sábado, 31 de mayo de 2008

Petróleo y conocimientos

La industria petrolera, como muchas otras, cada día se vuelve más intensiva en el uso de capital intelectual, escaso en todo el mundo.


Una de las grandes limitantes que padecen todas las compañías petroleras en el mundo es la escasez de personal especializado para enfrentar los desafíos implícitos en la tarea de extraer petróleo de regiones y medios inhóspitos, como las aguas ultraprofundas en el océano o el subsuelo del círculo ártico.

Durante la última década los salarios del personal especializado en la exploración y explotación de hidrocarburos han crecido muy por encima del avance de la economía mundial. Es, otra vez, un asunto de oferta y demanda.

No se crea que al hablar de especialistas en la industria petrolera se habla de una sola disciplina. Se trata de una lista impresionante de especializaciones diversas, muchas de las cuales nos suenan esotéricas a los neófitos.

Por ejemplo: para el desafío de las aguas ultraprofundas se requiere contar – entre otras muchas cosas – con vehículos autónomos submarinos, tripulados a distancia, que permitan la exploración. Y para diseñar y construir esos vehículos se requiere de especialistas en resistencia de materiales, pero también de expertos en procesos de control, ingeniería mecatrónica, trabajando codo a codo con genios de la informática y con especialistas en lógica difusa para formular los algoritmos que doten de "inteligencia artificial" a los vehículos.

Un joven ingeniero que cursará su doctorado en una prestigiada universidad de Estados Unidos, desarrollando investigaciones para el diseño de vehículos autónomos, confiesa que no está interesado en trabajar para la industria petrolera en agua ultraprofundas, a pesar de los elevados salarios: "es un medio inhóspito, sujeto a grandes riesgos físicos y privaciones, prefiero el laboratorio o bien operar vehículos autónomos para rescatar personas en incendios, terremotos u otras catástrofes, ¡en tierra!".

Se trata de especialistas que hace tiempo superaron la etapa en la que basta un salario de muchos ceros para firmar un contrato y que valoran mucho otros bienes más complicados que el dinero, como el reconocimiento de sus pares, que a veces no son más de una docena en todo el mundo.

Los demagogos que aseguran que obtener el capital humano e intelectual que requiere la industria petrolera en México es algo sencillo, ¿en dónde lo esperan encontrar? ¿en la feria del empleo de Iztapalapa?

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¿Una vida sana?

¿Cómo es que la "vida sana" de un adicto al gimnasio y ciclista de fin de semana esconde peligrosas psicosis?


El culto al cuerpo es uno de los grandes mandamientos que siguen esos personajes masculinos, relativamente jóvenes, que habitan en las ciudades y que algún ingenioso bautizó como "metro sexuales" (atención: no confundir con los despreciables "machos" que incordian a las mujeres en el Metro) para mejor venderles todo tipo de aditamentos y artilugios caros que son eficacísimos, dicen, para conservarse "por siempre jóvenes y en forma".

El ciclismo de fin de semana ha causado furor entre algunos de estos personajes, al menos en la ciudad de México donde les ayuda la elogiable complacencia de unas autoridades que se sienten el "no va más" de la modernidad europea por ir un día al mes en bicicleta a sus despachos.

El domingo 25 de mayo, a las 12 horas aproximadamente, uno de estos esforzados de fin de semana con bicicleta de lujo y atuendo de campeón olímpico pedaleaba febril en la avenida Insurgentes – de sur a norte, a la altura de la colonia Florida – justo en medio del carril que se supone exclusivísimo para que circulen los largos autobuses del transporte público bautizado como "Metrobús". El conductor del autobús, en el que viajábamos algunos perezosos ciudadanos que no queríamos o no podíamos imitar al anónimo campeón de las pistas, incurrió en la "insolencia" de tocar la bocina del vehículo para indicarle al atlético de fin de semana que estaba impidiendo el paso del transporte público. ¡Jamás lo hubiese hecho!, el prospecto de Apolo urbano se transformó en un energúmeno, gritó insultos, hizo señas obscenas y esperó el paso del autobús, en la siguiente esquina, para arrojarnos furioso alguna piedra o botella que recogió del suelo, con la suficiente fuerza y puntería como para estrellar el cristal de la ventanilla lateral del conductor (éste, sorprendentemente, conservó la calma y el control del vehículo eludiendo la provocación del metro-sexual furibundo).

Ojalá ese psicópata renunciase a tan saludables hábitos dominicales y, a imitación de sus ancestros, dedicase su ocio a ver el futbol, apoltronado frente al televisor, tomando una cerveza tras otra y comiendo antojitos pletóricos de grasas y carbohidratos, fumando como chimenea y fastidiando a su mujercita o a su mamacita. Digo, eso sería más sano…para quienes andan en las calles.

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jueves, 29 de mayo de 2008

Energía: La otra cuchilla de la tijera

Los países desarrollados consumen hoy, proporcionalmente, mucho menos petróleo del que consumían hace tres décadas. No es que a esas personas se los haya ordenado el gobierno y obedeciesen dócilmente. Se los ordenaron los precios en 1973-1974 y en 1980-1981.



Hay gobiernos empeñados en pelearse con los precios. Es una lucha perdida de antemano. Mi ejemplo favorito actual es el gobierno K de Argentina (Néstor y su esposa Cristina) que es una copia alucinante de gobiernos fracasados en el siglo pasado (el antiguo Alan García, el primer Carlos Andrés Pérez, Luis Echeverría, José López Portillo, Juan Velasco Alvarado y tantos otros), por lo cual quienes hoy viajan a la Argentina suelen comentar, a su regreso, que viajaron no al sur del continente sino al pasado: "Haz de cuenta como en los años 70 en México, tal cual" me dijo hace meses un empresario que tiene intereses allá.

Es un pésimo negocio pelearse con los precios porque es cómo matar a los mensajeros más veraces y oportunos que podemos tener sólo porque nos trajeron noticias desagradables, pero verdaderas.

No sabemos por cuánto tiempo permanecerán altos los precios del petróleo, pero nos están avisando puntualmente que la demanda está prevaleciendo sobre la oferta. Y sólo hay tres formas realistas y efectivas de corregir el asunto y lograr que los precios bajen o que el hecho no nos afecte tanto: O actuamos para aumentar la oferta o actuamos para disminuir la demanda o hacemos ambas cosas, opción, la última, que siempre será la más provechosa.

