martes, 31 de julio de 2007

La ruido-difusión y el hartazgo de la política

¿Cuál es el sentido de repetir miles de veces, en decenas de estaciones de radio y en “cápsulas” de 30 segundos, el mismo mensaje durante meses?, ¿los promotores de esos anuncios ya calcularon el efecto de hartazgo y rechazo que provocan? Tal vez no les importa porque no es su dinero el que se desperdicia…

“Hola, les tengo una buena noticia. A partir de ahora…usted dejará de escuchar este anuncio con el cual el Senado de la República le ha atosigado durante las últimas doce semanas a todas horas del día a través de la radio, para decirle que se aprobó el no cobro de comisiones de bancarias para quienes les depositan un sueldo de hasta $8,300 pesos al mes. En el Senado alguien, por fin, cayó en la cuenta de que en lugar de mejorar la deteriorada imagen de los legisladores, la machacona repetición ha logrado hartar a los radioescuchas y reforzar la percepción de que los senadores, como la mayoría de los políticos, desperdician los escasos recursos públicos. Ya era justo”.

No, nunca escucharemos un mensaje semejante por la radio. Tampoco escucharemos algún anuncio de que por fin, tras 70 años de existencia, desaparecerá la “Hora Nacional” porque alguien se dio cuenta no sólo del fuerte tufillo totalitario de esa ocurrencia – un mensaje único producido por el gobierno difundido en todas las estaciones de radio durante una hora- sino también de su absoluta inutilidad, aun en términos de propaganda.

En sus inicios la radio despertó de inmediato el afán controlador de burócratas y políticos tanto en Europa como en Estados Unidos y hubo quien aseguró (sir William Preece en 1899) que “lo peor que le puede ocurrir a este invento es ir a parar a las manos de una compañía (privada). Basta ver qué pasó con el teléfono para convencernos de ello”.

Hubo quien se opuso al afán controlador con un argumento que me parece contundente: “Nos hemos educado en la idea de que el aire es absolutamente libre para todos, ¿por qué habría de dejar de serlo?”, en el Congreso de Estados Unidos, alrededor de 1912.

En buena medida los controladores obsesivos – adoradores del Estado- siguen queriendo restringir el uso del aire y, si los dejásemos, obstaculizarían hasta el libre vuelo de papalotes o cometas. Gracias en buena parte a ellos la radio-difusión parece cada día más ruido-difusión.

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lunes, 30 de julio de 2007

¿Por qué emigran los mejores?

Tal vez porque ellos sí tienen las agallas – que a muchos les faltan- para no aceptar cosas intolerables, por ejemplo que la Compañía de Luz y Fuerza en México no sea capaz de darle el servicio de energía eléctrica a una nueva empresa, porque todos los recursos se van en consentir a un sindicato cuyo mejor argumento es: “Si me tocas con el pétalo de una reformita, te incendio el país”.

Es tautológico decir que un inmigrante mexicano ilegal en Estados Unidos violó la ley de ese país. Lo que se suele pasar por alto es que en la inmensa mayoría de los casos ese mexicano NO tiene ninguna vocación delictiva irrefrenable: Para violar la ley no necesita emigrar, en México tenemos todos los días cientos de oportunidades de violar las leyes y permanecer impunes o hasta recibir aplausos y elogios por hacerlo. No emigró, pues, para violar la ley, sino para ganar con un trabajo productivo lo que no puede ganar en este país…a menos que le entre al juego del abuso tolerado con pretextos políticamente correctos.

Sin rubor todos los días alguien dice que el Seguro Social o que la Compañía de Luz están al borde de la quiebra y que por eso necesitan más recursos públicos. Se ve bien, políticamente, exigir más dinero público para esas entidades gubernamentales. No importa que, como en el caso de la Compañía de Luz, la empresa sea incapaz de satisfacer la demanda de nuevos usuarios en la Ciudad de México, porque los recursos que recibe se van en su mayoría a satisfacer los privilegios de una casta sindical a la que los gobiernos – del signo que sean- le tienen pavor.

No se puede tocar el contrato colectivo de PEMEX, y todos parecen ver como “normal” que haya miles de trabajadores en esa empresa que “no tienen materia de trabajo”; el problema no es de ellos, ni de PEMEX, sino de los demás: Les tenemos que encontrar qué hacer (y para eso hay que darle más dinero a PEMEX), porque ni pensar en que dejan de cobrar. Eso sería provocar el motín auspiciado por una legión de políticos voraces.

Son mejores los que emigran porque, de alguna manera, perciben que no quieren ser parásitos, ni mantener a parásitos “intocables”.

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Los nuevos "criollos" y sus privilegios

Ha sido vergonzosa la actitud de la mayoría de los dirigentes empresariales mexicanos, así como de algunos "magnates" de los medios de comunicación (especialistas en "tirar la piedra y esconder la mano detrás de sus empleados domesticados y disfrazados de comunicadores y analistas"), respecto de la propuesta de Reforma Fiscal.

Por eso, se agradecen artículos como el que publicó hoy Leonardo Curzio en El Universal y que puede leerse aquí.

La conclusión no tiene desperdicio:

"Hemos forjado una sociedad que considera que la jerarquía social se marca, entre otras cosas, por la posibilidad de no contribuir equitativamente con el erario público. En la Colonia se pensaba que para eso estaban los indios, después de todo los criollos y los mestizos se sentían los continuadores de la edificación de esta nación. En los tiempos modernos los indios tributarios parecen ser los asalariados que son los que con entereza pagan y no tienen ni deducciones ni servicios de calidad".

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sábado, 28 de julio de 2007

La otra “consulta verde”

Qué bueno que se haga una “consulta verde” en la ciudad de México.

Once preguntas pertinentes – entre muchas otras- que no aparecerán en los cuestionarios de la oficialista "consulta verde" de mañana domingo:

1. ¿Consideras correcto que para construir los puentes que unen a Tarango con Santa Fe se hayan destruido varias hectáreas de bosque?

2. ¿Fue correcto que el gobierno de la ciudad haya reservado (eufemismo de: “ocultado”) la información sobre las licitaciones, el origen de los recursos, el monto del gasto y las condiciones de esa obra y de otras similares, como los distribuidores viales de San Antonio y de Zaragoza y los llamados “segundos pisos” del Periférico?

3. ¿Esas obras fueron más eficaces para resolver tus problemas de transporte que la construcción de más líneas del Metro?

4. ¿Has usado las “ciclopistas”?, ¿están bien trazadas y construidas?, ¿crees que esas pistas son respetadas por autoridades, patrullas, grúas, automovilistas, camiones, microbuses y vecinos, y se puede circular por ellas en bicicleta con plena seguridad?

