me hizo el gran favor de enviarme por correo electrónico un ensayo de Deidre McCloskey en homenaje al mismo Friedman. Más allá de la anécdota, tal vez morbosa, de que Deidre era antes el profesor Donald McCloskey y un día decidió que se hallaba mejor siendo "ella" y no "él", me impresionó profundamente otra anécdota: McCloskey siendo estudiante en la Universidad de Chicago asiste a una reunión social en la que Friedman departe amigablemente con otros colegas. Deseando llamar la atención y sorprender agradablemente a Friedman y a otros profesores, McCloskey emite una opinión contundente acerca de, recuerdo, el funcionamiento de la liga de futbol americano en los Estados Unidos. Friedman le mira fijamente y con una sonrisa le pregunta:

How do you know?

McCloskey recuerda que la pregunta le regresó de golpe a la realidad: No sabía cómo sabía lo que decía saber. En otras palabras: No sabía. Menuda lección: Aun cuando por azar demos en el blanco, intelectualmente hablando, no sabemos más que aquello que somos capaces de mostrar como una evidencia – "aquí está, velo"- o de demostrar mediante un razonamiento lógico o matemático o, mejor todavía, lógico y matemático.

Años atrás de esta lección, yo había recibido muchas otras, a larga distancia, de Milton Friedman. Otro amigo, que era mi jefe en el Grupo Editorial Expansión, me regaló sin mayores ceremonias un libro de Milton y Rose Friedman que se llamaba en español "La Libertad de elegir". Era la versión impresa de los célebres programas de televisión que bajo el título de "Free to choose" había hecho Friedman a principios de los años ochenta y que se difundieron a través de PBS, la cadena de televisión pública (no gubernamental) de Estados Unidos. Pueden verse aquí. Más que una defensa, un llamado elocuente a favor de la libertad en la vida cotidiana. Entendí, entre otras muchas cosas, que las brillantes lecciones de Adam Smith encarnan en la figura de una señora que recorre los puestos de un mercado – libre, desde luego- buscando y encontrando la mejor combinación de calidad y precio. Nada más y nada menos.

Hoy, a la muerte de Friedman, encuentro estas palabras que escribió su hijo David en su weblog:

"Cattle die, kindred die

Every man is mortal:

But the good name never dies

Of one who has done well"


Que me atrevo a traducir libremente: "Las posesiones materiales – el ganado- se pierden, los familiares mueren. Cada hombre es mortal. Pero el buen nombre nunca muere para aquél que lo ha hecho bien".

viernes, 17 de noviembre de 2006

De las cosas que son gratis

Son esas "añadiduras" invaluables en términos monetarios que, para bien o para mal, nos ofrece la vida. Algunos economistas les llamarán "externalidades", pero el concepto de la gratuidad es más amplio.


El azar o la providencia divina, elija usted, me regaló una irrepetible vista de la catedral de la Ciudad de México al atardecer. Quienes diseñaron y construyeron ese majestuoso edificio no podían saber que un día de noviembre de 2006 su producción, vista desde determinado ángulo y a determinada hora, valdría tanto para una persona específica.

Si le pregunto a un economista me explicará que se trata de una "externalidad" positiva y tal vez me recomiende no publicitarla demasiado porque podría aparecer por ahí un político empeñado en cobrarme un impuesto alegando que recibí una especie de "servicio público".

Si le pregunto a un historiador quizá me hable de que quienes concibieron esa obra no pensaron tanto en términos de una remuneración pecuniaria a cambio de un trabajo específico, sino en dar culto a Dios o en plasmar en piedra toda una cosmovisión sobre el ser humano y su peregrinar en la tierra.

Son "añadiduras" y las de hay de todos tipos, de todo género (material o espiritual; porque no hay que pensar, ¡por favor!, que género es sinónimo de sexo, por aquello de la tonta y bien intencionada "igualdad de género"), y para todos los gustos.

Los albañiles que, al lado de mi lugar de trabajo, han puesto a todo volumen la colección completa de las más horrendas cumbias me obsequian una externalidad negativa. Otra añadidura; en este caso desagradable.

Ahora bien, nunca hay que confundir las externalidades negativas con las lesiones al derecho. Pongo un ejemplo: Si el automovilista de enfrente adornó la ventanilla trasera de su vehículo con una pegatina exaltando a un politiquillo despreciable será, en todo caso, y dependiendo de las apetencias de cada cual, una "externalidad" negativa; en cambio, si el mismo sujeto lleva su afición militante hasta el fanatismo y obstruye deliberadamente la vía pública, con el peregrino pretexto de protestar, NO estamos ante una "externalidad" sino ante un delito. Y por supuesto, también la autoridad comete un delito si en lugar de castigar al delincuente, nos obliga a sus víctimas a sufrir el desaguisado como si fuese una mera "externalidad", una añadidura en forma de contrariedad, como la lluvia.

Otro ejemplo: La apariencia del señor Gerardo Fernández Noroña es, a mi juicio, una externalidad negativa, tal vez llegue a ser insufrible pero no es un delito. En cambio, si el mismo sujeto amenaza con alterar el orden público y con impedir la libertad de tránsito de los demás – alegando que está muy irritado o que es portador de tal o cual evangelio que desea imponer por encima del resto del mundo - está cometiendo un delito por el solo hecho de proferir esas amenazas.