Hay varias vías teóricas para incrementar la oferta (ya sea de petróleo, o de otras opciones energéticas que sustituyan al petróleo) que merecerán analizarse y comentarse en otra ocasión. Por esta vez, fijémonos en la otra cuchilla de las tijeras: la demanda.

La herramienta más eficaz para disminuir la demanda es dejar que los precios nos indiquen qué tan grave es la situación. En los choques de precios altos del petróleo, los consumidores en los países desarrollados recibieron de lleno la noticia en las gasolineras, en la factura de la calefacción, en la factura de la electricidad y actuaron en consecuencia.

En otros países hubo gobiernos "benevolentes" que, para ahorrarles un disgusto a los consumidores, evitaron que el mensajero llegase a tiempo. Así les ha ido.

Romper el termómetro nunca ha servido para combatir la fiebre.

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martes, 27 de mayo de 2008

Petrobras: Lo mejor de dos mundos

No cabe duda que Brasil está jugando muy bien sus cartas en materia de petróleo.

Los monopolios petroleros nacionales en el mundo tienen la propiedad del subsuelo donde están hoy los hidrocarburos en potencia, pero la mayoría no puede o no quiere explotar esos prospectos; por su parte, las petroleras privadas, muy disminuidas respecto de lo que fueron hace décadas, buscan hacerse de más crudo para aprovechar los altos precios, pero casi no tienen acceso a nuevos yacimientos.

Salvo excepciones, ni unos (los monopolios nacionales) ni otras (las petroleras privadas) están muy contentos viendo los altos precios del petróleo porque esta vez los precios no son producto de una estrategia de un cartel de productores (la OPEP), sino que son resultado de que se esfumó el colchón de inventarios – unos 10 millones de barriles diarios – que en años pasados servía para estabilizar los precios frente a choques temporales de oferta.

Esfumado ese colchón y casi agotados en el mundo los yacimientos “fáciles” de explotar, una demanda que ante cualquier evento imprevisto (digamos, un huracán) fácilmente rebasa la oferta presente o la previsible en el futuro próximo es la que manda, no un cártel de productores, no un cártel de consumidores, ni siquiera un puñado de especuladores en los mercados de futuros. Lo explica brillantemente Alan Greenspan en el capítulo 24 en “The Age of Turbulence”.

Lo lógico sería que los monopolios nacionales manejados por los gobiernos invirtieran frenéticamente en hacer viables sus recursos prospectivos, pero tal parece que no pueden o no quieren hacerlo. La mayoría de esos países ni siquiera aprovecha eficazmente los ingresos petroleros de hoy para buscar fuentes alternativas de energía para mañana.

Una excepción notable es la petrolera estatal brasileña, Petrobras, que ha aprendido a funcionar con lógica de mercado y no de “mascarón de proa nacionalista” - para lo cual le ayuda mucho haber colocado parte de su capital en los mercados bursátiles –, y que sí está explorando aceleradamente su mar patrimonial para acrecentar sus reservas y explotarlas, al mismo tiempo que actúa en todo el mundo con la flexibilidad de una petrolera privada y sin complejos.

Esta estrategia ganadora, para Brasil, acabará por beneficiar a los consumidores de todo el mundo, ya que tarde o temprano una mayor oferta de petróleo ayudará a disminuir los precios y estabilizarlos.

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sábado, 24 de mayo de 2008

De cómo se cuecen las habas

Otra historia más de los traficantes de ruido.

Pasa por doquier en este mundo cada vez más pequeño: El reportero o reportera llega, tal vez fastidiado, a “cubrir” algún coloquio público entre expertos – reales o fingidos- oye algo, anota menos y regresa a la redacción a escribir un resumen de los prejuicios que le inculcaron en la universidad y que nada tienen que ver con lo que en realidad se dijo en el coloquio.

Le acaba de suceder a Jon Juaristi, un impecable intelectual español, judío, quien participó en un diálogo sobre “Spe Salvi”, la más reciente encíclica del Papa Benedicto XVI, con el obispo auxiliar de Madrid, Juan Antonio Martínez Camino. Debió ser un diálogo interesante y provechoso entre un judío y un católico, ambos cultos e inteligentes (que no es lo mismo la cultura que la inteligencia, aunque suelan acompañarse), acerca de la esperanza.

Todo bien, hasta que horas después – según cuenta Juaristi- alguien le avisó que en la página de la red de la COPE, algo así como el órgano de difusión de la Conferencia Episcopal Española, habían publicado “una ininteligible reseña del acto”. Hecha la verificación de rigor, Juaristi encontró que en efecto se le presentaba ahí diciendo cosas que jamás había dicho.

Es interesante comprobar que estos equívocos son moneda corriente aquí y allá (basta leer aquí algunas reseñas de los famosos debates petroleros en el Senado y compararlas, después, con lo que efectivamente se dijo) y que, como reza el proverbio, “en todas partes se cuecen habas”.

Este dicho de las habas, ilustra el diccionario, significa que “un cierto inconveniente no es exclusivo del sitio o de la persona de que se trata”.

Pero, ¿cómo es que aquí y allá se cuecen estas habas del falso periodismo? Jon Juaristi ofrece varias conjeturas, pero la que más me agrada y convence es esta:

“Lo que pasa es que, esta temporada, se lleva el barullo, afirmación que es sí misma parece tan tonta como decir que esta temporada se llevan las bragas. Pero no es tan simple porque lo nuevo de esta temporada es que se lleva el estrépito al cubo y las bragas en la mano”.

Exacto. La cosa es traficar cada vez más con el ruido y mostrar, a quien se deje, los propios calzones. Así se cuecen estas habas…

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jueves, 22 de mayo de 2008

Los “cadeneros” nacionalistas y el petróleo

Ahora sí don Lorenzo Meyer se voló la barda. Decretó ayer que sólo puede hacer propuestas acerca del petróleo mexicano “la izquierda” y no cualquier izquierda – mucho ojo- sino exclusivamente aquella “que tenga en orden sus credenciales nacionalistas”.

Lo de PEMEX como “mascarón de proa” del nacionalismo parece una cursilada inofensiva del doctor Lorenzo Meyer comparado con lo que el propio académico (sic) escribió en su largo artículo semanal publicado ayer en un diario mexicano.

Cito textual: “Si alguien hubiera podido proponer que nuestra empresa petrolera estatal se asociara con alguna foránea en algunos de sus campos, sin despertar sospecha sobre sus intenciones -hacer negocios privados a la sombra del interés público-, era la izquierda. Y no cualquier izquierda, sino una con sus credenciales nacionalistas en orden.”