5. ¿Te gustaría que el gobierno tapase todas las coladeras y registros abiertos que hay en la ciudad?, ¿te gusta que esos agujeros sean usados como depósitos de basura?

6. ¿Es bueno que el gobierno “ahorre” manteniendo a oscuras la mitad o más de las calles y avenidas?, ¿te gusta que salir de una estación del Metro en la noche sea tan emocionante como entrar a una cueva de lobos?

7. ¿Crees que es bueno que el programa “Hoy no circula” haya provocado que circulen muchos autos viejos y en malas condiciones, que causan accidentes además de contaminar, especialmente los fines de semana?

8. ¿Se te hace buena idea que el encargado de combatir a los taxis piratas sea el hermano de uno de los líderes de los taxistas piratas?

9. ¿Las banquetas por las que caminas están en buenas condiciones y limpias de obstáculos?, ¿te agrada tener que sortear puestos ambulantes para poder caminar por el centro de la ciudad?, ¿no te parece que es como visitar Calcuta?

10. ¿Te ha tocado ver vehículos del gobierno local – patrullas, grúas, camiones de basura, pipas de agua, otros- violar las leyes, contaminar, circular poniendo en riesgo la vida de los demás?

11. ¿Tú crees que las autoridades de la ciudad y del estado de México tendrán las hormonas suficientes para cobrar un impuesto local al consumo de gasolina y destinar los recursos a mejorar el transporte público?

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jueves, 26 de julio de 2007

Sí se regresa en bicicleta, me dicen

Con la novedad de que sí. Lo asegura una lectora que lo vio con sus propios ojos; suyos, de ella.

Ayer recibí en los comentarios del artículo correspondiente (ver 17 de julio) el siguiente mensaje:

“Yo soy miembro fundador y en activo de Bicitekas, A.C. (www.bicitekas.org) y me consta que Marcelo regresa a su casa en bicicleta pues lo hemos acompañado no como lambiscones como usted dice, sino como ciudadanos que llevamos casi diez años trabajando para que la Ciudad de México sea más segura para andar en bicicleta.
”En todos sus traslados nos han acompañado motocicletas del (periódico) Reforma y otros medios pero no publican esa nota, ni comentan el agrado con el que la gente lo reconoce en la calle y lo saluda.
”Creo que un poco de objetividad y menos fobias políticas contra un gobierno de izquierda, serían útiles para hacer críticas constructivas y crear mejoras para la ciudad y sus habitantes, por encima de quienes propongan dichos cambios.”


Todo esto obviamente por aquella pregunta del 17 de julio sobre si MEC, conocido también como “La Ciudad”, se regresa a su casa en bicicleta los mismos días en los que se nos informa profusamente de su recorrido ciclista matinal, hacia su trabajo, pero nunca del recorrido inverso. Así pues, ya hay una testigo de que MEC pedalea también de regreso a casa.

Respondí:

“¡Qué bueno que sí se regrese a su casa en bicicleta!
“A lo mejor los de los medios no nos han avisado de esa hazaña, todavía más meritoria que la de las mañanas de los lunes primeros de cada mes, porque la oscuridad de la ciudad (con minúscula, por favor), les impide obtener buenas fotografías del recorrido.
“Respecto de su párrafo sobre los gobiernos de izquierda y las fobias está buenísimo, pero no entiendo qué tiene que ver con el asunto que comentamos.
“Felicidades por su labor en favor del uso de la bicicleta”
.

Por supuesto, me contestaron de nuevo y yo lo hice también, pero esa historia ya es muy larga y el lector podrá consultarla en los últimos comentarios del envío del 17 de julio: "¿También se regresa en bicicleta?".

Lo que me pregunto ahora es por qué la mayoría de los predicadores – de lo que sea, de la salvación de las ballenas, de los tintes para el pelo o de la corrección política- carecen de sentido del humor.

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miércoles, 25 de julio de 2007

“La Cité c’est moi”: Frère Marcel

El “adefesio bicentenario” será en el futuro – dicen- referencia inevitable de cuando se verificó el milagro de que la ciudad de México se convirtiese en un artilugio llamado “La Ciudad” (mayúscula obligada) al que el señor Marcelo Ebrard hacía hablar y gesticular.

La Ciudad habló y dijo:

“La Ciudad se felicita de este proyecto; va a tener todo el respaldo; sí hay que hacer adecuaciones de uso de suelo, pero el uso de suelo no es una norma inminente” (sic).

A lo mejor quienes escuchaban no le entendieron bien a La Ciudad y tal vez no quiso decir (La Ciudad) ese disparate de la “norma inminente” sino alguna otra cosa con más sentido. El caso es que así apareció consignado, con todo y sus comillas reglamentarias, en la nota del periódico “Reforma” del martes 24 de julio pasado.

Ah, se me olvidaba lo más importante: La Ciudad que se felicita a sí misma es Marcelo Ebrard. Esa es la noticia más importante: La Ciudad – antes conocida sólo como la ciudad de México- se ha transubstanciado en Marcelo Ebrard y ahora es conocida como La Ciudad.

¿Y de qué se felicita La Ciudad? Ah, pues de un proyecto arquitectónico que desafía no sólo a los cielos sino a la estética y a las “no inminentes” normas de uso de suelo.

Hace unos días Marcelo Ebrard (en adelante: “La Ciudad”) ya me había sorprendido porque habló de “los derechos de la ciudad” cuando en realidad, creía yo, debería haberse referido a “los derechos del gobierno de la ciudad de México”. Pero yo no había entendido: La Ciudad no es otro ente que Marcelo Ebrard.

Las mañanas de los lunes primeros de cada mes La Ciudad anda en bicicleta. Quizá mientras lo hace se pregunta para qué se hacen las normas y las leyes, y La Ciudad se responde: “Pues se hacen para adecuarse a los deseos cambiantes de La Ciudad; es decir: a mis deseos”.

¿Por qué La Ciudad se refiere a sí misma en tercera persona? (como solía hacerlo Manuel Camacho Solís en momentos de excitación), pues porque es Grande. Tan Grande que merece un adefesio arquitectónico gigantesco que deje constancia de los tiempos maravillosos que se vivieron cuando Marcelo Ebrard reveló:

“La Cité c’ est moi”

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martes, 24 de julio de 2007

No culpen a la tecnología por los bajos salarios

Muchos avances tecnológicos disminuyen más las necesidades de capital que las necesidades de mano de obra. Un ejemplo claro son los ahorros de capital derivados de las mejores tecnologías de transporte.


En un fascinante artículo el economista anglo-húngaro Anthony de Jasay demuestra que más que culpar al libre comercio y/o a los avances tecnológicos de los bajos salarios de la mano de obra en Europa, habría que volver los ojos hacia las políticas de protección laboral que han encarecido, quitándole flexibilidad, el factor trabajo.