Con las añadiduras podemos lidiar y son gratis, buenas o malas. Los delitos impunes, en cambio, no los podemos tolerar.

jueves, 16 de noviembre de 2006

Murió Milton Friedman: El mundo no será el mismo

A los 94 años de edad murió hoy Milton Friedman.
Mariana me manda la noticia con este comentario: "Es muy triste cuando mueren personas inteligentes, aunque uno no las conozca".
Cierto. La inteligencia siempre nos hará falta.
Algunos de mis mejores amigos y maestros fueron, a su vez, alumnos de Friedman.
Lo primero que leí de Friedman fue la versión en forma de libro de su extraordinario trabajo - junto con su esposa Rose- que fue la serie de televisión "Free to choose" o Libre pare elegir.
Los programas completos pueden verse en este lugar ¡valen la pena!
Alan Greenspan declaró:
"Estoy profundamente triste por la muerte de Milton Friedman. Él ha sido un fundamento en mi vida, una persona invariablemente presente, tanto profesional como personalmente, por medio siglo. Mi mundo no volverá a ser el mismo".
("I am deeply saddened at the passing of Milton Friedman. He had been a fixture in my life both professionally and personally for a half century. My world will not be the same.")

miércoles, 15 de noviembre de 2006

Otra vez, el camino de servidumbre

Un libro escrito hace 62 años alimentó ayer una encendida polémica entre dos prestigiados economistas en las páginas de The Wall Street Journal. Es lógico, ese libro, Camino de Servidumbre de Friederich Hayek, es tal vez el más fundamentado alegato a favor de la libertad económica escrito en el siglo XX.


William Easterly ha sido el más agudo crítico de las propuestas de Jeffrey Sachs para combatir la pobreza en el mundo. Ayer, en The Wall Street Journal la crítica de Easterly fue al corazón del problema: Las propuestas de Sachs, quien es asesor del Secretario General de las Naciones Unidas, tienen la misma matriz que las de la economía centralmente planificada que fracasó estrepitosamente.
Easterly argumenta:
Jeffrey Sachs en su libro The End of the Poverty ofrece su propia versión de la planificación central – en 449 etapas- para terminar con la pobreza en el mundo, en este caso dirigida por el Secretario General de la ONU, quien supervisaría y coordinaría a miles de funcionarios y expertos tecnócratas para resolver los problemas “de cada pueblo pobre y de cada barrio bajo” en la faz de la tierra.
Y remata: Sachs, desde luego, no está a favor de la economía centralmente planificada como sistema económico, pero de cualquier forma ofrece como solución el mismo esquema para los multifacéticos problemas de todos los pobres del mundo. “Si usted quiere el mejor análisis de por qué el señor Sachs y sus correligionarios en Hollywood y en la ONU fracasarán en poner fin a la pobreza esta vez (de la misma manera que esfuerzos similares han fracasado las últimas seis décadas), usted lo puede encontrar en Hayek”.
En su libro más reciente – “The White Man’s Burden”- (título tomado de un famoso poema de Rudyard Kipling) Easterly explica que los programas y planes de ayuda a los pobres del mundo – emprendidos por instituciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y, desde luego, las Naciones Unidas- carecen de cuatro cosas: 1. Retroalimentación de los beneficiarios (consumidores) de la ayuda, 2. Incentivos, 3. Rendición de cuentas y escrutinio independiente (accountability) y, en consecuencia, carecen también de: 4. Buenos resultados. Para ver un resumen de esta crítica aquí.
La crítica de Easterly es demoledora porque su libro reporta multitud de datos duros que no dejan lugar a dudas: Conforme aumenta la “ayuda” de Occidente a los países más pobres del mundo, tales países empobrecen más.
La polémica no es nueva, pero la irrupción del gran libro de Hayek la enriquece – y, a mi juicio, la resuelve, ahora en el terreno de las ideas, a favor de Easterly- y la lleva a un asunto más amplio y acuciante: ¿Por qué siguen nuestros políticos fascinados – enajenados- por las trasnochadas ideas de la planificación económica central?, ¿por qué seguimos pariendo planes tan ambiciosos, como vanos y caros, pretendiendo diseñar el futuro económico de millones de personas desde un escritorio o detrás de una mesa de conferencias?
(Más comentarios sobre el artículo de Easterly en el blog de Greg Mankiw)

martes, 14 de noviembre de 2006

La catástrofe que no llega

Ha prendido en algunos ambientes – pocos, pero influyentes- el ánimo de catástrofe. Tras la derrota, están poniendo sus últimas fichas en la casilla de la mesa de apuestas que dice "todo explota; todos pierden" y dan gritos anunciando males sin cuento. Sólo hay algo que les irrita más que la terca normalidad: El éxito ajeno.