Ante esta declaración de fanatismo no hay nada que hacer. Cierra y vayámonos. El cancerbero nacionalista, el policía de las conciencias, el burócrata del partido, encargado de revisar minuciosamente tus papeles, jamás te dejará pasar. Igual que esos antropoides que impiden el paso de los indeseables – o de quienes les parezcan tales- a las puertas de bares y discotecas:

-“No, joven, ¿cómo quiere usted participar en este debate, si a su credencial le faltan un montón de resellos?, ¿a ver, dónde está su estampita bendita de Tata Lázaro?, ¿dónde su constancia de que estuvo al lado de San Peje en la épica toma del Paseo de la Reforma?, si ni siquiera trae un triste escapulario autorizado por el Partido…Es más, no sólo no pasa, sino que me va a tener que acompañar a la delegación para explicar por qué sus credenciales ni son nacionalistas, ni están en regla…¿no las habrá comprado en Tepito?”

Más vale tomar como una muestra más de humorismo involuntario estas odiosas proclamas porque, en el fondo, son terroríficas. Ya me imagino a don Lorenzo, con un poquito del poder coactivo del Estado, a cargo de una comisaría de conciencias, ¿nos obligaría a portar estrellas amarillas en la solapa a todos aquellos que no pasemos, a su juicio, el examen de las credenciales nacionalistas con sus resellos en orden?

Lo que queda claro es que el contenido de las reformas propuestas, para estos personajes, es irrelevante. Lo que importa es quién haga la propuesta. Si es de los suyos o de “los otros”. Estos son fanáticos y no cuentos.

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A mí me daría pena…

Sigue la cosecha de despropósitos en el supuesto debate acerca del petróleo…

Cuando hace meses sugerí que la llamada reforma energética debería negociarla la subsecretaría de asuntos religiosos, para que los ánimos de los adoradores del becerro de chapopote pudiesen temperarse, hubo quien se molestó por la sugerencia (además, como si alguien me fuese a hacer caso), pero el tiempo ha mostrado que no andaba muy desencaminado.

Esta semana, entiendo, los sesudos monólogos en el Senado tocaron el sacrosanto "tema" de la constitucionalidad de las propuestas de reforma a Pemex. La semana anterior el turno fue para los "principios" y, siguiendo en la misma línea de exposición dogmática, supongo que la tercera ronda incursionará en el asunto de los diez mandamientos petroleros o en la discusión de si es pecado (anticonstitucional, pues) que Pemex tenga cuentas en instituciones bancarias ¡privadas!, o si podrán entrar al cielo de los hidrocarburos aquellos que compren o vendan gasolina en sábado.

Leí por ahí que el doctor Jorge Carpizo, que lo que sea de cada quien algo sabe de la Constitución y de la famosa constitucionalidad, se disculpó de participar en la puesta en escena pues dijo no ser experto en petróleo. Hizo bien, porque siempre es mejor evitar los reflectores a incurrir en el desdoro de ser pescado en público en flagrante ignorancia.

En cambio, el martes un doctor en derecho, que fue consejero del IFE (usted sabe, los votos son igualitos que los hidrocarburos y las actas electorales son semejantes a los estados de resultados de las empresas), Jaime Cárdenas, dijo cosas tan risibles como que sería anticonstitucional (pecado grave cuya absolución está reservada a "san Peje" en persona) que Pemex tuviese consejeros especializados cuyos patrimonios no fuesen fiscalizados por la Secretaría de la Función Pública. Curiosa versión petrolizada del ministerio sagrado: Sólo podrán celebrar los santos oficios petroleros aquellos consagrados en el altar del servicio público e inscritos en la nómina del presupuesto.

También aseguró que los Pidiregas son anticonstitucionales – como el pecado de maltratar a los animalitos - aunque estoy seguro de que no sabe explicar cómo funciona ese mecanismo de financiamiento de la inversión pública.

A mí me daría pena hacer esos papelitos, pero otros prefieren aventarse al ruedo a lidiar toros ajenos, a pesar de que confunden la muleta con el capote.

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martes, 20 de mayo de 2008

Los precios y el aprendizaje

Los "precios mentirosos" – aquellos que se fijan a despecho de las condiciones de oferta y demanda- nos llevan a tomar decisiones irracionales, cuando no estúpidas, y terminan por generar mayor escasez.

No parece racional que durante el primer trimestre de este año México haya importado 40% más gasolina que un año antes. Ni el ritmo de la actividad económica, ni la "conciencia ecológica" de la que todos presumen, ni los precios internacionales del petróleo se conduelen con ese crecimiento exorbitante de la demanda.

Sin embargo, el incremento de las importaciones de gasolina es perfectamente lógico si atendemos a dos factores: Una menor oferta interna –porque ha disminuido sensiblemente la producción de petróleo en México – y, sobre todo, un precio de las gasolinas que nos engaña acerca de las condiciones reales de la oferta y de la demanda. Un precio "mentiroso", de alrededor de tres pesos menos por litro respecto del precio promedio vigente en las gasolineras de Estados Unidos, donde sí hay competencia entre varias oferentes y donde el precio de los combustibles al consumidor refleja con mayor fidelidad lo que sucede con la oferta y la demanda.

Sin duda debe haber muchas razones – buenas o malas- que expliquen ese precio mentiroso, pero también es indudable que es un precio que genera una demanda indeseable, por excesiva, de un energético escaso. Es un precio que alimenta el desperdicio y que refuerza la adicción al petróleo, a la vez que tira por el caño la misma droga adictiva.

Ese precio "mentiroso" nos está impidiendo aprender a los mexicanos lo que aprendieron los países industrializados con las alzas de los precios del petróleo en 1973-1974 y en 1980-1981, que es la racionalidad en el consumo de los energéticos, lo que a su vez se traduce en una economía menos dependiente de la energía para generar riqueza.

Para eso sirven los precios: Para apreciar o para despreciar las cosas.




En septiembre pasado dieron de gritos porque – dijeron- se nos infligiría un duro golpe si se incrementaba el precio de las gasolinas, pero hoy se visten de aguerridos defensores del mismo bien que entonces pidieron despreciar y desperdiciar.



Hay cosas mucho más valiosas que el petróleo y sus derivados. Por ejemplo, la honestidad intelectual. Pero ésa hace mucho que se les acabó, si acaso alguna vez la tuvieron.