El artículo de Jasay se llama “Low Pay”, Refelections from Europe y puede verse aquí. Me detengo sólo en un ejemplo, que se refiere a la relación entre avances tecnológicos y remuneraciones al trabajo.

Un avance tecnológico consiste en un novedoso acomodo de los factores y/o procesos de producción que incrementa la productividad: hacer lo mismo con menos insumos, hacer más con los mismos insumos o, aún mejor: hacer más con menos insumos.

Algunos avances tecnológicos espectaculares, como la automatización en una línea de ensamble, consisten en mecanizar tareas rutinarias que antes realizaba la mano de obra no calificada, incrementando el volumen producido por unidad de tiempo y disminuyendo los costos unitarios de producción. Es obvio que este tipo de avances desplaza, en un primer momento, mano de obra. De ahí que asociemos popularmente los avances tecnológicos con “ahorros de mano de obra” más que con “ahorros de capital”.

Sin embargo, muchos avances tecnológicos implican mayores ahorros de capital que de mano de obra. Aquí entra el ejemplo que ofrece Jasay: Si gracias a una mejor tecnología de transporte logro reducir el tiempo en tránsito de materias primas o de mercancías terminadas de tres semanas a una, y suponiendo que el costo de capital implícito equivale a 25 por ciento del precio final, esa mejora tecnológica implica una reducción de los costos de capital a sólo 8 por ciento del precio final. Lo que, a su vez, se traduce en una disminución de precios al consumidor, lo que propicia una mayor participación de mercado y, por las economías a escala, una mayor utilidad neta incluso con menores márgenes – utilidad de operación- por unidad producida.

Estas mejoras NO generan un descenso relativo en los salarios, sino – por el contrario- un mayor poder de compra para los consumidores.

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lunes, 23 de julio de 2007

Efectos perniciosos del proteccionismo laboral

Una de las falacias más comunes en las políticas públicas respecto del trabajo es la que supone que las medidas de proteccionismo laboral – que tanto complacen a políticos y sindicatos- contribuyen a incrementar el empleo y los salarios; en realidad, suele suceder lo contrario.

Sin duda muchas de las políticas comunes de protección al empleo y/o a los salarios – que no son necesariamente lo mismo- nacieron en el siglo pasado de un admirable afán por evitar los abusos de un capitalismo descarnado como, por ejemplo, los abusos que describió vìvidamente Charles Dickens en algunas de sus novelas. Pero la nobleza y virtud de las intenciones no se conduelen con los efectos: el trabajador de carne y hueso, en términos tanto de empleo como de salarios, ha sido perjudicado por el proteccionismo.

Ejemplos de estas políticas de protección laboral son: el salario mínimo, la seguridad social obligatoria, la contratación colectiva, el ahorro forzoso para fondos de pensiones y de retiro, la proliferación de prestaciones sociales auspiciada por beneficios fiscales, el ahorro forzoso para vivienda.

El primer efecto pernicioso de este bien intencionado proteccionismo es que el factor trabajo se vuelve más oneroso – en términos relativos- que el factor capital. Las asimetrías entre el trabajo y el capital han crecido en la medida que el primer factor permanece rígido, a causa de las políticas de protección, y el segundo ha experimentado una creciente flexibilización en las últimas décadas.

Esto hace que el empresario puesto a elegir, por ejemplo, entre opciones para expandir su producción ante un incremento de la demanda parta de un escenario que inevitablemente – debido al aparato de protección laboral- tiene un sesgo desfavorable para el trabajo. Dicho en términos muy simples: “En caso de que súbitamente la demanda se desplome, ¿qué opción me ofrece más flexibilidad para adaptarme a una inesperada época de vacas flacas?, ¿comprar una máquina o contratar cinco trabajadores más?”. La respuesta es obvia: la máquina (capital) ofrece mayor adaptabilidad.

Es muy probable que este proteccionismo laboral sea la causa de que, aparentemente, el libre comercio y los avances tecnológicos beneficien más en términos relativos al factor capital que al factor trabajo. La culpa de esta desventaja relativa no hay que achacársela a la globalización, sino al sesgo contrario al trabajo que ha acarreado el proteccionismo laboral a ultranza.

Mañana seguiré con este análisis.

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domingo, 22 de julio de 2007

Reformas y sociedad abierta

La democracia es un sistema en permanente reforma; sólo las tiranías, surgidas de idealismos totalizadores, se resisten a reformarse y sólo los fanáticos, intoxicados igualmente de idealismo totalizador, repudian el reformismo y exigen revoluciones definitivas, que resuelvan todo de la noche a la mañana.

Una de las grandes enseñanzas de Karl Popper, útil tanto para el científico a la búsqueda de la verdad como para el político a la búsqueda de mejores arreglos institucionales para la vida social, fue la prevención contra el idealismo platónico y hegeliano que propone soluciones holísticas o totalizadoras, definitivas.

La tentación revolucionaria surge de la superstición idealista de estirpe platónica: Hay un mundo de ideas y arquetipos perfectos y bastaría con que alguien lo establezca en la vida social para que reinen la paz, la armonía, la justicia perfectas. Un gran mérito filosófico de Popper fue justamente revelar cómo Hegel – abuelo común del marxismo y del neopositivismo- es el eslabón intelectual entre Platón que proclamaba la tiranía de los sabios como el gobierno perfecto y los atroces totalitarismos que el mundo padeció en el siglo pasado.

Dando un salto de la filosofia a la vida pública cotidiana encontramos la expresión de ese idealismo totalizador en la retórica granidlocuente de no pocos políticos del todo o nada. Matizada, esa misma grandilocuencia está en quienes siempre encuentran motivos de rechazo hacia cualquier intento de reforma sea porque les parece lleno de imperfecciones, sea porque se les antoja tímido o parcial, sea porque no se aviene con un mundo abstracto de esencias ideales e inmutables.

A veces, incluso esas pretendidas esencias inmutables – por ejemplo: “soberanía nacional” o “identidad nacional”- se acaban revelando como auténticas patrañas cuando las confrontamos con la realidad.

Al discutir una reforma, como la reforma fiscal, sería muy provechoso que no se olvidasen estos dos sencillos principios: 1. Dada nuestra incapacidad de abarcar de un solo golpe toda la realidad, está en la naturaleza de la democracia reformarse continuamente, como quien procede por aproximaciones o, incluso, por ensayo y error, y 2. Dado que no hay, aquí en la tierra, reformas últimas, definitivas y perfectas la pregunta no debe ser si tal o cual reforma nos lleva directo al paraíso – ninguna lo hace- sino si significa un avance o un retroceso. La grandilocuencia sólo estorba.