Me quedó tan bien el párrafo introductorio – ese resumen en cursivas que encabeza el texto del artículo- que desearía dejarlo así, a otra cosa, mariposa, y nos vemos mañana…
No se puede y sería un expediente fraudulento para los lectores, pocos o algunos, de estas Ideas al vuelo. Además, hay que explicar, desglosar, "desagregar" – como dicen en forma horrenda algunos economistas- el enunciado, desarrollar la fórmula o descomponer el argumento en sus partes. Esa es la tarea fatigosa y rutinaria, poco lucidora. Tiene algo de la normalidad que, precisamente, aborrecen los amantes de los momentos estelares, esos que lo mismo se fatigan en la búsqueda del "instante" mágico del Fausto de Gohete: "Detente, instante, eres tan hermoso", que, frustrados, descargan sus ansias de emociones únicas en el presagio de grandes catástrofes de las cuales, desde luego, ellos serán protagonistas.
La normalidad rutinaria – que no el tedio – tiene mucho de bálsamo para los espíritus picados por el demonio de la excepcionalidad. Pero además es el único camino conocido, en este mundo, para vivir bien, progresar, pensar con claridad, entender de a poquitos el mundo y contentarse con ese perpetuo cifrar y descifrar lo cotidiano que nos mantiene cuerdos y vivos. La excepcionalidad, por el contrario, tiene un poder corrosivo tremendo e inexorable sobre nosotros: No sólo "revoluciona" el organismo a tal grado que los sistemas y aparatos envejecen en días lo que lo que en la aburrida normalidad les tomaría años, sino que alteran tal vez sin remedio nuestra capacidad de entender el mundo y de ver y oir lo que los demás, los que vivimos en prosa, vemos y oímos.
¿A qué viene tanta reflexión abstracta?, ¿a qué obedece este excepcional – nótese la paradoja- elogio de la aburrida normalidad?
A un hecho muy sencillo: Que por más que busco la inminencia de catástrofes en la vida política – rutinaria, previsible, aburrida- de México para los próximos días ¡no la encuentro! De veras no entiendo tanto alarde de gritos y amenazas de que el primero de diciembre pasará esto u lo otro. O sí, perdón, si lo entiendo pero me da tristeza por aquellos eternos perdedores que, ¡otra vez!, creen que en un golpe de suerte – inopinado premio gordo de la lotería- se les hará el ansiado milagro de fastidiar a México y a los mexicanos que, tercos, nos encontramos muy a gusto en la normalidad.
Disculpen los lectores esta divagación, dedicada a esos cuantos perturbados por el afán de excepcionalidad y empeñados, ansiosos, por asustar al prójimo con el consabido "petate del muerto". Les tengo malas noticias: La normalidad siempre gana, retiren sus apuestas.

lunes, 13 de noviembre de 2006

¿Se acabará la maldición del petróleo?

¿Por qué las economías en desarrollo con menor dotación de recursos naturales han tenido un mejor desempeño que las economías en desarrollo con abundantes recursos naturales, como el petróleo? Una tremenda lección de la importancia de los incentivos.


Los abundantes recursos fiscales que México ha obtenido en los últimos años gracias a los precios elevados del petróleo fueron una de las principales causas de la ausencia de reformas estructurales para incrementar la productividad.
Sin tales reformas el crecimiento económico sigue padeciendo una barrera infranqueable. En años afortunados, como el 2000, el crecimiento ha llegado a la soñada cota de siete por ciento anual, pero se trató – como bien pudimos comprobar apenas la economía estadounidense entró en una fase recesiva en 2001- de un registro efímero producto de la acumulación de los beneficios derivados del fuerte crecimiento de la economía estadounidense, que se transmitieron a México gracias a la integración comercial con Estados Unidos.
Son varios los trabajos de investigación en el mundo que han demostrado que la abundancia de recursos naturales – especialmente, petróleo- en gran parte de los países en desarrollo actúan más como una barrera al crecimiento sostenido que como un detonador del mismo.
La razón es clara y la expone el profesor Richard M. Auty, profesor de Geografía Económica en la Universidad de Lancaster en su libro: Resource Abundance and Economic Development (Oxford University Press, diciembre de 2004): Los países con abundantes recursos naturales tienden a engendrar grandes Estados políticos con vastos intereses cuyo objetivo es capturar las rentas que producen tales recursos, a expensas de la coherencia en la formulación y aplicación de políticas públicas.
Se trata de un asunto de incentivos perversos: La abundancia natural genera grandes grupos de poder y de presión – cazadores de rentas- que se convierten en el principal obstáculo a reformas que incrementen la productividad, justo porque tales reformas ponen en riesgo la apropiación de esas rentas exorbitantes.
Por contraste, los países en desarrollo con una pobre dotación de recursos naturales – petróleo, cobre, carbón, tierras fértiles, entre otros- tienen un fuerte incentivo a realizar reformas alineadas al interés de las mayorías pobres; existe una fuerte presión social para generar riqueza a través de mejoras sustanciales en la productividad.
Estas dos trayectorias contrapuestas – países en desarrollo con ricos recursos naturales que incurren en crisis de balanza de pagos y eluden hacer reformas estructurales contra países en desarrollo con una pobre dotación de recursos que hacen reformas y sostienen políticas fiscales y monetarias responsables y prudentes- las ejemplifica Auty con los casos de decenas de países desde 1960 hasta la fecha de publicación de su libro.
A la vista de estos contundentes malos resultados, el relativamente próximo agotamiento de la riqueza petrolera de México no es tan mala noticia. Lo cierto es que la bonanza gratuita nunca es buena consejera.
Ojalá los diputados reflexionaran sobre las grandes ventajas – paradójicas ventajas que parecen ir contra la intuición- de tener restricciones presupuestales de veras duras.

