domingo, 29 de abril de 2007

El etanol y la sed

Señores conservacionistas: ¿Ya se dieron cuenta de que el furor por los biocombustibles propicia un brutal desperdicio del agua?

El jueves pasado la Cámara de Diputados, en México, aprobó la Ley de Promoción y Desarrollo de los Bioenergéticos. De inmediato han surgido opiniones apresuradas a favor y en contra.

La verdad: sin una reforma energética radical y sin modificaciones serias, por ejemplo, al aberrante marco jurídico de la industria de la caña de azúcar – que es un monumento a la improductividad- las previsiones de que México podría convertirse en un productor de bioetanol son una vacilada.

El rompecabezas de los biocombustibles es muy complicado. El subsidio al etanol producido a partir de maíz en Estados Unidos – hoy día de 52 centavos por galón-, sumado a los ordenamientos locales en varios estados de la Unión Americana para sustituir el Metil Terciario Butil Eter, MTBE, por etanol en las gasolinas, han generado un incremento dramático de los precios del maíz en el mundo; esto, desde luego, hace felices a los cultivadores y a ciertos intermediarios, como la poderosa empresa Archers Daniels Midland (ADM), pero hay serias dudas de que este camino sea sensato y eficaz para proteger el ambiente.

Un ejemplo: El 8 de febrero pasado el columnista Andy Mukherjee, de Bloomberg, advertía que si el agua tuviese una cotización en los mercados internacionales el entusiasmo por los biocombustibles se esfumaría. Los millones de toneladas de agua que se usan para cultivar una tonelada de maíz, sumados a los millones de toneladas de agua utilizados para transformar al maíz (o a la caña de azúcar) en etanol han encendido todas las alarmas en el gobierno en China, país que es hoy el tercer productor mundial de bioetanol, dado que ya son más de 400 las ciudades chinas en las que el agua escasea gravemente.

Esto sólo es un ángulo del asunto de los biocombustibles, pero toca el corazón de otro grave problema mundial: el agua. Mientras falazmente sigamos pensando que el agua es tan valiosa que no debe tener precio, estaremos pavimentando el camino para su agotamiento. Si no queremos que se acabe pongámosle su precio real.

¿Ya hicieron estas cuentas esos “conservacionistas” que promueven, con más entusiasmo que análisis, los biocombustibles?

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jueves, 26 de abril de 2007

¿A quién beneficia la libre competencia?

Respuesta: A los consumidores más pobres. Veamos por qué.

Hay dos formas de combatir la pobreza: la ruinosa y la efectiva.

La forma ruinosa de combatir la pobreza: Impedir el funcionamiento de los precios en un mercado libre (lo que “mata” las ventajas relativas y absolutas) sea mediante uno o varios de estos mecanismos: Controles de precios, subsidios a los productores ineficientes, subsidios no discriminados al consumo (que benefician a los más ricos, que son quienes consumen más; verbigracia: tasa cero de IVA en alimentos), barreras a la entrada de más oferentes en el mercado (impedimentos a la inversión privada y extranjera; prohibiciones o aranceles elevados a la importación y otros), restricciones a la libre exportación (verbigracia: el gobierno argentino impide la exportación de carne dizque para bajar los precios internos; lo que conseguirá es desalentar la oferta y por tanto ¡elevar los precios!); sesgos fiscales o de regulación a favor de determinados productores o gremios.

La forma efectiva de combatir la pobreza es liberalizar la economía, permitiendo la libre entrada de cualquier oferente (libertad de inversión) y garantizando el libre acceso a cualquier demandante (libertad de comercio).

Los demagogos, que confunden el éxito competitivo con el abuso, dirán que esta segunda forma de combatir la pobreza (que no es otra cosa que generar bienestar) es “injusta” porque premia a los más eficientes, a los más talentosos y a los más productivos. Lo cual revela, de paso, que los demagogos, oficiosos “defensores de los pobres”, creen que sus “defendidos” son ineficientes, carentes de talento e improductivos. ¡Cuánto los quieren!

Sucede lo contrario: Los principales beneficiarios de la libre competencia son los más pobres, porque la libre competencia desparrama la productividad característica de los más competentes.

Dos ejemplos:

1. ¿En dónde cuesta más caro hoy un kilo de tortilla en México? En comunidades aisladas, remotas y pequeñas donde viven los más pobres de entre los pobres, ¿por qué?, porque ahí no hay supermercados (con precios muchos más bajos para la tortilla) y sólo hay uno o dos oferentes que se reparten el mercado. Nada los obliga a volverse competitivos (eficientes) y bajar sus precios.

2. Gracias al proteccionismo comercial de Brasil en materia de equipos de informática, para un brasileño es notoriamente más caro adquirir una computadora personal que para un mexicano, y probablemente la computadora del brasileño será de calidad inferior y de tecnología atrasada.

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miércoles, 25 de abril de 2007

Competitividad, ¿para qué y en qué?

Para variar voy a ser políticamente incorrecto y un poco – sólo un poco – provocador: Si de veras nos interesa tanto la competitividad, ¿por qué le tenemos tanto miedo a una verdadera apertura económica?

De unos meses a la fecha se ha puesto de moda criticar a los monopolios y, eventualmente, a los oligopolios. Perfecto, es un gran avance, al grado de que algunos, otrora paladines de la etérea justicia social, ahora se han transformado – en la retórica, al menos- en paladines de la competencia. Lo malo es que cada cual censura la falta de competencia según preferencias e intereses muy particulares y hasta peculiares.

¿Por qué exigimos competencia en las telecomunicaciones y no en el suministro de energéticos?, ¿por qué es bueno que compitan en precios las Afores, pero no las librerías?, ¿por qué nos parecería bien que hubiese más empresas en competencia en la televisión abierta pero nos repugna siquiera pensar que algunas de esas empresas pudiesen ser de capital extranjero?, ¿por qué somos partidarios de la libre competencia mundial sin cortapisas en la oferta de vinos pero nos oponemos a que terminen los apoyos y subsidios a la industria cinematográfica nacional?, ¿por qué está bien que compitan, en los estantes de los supermercados, chocolates y mermeladas de cualquier origen, pero aceptamos como una fatalidad que el azúcar en México cueste tres veces más cara que en el mercado libre internacional?

La lista de incoherencias podría seguir por muchas páginas. Y me parece que seguimos eludiendo la respuesta de fondo, radical en el sentido de ir a la raíz del asunto: Apertura económica plena.