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Einstein y el ministerio público

Mientras esperaba en la agencia del ministerio público para denunciar un delito no muy relevante – el robo sin violencia de una computadora- el planeta tierra se desplazó alrededor de su eje más de diez mil kilómetros y giró alrededor del sol unos 864,000 kilómetros. En términos usuales para medir el tiempo: el trámite dilató poco más de ocho horas.

No todo es fumar ni criticar al prójimo, tengo algún hábito saludable, creo, como el de llevar a todas partes un libro. Eso me salvó durante la tarde y buena parte de la noche del viernes pasado de caer en la desesperación o de abandonar mi deber ciudadano.

Llegué a la agencia del ministerio publico, para denunciar el robo de una computadora portátil de una oficina, poco antes de las cinco de la tarde del viernes y salí – casi pletórico de felicidad al ver concluido un trámite que llegó a parecerme más difícil que conquistar la cumbre del Everest sin oxígeno suplementario – poco antes de las dos de la mañana del sábado.



Albert Einstein – o más bien un librito sobre Einstein escrito por Lincoln Barnett en 1948 – ahuyentó de mi atribulada imaginación las suposiciones atroces de que acabaría encarcelado por presunta falsedad de declaraciones o por algún motivo digno de figurar en "El proceso" de Franz Kafka (sí, soy algo paranoico).

No me quejo. Entre otras cosas, releí el librito de Barnett – buenísimo para quienes no somos doctos en física - de 104 paginas de apretada tipografía ("El universo y el doctor Einstein", breviarios del Fondo de Cultura Económica), y entendí un poquito más de las teorías especial y general de la relatividad. No está mal a cambio de ocho horas.

Durante ese tiempo pude haber cruzado el océano Atlántico cómodamente sentado en un avión y aterrizar en Madrid. Durante ese tiempo la tierra siguió girando sobre su eje imaginario a una velocidad de 1,600 kilómetros por hora y se desplazó alrededor del sol a una velocidad de 30 kilómetros por segundo, mientras todo el sistema solar se movía dentro de la Vía Láctea a unos 300 kilómetros por segundo y la propia Vía Láctea se alejó de las remotas galaxias externas a una velocidad de 160 kilómetros por segundo. Ni siquiera me causó vértigo tanto meneo.

¿Ocho horas? Bueno, todo es relativo al observador y a su convencional sistema de medición.

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sábado, 17 de mayo de 2008

Los Kirchner y el hambre del mundo (II y fin)

La “genialidad” de los Kirchner (el gobierno K) muy pronto ha dado resultados: La producción de granos en Argentina empieza a disminuir y también cayeron los ingresos tributarios que, golosamente, el gobierno K esperaba recaudar.

La “reina” Cristina - ¿acaso es presidenta de una república?- estuvo tres días en Perú, en la cumbre de Lima que reunió a gobernantes de América Latina con sus semejantes de la Unión Europea. ¿Qué hizo Cristina Fernández de Kirchner en esos tres días, además de maquillarse con esmero y elegir minuciosamente su guardarropa? Bien, se tomó alguna foto del recuerdo con Evo Morales y deslumbró al mundo con declaraciones abismalmente insignificantes – carentes de significado – y políticamente correctas como ésta:

“Se deben articular políticas comerciales entre los bloques, el Mercosur y la Unión Europea”.

En la cumbre de Lima se acordaron “grandes cosas”. Por ejemplo: luchar contra el hambre en el mundo, una tarea en la que la soberana Cristina colabora con denuedo negándose a considerar que la retención tributaria a las exportaciones de granos fue un error garrafal.

Mientras Cristina se placeaba en Lima sus voceros – el ministro de Agricultura y su jefe de gabinete- endurecían el discurso contra “la oligarquía rural”: “Nadie puede fijarle la agenda a la Presidenta” o “No vamos a negociar bajo amenazas”.

Lejos de la palabrería inútil que emboba a los cortesanos, Argentina triplicó en los últimos 17 años su producción de granos y ése hecho es interpretado por el gobierno K como un pecado que debe castigarse con impuestos confiscatorios a la exportación que encarecerán – vía precios y vía menor producción- los alimentos para el mundo. Argentina consume sólo 14% de los 95 millones de toneladas que produce, lo que significa que puede exportar a precios competitivos el resto de la producción; esa hazaña de la productividad es aberrante a los ojos del gobierno K.

El gobierno K



En el mes de marzo (las nuevas retenciones tributarias empezaron el día 11), cayó la recaudación esperada por ese concepto: Fueron 17,700 millones de pesos en lugar de los 20,130 millones de pesos que calculaban los analistas. El gobierno K está demostrando el funcionamiento de la curva de Arthur Laffer: A partir de un punto de avidez tributaria, mayores tasas se traducen en menor recaudación. ¡Felicidades! Lástima que la demostración empírica se haga a costa de encarecer el precio de los alimentos

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viernes, 16 de mayo de 2008

Los Kirchner y el hambre del mundo (I)

Argentina es probablemente el país más competitivo del mundo produciendo granos y alimentos. ¿Qué hace el gobierno argentino ante esta innegable ventaja competitiva de sus productores agropecuarios? Ponerles un impuesto confiscatorio a las exportaciones, agredirlos, acusarlos de criminales por ser prósperos y productivos.

La cosecha argentina de maíz de 2007-2008 será de unos 21.5 millones de toneladas, el consumo de ese cereal en Argentina es de apenas 6.5 millones de toneladas; la cosecha de trigo en Argentina será de 15.5 millones de toneladas y el consumo interno de trigo en ese país difícilmente llegará a 5.5 millones de toneladas. Son sólo dos ejemplos. Argentina tiene capacidad productiva de sobra para alimentar a cuatro o cinco países más.

Todo mundo sabe que hemos entrado mundialmente en un ciclo largo de encarecimiento de los alimentos, después de otro ciclo largo (de casi 50 años) en el que la productividad abarató sostenidamente los alimentos. No sólo se trata de que los chinos o los indios estén comiendo mejor porque tienen más ingresos – a partir de un trabajo duro y productivo- sino de que el intervencionismo gubernamental (subsidios ruinosos, barreras comerciales, supersticiones antiprogresistas, cultivo político de clientelas electorales y de patrocinadores de campañas partidistas, entre otros males) ha contribuido a un encarecimiento de los alimentos del mundo.