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jueves, 19 de julio de 2007

No era un cuento chino, era un pedo de asno

Una vez disipado el estruendo que los dejó entre alelados y expectantes, los sagaces comunicadores se llaman a engaño y se enojan en la misma medida que se exhibieron como propagadores de flatos…

No es muy elegante el símil, pero es elocuente. Dice el filósofo español Fernando Savater que es “mucho más fácil combatir la influencia social perniciosa de un sofisma complejo y sutil que la de un dogma planfetario, simple como el pedo de un asno. El sofisma está construido para engañar a los que tienen el hábito de razonar, los cuales por tanto pueden también ser ‘desengañados’ merced a otros razonamientos que demuestren la falsedad del primero; el dogma tipo ‘pedo de asno’ en cambio engaña a aquellos que no suelen ser persuadidos por los argumentos sino que prefieren cuanto halaga la disposición bovina de buscar pienso o embestir”.

Un porcentaje considerable de los medios de comunicación en México y de colegas periodistas viven pendientes de los pedos de los asnos, cuanto más estruendosos ¡mejor!

El miércoles, por ejemplo, se disipó el más reciente de estos flatos “irrefutables” y al mediodía escuché en la radio del automóvil la irritación de un comunicador – Joaquín López Dóriga- quien se mostraba indignado porque, alegaba, nadie le sabía decir dónde estaban físicamente los dólares que hace meses se decomisaron de la casa de un chino naturalizado mexicano. Ya días antes alguien le había explicado que los billetes de dólar son bienes fungibles, por lo que no sólo es irrelevante sino prácticamente imposible saber dónde están todos y cada uno de esos billetes, una vez que se acreditó su valor y se registró a favor de alguien en una institución financiera; los billetes – meros símbolos del valor de cambio- regresan a la corriente tumultuosa de los mercados. Hubiese bastado que la primera vez que se lo explicaron - ¡aún cuando parece innecesario explicar a un adulto cómo funciona el dinero!- el comunicador acudiese al diccionario y leyese: “Bienes fungibles: aquellos en reemplazo de los cuales se admite legalmente otro tanto de igual calidad”.

Pero no, una vez encantados con los pedos de los asnos, algunos ya no razonan, les basta con embestir o con irse tras la pastura. El famoso comunicador concluyó enojado: “¡Lo que hay que oir!”. Pues sí, Joaquín, lo que hay que oir…

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miércoles, 18 de julio de 2007

Y todo por no viajar…

Dejó dicho algún clásico anónimo que “los viajes ilustran”. Es verdad. Esa es la diferencia entre el actual jefe de gobierno de la ciudad de México y su antecesor; si éste último hubiese viajado un poquito fuera de la aldea, sabría que su sucesor calca la agenda dizque socialista del jefe de gobierno que padecen los españoles.

Dicen que el que no conoce a Dios dondequiera se anda hincando. Pues algo así: Quien no conoce a José Luis Rodriguez Zapatero o le hace carantoñas y homenajes que el sujeto no merece o le hace numeritos de protesta patéticos cuando – vistas las afinidades de confusionismo ideológico entre López y Zapatero- deberían haberle abrazado con efusión y gozo.

Ni modo, algunos políticos son como las tarifas públicas subsidiadas: No dan para más…

Más ilustrado por el turismo – aunque todavía no se entera de que Marco Polo no escribió ningún libro sobre sus viajes- Marcelo Ebrard ha copiado no pocas de las ocurrencias del socialismo confuso de Zapatero: matrimonio de homosexuales – por acá se llamaron sociedades de convivencia y, hay que reconocerlo, quedaron un poquito mejor que el modelo original-, legalización del aborto (que, atención, ya se anuncia en algunos vagones del metro junto con las academias de inglés y computación), muerte asistida (eufemismo de eutanasia) y hasta los dichosos “puntos” del nuevo reglamento de tránsito que habrán de servir – dicen- para sancionar severamente a los mequetrefes motorizados…Sí, ¿cómo no?

Una agenda no estrictamente socialista, sino entre verdecilla y buenas noches, que es lo que ha quedado en Europa a ciertos socialistas a quienes el famoso estado de bienestar les hace agua – fiscalmente hablando- por todos lados.

En contraste, la falta de turismo de López y de sus vasallos más aguerridos – cada día menos porque eso de “estar con Obrador” puede que sea “un honor” pero no deja utilidades- los llevó a comportarse con las visitas hispanas cual comadres agraviadas: “Que ésos ni se aparezcan por aquí porque les digo tres frescas”. Papelón.

¡A viajar ciudadano López, a sacar pasaporte y visa! O, si no se puede, a leer de vez en cuando algo de la sección de internacionales. A usted le falta turismo. Dicho sea con todo respeto; por supuesto.

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martes, 17 de julio de 2007

¿También se regresa en bicicleta?

Una de las tragedias del periodismo es que los seres humanos cuando hacemos cosas excepcionalmente buenas o excepcionalmente malas, las solemos hacer en lo secreto, sea porque somos unos buenazos o, caso contrario, porque somos malvados pero no tontos.

Todas las mañanas de los lunes primeros de mes el jefe de gobierno de la ciudad de México llega a su trabajo montado en una bicicleta. Para que no se nos vaya a olvidar la hazaña los medios de comunicación nos la recuerdan puntualmente. Hasta que se vuelva rutina y deje de ser noticia.

Lo que nunca he leído, ni leeré, es cómo regresa todas las noches de los primeros lunes de cada mes el señor jefe de gobierno a su casa: ¿También lo hace en bicicleta?, si es así, ¿por qué nadie nos deleita con la crónica de esa otra hazaña, aun más meritoria? Sería interesantísimo saber cómo le hace el funcionario para sortear los “encharcamientos” (eufemismo para inundaciones) y si cuenta con algún artilugio que le permita ver y ser visto por automovilistas y camioneros, toda vez que avenidas enteras de la ciudad, no se diga las modestas calles, permanecen en las noches con más de la mitad del alumbrado público apagado.

Todo esto lo digo porque me tocó ver, el lunes 2 de julio, los sufrimientos de un pobre ciclista nocturno en la calzada de Tlalpan, a quien su bonito casco con una lucecita intermitente de nada le servía, para ser visto por autos y camiones, y estuvo a punto de ser arrollado tres veces en menos de un minuto. Pensé que se trataba del señor jefe de gobierno…, pero no. Era un hombre común que tal vez regresaba, él sí, a su hogar en bicicleta. Me hubiese gustado preguntarle si lo hacia para combatir el calentamiento global o sólo por vulgar necesidad, pero no pude hacerlo: el pobre hombre estaba demasiado ocupado esquivando obstáculos y venciendo adversidades.