Nunca vamos a saber para qué somos buenos – cuáles son nuestras ventajas y desventajas absolutas y relativas – si nos sigue paralizando de terror hablar de competencia nacional e internacional en el suministro de energéticos o si es tabú la inversión extranjera en medios electrónicos de comunicación o si es políticamente censurable proponer un desmantelamiento de las estructuras proteccionistas y de subsidios que mantienen en un mercado de mentiritas a los cultivos agrícolas tradicionales.

¿Competitividad? ¡Por favor!, ¡si es herejía poner a las escuelas públicas a competir y si merece excomunión cualquier particular que quiera entrar al negocio de producir y suministrar energía en el mercado!

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martes, 24 de abril de 2007

Futbolistas sin editor y nubes en forma de anillo

En la lucha contra la vacuidad no sólo proliferan las etiquetas – que se vuelven insignificantes de tanto usarse- sino divertidos disparates lingüísticos.

Un lector amigo me hace notar que los llamados reporteros viales – en los programas radiofónicos de ¿noticias? – han sobrepasado a los cronistas de encuentros deportivos en la fabricación de disparates lingüísticos. Por ejemplo, algún insigne locutor con etiqueta de periodista se “enlaza” – sin anfibologías, por favor- con el reportero vial y éste nos ¿informa?: “Sigue lloviendo en el perímetro del centro histórico”. Lo cual, de ser cierto, debe ser una más de las atrocidades del terrorífico cambio climático: Ahora las nubes tendrían una configuración anular y provocan lluvias no en tales o cuáles áreas sino en sus respectivos perímetros.

Ante esto empalidece el divertido disparate de los “expertos” que narran encuentros de futbol y que nos ilustran así: “El delantero Godínez sigue inédito en esta temporada”: Se supone que eso quiere decir que no ha anotado goles, pero significa, en español y en realidad, que algunas obras literarias, didácticas, periodísticas, musicales, tal vez cinematográficas o dramáticas del tal Godínez – que nadie sospechaba que existiesen- aún siguen en busca de un editor que las divulgue.

Pero estos disparates son asuntos menores, y hasta divertidos, una consecuencia del “horror vacui” (horror al vacío) que las señoras y los señores de los micrófonos parecen compartir con los artistas del barroco: No hay que dejar espacios vacíos, no hay que permitir el reconfortante silencio.

O tal vez sean sólo los síntomas menos alarmantes de una enfermedad progresiva que padecen muchos medios de comunicación tradicionales en casi todo el mundo. Una enfermedad que, me temo, en pocos años podría llevarlos a la extinción. Es el virus de la irrelevancia. Sus síntomas de veras graves empiezan por el tedio del público y concluyen con el abandono, silencioso pero multitudinario, de los otrora lectores así como de los otrora videntes y oyentes de “noticias”.
La causa es la impostura para disfrazar lo anodino. Intermediarios entre el numeroso pero anónimo público y los poderosos anunciantes, muchos medios acaban engañando, a la postre, a unos y a otros. Hasta que el embuste se vuelve un secreto a voces, y unos y otros – primero lo ha hecho el público, más tarde lo harán los patrocinadores- abandonan el barco sigilosamente. ¿Será una enfermedad curable?

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domingo, 22 de abril de 2007

¿Conviene despenalizar el asalto?

La moda es quitarle a ciertos delitos esa odiosa etiqueta “penal”, sea el aborto, sea la calumnia. ¿Por qué no despenalizar también el asalto, como ha propuesto paródicamente Fernando Amerlinck? Por lo pronto, podrían considerarse algunas causales de despenalización, digamos: Cuando el asalto sea una forma de mendicidad o una vía expedita de justicia social.

Muchos de los asaltados mueren o resultan gravemente heridos por oponer resistencia al asaltante – quien está ejerciendo su libre proyecto de vida- o incluso por reaccionar con nerviosismo o desconcierto, lo que sólo dificulta y pone en grave riesgo la delicada tarea del asaltante.
Desde este punto de vista la despenalización del asalto debe considerarse un asunto de salud pública (aquí alguna ONG puede aportar alguna estadística fantasiosa pero imponente sobre las muertes y lesiones que provocan los asaltos realizados en condiciones insalubres o en circunstancias gravosas para el asaltante), pero también tiene su vertiente de justicia social.
No necesito citar cifras acerca de la vergonzosa distribución del ingreso en México para mostrar un hecho que todos conocemos. Aunque los políticos progresistas hagan esfuerzos denodados por establecer políticas públicas que terminen con la iniquidad, tales esfuerzos son insuficientes y se requieren vías alternas y expeditas para satisfacer ese afán noble y justiciero. El asalto, bien reglamentado, puede ser una de esas vías.
El lector, sobre todo si vive o trabaja en la Ciudad de México, habrá experimentado esa deliciosa sensación de ser abordado en la calle por alguien que nos exige una cooperación “voluntaria” con tanta insistencia que resulta difícil definir si estamos siendo cortésmente asaltados o se nos está solicitando una caridad con mayor insistencia de la habitual. Esto nos habla de que la frontera entre la mendicidad y los asaltos no es nítida. Un grupo de prestigiados “científicos” ha determinado que el asaltante armado sólo es un solicitante de cooperación social que se auxilia con un instrumento de persuasión visual y auditiva – el arma- que es más convincente en 98.7 por ciento de los casos que los discursos.
Como han señalado infatigables activistas de los derechos humanos ningún asaltante desea hacer uso del arma: “Para él es más doloroso que para el asaltado llegar a ese extremo” sentenció Artemisa Planas de la organización civil “REI” – Redistribución Expedita del Ingreso-, al tiempo que mostraba los resultados de un “grupo de enfoque” realizado con asaltantes de la delegación Cuauhtémoc

