domingo, 30 de septiembre de 2007

Comer gasolina

En Kansas los agricultores están felices ante la perspectiva de que las alzas en los precios de los granos continuarán; se ha iniciado la batalla por los acres de tierra y el problema es decidir entre trigo, maíz, sorgo o soya. En México los agricultores se siguen quejando, ¿por qué?

Es bastante ilógico que a los políticos mundiales pintados de verde (ecologistas) les entusiasme tanto el etanol como combustible alternativo, cuando es un energético mucho más ineficiente que el petróleo y cuando la ocurrencia de estimular su producción mediante subsidios ha trastornado el mercado mundial de los alimentos.

Si eso ya es bastante absurdo, lo que rebasa toda noción lógica es que ante un alza mundial en los precios de los alimentos, haya quien proponga – y lo haga- abaratar la gasolina en términos relativos. A menos que se trate de que empecemos a comer gasolina y gas licuado…

En cambio suena perfectamente lógico que ayer el diario The Wichita Eagle, de Wichita Kansas, anunciase: “2008, un buen año para ser cultivador de granos”. Lógico porque se trata de Kansas, que es un granero. Pero aún más lógico porque así funcionan los mercados libres: Si los precios del trigo van al alza, se siembra más trigo; si los precios de la soya también, se hacen cálculos para ver si conviene más sembrar soya que trigo, igual con el maíz y el sorgo. Los datos detrás de está lógica son sencillos: son los datos de la demanda y de la oferta (precios a futuro y reservas de granos), no las declaraciones alarmistas de los políticos. Conclusión: Tendremos precios caros de los alimentos para un buen rato.

Mientras esto sucede en Kansas, en México nuestros cultivadores de granos – al menos los que vociferan en los medios de comunicación- se quejan y piden más recursos gubernamentales: “¡El campo no aguanta más!”. ¿Por qué? Porque aquí no funcionan los mercados libres – nos enseñan a detestarlos desde la más tierna infancia- sino otra lógica, la de que obtiene más aceite (recursos públicos) la rueda que más chille. Conclusión: ¡A chillar que el presupuesto se va a repartir!

Porque nos encanta la patafísica – que es la generación de soluciones inviables para problemas inexistentes- debemos de ver como perfectamente lógico que si sube el trigo congelemos el precio de la gasolina. Más claro, ni el agua del drenaje profundo.

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jueves, 27 de septiembre de 2007

Noticias de Utopía

Tengo un amigo misterioso que vive en Utopía. El asunto es más que enigmático, patafísico. De vez en cuando me escribe y ayer he recibido una más de sus cartas desconcertantes. Me dice lo que sigue:

Ricardo: Quienes hemos tenido el privilegio de haber nacido en Utopía siempre hemos visto con recelo el supuesto realismo que predican, con insolente persistencia, ustedes los extranjeros. Por eso me adelanto a tus previsibles objeciones y te recuerdo: "Utopía es diferente".

Te pongo el caso de esos artilugios a los que ustedes les dan tanto valor, como los termómetros, las cámaras fotográficas, los vaumanómetros, las básculas y demás aparatos a los que ustedes recurren dizque para conocer la realidad. Son basura. Peligrosos artificios diabólicos que causan pena y dolor. No en vano hace años el gran chamán de la guayabera ordenó la destrucción de tales heraldos de la desgracia. Desde entonces, hemos vivido felices. ¿Cómo no han visto ustedes lo sencillo y eficaz que es, ante una fiebre insidiosa que no cede a la medicina, romper el termómetro?

Tal vez más peligroso que esos aparatos demoníacos, realistas y neoliberales, que ustedes han creado para vivir eternamente preocupados, es ese invento sutil y perverso que llaman método científico. Patrañas. Eso son. Y los supuestos principios con los que pretenden destruir las ilusiones. No hay nada más arrogante que decir: "Lo que es, es; lo que no es, no es". Aburrido y presuntuoso. Nuestro mundo, en Utopía, no se constriñe a esas reglitas: Aquí lo que es quién sabe si sea, todo depende de lo que querramos, todo depende de lo que en su infinita sabiduría decreten los chamanes. Aquí, fieles a lo que decretaba aquél filósofo, sabemos que es absurdo querer conocer el mundo, hay que dibujarlo a la medida de nuestros deseos.

¿Y qué me dices de esas consejas absurdas sobre precios, oferta, demanda y mercado?, ¿no te das cuenta de que ustedes mismos se han fabricado férreas prisiones que les impiden soñar y soñar que la vida sólo es sueño? Ustedes dicen usar la cabeza, nosotros sólo recurrimos al corazón. Ustedes se llaman realistas, nosotros nos proclamamos orgullosamente idealistas, románticos, quijotes. Nosotros hemos descubierto que basta para que nadie se sienta improductivo, con que todos seamos improductivos. Solidaridad. ¿Algún día podrás entenderlo?

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A Ebrard le pesan mucho el Metro y el agua

Uno de los riesgos de abusar de la pose de víctima es que te tomen la palabra y te aligeren la "carga" que, dices, tanto te agobia.


El martes en una entrevista radiofónica el jefe de gobierno de la ciudad de México, Marcelo Ebrard, lamentó la carga fiscal que debe afrontar su gobierno y pidió que el gobierno federal asuma toda o parte de esa carga, como sucede en París aventuró, confiando tal vez que nadie verificaría ese probable embuste. Específicamente ejemplificó con el Metro y el agua.

Ebrard debería – para variar- pensar dos veces antes de hablar. En una de esas le toman la palabra… y no le va a gustar.

Por ejemplo, tal vez no sería mala idea que el gobierno federal asumiera el manejo total del Metro capitalino (incluida su deuda) y afrontara el costo político – que obviamente el licenciado Ebrard no quiere afrontar- de cobrar un precio más cercano a la realidad por el boleto (digamos cinco pesos, para que la operación diaria no requiera de subsidios) y aprovechara todo el potencial de negocios que representa el flujo de más de 1,200 millones de pasajeros al año para obtener muchos más ingresos de los que hoy consigue el gobierno capitalino, por publicidad concesionada, tiendas, sitios para comer y otros comercios en las extensas instalaciones del Metro.

Considérese, por ejemplo, que pocos programas de televisión de las cadenas nacionales concitan auditorios anuales de esa magnitud: 1,200 millones de visitas.