Ver aquí un "paper" de Auty con la misma tesis para los casos de Kazakstán y Uzbekistán.

domingo, 12 de noviembre de 2006

Federalismo, ¿quién se pone la medallita?

La existencia de cuantiosos fondos federales que son entregados directamente a los gobiernos locales explica también por qué la fórmula de “gobierno dividido” no ha sido eficaz en México para refrenar el gasto público.


Un lector que conoce de primera mano el peculiar funcionamiento del federalismo fiscal en México me ofrece una razón decisiva para explicar por qué en México, a diferencia de lo que sucede en Estados Unidos, los gobiernos divididos (aquellos en los que la mayoría en el Congreso o en al menos una de las cámaras es de otro partido que el Ejecutivo) NO han sido eficaces para frenar la expansión del gasto público federal.

Dicho con sus palabras: “Quizás parte de la explicación radique en que en los Estados Unidos los estados dependen poco de las participaciones (y aportaciones) federales, en cambio en México los estados casi no tienen ingresos propios. Por eso a los legisladores del partido que en los Estados Unidos no está en el Poder Ejecutivo puede interesarles no dar recursos que al Presidente le serían útiles políticamente. Después de todo, los estados que representan no dependen mayormente de fondos federales. En cambio los gobiernos de los estados en México, al no tener ingresos propios y ser limitadas sus fuentes de financiamiento, más ahora con Congresos locales divididos que se niegan a autorizar emisiones de deuda, les conviene pugnar por más recursos federales. No sólo eso: los diputados que logran más recursos etiquetados para sus estados son los que se llevan la medalla y no el gobierno federal”.

Una historia reciente: En las negociaciones previas al presupuesto federal para 2006, los diputados del PRI advirtieron que propugnarían por fuertes restricciones al gasto federal para evitar que el Presidente, del PAN, usase los recursos para favorecer indirectamente a su partido en las elecciones federales. Hecha la advertencia…¡hicieron en la práctica todo lo contrario y se resistieron incluso a aprobar un presupuesto con superávit fiscal como el que les había enviado el Ejecutivo!, (a la postre, el presupuesto quedó con un balance en cero).

¿Por qué? Porque a la hora de la verdad gran parte del gasto federal se entrega a los gobiernos locales, vía participaciones, aportaciones y subsidios. Quien se pone la medalla, pues, son los legisladores dadivosos, no el gobierno federal.

Algunos datos: La mayoría de las subvenciones federales en Estados Unidos – que sumaron poco más de $460 mil millones de dólares en 2004- nunca pasan por los gobiernos de estados o de condados, sino que son entregadas directamente a individuos, grupos u organizaciones no-gubernamentales. Se trata, además, de subisidios estrictamente etiquetados (por ejemplo: “fondos para la prevención y el tratamiento en el abuso de sustancias”). En México, los fondos federales entregados directamente a los gobiernos locales sobrepasaron los $577 mil millones de pesos tan sólo en los primeros nueve meses de 2006 y son tan genéricos como: “Programa de Apoyo al Fortalecimiento de las Entidades Federativas” (el famoso PAFEF).

Para los datos de Estados Unidos buscar "Grants" en Consolidated Federal Funds Report. Para los datos de México ver "Informes sobre la Situación Económica, las Finanzas Públicas y la Deuda Pública. Tercer Trimestre de 2006" en el sitio de la SHCP, (Anexos, página 333).

viernes, 10 de noviembre de 2006

¿Por qué tenemos tantos incompetentes exitosos?

Carretadas de dinero público NO solucionan los problemas de pobreza, educación, inseguridad, improductividad e incompetencia. ¿Por qué seguimos insistiendo?

Un político típico, que ya ha sido capturado por las delicias del dinero público, no le tiene miedo a los problemas; por el contrario, le encantan en la medida que los problemas justifiquen “más recursos”. Huelga decir que el tiempo pasa, los problemas persisten o se agravan y el político típico – acongojado en apariencia por esa terquedad de los problemas- repite la dosis: “Necesitamos más recursos”.

Muéstrame a un político que explica que tales o cuales problemas públicos no se resolvieron – inseguridad, desigualdad en el desarrollo regional, deficiencia educativa y demás- porque faltaron recursos y me estarás mostrando a un incompetente exitoso.

Habría que considerar, entre los indicadores de la pobreza endémica de algunos países o del subdesarrollo insuperable, el número de incompetentes exitosos que sobreviven años y décadas en la política. A mayor número de incompetentes exitosos (políticos que no resolvieron los problemas que prometieron resolver pero que siguen ocupando escaños en las cámaras o puestos en los gobiernos) tenemos un indicador inequívoco de que ese país está atrapado en el subdesarrollo.