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sábado, 21 de abril de 2007

Que conste, nadie los acusó de ser inteligentes

A muchos políticos mexicanos se les puede acusar de muchas cosas, excepto de ser inteligentes.
En una carta a un obispo mexicano el Papa Benedicto XVI condena el aborto (¿alguien esperaba que lo aprobase?) y recuerda, a la vista de la controversial iniciativa en el Distrito Federal para ampliar las causales de despenalización del aborto, que para los fieles católicos el aborto es un crimen abominable.
Son las reglas del juego. Si dices que eres católico y que te adhieres, por tanto, a la fe que profesan los católicos, a los dogmas que forman parte de ella y a los principios morales que establece la autoridad (reconocida por los fieles católicos) de la Iglesia Católica, entonces debes saber que el aborto, de acuerdo con la fe que profesas, es un pecado grave, un asesinato. Si no estás de acuerdo, entonces no eres católico. Puedes fundar otra religión - dado que también para las llamadas confesiones protestantes, para el judaísmo y para el islamismo el aborto es igualmente un gravísimo pecado- en la que el aborto no sea pecado, puedes declararte ateo o vagamente sintoísta o budista. Lo que es absurdo es que te proclames católico y apoyes una política pública que, al permitir el aborto bajo tales o cuales cirunstancias, lo aprueba e inevitablemente lo promueve como una opción moralmente lícita.
Esto no significa, desde luego, que los católicos tengan que andar por el mundo persiguiendo presuntos pecadores o juzgando la conducta moral de los demás (entiendo que eso, la falta de respeto a la libertad de conciencia, es también un grave pecado para cualquier católico auténtico). Cada cual su conciencia, su vida y sus motivos. Se refiere al ámbito personalísimo de la conciencia individual de quienes se proclaman fieles católicos. Nada más y nada menos.
Hasta aquí, no hay problema. Era no sólo previsible, sino inevitable que el Papa recordase la doctrina milenaria de la iglesia que encabeza. Se trata del ejercicio de una autoridad moral que el Papa tiene sobre los fieles católicos, que libremente lo son o dejan de serlo. La autoridad del Papa es moral. Así de débil y así de fuerte. No tiene ejércitos - como dicen que dijo Stalin burlándose del "poder" de la Iglesia Católica-, ni tiene facultades para imponerla en las leyes civiles, mucho menos tiene poderes coercitivos, al menos en este mundo visible.
Así las cosas, lo más inteligente para los políticos y las políticas mexicanas que defienden esa modificación en el código penal del Distrito Federal habría sido quedarse callados y confiar que las palabras del Papa no hiciesen mucha mella en los ánimos de los electores que se dicen católicos y que han simpatizado con ellos en el pasado o incluso simpatizan hoy con ellos - con los políticos y las políticas que defienden la llamada despenalización del aborto-. Pero no. ¿Cómo iban a perder una oportunidad de obtener un titular destacado en la prensa, aunque sea en sábado, y aunque sea para conspirar contra sí mismos?
Marcela Nolasco, secretaria de Derechos Humanos del Comité Ejecutivo Nacional del PRD, cayó redondita y ya se lanzó (ver aquí la nota en el periódico El Universal) a enmendarle la plana al Papa y a proponer inopinadas y estúpidas reclamaciones al Vaticano.
Es una tremenda tontería para "su causa" (con la cual, ¿alguien se sorprende?, no simpatizo). Las declaraciones de Nolasco son un claro ejemplo de que hay muchos políticos y muchas políticas en México a quienes se puede acusar de muchas cosas, pero no, jamás, ni por asomo, de ser inteligentes.
Si el terreno al que quieren llevar los perredistas la discusión acerca del aborto es el del desafío a la fe religiosa de millones de mexicanos y al pleito verbal con el Papa, su ocurrencia no les va a reportar muchas simpatías, ni les hará cosechar muchos votos. El terreno al que se metían, debían saberlo, era pantanoso, pero que ahora se avienten alegremente de cabeza al pantano de veras no se entiende.
En este caso NO estoy hablando - que quede claro - en sí de la iniciativa de despenalización, sino de la inconmensurable torpeza de algunos políticos.

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La guerra perdida contra la vacuidad

La etiqueta va pasando de boca en boca, de oído en oído, de retina en retina, hasta que queda completamente desdibujada: No dice nada, no significa nada, es un ladrillito más para cubrir el tiempo en la radio o en la televisión o para rellenar, con pequeñas manchitas negras – como moscas- un espacio en el periódico que, de haber quedado en blanco, sería hasta pornográfico.

Me encantan los “fuertes dispositivos de seguridad” casi tanto como “la tensa calma”. Ya casi no se usa lo de la “pertinaz lluvia”. En cambio, lo de los “focos rojos” se está llevando muchísimo.

El corresponsal envía su reporte para la radio desde algún remoto punto del planeta donde, se supone, están sucediendo grandes cosas, acontecimientos “históricos”. Inicia su relato diciendo que reina “una tensa calma”. Quien escucha, si está suficientemente adiestrado, infiere una de dos cosas: 1. En realidad no pasa nada, pero hay que llenar el tiempo entre los anuncios, 2. Tal vez sí esté sucediendo o esté por suceder algo importante, allá del otro lado del mundo, pero el desventurado corresponsal no tiene la menor idea de lo que sucede y habría necesitado un poquito más de tiempo – o de perspicacia- para enterarse.

Acaba siendo una lucha denodada para llenar con etiquetas vacías el tiempo o el espacio entre los anuncios de los patrocinadores. Hay que emocionarse ante lo más anodino, hay que insuflarle adjetivos a lo más plano. La capacidad de fabulación se agota y surgen tenaces las etiquetas vacías, esos eslabones mágicos que sirven para construir cadenas imaginarias. Como quien repite ritualmente, ante un plato vacío, todos los gestos del comensal goloso – levanta el tenedor, abre la boca, mastica aire con la boca cerrada (no hay que olvidar los buenos modales), se limpia minuciosamente los labios con la servilleta- y repite al final: “Estoy saciado, he comido como nunca”.

Tal parece que el periodismo fuese un trabajo hercúleo que pretende sacar agua de las piedras. Y, hay que entenderlo, los héroes también se cansan de adornar con baratas flores retóricas el vacío. Las tareas de Hércules se vuelven rutinarias y ahí están – anodinas, usables, infatigables- las etiquetas vacías, las “calmas tensas”, los “fuertes dispositivos de seguridad”, las “jornadas históricas”, “los focos rojos”. Por cierto, ¿tantos focos rojos que el periodismo enciende minuto a minuto contribuirán al calentamiento global? Una hipótesis, sólo eso.

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jueves, 19 de abril de 2007

Las armas son la excepción

Me agrada estar en buena compañía: La más prestigiada revista de economía del planeta, The Economist, a la que nadie puede acusar de favorecer la intervención de los gobiernos en la vida de las personas, marca claramente su posición: Debe haber un control mucho más restrictivo de la venta de armas en Estados Unidos.

Cada semana los suscriptores en línea de la prestigiada revista británica recibimos por correo electrónico una breve carta del editor y la enviada ayer no puede ser más enfática:

“Abundan los productos peligrosos – drogas ilegales, veloces automóviles, alcohol, por ejemplo- respecto de los cuales The Economist defiende un punto de vista mucho más liberal del que sostiene el gobierno de Estados Unidos. Las armas de fuego personales son la excepción.”.

En su reciente edición, y a raíz de la masacre en el Tecnológico de Virginia (VT), Estados Unidos, la revista sostiene que debe restringirse con verdadera severidad la venta de armas en ese país. La postura de The Economist está en la misma línea que la política que ha seguido el Reino Unido y que, por cierto, explica por qué hay mucho menos muertes por arma de fuego, respecto del total de la población, en Inglaterra que en Estados Unidos.