En una de esas, también, alguien le toma la palabra a Ebrard y promueve que sean las autoridades federales – digamos, el SAT- las que cobren el agua (con un precio realista, no mentiroso que sólo incita al desperdicio) y hasta el impuesto predial. ¿Alguien duda que las autoridades federales sean más eficaces para cobrar que los señores de la tesorería capitalina?

Ya sé que la respuesta a bote pronto de Ebrard – casi todas sus respuestas son impensadas- será que, al contrario, él desea plena autonomía para la ciudad. ¡Cuidado!, ¿de veras cree Ebrard que sin el aval absoluto del gobierno federal – que no tienen las otras entidades- le cobrarían por la deuda del GDF los mismos bajos intereses que ahora y le ofrecerían los mismos plazos ventajosos? Sí, cómo no.

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martes, 25 de septiembre de 2007

"¡Queremos más precios mentirosos!"

¿Qué porcentaje de los recursos públicos queremos que se destine a obras de infraestructura y qué porcentaje queremos que se gaste en afeites, maquillaje, disfraces y cremas "anti-edad"?

La buena economía siempre lleva malas noticias a los románticos que se dicen de izquierda. La buena economía parte de un hecho brutal y poco comedido con nuestros deseos, pero no por ello menos real: la escasez. Si algunos políticos "progre" llenecitos de buenas y verdes intenciones decidieron en Estados Unidos subsidiar la producción de etanol a partir del maíz, más temprano que tarde ello repercute en precios más altos para el propio maíz, las tortillas, y, en cadena, para el trigo – bien sustituto – y el pan, para el sorgo, para el huevo, para la carne (gallinas, vacas y cerdos también comen)…Se llama "pendiente negativa de la curva de la demanda" (Gary Becker) y es una ley tan férrea como la ley de la gravedad.

Pero a los "progres" les encanta el arte teatral – de ahí viene, de los teatros franceses en el siglo XVIII, la palabra maquillaje- y consideran que la tarea de los gobiernos no es reconocer la realidad, sino eludirla con el maquillaje.

En estos días nuestros próceres locales del pensamiento "progre" han mostrado su frívola afición no sólo por las revistillas de la ilusión envidiosa – que por lo visto son su mejor fuente de información-, sino por los afeites y el maquillaje. No les parece mal que el precio de la gasolina sea mentiroso en México, sino que deje de serlo; lo mismo el precio del agua, el de los boletos del Metro, el de la energía eléctrica, el del maíz o el del trigo. Los negociantes piden precios mentirosos para el gas natural; los charlatanes ofrecen mentirosos "seguros" para desempleados; los de la televisión lamentan que se les acaben las facturas por propaganda electoral (la venta de los otros productos "milagro" de maquillaje y ornato a cargo de partidos y candidatos), mientras que los legisladores saborean los millones que, en un juego de manos que llaman reforma electoral (un poco de colorete para disimular las verrugas), les quitaron a los de la tele.

Vivan los precios mentirosos. ¿Querían un mundo de ensueño? No hay problema, se los dibujo. Eso es la política progresista: Arte de modistillas y de peinadoras de salón.

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El Metro y la parábola de la incuria

El Metro de la ciudad de México ejemplifica cómo la incuria puede fastidiar una magnífica inversión en infraestructura. Tan sólo su deuda equivale a 3.6 años de la totalidad de sus ingresos propios.

Una de las ventajas de viajar en el Metro de la ciudad de México es que la probabilidad de toparse con el jefe de gobierno en uno de los atestados vagones es prácticamente igual a cero. Salvo que se trate de una esporádica excursión, calculada para salir fotografiado en los periódicos del día siguiente, Marcelo Ebrard no se aventura por tales sitios.

Esa es una ventaja emocional que no arroja muchas enseñanzas. Otra de la ventajas de viajar en el Metro, que sí es didáctica, es comprobar en carne propia el deterioro de una magnífica obra de infraestructura debido a la incuria de los gobiernos que la han tenido bajo su responsabilidad. Saltan a la vista el descuido en que se mantienen las instalaciones, así como la precaria situación financiera que padece. En justicia debería compartir con el cuerpo de bomberos el adejtivo de "heroico", dado que su funcionamiento "normal" se antoja una hazaña sobrehumana.

Cuando se inauguraron las dos primeras líneas del Metro – en los años 1969 y 1970- simbolizaban la modernidad de un país en desarrollo, que aún gozaba de los frutos del llamado "milagro económico". Más que suficiente para las necesidades de la capital, el Metro era un medio de transporte seguro, limpio, eficaz y sostenible financieramente. Pero llegó la docena trágica de LEA y JLP (1970-1982) y empezó el desastre…

Algunas cifras para estremecerse: En el primer semestre de este año el Metro transportó más de 604 millones de pasajeros y tuvo ingresos propios por transporte (no incluye otros ingresos diversos) de $1,348.4 millones de pesos (promedio de ingresos por usuario de $2.23 pesos), pero sus egresos para operar fueron de $3, 003.4 millones de pesos; para que el precio del boleto cubriese sólo el gasto de operación cada viaje tendría que costarle al usuario $4.96 pesos.

A esto hay que sumar los costos financieros de una deuda de $9,834 millones de pesos, cuyo servicio cuesta como $928 millones de pesos cada año (34% de los ingresos propios), y la cifra no es mayor gracias a que la "nefasta" política económica del gobierno federal logró abatir las tasas de interés de 1996 a la fecha.

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domingo, 23 de septiembre de 2007

Las tres restricciones para crecer

Considerando las tres grandes restricciones que padecemos para crecer, lo sorprendente no es que la economía mexicana no haya crecido a tasas sostenidas de más de 5 por ciento anual, sino que hayamos podido más o menos crecer, sin el sobresalto de nuevas crisis, los últimos doce años.


Los fundamentos de la economía mexicana – básicamente, finanzas públicas sanas y estabilidad monetaria- han sido sólidos desde 1996 y desde entonces han mejorado consistentemente. A la vista de esa realidad uno se pregunta por qué, entonces, México no crece a tasas anuales sostenidas de 5% real o mayores.