¿Qué ha hecho ante este fenómeno el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, quien en realidad es una simbólica encargada del despacho que le heredó y encomendó su marido Néstor? Pues desempolvar las teorías fracasadas del economista difunto que más daño causó en América Latina, Raúl Prebisch, e imponer una retención impositiva exorbitante a las exportaciones de granos; algo similar a lo que antes hizo con las exportaciones de carne. Repetir la nefasta receta de Juan Domingo Perón que, impulsado por ese poderoso resorte de la miseria moral que se llama envidia, quiso apropiarse de la renta agropecuaria de Argentina para consentir a una burocracia voraz y a unos industriales ineficientes que claman por subsidios y por protección.

La única motivación que puede haber detrás de este despropósito es la avidez de los políticos por apropiarse de la riqueza de los demás. Un gobierno de "izquierda moderna", anclado en los nefastos mitos de los años 70 del siglo pasado, contribuye con fervor a incrementar el hambre en el mundo. Malvados y, además, estúpidos.

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miércoles, 14 de mayo de 2008

El mascarón de proa y otras gracejadas

Lo más bonito que se dijo el martes 13 acerca de Pemex es que "debe ser el mascarón de proa del nacionalismo mexicano". Linda metáfora del siglo XVIII expresada por un doctor en relaciones internacionales que es un furibundo nacionalista.

La cursilería oratoria es una de las grandes ventajas comparativas de México. El martes pasado, primer día oficial de debates acerca de Pemex y asuntos anejos, el doctor en relaciones internacionales Lorenzo Meyer acuñó una frase digna de recogerse en alguna nueva edición de "El declamador sin maestro". Después de una larga parrafada, don Lorenzo le dio el último toque retórico a su pastel nacionalista-colectivo-petrolero con un derroche de merengue, empalagoso pero inolvidable, que decía más o menos así: "Pemex debe ser el mascarón de proa del nacionalismo mexicano".

Hablar de "mascarones de proa" en pleno siglo XXI para referirse al futuro de una entidad petrolera y recaer en la gastadísima metáfora de que un país es como un barco que surca el océano y en el que nos llevan quién sabe hacia dónde y quién sabe qué pilotos, y otorgarle al monopolio petrolero el papel de mascarón de la anticuada nave, es sencillamente delicioso.

Un mascarón de proa era "una figura de adorno colocada -en siglos pasados- en lo alto del tajamar de los barcos", justamente cuando los grandes barcos surcaban los mares movidos por el viento o por el esfuerzo de los remeros, no por ningún odioso combustible derivado del petróleo. Ya no hay barcos así, más que en los museos o como curiosidades para diversión de ociosos adinerados.

Lo peor no es lo decrépito de la metáfora sino que, en su apasionada defensa nacionalista, don Lorenzo no le haya encontrado mejor papel a Pemex que el de "adorno" naviero. Majestuoso, sí; edificante, también, pero adorno al fin y al cabo, que no sirve para navegar, ni para llegar a buen puerto, acaso para enorgullecer a los tripulantes: "Ninguno de esos odiosos trasatlánticos extranjeros que nos pasaron y nos dejaron solitos acá atrás, tiene mascarón de proa. ¡Como México no hay dos!".

Don Lorenzo, si vamos a ponernos a buscar adornos para la avejentada nave nacionalista yo propongo que el mascarón de proa sea la efigie de Salma Hayek. Digo, Salmita es más inspiradora y tiene un aire más clásico que el logotipo de Pemex.

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Oficio, legislador; actividad, promover el fracaso

¿Qué hace un político mediocre e incompetente – la lista en el mundo es extensa- ante la prosperidad que es resultado del éxito? Castigarla, si es posible prohibirla, igualar hacia abajo, regodearse en la promoción del fracaso.

Uno supondría que los políticos locales en Massachussets están orgullosos de la concentración de capital intelectual en su estado, en el que tienen su sede varias universidades que ocupan los primeros lugares en el mundo, empezando por Harvard. Error. Al menos varios de esos políticos, legisladores locales, parecen profundamente resentidos por el éxito de esos centros de excelencia educativa y por la prosperidad que se deriva de dicho logro.

Encabezados por el representante Paul Kujawski, del Partido Demócrata, han propuesto al departamento de ingresos del gobierno del estado analizar la viabilidad de gravar con un impuesto de 2.5% anual la porción de las donaciones que reciban las universidades que exceda de los mil millones de dólares. Al menos nueve universidades en Massachussets reciben donaciones que sobrepasan ese monto.

Más que la generación de ingresos adicionales para el estado, cosa que no sucederá porque el impuesto ahuyentaría a los donantes, Kujawski confiesa que el objetivo de su propuesta es disminuir las donaciones "exorbitantes" y que, supone, no están dictadas por fines auténticamente altruistas.

Es, pues, un impuesto contra el éxito dictado por la envidia, algo electoralmente muy vendedor y mercancía habitual de los populistas.

Greg Mankiw, profesor de Harvard y famoso economista, escribió en su bitácora en la red que ante un impuesto así, en caso de darse, Harvard debería fundar de inmediato un nuevo campus en otro estado con clima más benigno, que podría llamarse Harvard Sur, y canalizar a todos los donantes y todas sus donaciones a ese nuevo destino, al tiempo que Harvard Norte – la sede original- emprende una lenta y ventajosa venta de terrenos hasta desaparecer.

¿Eso es lo que quiere lograr Kujawski?

Kujawski – dice la página de este político en la red- estudió un B. A. (licenciatura) en North Adams State College, toda su vida laboral se ha dedicado a la política y ha sido legislador local desde hace 14 años. Pone en su currículum como "Profesión": Legislador. No sabrá hacer otra cosa. Pero habrá que aclararle que ésa no es una profesión, sino un oficio generalmente pernicioso para los demás.

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lunes, 12 de mayo de 2008

Tauromaquia, política y engaños

Vista la política como el conjunto de estratagemas para vencer al adversario o el de los disimulos calculados para engañarle, tiene mucho en común con la tauromaquia.

Lejos de mí la beatería de quienes, cual solteronas de la Inglaterra victoriana, dicen abominar el toreo. Tampoco soy conocedor de la tauromaquia. Veo las corridas de toros a la distancia, y de vez en vez. Lo suficiente para descifrar de qué va la cosa cuando alguien habla de la habilidad de un torero con el engaño, es decir con la muleta o con la capa, para llevar al toro a donde él quiere.