El correlato del incompetente exitoso – digamos, don Fulano que ha sido diputado, senador, gobernador, secretario de Estado, embajador, cónsul, secretario particular, director de área, comisionado, director de paraestatal, dirigente de partido y lo que se pueda conseguir en el próximo sexenio- es el ciudadano degradado a beneficiario del gasto público, o beneficiario de algún arreglo mercantilista que le permite apropiarse de rentas extraordinarias a costillas de los consumidores.

Ese ciudadano degradado, que lo mismo puede ser un pobre de solemnidad que es carne de cañón para programas sociales, que un adinerado negociante que exprime los excedentes de los consumidores en un mercado monopólico o protegido, es el cliente de nuestro incompetente exitoso. Si se trata de hablar con el primero de sus clientes, el incompetente exitoso promete: “Primero, los pobres”; si se trata de hablar con el segundo cliente, el incompetente exitoso exclama en el teléfono: “Tú eres el rey de este película, papá”.

Y la justificación “ideológica” del incompetente exitoso que medra en la política estriba en el mito, extensamente difundido a lo largo de los años, de que con “suficientes recursos” el gobierno puede resolver cualquier problema: Desde la malnutrición hasta la ignorancia, pasando por el fomento de las exportaciones, la improductividad del campo, la contaminación de la atmósfera, el maltrato a las mujeres o la inseguridad pública.

Ejemplo: Oaxaca ha recibido varias veces más recursos públicos federales por habitante – para combatir la pobreza y la desigualdad – que Aguascalientes en los últimos 30 años. En el mismo periodo Aguascalientes ha crecido notoriamente más y tiene hoy una calidad de vida que parece inalcanzable para el habitante promedio de Oaxaca.
¿Para qué sirvieron los recursos públicos? Para que la política siga plagada de incompetentes con éxito.

jueves, 9 de noviembre de 2006

Ilusión fiscal y democracia

Algunas razones por las que la estabilidad económica sostenida contribuye a consolidar democracias más maduras.


Como sostengo en mi libro "Populismo. Una cura milagrosa" más allá de la peculiar retórica y de otros rasgos entre folclóricos y mesiánicos, la característica común a todos los populismos – y, de hecho, su esencia- es la irresponsabilidad fiscal. El populismo produce déficit fiscales crecientes y, ante cualquier obstáculo, recurre a las fugas hacia delante: Proponer más gasto público deficitario como falso remedio a los males y enfermedades que el propio populismo causó.

Entre su catálogo de ilusiones, el populismo otorga un primerísimo lugar a la ilusión fiscal: El gasto del gobierno no sólo es presentado como el remedio mágico para todos los males, además se quiere creer que no tiene costo, a diferencia del gasto privado.

La inversa también es cierta: Una política fiscal responsable sostenida a lo largo del tiempo propicia estabilidad económica de largo plazo, lo que estimula más empleos formales, más ahorro y menos ilusiones fiscales y monetarias. En la medida que la estabilidad económica va engrosando a las clases medias – por ejemplo, gracias a la adquisición de viviendas con créditos a tasa fija y a plazos tan largos como 20 ó 30 años-, los contribuyentes, que también son electores, son menos susceptibles de sucumbir ante los señuelos del populismo, porque son menos susceptibles de engañarse con ilusiones fiscales y monetarias.

(En este sentido, por cierto, merecerían corregirse ciertos anuncios gubernamentales que presentan a la democracia como causa de la estabilidad económica; algo que es erróneo. Lo cierto es lo inverso: la estabilidad económica contribuye a una mayor democracia o, por lo menos, a una democracia con electores más exigentes que demandan más responsabilidad fiscal a los políticos).

Los políticos deberían tomar nota de que conforme pasan los años y en México vivimos sin los sobresaltos económicos (crisis) habituales en el pasado, un número creciente de electores se vuelve menos susceptible de ser comprado con dádivas de dinero público (porque un número de creciente de electores se ha vuelto, con la estabilidad, contribuyente y sabe muy bien de qué bolsillo sale el gasto público que ofrecen los políticos) o de ser seducido con ilusiones populistas.

Los políticos deberían tomar nota de que los llamados "clivajes" – asuntos clave que dividen a los electores, por ejemplo: a favor o en contra del libre comercio- van cambiando y que el discurso que convencía al precarista que invadía terrenos en busca de un techo, se vuleve odiosa charlatanería para los oídos del modesto obrero que está pagando su casa propia – con plenos derechos de propiedad- gracias a una hipoteca con pagos fijos a un plazo de 20 ó 30 años.

Las clases medias – y la propiedad de un bien inmueble o de un pequeño negocio propio o el pago del impuesto sobre la renta bastan para ingresar a ellas- no quieren seguir oyendo a políticos que les meten la mano en el bolsillo mientras ofrecen alegremente más dinero público a sus viejas clientelas.

martes, 7 de noviembre de 2006

Gasto público y gobiernos divididos: E. U. y México

Para el caso de Estados Unidos, los gobiernos divididos son más moderados en el gasto público, que aquellos gobiernos en los que el partido del Presidente domina ambas cámaras. En México esto no ha sucedido, ¿por qué?