Nuestra primera gran restricción para crecer radica en la precariedad de nuestro estado de derecho. La vigencia del estado de derecho es mucho más que el cumplimiento más o menos constante de la ley. El estado de derecho consiste en contar con un diseño constitucional orientado radicalmente a garantizar los derechos y las libertades individuales, mediante una división de poderes eficaz. Consiste también en que cada ciudadano cuente con la plena certeza de que sus derechos de propiedad serán invariablemente respetados y de que el Estado garatizará siempre el cumplimiento cabal de los contratos.

La segunda gran restricción que padecemos para crecer es la ausencia de libre competencia en mercados estratégicos para el desarrollo.

Y la tercera gran restricción radica en que estuvimos demasiado ocupados arreglando el desastre fiscal que nos heredaron los gobiernos de LEA y JLP en el siglo pasado, lo que nos impidió tener recursos y tiempo para invertir en lo importante: Infraestructura para el desarrollo. En dos vertientes: Infraestructura básica para superar las condiciones de pobreza e infraestructura de calidad para competir en los mercados globales. Este terrible rezago en la inversión en infraestructura es una tarea que los gobiernos – en sus tres órdenes – nos han quedado a deber. Para colmo, nuestra presunta “riqueza petrolera” ha servido de paliativo para eludir las reformas indispensables para contar con una fuente sana, estable y sostenible de recursos fiscales para invertir en infraestructura.

Bien que mal, la reciente reforma fiscal – que es el primer paso de un ciclo de reformas fiscales que México necesita- apunta a generar recursos para destrabar esta tercera restricción. La única justificación para pedir más recursos a la sociedad es para que los gobiernos los inviertan en infraestructura, con estrictos criterios de productividad y no de lucimiento efímero de politiquillos.

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jueves, 20 de septiembre de 2007

Propuestas social-burócratas y ocurrencias idiotas

Incluso para los deficientes estándares de las propuestas social-burócratas la más reciente de las ocurrencias de Marcelo Ebrard no deja de ser una idiotez.

Al parecer para medir la eficiencia en la recaudación del impuesto local sobre nóminas, los técnicos de la Secretaría de Finanzas capitalina se dieron a la tarea de cuantificar el número de personas que desempeñan un trabajo remunerado por empresas formalmente establecidas. Por lo que se comenta en el informe semestral de esa dependencia las pesquisas no arrojaron mucha luz: Al gobierno de la capital le aparecieron, en su padrón del impuesto sobre nóminas, casi 250 mil empleados más que la suma de los registrados en el IMSS y en el ISSSTE desempeñando un trabajo subordinado en el Distrito Federal. Exactamente: 245,761 de más.

Sospecho que el enigma de esos cientos de miles de empleados adicionales obedece a registros duplicados en el padrón del GDF, pero el solo hecho de que no se sepa con certeza cuántas personas reciben un salario en el Distrito Federal (página 21 del informe) sería motivo suficiente para investigar mejor antes de soltar ocurrencias como la que lanzó Marcelo Ebrard.

Según los datos del GDF en el Distrito Federal hay 101,106 empresas registradas con 3, 695,530 trabajadores. De ese padrón de empresas el gobierno capitalino recaudó, en el primer semestre de este año, 3,890.5 millones de pesos por impuesto sobre nóminas; cuya tasa es de 2% sobre el monto total de las erogaciones por sueldos y salarios. Si damos por buenos estos datos el salario promedio en el Distrito Federal (sin prestaciones sociales) fue de más de $8,700 pesos mensuales (unos dos mil pesos por encima del promedio nacional del salario de los trabajadores inscritos en las Afores), lo cual es sorprendentemente alto *.

Un verdadero seguro de desempleo se financiaría con las aportaciones de los trabajadores – que, en caso de quedar desempleados, serían los beneficiarios del seguro que contribuyen a sufragar-, ésa sería una política social discutible pero técnicamente viable. En cambio, la “limosna” a fondo perdido de 1,500 pesos mensuales a una fracción de desempleados, elegidos con criterios arcanos, es una idiotez.

* El cálculo es: recaudación semestral por 50 (se obtiene el total de remuneraciones al semestre) entre seis (se obtiene el total de remuneraciones por mes) entre 3.695530 (es decir entre el número de empleados que registra el padrón, expresado en millones, para obtener el salario promedio mensual en pesos).

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miércoles, 19 de septiembre de 2007

El señor Ebrard no tiene quién le lea…

Sería recomendable que alguien le leyera al jefe de gobierno del Distrito Federal el reporte de avances al primer semestre que difundió la Secretaría de Finanzas de su mismo gobierno; así se enteraría que ahí donde las cosas marchan bien en materia de recaudación de impuestos locales se debe a la política económica del gobierno federal, a la que tanto critica.

Las finanzas del gobierno del Distrito Federal muestran varias debilidades que merecen corregirse. Uno de los puntos más vulnerables es la necesidad de subsidios cada año más cuantiosos para mantener en funcionamiento el Sistema de Transporte Colectivo o “Metro” - que transportó más de 604 millones de usuarios en los primeros seis meses de este año- con tarifas congeladas en dos pesos por viaje. Pero ese asunto ameritaría por sí solo otra serie de artículos.

Si nos limitamos a la recaudación de impuestos en el Distrito Federal encontraremos una sorprendente caída de 6.1 por ciento en pesos constantes, en el primer semestre de este año, en la recaudación del impuesto predial respecto del mismo periodo del año anterior. Esta disminución resulta aún más chocante porque ha aumentado el número de propiedades inmobiliarias en el Distrito Federal y porque los valores catastrales se actualizan al alza constantemente.

Esa menor recaudación en el que es, con mucho, el principal impuesto local (aporta más del 40 por ciento de los ingresos totales por impuestos en el Distrito Federal) contrasta con el avance en la recaudación del impuesto sobre adquisición de inmuebles debido, dice la Secretaría de Finanzas a “la dinámica inmobiliaria que se observa en el Distrito Federal, aunada a las facilidades para obtener créditos hipotecarios” (y a las bajas tasas de interés fijas en pesos a plazos de hasta 20 años), lo cual, ¿alguien puede negarlo?, es resultado de la política económica del gobierno federal de los últimos siete años al menos.