Hace unos días leí un artículo en el cual el periodista José María Carrascal sugería que la reciente ocurrencia en España del reelecto gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ("el zapaterito de León") de poner sobre la tapete de la discusión pública una inopinada revisión de la ley de la libertad religiosa se antoja maniobra de torero que pone el "engaño colorido", (parafraseando las palabras que Sor Juana dedicó a su retrato) frente a la res. El toro al que se desea encaminar es, por supuesto, el Partido Popular (PP). "Para ello – precisaba el periodista- cuenta (el gobierno del PSOE) con la ingenuidad del PP, sabiendo que acudirá al trapo como el toro a la muleta".

La analogía me parece genial y aplicable a decenas de países, como México, en los que el quehacer de los políticos – diestros o torpes- se asemeja a la lidia de los toros. Hay quienes batallan con reses traicioneras que de súbito levantan la testa; otras bestias – dicho sea con respeto- son impetuosas en la embestida, pero de trayectoria predecible y sin sorpresas.

Y cada cual, de los espectadores, apuesta ya sea por el animal o por el torero. Asunto de preferencias. Hay políticos que, cual toreros sorprendidos por un imprevisto cambio en la trayectoria del toro, corren a refugiarse en el burladero. Otros hacen faenas decorosas, dependiendo de la calidad de las reses y de otras circunstancias, incluido cierto oficio.

Habrá quien diga que, en asuntos de política cotidiana, hay escasos diestros y casi ningún toro bravo, sólo bueyes y alguna que otra vaca que no tiene nada de sagrada.

Y no faltan los políticos menores que trabajan de monosabios, esos mozos que ayudan al picador en la plaza.

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domingo, 11 de mayo de 2008

Alimentos, carestía y mitos

What we have learned in recent decades about the economics of agriculture will appear to most reasonably well informed people to be paradoxical. We have learned that agriculture in many low income countries has the potential economic capacity to produce enough food for the still growing population and in so doing can improve significantly the income and welfare of poor people. The decisive factors of production in improving the welfare of poor people are not space, energy and cropland; the decisive factor is the improvement in population quality.


Theodore W. Schultz, Prize Lecture to the memory of Alfred Nobel, December 8 1979.

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Los prejuicios y mitos salen caros como demuestra el caso de los productos agrícolas. Los intereses políticos mantienen en pie un conjunto de creencias acerca de la producción agrícola que se han demostrado falsas una y otra vez y que hacen del mercado de alimentos uno de los más distorsionados del mundo.


El primer mito acerca de la producción agrícola: El número de hectáreas dedicadas a cultivos es el factor clave para aumentar la producción y el bienestar. No es así.

Lo dijo claramente Theodore W. Schultz en su discurso de recepción del Premio Nobel de economía en diciembre de 1979: “Hemos aprendido que…los factores de producción decisivos para aumentar el bienestar de la gente pobre (en el campo) no son el espacio, los energéticos o las tierras de cultivo, sino el mejoramiento en la calidad de vida de la misma población”.

Citaba entonces Schultz el ejemplo impresionante de la productividad en el caso de los cultivos del maíz: En la década de los años 70 del siglo XX Estados Unidos dedicó 33 millones menos de acres de tierra a la producción de maíz que los sembrados cuatro décadas atrás, pero produjo tres veces más cantidad del cereal.

La tierra no es el factor clave, sino las capacidades, destrezas y conocimientos del productor agrícola (capital humano), de los que se deriva también una mayor calidad de insumos y de tecnología para la producción.

Otros dos grandes errores de los que se derivan multitud de mitos: 1. “Los pobres en el campo requieren de principios económicos especiales, diferentes de los que hacen funcionar la economía en general”. Falso, la realidad es que la oferta, la demanda, los precios y los incentivos funcionan igual en la producción agrícola que en el resto de la economía. A mayor libertad en los mercados mayor bienestar para todos. A mayor globalización comercial, menores precios y mayor calidad de los alimentos. Ningún precio baja si se restringe la oferta con regulaciones y barreras comerciales.

2. Desdeñar o desconocer las lecciones de la historia. La experiencia ha demostrado que el ser humano es capaz de incrementar la cantidad y la calidad de los alimentos disponibles muy por encima de los incrementos de la población, siempre y cuando dejemos funcionar libremente a los mercados. Los precios altos deben incentivar una mayor oferta y una mayor oferta, en libre competencia, frenará el alza de los precios.

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jueves, 8 de mayo de 2008

Que no se enteren




(http://www.all4humor.com/images/)



El día que los igualitaristas a ultranza se enteren de lo que provoca la educación de calidad, la van a prohibir.

Uno de los fenómenos sociales más perturbadores en el mundo de la primera década del siglo XXI es comprobar cómo se ensancha la brecha de ingresos entre los trabajadores calificados y los no calificados.

Sucede en Estados Unidos, sucede en China, sucede en México. La demanda de trabajadores verdaderamente calificados supera la oferta y la oferta de trabajadores no calificados supera, con mucho, la demanda. La resultante de esta disparidad entre oferta y demanda se traduce, entre otras cosas, en una creciente disparidad de salarios entre el trabajador calificado y el no calificado. Conforme la actividad económica en el mundo se ha especializado, conforme la ciencia y la tecnología han liberado al hombre del mero esfuerzo físico y de las tareas repetitivas y rutinarias, la calificación laboral se ha centrado cada vez más en las capacidades cognitivas y en la aptitud para cifrar y descifrar con acierto y rapidez.

Hay una legión de personas no calificadas en busca de trabajo y, cuando lo obtienen (si lo obtienen) percibiendo salarios que consideran insatisfactorios y un grupo mucho menos numeroso de personas calificadas para desempeñarse en la nueva economía del conocimiento, con muchas más oportunidades de empleos de calidad y con salarios crecientemente satisfactorios.

Esta diferencia es, en el discurso político populista (que es el más común), exacerbada y dibujada como una terrible injusticia. El mensaje de Hillary Clinton, por ejemplo, durante su afanosa carrera en busca de la candidatura demócrata, es la promesa de que sólo ella puede cambiar ese estado de cosas, no invirtiendo en el desarrollo de las capacidades laborales, sino castigando y estigmatizando el bienestar de la minoría de trabajadores altamente calificados. Es el viejísimo recurso político de apelar a la envidia. Otro tanto hace Barak Obama.