La revista británica lo denuncia con todas sus letras, al citar al jefe de la policía de los Ángeles, William Bratton: La mayoría de los políticos estadounidenses de ambos partidos han sido “capturados” por la muy poderosa National Rifle Association, en cuya página de internet, por cierto, se ofrecen "condolencias" a las víctimas de VT. Sin más comentarios.

Hay muchas cosas en el mundo que pueden ser usadas como armas mortales por un desquiciado (desde un alfiler hasta una piscina), pero sólo las armas de fuego han sido expresamente diseñadas para matar.

Una de las dos armas que usó Cho Seung-hui fue una pistola Glock de nueve milímetros semiautomática, un arma que en la inmensa mayoría de los países del mundo sólo pueden tener los ejércitos y las fuerzas policíacas especiales, pero que en miles de tiendas a lo largo y ancho de Estados Unidos se puede adquirir tan fácil como se renta un auto, como lo hizo el coreano.

Para México es doblemente trágico: No sólo hay que lidiar con el hecho de que tenemos al norte al mayor mercado de consumidores de drogas, sino que la gran mayoría de las armas que la delincuencia organizada usa aquí fueron adquiridas sin problema en Estados Unidos.

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miércoles, 18 de abril de 2007

Un héroe desarmado

Liviu Librescu no necesitó un arma para hacer lo que tenía que hacer: enfrentarse a la irracionalidad criminal, defender la vida de los demás y reconciliarnos con lo mejor del ser humano.

Para algunos, el derecho a portar armas es una muestra del respeto a las libertades individuales frente a Estados autoritarios y controladores.

Sin embargo, bien vistas las cosas, ese presunto derecho vulnera la capacidad del propio Estado para cumplir la primera y fundamental obligación que tiene ante los ciudadanos: Preservar la integridad física de cada una de las personas en su territorio.

Ningún gobierno puede ejercer con mínima eficacia la tarea de defender la vida y la libertad de cada individuo si cualquiera – a condición de que no tenga antecedentes criminales manifiestos – puede adquirir un arma y usarla cuando considere, subjetivamente, que está justificado hacerlo.

Ninguna autoridad sobre la faz de la tierra tiene la capacidad para distinguir de una vez y para siempre entre aquellos que tendrán y eventualmente usarán un arma responsablemente – menuda definición, por cierto- y aquellos que usarán un arma en contra de la vida y de la libertad de los demás.

Dadas esas premisas, la restricción a la posesión y al uso de armas de fuego debería ser universal – para todos los ciudadanos- justamente para evitar que cualquier gobierno se adjudique a sí mismo la exorbitante facultad de discriminar – cual si fuese dios omnisciente- entre ciudadanos dignos de confianza y ciudadanos bajo sospecha.

Dicho esto, vale la pena considerar el ejemplo de Liviu Librescu, profesor del Tecnológico de Virginia, quien dio su propia vida para salvar la vida de muchos de sus alumnos amenazados por el desquiciado tirador de sólo 23 años de edad.

Librescu sobrevivió a los campos de concentración nazis, sobrevivió a la dictadura de Ceacescu en Rumania, pero no sobrevivió al ataque de un loco solitario. A sus 76 años interpuso su cuerpo, a la entrada del aula 204 donde dictaba su cátedra de matemáticas, y así permitió que decenas de estudiantes pudiesen saltar por las ventanas y ponerse a salvo.

En inglés se suele decir que tal o cual persona “make the difference”. Librescu lo hizo superlativamente. No necesitó un arma para defender la vida frente a la locura criminal. Necesitó una gran valentía que sólo puede provenir de un gran amor a sus semejantes. Gracias.

Dos referencias en la red, entre decenas, al heroísmo de Librescu, quien murió asesinado, irónicamente, el mismo día que se conmemora el Holocausto:

Nota de EFE

Nota de AP

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martes, 17 de abril de 2007

Matar y matarse, ¿es una respuesta?, ¿a qué?

Preguntas que no tienen respuesta y miedo. Hay mucho loco suelto y es aterrorizante vivir en donde “cualquier loquito” puede adquirir un arma, pero ¿son las armas todo el problema?, las armas no matan sino quienes las usan para matar. ¿Hay alguna racionalidad, es algún tipo de respuesta, y a qué, matar a 32 y después matarse?, ¿por qué?, ¿para qué?

Primero, el estupor: ¿Otra vez una matanza sin sentido alguno?, ¿otra vez alguien sale del anonimato y se convierte en personaje noticioso, odiosamente inolvidable, mediante el expediente de disparar a mansalva a todo ser humano que tenga la desgracia de caer bajo su horizonte visual?

Segundo, la cíclica discusión entre quienes defienden el derecho – segunda enmienda constitucional en Estados Unidos- a portar armas y quienes culpan de estas tragedias a esa facilidad sorprendente con la que “cualquier loquito” – no sólo en Estados Unidos, pero especialmente en Estados Unidos- puede hacerse de un arma. (Ver en el blog "Disiento, luego existo" una muestra de esta ´discusión).

Pero las armas no se disparan solas, las armas no asesinan; son las personas que las usan quienes matan. Es malo que “cualquier loquito” pueda comprar un arma – legal o ilegalmente- tan fácil como se compra un disco compacto. Pero es peor que nos hayamos acostumbrado a que “cualquiera” pueda ser “cualquier loquito” que “en cualquier momento” pueda volverse asesino múltiple si se conciertan no sabemos qué circunstancias, incluida la circunstancia de la facilidad para hacerse de un arma.

Tercero, más estupor. Más de 24 horas después de la matanza nadie sabe qué clase de demonio se apoderó de Cho Seung Hui a sus 23 años, nadie sabe, en fin, quién era. Dice uno de los voceros del Tecnológico de Virginia: “Era un tipo solitario”. ¡Gran hallazgo! Pues sí, debió serlo si al parecer ahora nadie tiene la menor idea de sus aficiones, sus gustos, sus hábitos, sus sueños, sus obsesiones, sus manías…Valiente consuelo, en un país y en un planeta en el que abundan ese tipo de solitarios que a nadie importan y a quienes nadie recuerda.

Sí, es la locura. Pero ¿por qué esa locura precisamente? Sí, son las armas de fuego, pero igual pudieron ser explosivos, piedras, cuchillos, machetes, aviones, autos, venenos…, las armas de fuego no son indispensables para quien está decidido a matar y a morir. Eso es aún más aterrador.

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domingo, 15 de abril de 2007

Predecir huracanes: ¿Tres días o 25 años?