Contrasta también con el avance de 1.7 real en la recaudación del impuesto sobre nóminas, el segundo más importante de los gravámenes locales, fenómeno que la misma Secretaría de Finanzas explica así: “Al ser una contribución ligada a la actividad económica, su comportamiento respondió a la positiva dinámica económica que se presentó en la entidad”.

¿En qué quedamos señor Ebrard?, ¿no dijo usted que la “nefasta” política económica del gobierno federal ha generado un creciente desempleo en la capital?

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martes, 18 de septiembre de 2007

Un nuevo embuste de Ebrard

Sólo para empezar: El seguro de desempleo que prometió el lunes Marcelo Ebrard no es tal, ya que un seguro se financia con las aportaciones de los asegurados no con recursos de los contribuyentes o con deuda. Y para seguir: No se puede financiar ese señuelo para incautos con recursos inexistentes; los ahorros financieros no son ingresos nuevos, sino menores costos más o menos hipotéticos.

Cuatro de diez periódicos editados en la capital del país consideraron como la noticia más importante, en sus ediciones de ayer, el anuncio que hizo Marcelo Ebrard de un presunto seguro de desempleo en la ciudad de México.

Que un embuste de tal magnitud merezca tanta atención de los medios resulta significativo. ¿Por qué se trata de un embuste?

Por varias razones: 1. Lo que prometió Ebrard en forma alguna es un seguro, sino, en el mejor de los casos una nueva ayuda monetaria a fondo perdido, como las que ya se otorgan a los ancianos y a otros grupos en la ciudad de México. Un seguro de desempleo se financia con las cuotas de los asegurados, no es una donación graciosa de dinero público. En este sentido Ebrard repite la falacia de su nefasto antecesor, quien llamaba “pensiones” a las ayudas monetarias a los ancianos (una pensión es resultado del ahorro que el trabajador realizó a lo largo de su vida laboral).

2. Es mentira decir que dicha ayuda se financiará con los ahorros de la reestructuración de la deuda del gobierno del Distrito Federal, porque tales ahorros serán, en el mejor de los casos, disminuciones en los costos financieros, pero no recursos nuevos. El ahorro financiero podrá liberar recursos de otras fuentes pero no es un ingreso que se sume a los existentes. Ebrard debe explicar de cuál de tres fuentes posibles saldrán los recursos: ¿Ingresos propios?, ¿participaciones y aportaciones federales?, ¿nueva deuda?

3. Es idiota, en cualquier caso, financiar un gasto corriente perpetuo – una vez que se instaura resulta políticamente imposible cancelarlo- y a fondo perdido, con ahorros de una sola vez, no recurrentes.

Lo cierto es que este señuelo populista se convertirá en otra debilidad de las muchas que ya padecen las finanzas del gobierno capitalino, las cuales comentaré mañana.

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Reformas diferentes, consecuencias diferentes

Sólo una gran torpeza analítica o la premeditada intención de confundir explican que todavía se insista en equiparar la reforma fiscal – surgida de un diagnóstico y de una iniciativa del Ejecutivo- con la llamada reforma electoral que fue, en el mejor de los casos, un arreglo poco transparente entre líderes legislativos.


Una demostración palmaria de que dos líneas NO son paralelas es que lleguen, en algún punto, a cruzarse. La reforma fiscal y la llamada reforma electoral NO son paralelas, ni van en la misma dirección. Sus diferencias son abismales: Su origen es claramente distinto, su proceso de discusión y aprobación radicalmente diferente y los efectos de cada una serán muy diversos.

El hecho de que inopinadamente algunos políticos hayan hecho coincidir en el tiempo ambos cambios legislativos, en una especie de intercambio voluntario de bienes de muy distinto valor y naturaleza, propicia que algunos análisis superficiales quieran presentar como dos caras de la misma moneda dichas reformas. A esto se añade la desastrosa manía de algunos comentaristas de establecer simetrías artificiosas para darle a sus "análisis" una fuerza explicativa de la que en realidad carecen.

También existe la estrategia de confundir deliberadamente, confiando en que las debilidades de un cambio precipitado y en buena medida inconsulto – como es el caso de la llamada reforma electoral- se contagien a una reforma, como la fiscal, que se ventiló ampliamente en público, que se construyó racionalmente y con argumentos sólidos y que no esconde segundas intenciones.

De entrada, la reforma fiscal surge de una clara y explícita propuesta del Ejecutivo que se hizo totalmente pública el 20 de junio, el mismo día que se presentó ante el Congreso. En contraste, se desconoce quién planteó qué, ante quién, cuándo y en qué términos en el caso de los cambios en el ámbito electoral.

Los dirigentes empresariales que hoy dicen que la reforma fiscal no atendió suficientemente sus argumentos, en realidad están buscando un chivo expiatorio para justificar su incapacidad para concertar internamente con sus agremiados: Deberían reconocer, por elemental honestidad intelectual, que algunos de sus presuntos representados, como las tiendas de autoservicio, argumentaron ante el Congreso al margen de las cúpulas y lo hicieron con mayor eficacia que éstas.

Que cada reforma se valore por sus propios méritos. El tiempo pondrá a cada una en el lugar que le corresponde.

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domingo, 16 de septiembre de 2007

Consecuencias políticas de una reforma

La reforma fiscal aprobada el viernes aporta un gran capital político al gobierno federal; no sólo se rompió el tabú de que las reformas resultan inviables con un Congreso sin mayoría absoluta, sino que en el proceso se fortaleció una alianza que habrá de resultar clave para el futuro entre el Presidente y los gobernadores.

La reforma fiscal aprobada el viernes fue un gran logro para el gobierno del Presidente Felipe Calderón, del que salió con un capital político mucho mayor al invertido en el proceso.

Trataré de resumir las razones que en lo personal – subrayo: en lo personal- me permiten afirmar lo anterior:

1. La reforma salió, al final de un proceso intenso de casi tres meses, en términos muy semejantes a los originales: El impuesto a tasa única para las empresas, como gravamen de control, sobrevivió; se fortaleció el federalismo fiscal con nuevas fórmulas de reparto, con nuevos mecanismos para la rendición de cuentas y con más recursos para las entidades federativas y los municipios; se introdujeron, sin que se hiciera mayor ruido, propuestas efectivas para mejorar la calidad del gasto y vincularlo a resultados verificables para la sociedad y, no menos importante, se avanzó en la mejoría de la administración tributaria, al tiempo que el gobierno federal quedó comprometido a incrementar la eficacia recaudatoria por el camino correcto: la simplificación.