Esquemáticamente se supone que el Partido Republicano en Estados Unidos le da mayor importancia a la responsabilidad fiscal y a las restricciones presupuestales que el Partido Demócrata, sin embargo en la práctica – y el mejor ejemplo podría ser el gobierno de George W. Bush-, los gobiernos republicanos pueden ser tan irresponsables o más en materia fiscal que los demócratas.

Así las cosas, para muchos republicanos a quienes preocupa seriamente el déficit fiscal – entre los que NO se cuenta, desde luego, el actual presidente Bush- podría ser una buena noticia que los demócratas recuperen la cámara de representantes. Como lo dice William A. Niskanen – quien es presidente del Cato Institute y fue presidente del Consejo de Asesores Económicos del Presidente Reagan- el gobierno federal funciona mejor –o menos mal- cuando al menos una de las cámaras es controlada por un partido diferente al del Presidente.

En periodos de gobiernos divididos el gasto federal ha crecido un promedio anual de sólo 1.73 por ciento, en tanto que en períodos de gobierno en los cuales ambas cámaras son dominadas por el mismo partido al que pertenece el Presidente, el crecimiento anual promedio del gasto se eleva a 5.26 por ciento. Periodos de gobiernos unificados y derrochadores del dinero público los ha habido lo mismo de demócratas –como Harry Truman- que de republicanos como George W. Bush. (Ver aquí).

En México no ha sucedido así, al menos con las escasas experiencias que hemos tenido de gobiernos divididos. ¿Por qué?

Apunto una hipótesis: Mientras que en Estados Unidos representantes y senadores – que pueden reelegirse- ven a su electorado como un contribuyente sumamente cuidadoso y exigente con su dinero, en México nuestros diputados y senadores conciben todavía la política como la tarea de cultivar clientelas ávidas de obtener dinero público.

Estas clientelas pueden ser lo mismo sindicatos que empresas a la búsqueda de contratos, gobernadores o grupos organizados para obtener prebendas y dinero del Estado (los demandantes de vivienda gratis, los demandantes de créditos subsidiados, los demandantes de subsidios al campo, los demandantes de subsidios a las universidades, los demandantes de concesiones exclusivas en telecomunicaciones y demás), y eso explica que en México veamos comportamientos de algunos legisladores que serían absurdos y equivaldrían al suicidio político en otras democracias: ¡El diputado encargado de la comisión de presupuesto pidiendo que el gobierno federal, encabezado por otro partido, gaste más!

¡Cómo se ve que no hay reelección y cómo se ve que los mandamases en las comisiones legislativas son diputados plurinominales, que para ganar su curul no tuvieron ni siquiera que despeinarse frente a los electores de carne y hueso, que somos quienes pagamos el gasto público!

lunes, 6 de noviembre de 2006

Perplejidades acerca de una condena a muerte

¿Y si matar rápidamente a Saddam Hussein fuese la solución más eficaz para que no tengan que rendir cuentas quienes desde Occidente colaboraron con la criminal carrera del “carnicero de Bagdad”?


Ante los numerosos y apasionados comentarios que suscitó mi oposición a la pena de muerte, aun para criminales terribles como Saddam Hussein, confieso que me he quedado con más preguntas que respuestas.

Por una parte, la mayoría de los comentarios parecen avalar, para este caso concreto, la pena de muerte, dada la monstruosidad de los crímenes de Hussein y su pertinaz empeño en mostrarse orgulloso, en lugar de arrepentido, respecto de sus crímenes.

Además, se argumenta que la llamada pena capital es aleccionadora y compensa, así sea muy imperfectamente, los sufrimientos causados por el criminal.

Por otra parte aún hay muchos más ángulos no discutidos en este asunto:

Si de lo que se trata es de hacer sufrir a Saddam Hussein al menos una fracción de lo que él hizo sufrir a miles, entonces no le demos la compasiva salida de morir en la horca: ¿qué es más ignominioso y humillante?, ¿matarlo rápidamente para que se convierta en un héroe de los sunnitas contra los chíitas o dejarlo con vida, tal vez lobotomizado, encerrado en una jaula como en un zoológico (los gastos de su manutención podrían sufragarse con la venta de boletos para quienes quieran ver en vivo al monstruo)? Sin duda, un castigo como el descrito sería más humillante e indigno que la misma muerte. ¿Lo avalaríamos por su ejemplaridad, aunque implicase tratar a un ser humano como bestia en cautiverio?, ¿qué persigue la aplicación de castigos a los criminales?, ¿compensación?, ¿venganza?, ¿evitar nuevos crímenes?, ¿cuáles son los incentivos correctos para el fin que se persigue?

Ahora bien, en esta condena a muerte no falta cierta dosis de hipocresía. La legislación iraquí, comparada con la legislación vigente en la mayoría de los países occidentales, es bastante primitiva y no comparte los valores occidentales de respeto a la vida humana, por lo que deberíamos reflexionar si con esta condena casi medieval no estamos avalando un sistema de justicia más cercano a la revancha que al respeto a la libertad y a la dignidad humanas.