¿Sabrá el presidente municipal de Coatzacoalcos predecir huracanes con mucho mayor precisión y alcance que los mejores científicos dedicados a la meteorología?

La etiqueta “cambio climático” aplicada generosamente a cualquier declaración, conjetura o suceso se ha convertido en receta infalible para fabricar “noticias”. Lo curioso es que el cambio climático no es ninguna novedad. El clima siempre ha cambiado, pero hoy día la frase “cambio climático” se descifra – en muchos medios de comunicación y en la imaginación de una parte del público- como equivalente a “calentamiento global”, lo cual a su vez significa “catástrofe causada por la irresponsable actividad humana cuyo motor es la avaricia”.

Esta mutación de significados ha convertido al asunto en una especie de religión apocalíptica que divide al mundo en creyentes fervorosos – aunque sea de palabra- y en despreciables escépticos, a quienes se supone movidos por la codicia y patrocinados por alguna petrolera que se dedica a destruir al planeta.

El domingo, un periódico mexicano (“Reforma”, la consulta en línea requiere suscripción) anunciaba “Modifica el clima a Coatzacoalcos” e informaba en voz del presidente municipal que se ha modificado el programa de desarrollo urbano de ese puerto “para hacer frente a los efectos del cambio climático”. El funcionario Iván Hillman Chapoy declaró según la nota: “Hemos ubicado las zonas por debajo de los cinco metros sobre el nivel medio del mar que han sido y serán impactadas con mayor fuerza por las precipitaciones y los huracanes”. La metodología – precisó- está prevista para 25 años.

Un poco más humilde, un científico – el profesor Francisco Valero, del Departamento de Física de la Tierra, Astronomía y Astrofísica de la Facultad de Físicas de la Universidad Complutense – explicaba en octubre de 2005, tras los huracanes Rita, Stan y Katrina, dos asuntos: 1. Que no hay ningún indicio razonable de que los huracanes dependan del cambio climático que pueda provocar el hombre y 2. Que se han hecho grandes avances en la predicción de la trayectoria de los huracanes: en los años 80 se podía predecir la trayectoria probable hasta con dos días de anticipación; hoy se puede predecir dicha trayectoria probable – no cierta, sino probable- hasta con tres días de anticipación…y la predicción puede fallar, como sucedió con la entrada a tierra del huracán Katrina.

El presidente municipal “cree” saber, el científico sabe lo que no sabe. Creer es más barato que saber.

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viernes, 13 de abril de 2007

El cuarto viaje de Colón y el cambio climático (III)

Si en el verano del año pasado, 2006, usted hubiera emulado a Cristóbal Colón en su cuarto recorrido por “las Indias” – en el trayecto de Cuba a Honduras- usted habría disfrutado de un mar Caribe mucho más sereno que el terrorífico que enfrentó el genovés en 1502.

El DVD de “An inconvenient truth” fue lanzado al mercado el 21 de noviembre de 2006 por Paramount Pictures. En la presentación se asegura que en 2005 se vivió la peor temporada de tormentas tropicales “en América” (¿Estados Unidos?) de la historia – una flagrante mentira- y también se asegura que Al Gore actualizó su historia con los datos disponibles más recientes. Ese día ya había terminado la temporada de huracanes 2006 en el Caribe y en el Atlántico Norte – que va, oficialmente, de junio a noviembre- pero el señor Gore, sus asesores y su equipo de producción pasaron por alto un pequeño detalle: Actualizar su información sobre huracanes en particular y tormentas tropicales en general con los datos de 2006, ya conocidos para entonces.

¿Por qué este descuido? Tal vez porque resultaba altamente “inconveniente” para los propósitos propagandísticos de la película decir que en 2006 los sistemas tropicales (tormentas y huracanes) en el Golfo de México y en el Atlántico Norte fueron ¡70 por ciento menores a los del año anterior! Y estuvieron por debajo del promedio de sistemas tropicales registrados en la temporada de los años 1950 al 2000. En términos técnicos: “En este 2006 para la cuenca del Atlántico se alcanzó una Actividad Neta de Ciclones Tropicales del 85 por ciento respecto a (sic) la climatología”. ¿No habíamos quedado que año con año aumentaban los huracanes por causa del calentamiento global?, ¿no sustenta sus catastrofistas predicciones el señor Gore en la premisa de que el proceso de calentamiento es irreversible como irreversible se supone que es la acumulación de gases de invernadero en la atmósfera?

De hecho, a raíz de esa baja actividad ciclónica hoy la producción agrícola en el litoral del Golfo, como el sur de Tamaulipas, enfrenta la peor sequía en 20 años y hay quien pregunta con sarcasmo – ver el comentario de Ramón Mier aquí- si acaso el planeta ahora se está enfriando y es momento de salir a quemar llantas para que se incremente el calentamiento global y la superficie del mar se mantenga por encima de los 26 grados centígrados – mínimo requerido para la formación de un sistema tropical- y así salvar al campo de esta sequía.

Esta es otra de las verdades inconvenientes que Gore y los productores de la galardonada película ocultan: En 2006 sólo hubo cinco huracanes en la cuenca del Atlántico, ninguno memorable. Nada que ver con los 88 días de tormenta en 1502. ¿Alguien que no sea especialista recuerda los nombres de esos huracanes? (Ahí van, para los curiosos: Ernesto, categoría 1; Florence, categoría 1; Gordon, categoría 3; Helene, categoría 3 e Isaac, categoría 1. Éste, el último del 2006, fue del 27 de septiembre al 2 de octubre de 2006 y sus vientos máximos sólo llegaron a 140 kilómetros por hora. Un mes y 19 días después se estrenaba mundialmente la ficción “An Inconvenient Truth”).

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jueves, 12 de abril de 2007

No existe el clima ideal (o lo que Newsweek en español omitió hoy)

La revista Newsweek hizo una cobertura amplia sobre el asunto del cambio climático. En la edición en español - con fecha del 16 de abril- que empezó a circular hoy decidieron omitir un demoledor artículo de quien es una de las mayores autoridades científicas en el mundo en materia de meteorología y clima: Richard S. Lindzen. Es una lástima que los editores de Newsweek en español no hayan querido dar a sus lectores en español lo que los lectores de la edición internacional de Newsweek sí pueden leer. Ni modo.

Copio a continuación tres párrafos del artículo de Lindzen, profesor del MIT, y aquí esta el vínculo para leer, en inglés, el artículo completo.

A warmer climate could prove to be more beneficial than the one we have now. Much of the alarm over climate change is based on ignorance of what is normal for weather and climate. There is no evidence, for instance, that extreme weather events are increasing in any systematic way, according to scientists at the U.S. National Hurricane Center, the World Meteorological Organization and the Intergovernmental Panel on Climate Change (which released the second part of this year's report earlier this month). Indeed, meteorological theory holds that, outside the tropics, weather in a warming world should be less variable, which might be a good thing.