2. A diferencia de la controvertida reforma electoral, la fiscal fue ampliamente discutida y nadie puede, sin faltar a la verdad, decirse sorprendido por ella. Esto significa que sí contamos, como país, con el andamiaje institucional y con la capacidad negociadora para lograr acuerdos.

3. Un factor clave fue el apoyo, implícito o manifiesto, de casi todas las entidades federativas. La única excepción notoria – el gobierno del Distrito Federal- manifestó una oposición más retórica que efectiva y más políticamente simulada que real. Por lo pronto, y a pesar de todo, el Distrito Federal es uno de los grandes beneficiarios.

4. Desde el punto de vista político, se ha roto el tabú de que las reformas son imposibles y el gobierno federal, junto con los gobiernos de los estados y buena parte del Congreso, han establecido una muestra de racionalidad y de realismo político. Ese capital es de todo el país. Ojalá lo aprovechemos responsablemente.

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viernes, 14 de septiembre de 2007

Todavía elijo mis amistades

No entiendo por qué algunos políticos piensan que nos conmoverá sentirnos sus amigos, protegidos o beneficiarios. Que ellos hagan su trabajo y yo haré el mío. La libertad también incluye – hasta donde sé- el derecho a tener una vida privada, propia, en la que uno elige a sus amistades.

Un buen amigo – ese sí- me advirtió, entre bromas y veras, que no me estaba granjeando la amistad de muchos poderosos en este país con algunos artículos que podían parecer poco comedidos o políticamente incorrectos. Tiene razón, pero mis amigos – pocos- los elijo yo. Además, soy tan ingenuo que llevo más de 20 años escribiendo para los lectores anónimos. No me quejo, la fórmula de tener a los anónimos lectores en mente resulta más satisfactoria que andar adivinándole los caprichosos latidos a don Fulano o a doña Zutana, porque son "súper importantes y súper poderosos".

No entiendo qué les lleva a pensar a ciertos políticos que los comunes mortales nos sentiríamos profundamente honrados si nos incluyeran en sus agendas. Por ejemplo, hace unos días por correo electrónico se me solicitó lo siguiente:

"Por medio de este conducto (sic) le estoy solicitando información personal para actualizar el directorio de medios del Lic. Manlio Fabio Beltrones Rivera, los datos son los siguientes.

"Teléfono y domicilio particular y de oficina, nextel o celular y fecha de cumpleaños".

Respondí algo así: "No deseo, en modo alguno, que mis datos personales estén en la agenda del Lic. Manlio Fabio Beltrones Rivera".

¿Para qué hacer amistades que no van a prosperar? Pregúntenle a los dueños de las televisoras lo qué se siente cuando tus poderosos amigos te dan la espalda…No es nada personal, dirán algunos, sólo cuestión de definir quién de los dos – el partido político o la televisora- se queda con el dinero de los contribuyentes. Yo digo que ninguno de los dos, porque no me acabo de creer el cuento de que los partidos políticos sean "entidades de interés público" (¿a poco?) y conjeturo que sería mejor que su financiamiento fuese privado y plenamente transparente. Y si se quieren anunciar, ¡pues que paguen con su dinero, no con el mío! Y que quede claro: no pueden impedirnos a nadie usar nuestro dinero – si acaso lo tenemos- para lo que queramos, por ejemplo: para criticarlos. Ésa sí es una cuestión de principios: Libertad, nada más y nada menos.

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miércoles, 12 de septiembre de 2007

¡Hasta las lágrimas!

¡Caracoles! ¡La maestra Gordillo me ha felicitado por mi cumpleaños! ¿Qué hacer, además de quedarme estupefacto ante la prosa abrumadoramente cursi de la felicitación hecha en serie?, ¿pedirle a la ampulosa e inútil CNDH que me proteja?, ¿conmoverme hasta las lágrimas?, ¿aterrorizarme?, ¿denunciar el hecho ante la Real Academia de la Lengua Española?, ¿pedirle una entrevista exclusiva a la maestra para que lance bravatas con dedicatoria, usándome de útil mensajero?


La víspera de mi cumpleaños encontré encima del escritorio el sobre llegado por correo – franqueado con tres estampillas que totalizan once pesos con 50 centavos- y dentro la típica tarjeta de felicitación por onomástico que ordenaba en el siglo pasado el manual del perfecto político mexicano. Y cito: "Distinguido Lic. Medina Macías: Ha llegado la fecha del calendario general, que, en el de su vida, marca el inicio de un intenso caminar con trascendencia. Es propicia la ocasión para que renueve mis sinceros votos cumplidos por su prosperidad, salud y realización. Cordialmente: Maestra Elba Esther Gordillo".

¡Que los dioses del "kitch" nos amparen! La prosa de la maestra – o de sus asesores en corrección de estilo- hace lucir a las más cursis poesías de Bécquer o a las más melodramáticas canciones de Consuelito Velásquez como dechados de sobriedad y buen gusto. Ya me veo, a partir de ahora, sometido a un "intenso caminar con trascendencia". Debe ser algo así como la maldición del peatón perpetuo, ¿cómo se le hace para caminar con trascendencia?, ¿es todo recto sin parar o con paso de ganso o contoneándose con aires de perdonar vidas?

Me imagino a la maestra dejando indeleble huella en las tiernas inteligencias de desprevenidos infantes: "Amados pupilos, ha llegado la fecha en el calendario oficial de la SEP, que, en los respectivos calendarios de sus promisorias vidas, marca el inicio del barroco burocrático sindical. Abran sus libros en la página 32, ¿quién de ustedes quiere leernos, con voz trascendente y clara, a partir de la línea que dice: 'No habrá tempestad alguna ni habrá mares procelosos que detengan el navegar con trascendencia de las conquistas magisteriales… '".

No quiero parecer desagradecido con la maestra, pero ¿de dónde que yo sea destinatario del inmerecido honor de su felicitación?