¿Creemos o no creemos en la superioridad moral y racional de los valores occidentales o sólo lo hacemos cuando nos conviene?, ¿no estamos avalando en Irak algo que jamás avalaríamos para nuestras propias sociedades, escudados en un hipócrita "multiculturalismo"?

Y por último, las preguntas más perturbadoras: ¿por qué no hemos hecho hablar a Saddam Hussein acerca de sus tratos con Jacques Chirac, con Vladimir Putin, con algunos políticos estadounidenses - como Donald Rumsfeld-, con el hijo de Koffi Annan, quien fue su cómplice en la corrupción del programa de la ONU de alimentos por petróleo?, ¿será que matarlo es la solución más eficaz para que queden impunes aquellos que hicieron posible, desde fuera de Irak, la carrera exitosa de ese monstruo?

domingo, 5 de noviembre de 2006

Matar a Saddam Hussein no nos hace mejores

Saddam Hussein ha sido sentenciado a morir en la horca por un tribunal especial, iraquí, y de pleno derecho. Este abominable émulo de Stalin no merece compasión, pero de ninguna forma puedo unirme al regocijo de miles de sus víctimas que festejan la sentencia. La pena de muerte es una aberración aun para recetársela a los monstruos.


Durante el largo juicio, que sólo se refiriró a uno de decenas de crímenes contra la humanidad que cometió Hussein (la matanza despiadada de 148 presuntos conspiradores chiítas en 1982 en la localidad de Duyail), Hussein jamás mostró la menor señal de arrepentimiento. Le quedan pendientes otros juicios – por ejemplo, sobre la matanza de kurdos y sobre las atrocidades que perpetró durante la guerra contra Irán- y les queda, a él y a los otros condenados, la oportunidad de apelar la sentencia.
Saddam Hussein y sus colaboradores cercanos jamás le dieron a sus víctimas la oportunidad de un juicio más o menos imparcial, con abogados defensores, con derecho a discutir públicamente y a presentar pruebas de descargo, con derecho a recurrir la sentencia en una apelación ante otro tribunal. Saddam Hussein no puede quejarse de haber sido torturado para incriminarse o de haber sido objeto de mutilaciones a cambio de una supuesta confesión de culpabilidad, como él estilaba con sus opositores o como sucedía durante los juicios “ejemplares” que organizaba su admirado Stalin para deshacerse de potenciales adversarios.
El proceso judicial ha sido correcto y la sentencia proporcional conforme a las leyes vigentes en Irak. Le han juzgado sus compatriotas, no un tribunal de guerra encabezado por potencias enemigas. Ni hablar.
Sin embargo, ¿resuelve algo esta sentencia a muerte?, ¿compensa la muerte de Saddam Hussein el inmenso sufrimiento que causó?, ¿vale tan poco la vida de sus vícitimas como para quedar satisfechos con este intercambio en el que aquél que “a hierro mata, a hierro muere”?
No. Las víctimas de Saddam Hussein, los familiares y amigos de esas víctimas, el pueblo iraquí vejado por años, los chiítas, los kurdos, los opositores, las vícitimas inocentes, ¿de veras ganan algo con ponerse al mismo nivel moral que su victimario y cegar una vida humana, monstruosa, sí, pero humana?
Dudo que sobre las muertes de Saddam Hussein, de su medio hemano Saddam Barsan Al Tikriti y del corrupto y despiadado Awad Al Bandar – juez venal al servicio del atroz régimen de Saddam Hussein-, pueda edificarse en Irak una sociedad más libre, más tolerante, más humana. Entiendo que ante las atrocidades que cometieron estos tipejos, la sentencia a muerte haya sido recibida con aparente júbilo. La cadena de televisión iraquí Al Irakiya mostró a familiares de las víctimas de la matanza de 1982 celebrando la sentencia. Es lógico, pero tiene un innegable aroma de venganza, de revancha, de desquite…no de plena justicia.
La pena de muerte es un pésimo negocio. Salpica a quienes la ejecutan un poco o un mucho del profundo envilecimiento de los asesinos condenados.

jueves, 2 de noviembre de 2006

El capitalismo popular y los derechos de propiedad

Suena bonito eso de hacer llamados vehementes a “democratizar el capital”, pero esos exhortos serán vanos mientras no se comprenda que: 1. El capitalismo no es pecaminoso y 2. Que el primer requisito para difundir la riqueza es respetar los derechos de propiedad de los pobres.


¿Qué tienen en común el galardonado Grameen Brank, el “banco de los pobres” de Bangladesh, y la nueva ley mexicana del mercado de valores?, ¿qué tienen en común más de 20 millones de pequeños “nuevos” inversionistas en el mercado de capitales de México, a través de las Siefores, con el precario estado de la mayoría de los registros públicos de la propiedad y la persistencia de la pobreza?