In many other respects, the ill effects of warming are overblown. Sea levels, for example, have been increasing since the end of the last ice age. When you look at recent centuries in perspective, ignoring short-term fluctuations, the rate of sea-level rise has been relatively uniform (less than a couple of millimeters a year). There's even some evidence that the rate was higher in the first half of the twentieth century than in the second half. Overall, the risk of sea-level rise from global warming is less at almost any given location than that from other causes, such as tectonic motions of the earth's surface.

Many of the most alarming studies rely on long-range predictions using inherently untrustworthy climate models, similar to those that cannot accurately forecast the weather a week from now. Interpretations of these studies rarely consider that the impact of carbon on temperature goes down —not up— the more carbon accumulates in the atmosphere. Even if emissions were the sole cause of the recent temperature rise —a dubious proposition— future increases wouldn't be as steep as the climb in emissions.

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miércoles, 11 de abril de 2007

El cuarto viaje de Colón y el cambio climático (II)

Además de haber elegido un pésimo ejemplo para sustentar su embuste – el huracán Katrina-, la presunción de Gore de que el calentamiento global por emisiones de CO2 ha aumentado la intensidad y la frecuencia de los huracanes hace agua por todos lados.

En términos de intensidad, profundidad en el océano, precipitación pluvial, velocidad de los vientos y duración el huracán Katrina no fue memorable. Al tocar tierra su intensidad era de apenas tres – en una escala que llega hasta cinco- y si causó tantas pérdidas humanas y materiales fue por el pésimo estado en que se encontraban los diques que presuntamente protegían a Nueva Orleáns de los embates del mar.

Irónicamente, como señaló con agudeza el brillante economista catalán, catedrático de la Universidad de Columbia, Xavier Sala-i-Martín – en un estupendo artículo- “hacia años que los científicos estaban avisando al gobierno de que cualquier huracán que pasara por encima de los viejos diques podría romperlos y causar una catástrofe. Digo que es una ironía porque ¿adivinan quién era el vicepresidente del gobierno que decidió ignorar esos consejos y no reparar los diques? La respuesta, señor Gore, sí es una verdad incómoda”.

Además de elegir un pésimo ejemplo Gore presume un cambio significativo en la tendencia de largo plazo de los huracanes partiendo de una serie histórica por demás escuálida – diez años a lo sumo- que, como sabe cualquier estudiante de métodos estadísticos, es inaceptable para establecer tendencias y pronósticos cuando estamos hablando de un fenómeno que se ha repetido hace millones de años.

La base de datos más amplia sobre huracanes que existe en el mundo la posee el Centro Nacional de Huracanes de Florida y empieza, apenas, en 1886, pero el propio Centro advierte a cualquier investigador que sólo a partir de 1944 – cuando empezaron a usarse aviones para estudiar los huracanes- esa serie histórica podría ser confiable y, aún así, recomienda extrema cautela con los datos de 1944 a 1969 que tienen un sesgo estadístico – sobrestimación- considerable. (Sobre estas advertencias, ver aquí).

No terminan ahí las falsedades de los profetas de la catástrofe climática; hay más, seguiré mañana.

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martes, 10 de abril de 2007

El cuarto viaje de Colón y el cambio climático (I)

Una de las mentiras más gruesas – y más comunes- respecto del cambio climático es la que asegura que por el calentamiento ocasionado por la quema de combustibles fósiles ha aumentado la intensidad y la frecuencia de los huracanes.

“La lluvia, los truenos, los relámpagos no cesaban y aquello parecía el fin del mundo…Esta intolerable tormenta duró 88 días” y sigue una colorida descripción del Almirante Cristóbal Colón acerca del temporal que sufrió en su cuarto viaje a “las Indias”, en el Mar Caribe, entre Cuba y Honduras, en el verano de 1502: “Toda la tripulación estaba enferma y todos se arrepentían de sus pecados y se volvían hacia Dios. Cada uno hacia votos y promesas de hacerse peregrino si era salvado de la muerte y, con gran frecuencia, los hombres iban tan lejos como para confesarse unos a otros sus pecados. Habíamos experimentado otras tormentas pero ninguna tan terrible. Muchos de los que teníamos por hombres valientes se vieron reducidos al terror en más de una ocasión”. (Citado por Hugh Thomas en Rivers of Gold, The Rise of the Spanish Empire, from Columbus to Magellan, Random House, Trade Paperbacks, New York, 2005, página 219).

Sin duda, Colón y su tripulación sufrieron el embate de un ciclón tropical, o de varios continuos, conocidos en el Caribe y en el Atlántico Norte como “huracanes”. Un huracán de lento desplazamiento – menos de 16 kilómetros por hora- dada la intensidad de las lluvias y su extraordinaria duración. (2). Por supuesto, un huracán que no tuvo nombre ni número, que no está registrado ni estudiado por los meteorólogos. Llegados a tierra firme, en lo que hoy es Honduras, Colón y sus hombres se enterarían de que a esos fenómenos aterrorizantes se les llamaba con el mismo nombre que al dios que los mayas atribuían la creación del mundo: “Huracán”, como se le dice en el Popol-Vuh.

En su galardonada película, “Una verdad incómoda”, el político Al Gore asegura que el calentamiento global por las emisiones de CO2 ha aumentado la intensidad y la frecuencia de los huracanes y ejemplifica con los daños que causó en Nueva Orleáns el ciclón Katrina.

Es una mentira colosal.

Baste señalar que el propio informe del Panel de Científico sobre Cambio Climático (panel conocido como IPCC) de la ONU, dice textualmente, en su página 6, que “los datos no permiten ver tendencias a largo plazo, ni en la intensidad ni en la frecuencia de los huracanes”. (3).

Pero la mentira de Gore es aún más grande como mostraré mañana.

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lunes, 9 de abril de 2007

El cambio climático y la incertidumbre

Lo primero que debemos definir acerca del cambio climático en el planeta es lo que sí sabemos y lo que no sabemos. A partir de ahí, podremos desdramatizar un debate que se ha llenado de mitos y de moralina hipócrita.