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martes, 11 de septiembre de 2007

David Ricardo y la deuda del GDF

El gobierno del Distrito Federal ha publicitado con entusiasmo la reestructuración que logró – en plazos y tasas- de la mayor parte de su deuda. ¡Enhorabuena! Ojalá con el mismo entusiasmo nos informaran por qué sus ingresos propios por el principal impuesto local – el predial- muestran una caída anual en pesos constantes de 6.1 por ciento al primer semestre de este año.

Un bonito ejemplo de la llamada “equivalencia ricardiana” – que podríamos resumir así: “La deuda pública de hoy son los impuestos por venir”- es la reciente operación de reestructura de la deuda del gobierno del Distrito Federal.

Breviario: Se llama “equivalencia ricardiana” porque fue el economista David Ricardo el primero en formularla; por su parte, James M. Buchanan, premio Nobel de ciencias económicas 1986 la redescubrió ya que, como admitió en 1992 el economista Robert J. Barro – recordando una polémica suya con Buchanan alrededor de 1974- cuando se verificó tal debate la equivalencia ricardiana “era desconocida para la mayoría de los economistas”.

Es claro que al señor Marcelo Ebrard le disgusta que algunos medios hayan recordado que la operación de reestructura de la deuda del GDF significa, también, trasladar una carga a los contribuyentes de generaciones futuras a cambio de obtener un alivio en la carga fiscal presente. En este caso, sin embargo, esa observación tiene razón. Es la famosa equivalencia ricardiana.

Se entiende que el gobierno de la capital prefiera publicitar los beneficios presentes de la operación en lugar de advertir de sus consecuencias futuras, eso suelen hacer todos los gobiernos. Además, si las alternativas eran: no hacer nada o aprovechar las condiciones de los mercados financieros – y el aval del gobierno federal- para reestructurar la deuda, sin duda se hizo lo correcto. El punto es que hay que ver integralmente las finanzas del GDF, por ejemplo: ¿Cuál es el comportamiento del principal impuesto local, el predial, que cobra ese gobierno? La respuesta es preocupante: En los primeros seis meses de este año la recaudación por impuesto predial ha caído 6.1 por ciento en términos reales respecto del mismo periodo de 2006.

Esta caída en el principal ingreso propio de carácter local – cuyo flujo razonablemente debería servir para dar servicio a la deuda, entre otras cosas- no se conduele con la entusiasta propaganda sobre la salud financiera del GDF.

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lunes, 10 de septiembre de 2007

¡No con mi dinero!

Partidos políticos, grupos sociales y cualquier persona deben tener total libertad para contratar propaganda en los medios de comunicación, siempre y cuando cada cual lo haga con su dinero y con total transparencia, ¡no con el dinero de los contribuyentes!



1. Una reforma electoral en un país democrático y libre NO puede restringir la libertad de cada cual para difundir mensajes de contenido político, incluso mensajes poco comedidos o contundentes ("Fulano es un peligro para México" o "Zutano es un tonto con balcones a la calle"), siempre y cuando la contratación de dicha propaganda se haga en condiciones de libre mercado y auténtica competencia, con total transparencia, y NO se haga con dinero público, que proviene del bolsillo de los contribuyentes.

2. Una reforma electoral en un país democrático y libre NO puede coartar la libertad de expresión de nadie decretando discrecionalmente qué mensajes son correctos a juicio de algún pacato consejo de notables. Un país democrático y libre tiene leyes claras sobre la difamación y la calumnia – incluso se suele castigar ésta última penalmente - que están hechas, precisamente, para que todo mensaje que no sea calumnia, difamación o incitación al delito jamás sea censurado.

3. La discusión sobre la reforma electoral está totalmente fuera de foco y lastrada por intereses torpes. Ni los medios tienen derecho a ser beneficiarios graciosos de miles de millones de pesos de recursos públicos – por propaganda política o gubernamental pagada con recursos de los contribuyentes-, ni los partidos políticos, ni nadie, tiene derecho a regular la libertad de expresión de los demás.

4. Ninguno de los grupos interesados – enfrascados en una disputa majadera y mezquina- quiere ver la auténtica relación entre reforma fiscal y reforma electoral, que sí la hay y nada tiene que ver con chantajes: El recorte más urgente al gasto público federal, al de los estados y al de los municipios es cancelar de inmediato toda la propaganda política, gubernamental y para-gubernamental que se paga con recursos de los contribuyentes. Y preservar con todo vigor la libertad irrestricta de quién quiera para expresar y difundir lo que le venga en gana, con la única limitación de sancionar de veras la calumnia, la difamación y la promoción de delitos.

5. Lo demás son discusiones vergonzosas, indignas de un país democrático y libre. ¿México lo es?

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domingo, 9 de septiembre de 2007

Los "SUV", el iluminado López y los "bultos"

Sólo pasa en México: Los dueños de las inseguras, agresivas y contaminantes camionetotas o "SUV" tienen a los mejores defensores de sus intereses en el caudillo de la izquierda populista, en el partido de la izquierda y en algunos gobiernos de la izquierda, como el de la ciudad de México. ¡Gasolina subsidiada para proteger a la burguesía motorizada!


El no-caudillo de la izquierda mexicana – Andrés López Obrador- ya dio instrucciones precisas a los legisladores del PRD: "No se trata de parlamentar (sic)…que nuestros legisladores se paren de sus curules, tomen la tribuna y se queden ahí el tiempo que sea necesario, día y noche si es necesario, hasta que se retire la propuesta". ¿Qué propuesta? La de un gravamen a las gasolinas, que sería cien por ciento participable a las entidades federativas.

¡Así se defienden los intereses populares! ¿Qué interés más proletario y popular que el de los grandes consumidores de gasolina?, ¿para qué dialogar o discutir, para qué ofrecer argumentos, si los más afectados serían los dueños y usuarios de camionetotas SUV (Sport Utility Vehicles) que en promedio consumen 11.4 litros de gasolina por cada cien kilómetros recorridos contra un promedio de 8.6 litros por cada cien kilómetros que consumen los automóviles normales? A los SUV se les defiende "echando lámina" u obstruyendo el trabajo legislativo.

Además, los usuarios del "Metro" en la ciudad de México o del tren ligero o de los trolebuses – medios que no utilizan gasolina- no son parte de las clases populares, sino de la odiosa burguesía…o tal vez son de otra clase social - ¿los infra – populares?- que no le interesa a la izquierda.