Las políticas públicas derivadas de este tipo de discurso solamente agravarán el problema y la sensación de injusticia. Erigir barreras para el ingreso de trabajadores extranjeros calificados a Estados Unidos y seguir abaratando las exigencias de la educación escolar básica y preuniversitaria, provocarán estancamiento económico y pérdida de la productividad.

Un paso más, en ese resbalosa pendiente, y los igualitaristas a ultranza nos prometerán la "feliz" utopía de la ignorancia absoluta. ¿Eso es "progresismo"?

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miércoles, 7 de mayo de 2008

Alimentos caros gracias a los políticos populistas

La carestía mundial de los alimentos – que NO inflación- ha sido causada fundamentalmente por el proteccionismo agrícola, las regulaciones gubernamentales excesivas y los subsidios a las clientelas electorales.


No vivimos, como erróneamente se dice, una inflación en los precios de los alimentos. La inflación es un fenómeno cuyas causas – y remedios- siempre son monetarios. No es el caso. Vivimos una carestía que ejemplifica dramáticamente los daños que causa el proteccionismo comercial, el intervencionismo gubernamental en los mercados y la compra de clientelas electorales mediante subsidios a los productores agrícolas…o a quienes se ostentan como tales.

Cuando en agosto de 2006 se atascaron las conversaciones de la ronda de Doha, que entre otras cosas buscaban liberalizar la producción y el comercio de productos agropecuarios en el mundo, se aceleró la actual crisis de los alimentos.

Cuando los burócratas de las Naciones Unidas se inventaron el asunto del calentamiento global (tenía que ser "global" para justificar la intervención de la burocracia "global" premier) y junto con multitud de políticos vieron una veta política y de negocios en la promoción de los agro-combustibles, se aceleró la actual crisis de los alimentos.

Cuando en Japón, la Unión Europea, Estados Unidos, México, Corea, la India, los productores agrícolas – o, mejor dicho, los que se ostentan como tales a través de organizaciones incrustadas en los aparatos políticos- obtuvieron un peso e influencia desorbitados, a todas luces desproporcionados, en la elaboración de políticas públicas y de la legislación, se incubó la actual crisis de los alimentos.

Cuando los socialistas reciclados en "verdes" obstruyeron los avances técnicos en la productividad agrícola infundiendo miedos irracionales a los cultivos transgénicos, al uso de agroquímicos y a la globalización de los agro-negocios, se potenció la actual crisis de los alimentos.

No es una maldición enviada por los extraterrestres, ni una conspiración de esos fantasmales neoliberales (a los que tanto dice detestar Carlos Salinas de Gortari), es simple y llanamente el producto inevitable de la intromisión de los gobiernos en los mercados y de la explotación política de los aldeanos y atávicos temores al progreso y a la globalización. Esa es la causa de esta carestía mundial de los alimentos.

El remedio es quitar regulaciones, liberalizar el comercio mundial, destrabar la ronda de Doha y mandar a sus casas a los políticos populistas en todo el mundo.

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Distrito Federal: Cuesta abajo en su rodada

El Distrito Federal "perdió" – en términos de Producto Interno Bruto- 55,528 millones de pesos de 1994 a 2006, y tan sólo en el aciago sexenio de López Obrador y Encinas – 2000 a 2006- la "pérdida" fue de 32,021 millones de pesos. Una entidad en decadencia.


La Secretaría de Finanzas del Distrito Federal no es muy ducha en la asignatura de "atribución de culpas". Culpa a la Secretaría de Hacienda de que recibirá menos participaciones de las que recibiría si prevalecieran las fórmulas del pasado. Error. La nueva fórmula no la impuso la Secretaría de Hacienda, sino que la aprobó el Congreso. Otro error aún más grave: La presunta disminución relativa – que no en números absolutos – de las participaciones, no es ni un pálido reflejo de la pérdida de peso que ha experimentado el Distrito Federal en términos de su aportación a la riqueza del país.

Y otro error semántico y filosófico: El gobierno del Distrito Federal NO es el Distrito Federal. Quien se lleva las participaciones es el gobierno de Marcelo Ebrard, no los capitalinos.

En 1994 el Distrito Federal representaba el 23.6% del PIB nacional; en 2006 ya había caído 3.3 puntos porcentuales en su aportación al PIB nacional y representó el 20.32% del producto nacional. Ninguna entidad del país ha experimentado un descenso tan abrupto y en tan pocos años.

Si ponemos la "pérdida" del Distrito Federal (en contribución al PIB nacional) en pesos constantes, el descenso equivale a una disminución de riqueza de 55, 528 millones de pesos de 1994 a 2006.

La "pérdida" se aceleró dramáticamente en el sexenio 2000-2006, bajo el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (y su delfín Alejandro Encinas): El Distrito Federal dejó de producir - respecto del PIB nacional – nada menos que 32,021 millones de pesos.


Otros datos para documentar el pesimismo: En 1994 el Distrito Federal representaba el 20.3 % del PIB nacional de la industria manufacturera; en 2000 ya había caído al 18.6%, pero para el 2006 logró la hazaña de reducir su participación a sólo el 15.3 % del PIB manufacturero nacional (3.3. puntos porcentuales de "pérdida" bajo la égida de López en sólo seis años). Y en comercio y turismo el PIB capitalino paso de 24.3% del PIB nacional respectivo en 1994, a 22.6% en el año 2000 y – cuesta abajo en su rodada- llegó a sólo 18.7% en 2006.

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lunes, 5 de mayo de 2008

Políticos alérgicos a los costos

La mayoría de los políticos detestan el liberalismo económico porque les recuerda la tremenda sentencia de Milton Friedman: "No hay comidas gratis". Así, especulan, nadie gana elecciones.


Tanto en los países desarrollados como en los países en vías de desarrollo, los gobiernos y los políticos en busca del éxito le están prestando más atención a los encuestadores y a los expertos en mercadotecnia política que a los economistas y a los especialistas serios y preparados.

En esa medida retrocede la productividad en el mundo. En esa medida, millones de seres humanos están pagando más por los alimentos al tiempo que escuchan ávidos a los políticos que prometen energéticos baratos, servicios de salud sin costo, pensiones inagotables y empleos de "Adelitos defensores de la soberanía" (modalidad que la izquierda mexicana ha ideado para reciclar la viejísima costumbre de cobrar en el gobierno sin trabajar, como lo describió Sergio Sarmiento hace poco).