No hay que pensar mal. Tal vez Marcelo Ebrard sí se regrese a su casa por las noches – los primeros lunes de cada mes- montado en su bicicleta, pero prefiere hacerlo, de puro buenazo que es, en lo secreto y por lo oscurito (cortesía del estratégico sistema de oscurecimiento público de la ciudad) para no hacer alarde de virtud y mantenerse humilde y sencillito, como todos lo conocemos. ¿O no?

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lunes, 16 de julio de 2007

Arquito triunfalista para Zapatero

Festivos y amantes de las fachadas efímeras los habitantes de la Nueva España solían recibir a personajes, ilustres y políticos, con arcos triunfales. Ya no es como antes, pero el domingo un destacado colega ofreció al jefe de gobierno que padecen en España, de visita en México, un texto zalamero, “simulacro político”, resumen de embustes comunes para elogiar al socialismo más ramplón.

El “Neptuno alegórico” fue una de las primeras obras de Sor Juana Inés de la Cruz. Hecha por encargo, para recibir con todo el esplendor barroco, típico de la capital de la Nueva España, al virrey conde de Paredes a fines del siglo XVII. El monumento efímero, el auténtico arco triunfal, que acompañó al texto de Sor Juana, era de 30 varas de alto y 16 varas de ancho (una vara equivale a 0.835905 metros), y el elocuente título de la obra literaria y arquitectónica fue el siguiente:

“Neptuno alegórico, océano de colores, simulacro político que erigió la muy esclarecida, sacra y augusta Iglesia Metropolitana de México, en las lucidas alegóricas ideas de un Arco Triunfal que consagró obsequiosa y dedicó amante a la feliz entrada del Excelentísimo señor don Tomás Antonio Lorenzo Manuel de la Cerda, Manrique de Lara, Enríquez, Afán de Ribera, Portocarrero y Cárdenas, Conde de Paredes, Marqués de la Laguna, de la Orden y Caballería de Alcántara, Comendador de la Moraleja, del Consejo y Cámara de Indias y Junta de Guerra, virrey, gobernador y capitán general de esta Nueva España y presidente de la Real Audiencia que en ella reside, etcétera; que hizo la Madre Juana Inés de la Cruz, religiosa del convento de San Jerónimo de esta ciudad.”

Cada cual su tiempo y su estilo, el director del periódico Excélsior, Pascal Beltrán del Río, inició su obsequioso elogio dominical a Zapatero con este párrafo digno de una antología de los embustes políticamente correctos: “José Luis Rodríguez Zapatero es el único sobreviviente de una camada de líderes socialistas europeos que devolvieron a Europa —y, de paso, a buena parte del mundo— algo de decencia y esperanza después de la larga noche del thatcherismo y corrientes afines.”

¡Hombre, Pascal, si sólo es Bambi, el peor gobernante que ha tenido España desde la muerte de Franco en noviembre de 1975!

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domingo, 15 de julio de 2007

Las atroces metáforas colectivistas

No hay tal cosa como un “cuerpo místico de la ciudad de México” del cual el señor Ebrard pretende ser vocero, representante único, encarnación y dueño.

Hace unos días, con ese tono de agraviado permanente que tanto le gusta, el señor Marcelo Ebrard reclamó que cualquier observación a la inacción, omisiones o yerros del gobierno que encabeza constituye una afrenta a “los derechos de la ciudad”.

Hablar de “los derechos de la ciudad” es una de esas metáforas desafortunadas a las que son tan aficionados los políticos para los cuales las abstracciones colectivistas – el partido, el proletariado, la oligarquia, el país, la humanidad- son las únicas realidades existentes, sobrehumanas, que de vez en cuando se ven incordiadas por la aparición de unas deleznables criaturas de ficción que somos los seres humanos de carne y hueso, con nombre y apellidos. Por fortuna para tales políticos esas pequeñas impertinencias pueden ser ahuyentadas o eliminadas con un manotazo o con un ademán enérgico, como cuando un gigante se espanta un mosquito molesto.

Hablar de “los derechos de la ciudad” es una metáfora tan idiota como hablar de los sufrimientos de la ciudad, la alegría de la ciudad, el rostro de la ciudad. Sufren, gozan, tienen rostro y derechos inalienables las personas específicas, de carne y hueso. Una por una. Atribuir a la abstracción colectiva cualidades humanas es una patraña.

En su magnífica defensa de los derechos humanos específicos e inalienables frente a los ataques del terrorismo colectivista de ETA y de sus promotores explícitos e implícitos, el filósofo español (y vasco) Fernando Savater escribió “que los derechos humanos son siempre individuales…que tales derechos individuales no pueden estar supeditados ni a los más decentes proyectos políticos…que hablar de derechos ‘individuales o colectivos’ no es más que una reverencia a la razón de Estado…la cual sólo reconoce a los primeros mientras no interfieran con los segundos”.

Y más adelante: “El Estado (aquí podríamos poner nosotros ‘la ciudad’) no es un cuerpo místico en el que reina la comunión de los santos (capitalinos o chilangos) sino un tinglado institucional…cuyos administradores son tanto más buenos cuanto menos malos se les deja impunemente ser”.

Eludir como administrador público la responsabilidad personal escudándose en un colectivo ficticio, eso sí que es un agravio para cada ciudadano realmente existente.
¿Derechos de la ciudad? Patrañas, Marcelo, sólo patrañas.

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jueves, 12 de julio de 2007

El humorismo involuntario de políticos e intelectuales

Que el senador Monreal cite a Popper – fuera de contexto, desde luego- es tan risible como disertar en un noticiario radiofónico acerca de porqué Frida Kahlo lloraba cuando sostenía relaciones íntimas con Diego Rivera.

Hace unos días leí disciplinadamente – hay que “estar bien informado”- un farragoso alegato apologético del senador Ricardo Monreal acerca de sus actividades electorales en Zacatecas. Supongo que el senador, o su amanuense, decidió que el artículo de marras (del que, ¡oh Dios!, se promete una segunda parte y tal vez hasta una tercera) debiera ser “de altura”, como les gusta decir a los políticos, y de ahí que el texto estuviese sembrado de referencias y citas más o menos cultas. Entre otras, y esto es el colmo del absurdo, una cita del gran liberal Karl Popper. Algo tan inopinado como si un destacado pornógrafo citase, en defensa de sus actividades, una frase del libro de las fundaciones de Santa Teresa de Jesús.

Tal vez por la afición que los mexicanos tenemos por la solemnidad y los esquematismos – derivada, sospecho, de algún complejo de inferioridad- el país está lleno de humoristas involuntarios, pero es en el terreno de la política y de los asuntos públicos donde rompemos todas las marcas.