La primera certeza que tenemos acerca del clima es que cambia sin cesar. El cambio no es de hoy. Es de siempre. El planeta forma parte de un sistema solar dinámico que a la vez está dentro de una galaxia igualmente dinámica en un cosmos que cambia cada instante.
La pregunta “reciente” es: ¿La actividad humana puede modificar el clima? Desde luego que sí. Ejemplo: El hombre es capaz de hacer inhabitable por décadas una extensa región debido a la radiación producida por una explosión nuclear.
Siguiente pregunta: ¿Es la actividad humana el factor más importante que genera los cambios de clima en el planeta? La respuesta es NO. Ni en el pasado, ni a la fecha, ni en el futuro de esta generación – los próximos cien años- la actividad del hombre podrá emular siquiera los efectos en el clima de un incremento o una disminución de explosiones en la superficie del sol, eventos “normales” en la actividad solar que todavía no somos capaces de predecir con exactitud.
El día que el hombre sea capaz de modificar a voluntad el clima de todo el planeta estaremos vendiendo y comprando condominios de lujo y tierras para cultivo en el círculo ártico.
Es un hecho que el hombre destruye ecosistemas. Y debe evitarse que lo siga haciendo. Es muy probable que la quema de combustibles fósiles tenga un efecto perturbador, y nocivo, en el clima. Pero no sabemos la magnitud de ese efecto, y aún es un juego de imaginación – alimentado por modelos de simulación matemática que parten de conjeturas, no de certezas- calcular dichos efectos.
Sabemos que un día el sol se extinguirá – como sucede con todas las estrellas- pero no sabemos si antes de ese evento habrá explosiones en su superficie que eleven la temperatura del planeta a magnitudes insufribles para el ser humano.
Les deseo todo el éxito a quienes, llenos de buenas intenciones, intercambian bonos de carbono para “salvar al planeta” y ganar un dinerito, pero cuando esto se acabe no habrá bonos que sirvan. Vivimos literalmente de milagro. Un poco de humildad, ése es el principio del conocimiento.

REFERENCIAS EN LA RED A VISIONES "POLÍTICAMENTE INCORRECTAS" SOBRE EL CAMBIO CLIMÁTICO Y EL CALENTAMIENTO GLOBAL:

1. Un artículo general y breve pero bien documentado.
2. Y si, a pesar de todo, tuvieran razón los profetas del calentamiento global, ¿qué hacer?
3. Por qué es un cuento que el calentamiento global provocará la aparición de enfermedades tropicales en países del hemisferio norte.

4. Otro artículo desmitificador, de Asuntos Capitales.

5. El Informe Independiente para "Policiymakers" de acuerdo con los resultados científicos del IPCC, Fraser Institute. NO SE LO PIERDAN

6. El testimonio de Richard S. Lindzen, meteorólogo del MIT , miembro del panel de científicos del IPCC, ante el Senado de Estados Unidos el 2 de mayo de 2001 o de cómo la burocracia de la ONU falsifica los auténticos resultados del panel de científicos.

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jueves, 5 de abril de 2007

¿Quién les escribe los guiones?

María de los Ángeles Ramírez, de 63 años de edad y vecina de la colonia Santa María de la Ribera, en la Ciudad de México, tiene un agudo sentido del humor, fino, sarcástico, certero. Sabe burlarse con elegancia e inteligencia de los políticos demagogos y de los medios de comunicación que les hacen el juego.
Esa es la explicación más lógica, y decente, que encuentro para que el periódico "Reforma" reseñe hoy que la señora declaró, con lágrimas en los ojos, durante su visita el miércoles a la "playa" que fabricó el gobierno del Distrito Federal en Villa Olímpica, lo siguiente:

"De verdad pensé que no tendría esta oportunidad. Siempre he visto el mar en las novelas, pero nunca he ido. Ahora me puedo morir tranquila ¡ya sé cómo se siente ir al mar!"


La nota viene acompañada de una foto de esta insospechada maestra de la ironía.

Repito que esa es la única explicación decente que se me ocurre para esas declaraciones. Las otras hipótesis son muy feas: 1. Que el reportero se inventó las declaraciones, sin medir el efecto humorísitico de su cursilería pseudoliteraria (¿habrá copiado el estilo de las piezas de propaganda que García Márquez escribió para promover el envío de soldados cubanos a Angola, piezas en las que las madres de esos pobres cubanos, con lágrimas en los ojos, agradecían al régimen y a Fidel el privilegio de sus hijos hubiesen sido elegidos para morir por la revolución mundial en un remoto país de África?); tal vez el reportero quería ya empezar a disfrutar la Semana Santa y se le hizo fácil atribuirle frases tan absurdas y a la vez tan previsibles - de guión de telenovela de las peores- a la pobre señora y así terminar rapidito su "nota de color" e irse a descansar.
2. Que se trate de una bonita pieza de propaganda, hecha por escritores poco talentosos, que por secretas, pero imaginables, razones el periódico le ha hecho al gobierno de Marcelo Ebrard.
3. Que de veras la señora hable así y "sienta" que ese tipo de frases telenoveleras e increibles, cursis hasta decir "¡paren la masacre!", es lo que se espera de alguien cuando es entrevistado por un periódico "importante", que es algo así como la antesala de ¡oh Dios! "salir en la tele".

No, no lo puedo creer. Debe ser que doña María de los Ángeles, a sus 63 años, tiene un excelente sentido de la ironía...y sabe usarlo.

martes, 3 de abril de 2007

25 años después de una guerra montada para ganar popularidad

Se cumplen 25 años de la guerra de Las Malvinas (Falkland, para los británicos) que, como casi todas las guerras, fue cruel e idiota, con el agravante de que fue montada por una dictadura militar ávida de encontrar una causa "popular" que ocultara sus atrocidades.
Este poema de Borges lo dice todo.

JUAN LÓPEZ Y JOHN WARD

Les tocó en suerte una época extraña.

El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.

López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.

El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en una aula de la calle Viamonte.

Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.

Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.

El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.

Jorge Luis Borges, 1985



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Los conjurados (1985)


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Incluido en Obra poética, 3. Jorge Luis Borges. Edición Emecé Editores (Buenos Aires, 1977) Alianza Editorial. Biblioteca Borges BA0021. Madrid, 1998.

Los areneros de “Frère Marcel”

Eran otros tiempos, los niños venían de Paris, sin que nadie reivindicase el supuesto derecho de las cigüeñas a dejarlos caer en medio del Atlántico porque obstruían el “proyecto de vida” de alguna de las aves. Hoy lo que nos llega de París son ocurrencias idiotas.