Mucho. En todos los casos mencionados el punto central, para bien o para mal, son los derechos de propiedad. El Grammen Bank no es exitoso porque su fundador, Muhammad Yunus, sea una persona bondadosa (que sin duda lo es), sino porque se basa en el respeto a los derechos de propiedad y en el cumplimiento de los contratos; la nueva ley del mercado de valores en México es tan promisoria para la futura expansión de ese mercado – y para promover efectivamente la famosa democratización de los capitales- porque protege los derechos de propiedad de todos los inversionistas, independientemente de su tamaño.

En Hispanoamérica está mal visto el capitalismo. Una defectuosa lectura de la llamada Doctrina Social de la Iglesia Católica condena al capitalismo y, en extremo, permite que algunos cuantos se acerquen a él con muchas precauciones, siempre y cuando esos cuantos adinerados paguen su osadía convirtiéndose en benefactores de algunas obras católicas promovidas por las jerarquías locales. El encendido amor a los pobres de algunos les lleva a mantenerlos alejados de todo lo que pueda convertirlos en “odiosos capitalistas”.

Esta mentalidad contrasta con la muy diversa manera de abordar el asunto del capital en los países desarrollados: En ellos, la democracia se practica cotidianamente exigiendo el mismo respeto y las mismas garantías para las pequeñas propiedades que para las grandes fortunas.

Es más que revelador que en México, por ejemplo, algunos grandes capitalistas insistan que el caudal de los fondos de pensiones de los trabajadores del sector privado – más de 60 mil millones de dólares, ver aquí cifras de la CONSAR- debe invertirse en esto o en lo otro (generalmente, negocios en los que esos mismos grandes capitalistas tienen intereses) desdeñando el hecho de que esos NO SON FONDOS PÚBLICOS, sino que son capitales privados que tienen dueño – individualizado en cada cuenta de las que administran las Afores- y que esos dueños, pequeños capitalistas, son los que tienen que decidir en qué invertir sus recursos, no los grandes magnates ni los burócratas gubernamentales o los líderes sindicales.

Mientras sigamos pensando que la propiedad, y la acumulación de capital, no son derechos “convenientes” para los pobres, nuestros esfuerzos para combatir la pobreza terminarán en ese monstruoso paliativo que son los programas asistencialistas, sufragados con millonarios presupuestos públicos que los políticos se disputan ferozmente año con año.

"Prohibido asomarse a la ventana"

Una de las más poderosas motivaciones de los alegatos contra la globalización es preservar las utopías a salvo de comparaciones perturbadoras.


Las utopías detestan las ventanas. Los dueños de las utopías – déspotas santificados por alguna ideología fanática- tratan a sus rebaños como los padres excesivamente protectores a sus retoños.

Un cuestionario para padres y maestros de niños pequeños que propone la National Fire Protection Association (NFPA) de Estados Unidos (organización dedicada a promover la seguridad frente a los peligros del fuego, de la electricidad y de los edificios) contiene esta significativa pregunta:

"Si un niño está en el piso de arriba y oye a alguien gritar desde fuera ¿qué debe hacer el niño si la ventana está abierta? A. Mantenerse alejado. B. Asomarse a la ventana para ver". ¿Respuesta correcta? ¡Desde luego que "A"!

Parece una medida de sentido común para proteger a los niños pequeños del peligro. Pero estas advertencias contra la curiosidad y el deseo natural de ver el mundo cuando se aplican a los adultos por parte de algunos gobiernos son aterradoras.

Al término de la Segunda Guerra, Stalin emprendió otro más de sus ciclos de terror y destrucción en contra de los ciudadanos soviéticos. En esa ocasión, ayudado por el fiel y depravado Laurenti Beria, el padrecito Stalin la tomó contra todos los que, a causa de la guerra, hubiesen tenido perniciosos contactos con el exterior: Por ejemplo, los soldados soviéticos que habían combatido fuera de las fronteras y habían visto cosas que no deberían ver en Alemania o en Europa del Este.

Lev Zajárovich Mejlis, comisario del Ejército Rojo y esbirro del aparato de seguridad creado por Stalin, advertía desde antes del fin de la guerra:

"No sólo en la historia de la Unión Soviética, sino en toda la historia de nuestra patria, por vez primera son millones las personas que han viajado al extranjero. Volverán con toda clase cosas. Gran parte de lo que verán no tendrá ningún sentido para nuestro pueblo (…)¿Y qué dirían si llegaran a visitar Norteamérica, con sus rascacielos y su industria?"

Los soldados y oficiales regresaron a la URSS no sólo victoriosos, sino perturbados por los vestigios de prosperidad y libertad que habían entrevisto aun en una Europa devastada. Miles fueron encarcelados, torturados y fusilados por haberse asomado a la ventana.

Hoy los fervientes adversarios de la globalización – que predican cual misioneros la autarquía empobrecedora lo mismo a los pobres de Brasil que a los de Oaxaca- razonan igual que Stalin y sus esbirros: La globalización, la libertad de cruzar fronteras y emigrar así como el libre comercio mundial son abominables: Hacen soñar a esos pobres con la prosperidad y con la libertad.

Por eso también nuestros devaluados predicadores de utopías elaboran cuidadosamente listas de ventanas prohibidas para sus rebaños: tales publicaciones, tales libros, tales periodistas, tales intelectuales.

Hoy como ayer.