Por ejemplo, hace una o dos semanas un fridólogo – es decir, un especialista en Frida Kahlo de los que en estos días brotan debajo de cada piedra, en busca del presupuesto perdido- disertaba en un noticiario de radio acerca de algo que ha mantenido en vilo a los mexicanos durante décadas: ¿Padecía o gozaba Frida durante sus ayuntamientos carnales con Diego Rivera?, ¿el llanto de Frida en tales ocasiones, del cual el sesudo investigador tuvo noticia gracias a fatigosas búsquedas documentales, era señal de gozo o de dolor? Nuestro fridólogo se inclina por la hipótesis del dolor físico causado por algún trastorno orgánico y agravado quizá por la brusquedad del pintor, pero no hay una conclusión definitiva y, ¡ay de nosotros!, la duda seguirá causándonos noches de insomnio. Es una pena que asuntos tan relevantes para México permanezcan ignotos.

Me imagino que la segunda parte de la apología del senador Monreal contendrá alguna cita de Jürgen Habermas o, cuando menos, del siempre citable Cioran. Es lo menos que uno espera de un político tan refinado.

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miércoles, 11 de julio de 2007

El terrorismo y sus precursores

Hace diez años el brutal asesinato de Miguel Ángel Blanco Garrido perpetrado por la banda criminal ETA despertó un espíritu cívico de firmeza contra el terrorismo y sus precursores que, a la postre, puso a los etarras al borde la extinción. Después llegó el contemporizador Zapatero con su vacua política de diálogo y los terroristas se fortalecieron.

Ninguna sociedad democrática puede darse el lujo de contemporizar con los terroristas. Por eso, ninguna sociedad democrática debería darse el lujo de ser complaciente con los precursores del terrorismo.

Son precursores del terrorismo, como lo ha demostrado claramente la historia de los últimos diez años en España, todos aquellos que aprovechando las libertades de la democracia se dedican sistemáticamente a minar el estado de derecho que hace posible la misma democracia, sea que lo hagan en la actividad política, sea que lo hagan en los medios de comunicación.

Son precursores de la violencia y de la destrucción terrorista todos aquellos que gozan poniendo en entredicho la institucionalidad de la democracia, sea vituperando a las autoridades legítimas, sea exaltando la violencia, sea justificando conductas delictivas escudados en inflamada retórica ideológica. Son precursores del terrorismo aquellos que, perturbados por la ambición de poder, mandan al diablo a las leyes y a las instituciones que garantizan la convivencia civilizada y las libertades de todos.

Son precursores del terrorismo y de la extinción de la sociedad abierta todos aquellos que propagan deliberadamente falsedades escudados en la libertad de expresión. Son precursores de la violencia y del fin de la democracia quienes desde los medios de comunicación sacrifican las exigencias de veracidad y precisión a cambio de protagonismo y notoriedad.

El brutal asesinato de Blanco, en julio de 1997, en Ermua, comunidad del país vasco en la que ese joven de 29 años era concejal por el Partido Popular, despertó en España un espíritu cívico y de defensa firme e intransigente contra los enemigos de las libertades y de la democracia. Se le conoce como el espíritu de Ermua y fue el origen de un eficaz pacto antiterrorista que logró poner en jaque a ETA…hasta que llegó Zapatero, el bobalicón contemporizador, y ETA volvió por sus fueros.

Lo dijo bien Karl Popper: "Debemos reclamar, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes".

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martes, 10 de julio de 2007

Reforma migratoria y política fiscal

Una inteligente reforma migratoria podría darle salida al grave problema fiscal de Estados Unidos, pero la miopía de políticos y comentaristas – que no ven más allá de su racismo- ha impedido que los inmigrantes calificados sean la respuesta al envejecimiento de los otrora bebés de la posguerra.

El envejecimiento de la generación nacida en los años inmediatos posteriores a la Segunda Guerra Mundial no sólo tiene en jaque el futuro de la productividad de la economía estadounidense, sino también a sus precarias finanzas públicas.

El año 2000, Kjetil Storesletten de la Universidad de Estocolmo y del Centro de Investigación de Políticas Económicas, publicó un trabajo de investigación: “Sustaining Fiscal Policy through Immigration” – “Sosteniendo la política fiscal a través de la inmigración”- difundido por la Universidad de Chicago, que demuestra sólidamente que una reforma migratoria que permitiese a Estados Unidos aceptar cada año 1.6 millones de inmigrantes jefes de familia entre 40 y 44 años con calificación laboral media y alta, bastaría para resolver los graves problemas fiscales que enfrenta ese país por el envejecimiento de los bebés de la posguerra.

El trabajo muestra que: 1. Una apertura migratoria generaría muchos mayores ganancias que pérdidas a las finanzas públicas de Estados Unidos, 2. Que la reforma migratoria debería crear un sistema semejante al canadiense, de selección por puntos, en los que la calificaciones laborales de los inmigrantes junto con su edad productiva fuesen criterios determinantes, 3. Que Estados Unidos ganaría mucho si automáticamente otorgase la residencia permanente a los extranjeros doctorados en sus universidades.

La alternativa fiscal a NO hacer una reforma migratoria es elevar considerablemente los impuestos y las cuotas de seguridad social y/o que se reduzcan sustancialmente los beneficios a retirados y a los trabajadores inscritos en programas de bienestar.

Además: 1. Los inmigrantes aportan una ganancia neta al sistema fiscal y de seguridad social, porque retiran de él menos de lo que aportan y 2. Hay un porcentaje superior al 20 por ciento de trabajadores inmigrantes que retornan a su país de origen tras haber aportado al menos una década de trabajo, impuestos y cuotas de seguridad social que quedan como beneficio fiscal neto para Estados Unidos.

Sólo la estupidez de políticos y comentaristas, que no ven más allá de sus prejuicios raciales, explica por qué Estados Unidos conspira contra su bienestar.

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Luces direccionales y teoría de juegos

Algún estudioso de la ciencia política, de la economía o de las matemáticas debería diagramar, conforme a la teoría de juegos, el síndrome automovolísitico, típico de la ciudad de México, que consiste en evitar a toda costa que el conductor que indica su deseo de cambiar de carril – mediante las luces direccionales de su auto- pueda lograrlo.

Miles de conductores de vehículos en la ciudad de México parecen adiestrados con disciplina castrense en el arte de oponer férrea resistencia a los deseos previa y civilizadamente anunciados por otros conductores. Basta con que “A” manifieste, mediante las luces direccionales, su pretensión de cambiar de carril para que el conductor de junto, “B”, – advertido de la intención de “A”- se lo impida acelerando o frenando.

Esta conducta revela que para el conductor medio en la ciudad de México estar al mando de un automóvil es lo contrario de un juego cooperativo “ganar-ganar” y es lo más parecido a una guerra sin cuartel que suele terminar en “todos pierden”.