Cada cual tiene sus preferencias, pero sospecho que a muchos lo que menos nos gusta de la playa es la arena – pegajosa, picante, imperialista que se cuela en todos los resquicios- y lo que más nos gusta es el mar.
Que un afrancesado alcalde, imitando a su similar parisino, nos traiga toneladas de arena y lo publicite como la revolucionaria puesta en marcha de playas para el solaz y el esparcimiento de los capitalinos en estos días de la Semana Santa me parece ocurrencia bastante idiota, pero eso sí: muy francesa y socialista, como el alcalde de París, Bertrand Delante, quien sentenció: “Paris-Plage no es un capricho, sino un acto bello, eficaz y solidario”. Oh, la, la. (Para ver foto de "chicas y bikinis en las playas del Sena" aquí, y para enterarse de que está prohibido , multa de 30 euros, mostrar pechos o nalgas habrá que pinchar en este otro lugar).
Como el mar, lo que se llama el mar, la mar océano del almirante Colón, no nos lo pueden traer (ni haciendo más disparatadas aún las cuentas de algunos acerca del temible derretimiento de los polos), los beneficiarios de esta originalísima y progresista ocurrencia tendrán que conformarse con tener los areneros de Frère Marcel para hacerse a la idea de que esta Semana Santa fueron a la playa, religiosamente, con todo y la abuelita enferma, la cámara de llanta distraída de la vulcanizadora del compadre y que los niños se trajeron – incrustados en los reglamentarios “Rinbros” que sustituyen al traje de baño- miles de granitos de arena, como irrefutable comprobación de que “playa sí la hubo”.
Para hacer más intensa la sensación de “vacaciones playeras” me atrevo a sugerir que algunos policías se trepen en sus “cuatrimotos” y caracoleen entre los bañistas aventando arena a los desprevenidos. También algunas esforzadas mujeres policía – de esas rubias que, por moda supongo, se pintan la raíz del cabello de negro- podrían volverse “guardianes de la bahía” luciendo en apretados trajes de baño sus generosas carnes – “aquí no hay miserias”-, mientras algunos emprendedores comerciantes “todo terreno y toda ocasión” ofrecen collares de conchitas de mar, paletas heladas de chamoy, jícamas y tarjetas prepagadas para el teléfono.
Casi el paraíso, diría un clásico de quinta.

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lunes, 2 de abril de 2007

La “bendición” de la tasa cero

¡Qué bueno que la tasa cero del IVA sea para beneficiar a los pobres! Eso nos permitió, el domingo pasado, comprar un delicioso kilo de carne de res de la mejor calidad – corte churrasco argentino- a sólo $81.50 pesos (en lugar de $93.75 pesos si hubiese tenido tasa IVA de 15 por ciento), sintiendo que los $12.25 pesos que nos ahorramos son parte de una grandiosa conquista social a favor de los pobres.

Dice una encuesta muy publicitada que el 84 por ciento de los mexicanos se opone a que “se cargue el IVA a alimentos y medicinas”. Al menos así lo explicó ayer mi amigo Ciro Gómez Leyva en su columna diaria, aunque habría que advertir que los alimentos y medicinas NO están exentos del pago del IVA en México, sino que la tasa de ese impuesto que paga el consumidor final es de cero, que no es lo mismo.
Muy bien, Ciro calcula que eso significa, políticamente, que el asunto de la tasa cero es intocable y búsquenle por otro lado. Encuesta mata todo, por lo visto.
El resultado de esa encuesta me genera un secreto y cínico placer, que confieso aquí con la esperanza de que pasará inadvertido porque casi nadie lee este blog en estos días: Me encanta disfrutar de la buena vida que se puede dar alguien de ingresos medios o altos en México, sintiendo que esos privilegios me salen más baratos gracias a una política que – es dogma de fe bendecido por las encuestas- “beneficia a los más pobres”. Ya sé lo que sienten algunos políticos de izquierda cuando predican en contra de los ricachones después de comprarse en Rodeo Drive un traje de 20 mil dólares.
El domingo decidimos estar de “flojos” en la casa y A. compró unos cortes argentinos deliciosos, y tan sólo en un kilo de churrasco, por ejemplo, nos ahorramos más de 12 pesos que deberíamos haber pagado de IVA, de no ser porque nuestros políticos están siempre pendientes de los más pobres.
¡Gracias! Y por favor, que nadie me amargue el gusto diciendo que esos 12.25 pesos podrían haberse ido a tal o cual gasto gubernamental en educación, salud o vivienda para los más pobres. No, esas son “falacias neoliberales”: 84 por ciento de los mexicanos apoyan que la tasa cero en el IVA haya abaratado mi gula dominical. ¿Qué más puedo pedir?

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Privilegios fiscales, ¿dónde están?

Por supuesto que es magnífica idea que una futura reforma fiscal sirva para terminar o disminuir privilegios que lesionan la productividad de la economía. El principal de esos privilegios, que beneficia a las familias de ingresos altos, se llama tasa cero del IVA en alimentos y medicinas.

Algunos analistas han saludado con entusiasmo la propuesta de que una futura reforma fiscal contribuya a eliminar privilegios que no sólo disminuyen la capacidad recaudatoria, sino que – mucho más importante- restan productividad a la economía.
El diagnóstico es impecable. Lo comparten todos los partidos políticos no sólo el PRD. Lo que falla miserablemente es cuando el propio PRD y esos analistas tratan de traducir en propuestas específicas su diagnóstico.
Sorprende cómo un buen diagnóstico abstracto – “es bueno terminar con los privilegios”- resulta a la postre tan mal servido con propuestas que no sólo NO incrementarán la recaudación, sino que dejan intocados los verdaderos privilegios. Ni el régimen de consolidación fiscal de las empresas, ni las transacciones de personas físicas en la bolsa de valores son el problema.
Quienes en México estamos en los estratos más altos de ingreso gozamos desde hace años de un privilegio exorbitante que tiene un origen insospechado y paradójico: Somos, por razones obvias, quienes más artículos que están gravados con la tasa cero del IVA consumimos (en números absolutos) y somos, por tanto, receptores de un descuento fiscal, en pesos y centavos, abrumador e injusto. Basta observar el recibo del supermercado de cualquier familia de clase alta o media-alta en México para comprobar que una porción abrumadora de nuestro gasto goza – inmerecidamente- de esa tasa cero y que, sumados esos consumos, el boquete que le hacemos a las finanzas públicas es enorme.
Debe haber una forma menos ruinosa de proteger el consumo de los pobres en alimentos y medicinas. Una forma que NO implique un absurdo regalo anual de miles de millones de pesos para los más adinerados.
Ése privilegio es el que hay que corregir. ¿Cómo hacerlo sin perjudicar, a la vez, a los consumidores de veras pobres? Probablemente mediante un mayor gasto público – producto de lo que se recaudaría de terminar con ese privilegio- dirigido con precisión y eficacia hacia esos consumidores.
Pero por lo visto el mito político de que la tasa 0 del IVA es intocable hace que un buen diagnóstico general termine en propuestas absurdas, inútiles y demagógicas.

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