Ya López había demostrado con creces su amor, ¿no correspondido?, a la burguesía motorizada, consumidora de gasolina subsidiada (hoy día, el IEPS en las gasolinas es negativo) y contaminadora, construyéndole "segundos pisos" y distribuidores viales – en lugar de "desperdiciar" los recursos públicos en "tonterías" como más líneas del Metro-, al tiempo que beneficiaba a un puñado de "proletarias" empresas constructoras.

¿Qué sigue en la agenda de la izquierda?, ¿hacer que todos paguemos la incompetencia de algunos oligopolios adinerados exigiendo subsidios al gas natural?

Y eso por no hablar del aprecio de López a los legisladores de su partido: "¡No argumenten!, ¡no propongan!, ahí siempre pierden, usen el único talento que tienen: ¡Ser bultos que estorban!"

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jueves, 6 de septiembre de 2007

No aumentó la aversión al riesgo, disminuyó la ignorancia

Los inversionistas en los mercados internacionales no se han vuelto, tras la crisis de las hipotecas de baja calidad, ni más temerosos, ni más ambiciosos que antes. Simplemente, ahora saben un poquito más que ayer.

En los últimos días ha adquirido popularidad entre algunos analistas la versión de que la crisis de las hipotecas de mala calidad otorgadas en Estados Unidos, que golpeó a los mercados financieros mundiales, arrojó como primer saldo un aumento en la aversión al riesgo por parte de los inversionistas.

Es una explicación errónea: La naturaleza humana no ha cambiado. Lo único que se modificó fue que más inversionistas vieron riesgos que antes no veían a pesar de que estaban ahí. No es que antes fueran temerarios y de súbito se volvieran miedosos; mucho menos es que antes fueran conformistas y de repente se volvieran ambiciosos. Nada de eso. La crisis ha servido para que se destapase información pertinente que la gran mayoría estaba pasando por alto. Los mercados funcionan mejor cuando hay más información. Por paradójico que suene: Hoy los mercados están en mejores -o menos malas- condiciones que antes del mes de julio.

¿Es importante el punto? ¡Es importantísimo! De un diagnóstico erróneo surgen malas decisiones. Por ejemplo, un comentarista señalaba ayer: “La gente que tiene dinero va a exigir un pago mayor por ponerlo a disposición de empresas y Gobiernos”. No es así: La gente no se va a conformar tan fácil como antes con la promesa de un pago mayor, va a fijarse un poco más en los fundamentos que garanticen la viabilidad de la tasa de retorno prometida.

El primer efecto de estas crisis es aumentar el discernimiento en los mercados. Por ejemplo, papeles gubernamentales: Si sólo contase la tasa prometida: ¡hay que comprar bonos de la deuda argentina!; pero si uno se fija más – gracias a la crisis- en la solidez de la promesa de retorno, preferirá sin duda invertir en deuda del gobierno mexicano. Los indicadores de “riesgo país” son más que elocuentes.

¿Esto le pegará a muchos proyectos de inversión? ¡Desde luego!, pero les pegará a los proyectos que no tengan fundamentos económicos sólidos que respalden su reclamo de dinero de los inversionistas.

El corolario lógico es que hoy, con mayor razón que nunca, en México se debe cuidar la solidez de las finanzas públicas y su manejo responsable.

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miércoles, 5 de septiembre de 2007

Marcelo Ebrard y los mercados petroleros

Para ser algo así como el alcalde de una de las ciudades más importantes del continente americano Marcelo Ebrard debería estar mejor informado...y no hacer el ridículo.

Marcelo Ebrard sentenció hoy miércoles 5 de septiembre: "Entonces los mexicanos estaríamos pagando cada vez más cara la gasolina cuando está bajando el petróleo a nivel mundial (énfasis mío, las declaraciones fueron tomadas de la versión en línea del periódico “El Universal”). Y Ebrard dicho esto se quedó tan campante.

Por supuesto, también los mercados petroleros mundiales se quedaron tan campantes y el precio del petróleo siguió presionado al alza. Para los mercados las desmesuras verbales de políticos aldeanos y mal informados son cien por ciento irrelevantes.

No me referiré al asunto de que sería una estupenda política pública en la ciudad y en el estado de México encarecer el consumo de gasolina, y que las respectivas haciendas locales captasen, con ello, recursos para mejorar el desastroso sistema de transporte público. No, ya se sabe que los intereses de quienes gobiernan esas entidades son otros.

El problema adicional y al que hoy me refiero es la irrefrenable manía que tienen algunos políticos de abrir la boca para decir mentiras o disparates.

El mismo día que Ebrard jugaba a profeta fallido de los mercados petroleros decenas de miles de medios en el mundo difundían notas como ésta, de la agencia alemana DPA:

Singapur.-
El precio del petróleo estadounidense del tipo ligero WTI para entrega en octubre subió hoy en el comercio asiático a 75,20 dólares el barril (159 litros), 12 centavos más que el martes. .El precio del petróleo ya había registrado un notable aumento el martes, lo que los expertos atribuyeron a las afirmaciones del ministro de Energía de Qatar, Abdullah al Atiya, quien consideró improbable que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) decida aumentar las cuotas de extracción en su próxima reunión ordinaria, que se realizará el 11 de septiembre.


Tal vez Ebrard confundió las fechas. Que alguien le avise que estamos en 2007, no en 1986. La próxima vez que mejor hable de las cotizaciones de los tacos de lengua. A ver si a ésas sí les atina.

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La ética del político: Debe haber un límite

¿Todo es negociable? No. Cierto que la ética del político no puede ser sólo ni prioritariamente la ética de la convicción, pero cierto también que, aun poniendo entre paréntesis algunas convicciones, el político no puede eludir la responsabilidad por las consecuencias de sus actos u omisiones.

Max Weber planteó, como modelo explicativo de las diferencias de conducta entre el científico y el político, la antinomia teórica entre la ética de la convicción, aquella que pone la verdad ante todo y siempre sin medir consecuencias prácticas, y la ética de la responsabilidad, propia del político, que en la esfera pública pone por encima de todo las consecuencias de sus decisiones.