Tal parece que el conductor “B” abriga un profundo desprecio por alguien que como “A” avisa con anticipación sus intenciones. En su deteriorado cerebro “B” cavila: “Sólo un pelmazo revela en la jungla de asfalto sus intenciones a sus adversarios; este pelmazo – es decir “A”- merece ser castigado por despreciar la primer regla de esta guerra de guerrillas: sorprender y abusar”. Salvo casos excepcionales y patológicos, los conductores que como “A” reciben esa primera lección de cómo funcionan las cosas en la lucha diaria por los centímetros de asfalto, la asimilan, la aprenden y actúan en consecuencia: 1. Omitirán en el futuro el uso de las luces direccionales y 2. Impedirán a toda costa el paso a eventuales pelmazos que manifiesten su deseo de cambiar de carril: “¡Si lo quieres arrebátalo, jamás lo pidas!”.

Lo bonito de esta conducta típica es que reproduce fielmente la estrategia de algunos políticos para quienes toda cooperación es sinónimo de cobardía, afeminamiento y claudicación. Y ahí los tiene usted sentando cátedra, con el ejemplo, para beneficio de todos los guerrilleros motorizados: Marcelo advierte con vehemencia: “Aunque me inviten, jamás iré”. Andrés, el sumo pontífice, amenaza con el dedo flamígero: “Al infierno de los tibios deberán ir aquellos que negocien una reforma fiscal; estoy a punto de vomitarlos de mi boca”.

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lunes, 9 de julio de 2007

Verde, que te quiero verde

Una desgracia ecológica es que son más ruidosos los ecologistas de pacotilla, que los ecologistas serios. Que taxis y microbuses estén pìntados de verde en la ciudad de México, ¿disminuye el daño que hacen?

Al Gore fue a España y les reveló a los españoles la causa última de la migración de cientos de miles de africanos a Europa: El calentamiento global. Ahora resulta que los africanos que arriesgan la vida atravesando el mar en precarias embarcaciones para llegar a las Canarias y de ahí al continente europeo, no lo hacen en busca de oportunidades de trabajo o de libertad, sino huyendo del calentamiento global.

¡Haberlo dicho antes! La miseria, la opresión social y política, la falta de oportunidades de desarrollo, el fanatismo pseudoreligioso, la corrupción de los gobiernos…Todo borrado de un plumazo gracias al espectáculo del cambio climático.

Predicado su evangelio, Gore tomó su avión – previo pago de indulgencias verdes, bonos de carbono, a una organización idónea de la que el propio Gore, causalmente, es miembro fundador- y siguió su apostolado.

Una de las peores pesadillas de la ciudad de México es de color verde: es el ejército de destartalados microbuses, diseñados por alguien que cree que los mexicanos no miden más de 1.30 metros o no tienen piernas y que está convencido de que los pasajeros disfrutan lo indecible con los erráticos y sorpesivos bamboleos – acelerar, frenar, virar a la izquierda, ahora a la derecha-, y gozan con la refinada experiencia de ser compactados como ganado rumbo al matadero. Esa pesadilla se complementa con otra plaga verde: cientos de vehículos compactos descontinuados, que han sido perfeccionados por los conductores con variados artilugios que mantienen en exhibición, para disfrute de todos, los motores jadeantes. Se llamaron en su origen, ¿alguien se acuerda?, taxis ecológicos. Humor negro que se pinta de verde.

La plaga verde se ha extendido por la ciudad gracias a que el gobierno local consideró por años que era innecesario ampliar el Metro.

El gobierno de la ciudad recibirá sin duda nuevos recursos de almas ecológicas y pías – bonos de carbono- por el Metrobus. No importa que para establecerlo, y ahora para ampliarlo, se derriben decenas de árboles y se eliminen prados y arbustos.

“¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde…? Ella sigue en su baranda, verde carne, pelo verde, soñando en la mar amarga”.

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jueves, 5 de julio de 2007

¿Conviene estar en la cima de la montaña?

Hablando de metáforas que se refieren a planicies, terrenos nivelados y montañas, se comenta una ingeniosa analogía de Edward E. Leamer acerca de ganadores y perdedores en los intercambios comerciales.

Profesor de economía internacional en UCLA, Edward E. Leamer suele usar una interesante metáfora para hacer entender a sus alumnos algunas aparentes paradojas del comercio internacional.

Imaginen que hay dos países que intercambian productos, uno se llama Estados Unidos y está en un valle al pie de una montaña; otro se llama Japón y está en la cima de la montaña. Los japoneses sólo tienen que empujar sus productos cuesta abajo y, gracias a la ley de gravedad, éstos llegan a sus clientes en Estados Unidos. Por el contrario, los productos de Estados Unidos tienen que emprender un arduo ascenso por la montaña – que cuesta tiempo, dinero y trabajo- para llegar a los japoneses. Encantados por la aparente “superioridad” que les da el hecho de estar en la cima de la montaña (“top of the world”, como decía una vieja canción), los japoneses creen que es buena idea incrementar su “ventaja” y ponen obstáculos adicionales en el camino de ascenso, para dificultar aún más la llegada de los productos extranjeros. Los políticos, orondos, anuncian al pueblo japonés que están trabajando para proteger los “intereses nacionales” y para impedir que el país se vea “invadido” por bienes extranjeros. El pueblo japonés aplaude.

Pero quienes aplauden y se sienten muy orondos por estar en la cima de la montaña – es la moraleja de esta metáfora- son en realidad los perdedores en la historia. Son ellos, gracias a su posición falsamente ventajosa, quienes pagan todos y cada uno de los obstáculos puestos a la importación de bienes, sea con precios mucho más altos, sea con carencia de productos que los otros sí tienen, sea con una combinación de ambas. Además, sus productores “protegidos” – por ejemplo, los productores de leche en Japón- tienen todos los incentivos para permanecer atrasados, anclados en la improductividad por decreto.

Los prejuicios contra el libre comercio – o los mitos proteccionistas, por decirlo de otro modo- se alimentan de decenas de metáforas y analogías erróneas. Por ejemplo, imaginar que el comercio exterior es semejante a una guerra decimonónica en la que tomar “posiciones de altura” ofrece alguna ventaja o asociar la frase “superávit comercial” con un sentimiento fatuo de “superioridad”.

A veces, en “la cima del mundo” están los perdedores.

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miércoles, 4 de julio de 2007

¿Atrapados en las metáforas?

Después de todo, el mundo NO es tan plano…

Una buena parte de la ciencia se vale de las metáforas para aprehender parcelas de la realidad. De hecho, lo hacemos todos y en todos los ámbitos. El problema es cuando una de esas metáforas nos subyuga tanto que acabamos creyendo que está dotada de omnipotencia explicativa.