Tomemos el caso de la liberalización comercial. Alan Greenspan ha escrito que si la gente no experimenta de primera mano – en su vida diaria - las ventajas de la libre competencia, tenderá a ponerse en manos del primer populista que le prometa erigir barreras al comercio y obstáculos a la migración. Si Miguel de la Madrid hubiese tenido que someter a referéndum la necesidad de abrir unilateralmente la cerradísima economía mexicana, todavía estaríamos hoy jugando a los contrabandistas aficionados, escondiendo en las maletas, como tesoro prohibido, una "iPod" después de una visita relámpago a Laredo.

El economista serio le dirá al político que la mejor forma de preservar los recursos - por ejemplo, el petróleo o el agua – es cobrarlos al precio que dictan la oferta y la demanda, pero el estratega político o el encuestador le dirán que cueste lo que cueste hay que evitar, por ejemplo, que suba el precio de la gasolina…no importa que para ello cada día se subsidien millones de pesos a los más ricos y que se fomente un desperdicio ruinoso.

Un dato: En los tres primeros meses de 2008 México importó 37.4% más litros de gasolina que un año antes. Un alza tal en la demanda sólo se explica por un precio de ganga. Así se quedó Argentina sin gas natural en 2003- 2004…, pero el matrimonio Kirchner se mantuvo en el poder…, arguye el encuestador.

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domingo, 4 de mayo de 2008

Salinas de Gortari y Telmex

El ex presidente Carlos Salinas de Gortari ha reiterado su abominación hacia lo que él llama “fundamentalismo de mercado”. Esta antipatía hacia la libertad individual explica, tal vez, por qué su gobierno jamás se preocupó por garantizar la competencia – y con ella, los derechos del consumidor- cuando privatizó el monopolio telefónico.

Las ideas tienen consecuencias. Si un gobernante cree que el ejercicio irrestricto de la libertad individual sólo conduce al “egoísmo y la soledad” o que la competencia equitativa en el mercado es “adversa a la soberanía popular” difícilmente diseñará un proceso de privatización de un monopolio gubernamental, como lo era Teléfonos de México, previendo condiciones de competencia que beneficien al consumidor para que éste pueda elegir individual y libremente.

En días próximos, según se ha anunciado, saldrá a la venta un nuevo libro de Salinas de Gortari, “La década perdida”, del que algunos medios han publicado algunos extractos. De lo difundido se infiere que el ex presidente de nuevo quiere situarse a sí mismo en una especie de tercera vía ilusoria entre el liberalismo y el populismo; en su época se inventó el mote de “liberalismo social”, una especie de híbrido entre el mercantilismo y la social burocracia asistencial que usa el gasto público para crearse clientelas electoralmente adictas. Critica Salinas acremente a un espantajo llamado “neoliberalismo” encarnado por fuerzas impersonales, sin nombres ni apellidos, que según él “entregaron el sistema de pagos del país, duplicaron la deuda pública y lo contaminaron (al país) de la enfermedad holandesa”. Que lo pruebe, si puede.

De lo que se ha difundido sobre este libro de Salinas de Gortari no aparece una sola explicación – indispensable, a la luz de los acontecimientos posteriores- sobre los criterios que aplicó su gobierno para transformar un monopolio de gobierno quebrado e ineficiente – Teléfonos de México – en un monopolio privado singularmente eficaz para apropiarse de los excedentes de los consumidores y para impedir la competencia.

Es obvio que Salinas de Gortari jamás consideró, en esa privatización, los intereses de los consumidores, sino la necesidad de obtener más ingresos para unas finanzas gubernamentales deterioradas. Es obvio que los privatizadores de Telmex no sucumbieron al abominable “neoliberalismo” que detesta Salinas…

Lástima, si hubiesen sido un poquito liberales sin duda los servicios telefónicos hoy serían más baratos y los consumidores tendríamos verdaderas opciones para satisfacer nuestro “egoísmo y soledad”.

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sábado, 3 de mayo de 2008

Competencia, competencia y más competencia

¿Quién está causando las presiones inflacionarias en alimentos y energéticos? Los gobiernos entrometidos. La solución es eliminar regulaciones obstruccionistas, promover la competencia sin cortapisas y apostarle a la eficacia de los mercados globales para asignar los recursos.

Si fueran médicos les estarían recetando a los diabéticos ingerir toneladas de azúcar.

Las alzas mundiales en los precios de los alimentos y los energéticos están alentando a los intervencionistas gubernamentales en todo el mundo a proponer más del veneno que precisamente ha ocasionado los problemas: barreras al libre comercio, regulaciones obstruccionistas, mecanismos compensatorios, precios mentirosos, subsidios irresponsables…

Tenemos en Estados Unidos a los dos personajes que se disputan la candidatura del Partido Demócrata tratando de seducir a los electores con recetas populistas que han comprobado una y otra vez su fracaso. Tenemos a un presidente, George W. Bush, totalmente desorientado defendiendo – contra la contundente evidencia- los irracionales y ruinosos subsidios a la producción de etanol a partir de maíz.

Tenemos en Argentina a una presidenta populista enfrentando al sector más productivo de ese país – que son los agricultores y los ganaderos- poniéndoles impuestos confiscatorios a las exportaciones y obstruyendo el libre comercio de granos, de carne y de leche.

Tenemos en Asía a gobiernos torpes impidiendo la exportación de cereales, como el arroz, con lo que contribuyen a exacerbar la inflación mundial y el hambre.

Tenemos a los "verdes" y a otras organizaciones no gubernamentales – que en realidad viven de los recursos de los contribuyentes- impidiendo el avance tecnológico en la agricultura, oponiéndose con supersticiones medievales al uso de agroquímicos para aumentar la productividad en el campo y estigmatizando, con alegatos infantiles, los llamados cultivos transgénicos.

Tenemos a gobiernos y a falsos ecologistas impidiendo el uso de tecnologías modernas, viables y limpias para generar energía, como la nuclear, alimentando miedos y fantasías populares propios de la edad de las cavernas.

Tenemos en México a legisladores y medios de comunicación capturados por el principal monopolista privado, atacando con mentiras cobardes a quien promueve la competencia y a quien denuncia la arrogancia de los que depredan los excedentes de los consumidores.

La inflación que viene, y que ya vivimos, se combate sobre todo amarrándoles las manos a los intervencionistas gubernamentales y promoviendo la competencia, más competencia y más competencia. ¡Por Dios, por una vez en la vida dejen trabajar a los mercados libres!

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