Por supuesto, se trata de una antinomia sólo teórica, ya que en la vida real ambas éticas resultan complementarias y no hay “convencidos irresponsables” o “responsables sin convicción”. Raymond Aron escribió al respecto:

“Un político debe ser al mismo tiempo convencido y responsable. ¿Pero cuál es la elección moral cuando es preciso mentir o perder, matar o ser vencido? La verdad, responde el moralista de la convicción; el éxito, responde el moralista de la responsabilidad. Las dos elecciones son morales con tal de que el éxito que este último quiere sea el de la ciudad y no el suyo propio. La antinomia me parece esencial, aun cuando en la mayor parte de los casos la prudencia sugeriría un compromiso razonable”
.

Bajemos ahora a nuestra prosaica realidad: México, septiembre de 2007. ¿Acaso el confuso juego de intercambios negociadores que presenciamos es sólo una muestra de dicha ética de la responsabilidad?, ¿es ése “compromiso razonable” del que habló Aron? No lo parece. Primero, está la confusión introducida deliberadamente por actores políticos que presionan sin piedad pero no dan la cara y sólo susurran: “Si quieres que apoye la reforma tal concédeme tu apoyo para este ajuste de cuentas entre mafias”.

¿Dónde está el límite para negociar? Yo ya me habría bajado de ese tren que parece ir hacia cualquier lugar indeseable. Pero yo no soy político y me acechan otros demonios, no los del poder.

Weber cita, al describir los límites éticos del “éxito” al que aspira el político, la famosa frase de Martín Lutero ante la dieta de Worms: “Aquí me detengo; no puedo proceder de otro modo. Que Dios me ayude”.

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lunes, 3 de septiembre de 2007

¿La torre de las presunciones irracionales?

Uno de los errores más comunes que cometen los acreditados es la creencia infundada de que la evaluación de riesgos que hace el acreedor, previa al otorgamiento del crédito, implica una garantía para el negocio del deudor.

La crisis de las hipotecas de baja calidad – o "subprime"- en Estados Unidos, que se encuentran más o menos dispersas, y ocultas, en los mercados financieros mundiales, es una buena oportunidad para que los acreditados analicen críticamente los supuestos detrás del crédito que disfrutan.

Algunos acreditados, especialmente en épocas de alta liquidez, presumen que la carga del análisis del riesgo recae exclusivamente en el intermediario financiero o en el acreedor (inversionista). Hecha esta presunción suponen que si tal análisis de riesgo resulta favorable, dicho resultado automáticamente se aplica también para la viabilidad de sus proyectos, lo cual no necesariamente es cierto. El acreedor analizó, en el mejor de los casos, las garantías de recuperación de sus activos financieros, que no son necesariamente las garantías de la viabilidad económica del proyecto del acreditado.

Un ejemplo de estas presunciones irracionales es el de la controvertida torre "del bicentenario", que un grupo de promotores inmobiliarios pretende construir en la ciudad de México y que ha contado con el apoyo (impertinente, toda vez que es un proyecto privado como otras decenas más de proyectos privados que no reciben tal apoyo) del gobierno local.

Dejando a un lado las gratuitas opiniones favorables de algunos periodistas – que de pronto se han revelado, ¡también!, como eminentes arquitectos- y las no menos impertinentes objeciones xenófobas y aldeanas de algunos políticos y vecinos, me llama la atención que nadie haya mencionado la viabilidad financiera del proyecto, cuando salta a la vista que en la ciudad de México la oferta de espacios para oficinas con características similares (Santa Fe, WTC, Torre Mayor, edificio de la BMV, la gigantesca sede del antiguo centro Bancomer, entre muchos otros) sobrepasa por mucho a la demanda conocida.

El proyecto puede ser rentable para los promotores – que seguramente no serán los inversionistas- en cuanto que su negocio es construir y para algunos políticos, en cuanto su negocio es hacer ruido, pero ¿cuántos de los ardientes promotores están dispuestos a poner hoy su dinero – no el del gobierno, no el de algún fondo de inversión, no el de clientes incautos, sino dinero de sus bolsillos- para comprar unos metros cuadrados de promesas?

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domingo, 2 de septiembre de 2007

¡Ay, las tradiciones!

¿Cuánto hay que pagar para que se mueran ciertas tradiciones?

Desde que tengo uso de razón, y de eso hace muchos años, dicen que la tradición de los organilleros en la ciudad de México se está muriendo. Y no se muere. Todos los días los dichosos organilleros y organilleras se plantan en alguna calle del centro de la ciudad, le dan la vuelta a la manivela de sus armatostes y nos infligen una melodía melcochada que lo mismo puede ser el vals sobre las olas que una canción de Juan Gabriel – todo lo que tocan esos aparatos suena igual de mal-e incordian a los desprevenidos peatones pidiendo un pago "para que no muera la tradición, jefecito".

Pues, ¿cuánto hay que pagar para que se callen y se dediquen a una labor más productiva?

Esto de las tradiciones en México, que va desde la estúpida costumbre de mojar al prójimo dizque para celebrar a San Juan el bautista, hasta la incitación al vandalismo y al abuso en que suelen convertirse las piñatas, es una monserga (exposición fastidiosa y pesada) comparable casi a la de los políticos transitivos ("no es transitable la propuesta de reforma fiscal si antes no le dan más dinero a PEMEX") cuyo verbo de moda, ya se habrán percatado, es "transitar", acción que el diccionario define como "pasar de un punto a otro por vías o parajes públicos". Le dice un político a otro: "¿Ves transitable una comida en Casa Bell?"…y "transitan".

El sábado fueron los señores del PRD que cobran como legisladores quienes salvaron una gran tradición mexicana que no por relativamente reciente deja de ser menos entrañable: El intercambio pugilístico el día del informe presidencial. Como por diversas circunstancias no pudo haber gritos y sombrerazos en el recinto del Congreso, un par de diputados perredistas se enfrascaron a golpes mientras escenificaban su graciosa huida para no convalidar – dicen los amanuenses del iluminado- al Presidente de la República con su irrelevante presencia.

Ese pleito salva una tradición que, por lo visto, no se quiere dejar morir.

Originalmente iba a escribir sobre la saludable competencia que en materia de impuestos se verifica entre los cantones suizos – como ejemplo de federalismo fiscal-, pero ¿para qué hacerlo si la objeción a esos ejemplos es otra inmortal tradición mexicana? "Es que no somos Suiza". Sí, ya nos dimos cuenta.

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