A Thomas L. Friedman lo subyugó la metáfora de que el mundo es ahora “plano” – flat- debido a fenómenos fascinantes de la economía internacional como la movilidad de ciertas actividades de producción, por ejemplo el florecimiento del “outsourcing” de empresas multinacionales en la India. A partir de ahí escribió un libro exitoso proclamando su hallazgo. En abril del año pasado, un profesor de economía en UCLA, Edward E. Leamer, vapuleó – otra metáfora, ni modo- a Friedman y a su exitoso libro en un artículo titulado: “A Flat World, A Level Playing Field, a Small World After All, or None of the Above?”, en el Journal of Economic Literature, reprochándole, de entrada, haber recurrido a una metáfora inadecuada y de pobre poder explicativo.

El momento de inspiración en el que Friedman “descubrió” que el mundo es plano lo narra en la página 7 de su libro y revela, inadvertidamente, que Friedman entendió mal otra metáfora que usó uno de sus interlocutores, el presidente ejecutivo de una empresa de tecnología (Nandan Nilekani), quien le dijo: “Tom, ahora el campo de juego está nivelado”. Con candor Friedman hace transparente el mal entendido: “Lo que Nandan está diciendo, yo pienso, es que el campo de juego está siendo aplanado…¿aplanado? ¿Aplanado? ¡Dios mío, él está diciéndome que el mundo es plano!”.

No, no exactamente: Nandan Nilekani le estaba hablando a Friedman de reglas del juego iguales que nivelan el terreno para los participantes. No le estaba diciendo que la globalización abolió la geografía. Friedman descifró una metáfora ajena erróneamente al estar subyugado por su propia metáfora.

Más adelante, Leamer ofrece su propia metáfora que a mí me parece con mayor poder explicativo que la metáfora acerca del presunto aplanamiento del planeta con la que Friedman tejió su libro.

Este símil, el de Leamer, lo podríamos bautizar como “por qué la cima del mundo podría ser el lugar de los perdedores”. Mañana trataré de explicarlo.

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lunes, 2 de julio de 2007

La evolución de las especies…empresariales

Los más aptos en un entorno cambiante son los más adaptables, no necesariamente los más grandes, ni los más estruendosos.

Los paradigmas de la actividad empresarial empiezan a cambiar en México. De una forma burda podría decirse que estamos transitando de un mercantilismo atenuado por la amenaza del motín a un auténtico entorno de libre competencia. No se trata de un ciclo corto de la historia, sino de un cambio de largo aliento – no exento de titubeos y contramarchas- que la cercanía, en el tiempo y en el espacio, nos dificulta percibir como tal.

Pongo un ejemplo reciente: La reforma fiscal propuesta por el Presidente Calderón al Congreso encierra algunos cambios de paradigmas tanto para el comportamiento fiscal de los gobiernos en sus diversas instancias – federal y locales- en materia de gastos y presupuestos, como para el resto de los agentes económicos en materia tributaria.

Sin embargo, la primera recepción local a esta propuesta ha tendido a minimizar la magnitud y el mérito de dichos cambios, confundiéndolos – tal vez por hábito- con un ajuste más o menos cosmético. Percepción errónea que, por cierto, podría hasta ser benéfica para que los mismos cambios se lleguen a concretar. Más vale no asustar a los férreos defensores del inmovilismo.

Esto contrasta con la percepción que algunos observadores externos han tenido respecto de la misma propuesta de reforma fiscal. Nada menos que en Le Monde del 22 de junio pasado, Jöelle Stolz escribió: “La clave…se encuentra en la reforma fiscal que quiere adoptar este verano el presidente Felipe Calderón. Se trata de poner fin a un régimen generalizado de exenciones…Más que reforma, una revolución”. (Ver “Ecofrictions. Inégalités mexicaines”).

Así, de ese tamaño, una revolución; ¿no que eran ajustes misceláneos?

El cambio de paradigma tributario se encuentra en la ya famosa Contribución Empresarial a Tasa Única (CETU) que modifica sustancialmente los incentivos implícitos en el sistema fiscal. Y alinea los incentivos correctamente, a mi juicio: hacia la inversión, hacia la capitalización productiva de las empresas, hacia la productividad y hacia la competencia en un terreno de juego más parejo.

¿Quiénes, en caso de aprobarse los cambios, prosperarán? Seguramente los más adaptables, que son la mayoría de los empresarios mexicanos; también varios de los grandotes. A estos últimos si pudieron adaptarse tan bien al mercantilismo, no debería costarles mucho aprender a jugar en un entorno de competencia y sin privilegios.

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domingo, 1 de julio de 2007

Reforma fiscal: izquierda extraviada

Es cierto: De la ignorancia económica nacen todas las demagogias. Las de la derecha y las de la izquierda…Por lo pronto, la propuesta de reforma fiscal tiene a los dirigentes de la primitiva izquierda mexicana confundidos, atrapados en la incompetencia para el análisis.




No la vieron venir. Se esperaban una reedición de la propuesta de reforma del sexenio pasado, centrada en la tasa única en el Impuesto al Valor Agregado, y estaban preparados para una una nueva edición de la epopeya de pacotilla entre los buenazos de la izquierda defendiendo a los “pobres” (el axioma fanático es: “tasa cero en alimentos es igual a justicia social”) y los malvados de la derecha en el gobierno tratando de fastidiar a los “pobres”.

No fue así. El gobierno no jugó de acuerdo con las previsiones esquemáticas y envió una propuesta novedosa, que no se encuadra en el mecanicismo burdo de “izquierdas-derechas”; propuesta que ataca frontalmente las prácticas de elusión fiscal (el eufemismo es: “planeación fiscal agresiva”) que realizan algunas grandes corporaciones en México y hoy tenemos una imagen surrealista: Las firmas de asesoría fiscal hablan como voceros de Andrés López Obrador o viceversa, para oponerse – con adjetivos, sin análisis- a una reforma que los primeros – los expertos en planeación fiscal para pagar menos o no pagar impuestos- entienden muy bien, y por eso les molesta, y que los segundos – López y su reducto de incompetentes- no entienden…y por eso les molesta.

Me refiero hoy a la incomódisima posición de la izquierda mexicana ante esta propuesta de reforma fiscal: 1. Tienen que, porque el fanatismo manda sobre el entendimiento, oponerse a una propuesta surgida de sus adversarios, pero no saben cómo, ni por qué, 2. Tienen que oponerse, pese a que es una propuesta que teóricamente busca lo que la propia izquierda propone en sus discursos: equidad y combate a los privilegios, pero lo hace con un diseño inteligente que, ni en sueños, habría podido ocurrírseles a los incompetentes que se han refugiado en el PRD y en otros movimientos que sustituyen la inteligencia con estruendos y frases hechas.

Salir de ese callejón – que los ha convertido en voceros involuntarios, pero fervorosos, de algunas grandes empresas privilegiadas- parece imposible. La realidad es implacablemente lógica y la lógica le cobra sin piedad sus facturas a los embusteros.

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