martes, 5 de abril de 2005

El Papa y el significado del trabajo

Ricardo Medina Macías
Para Juan Pablo II el trabajo libre y digno – que enriquece al hombre y al mundo – está en el centro de la vida económica. El origen del capital es el trabajo. De esta fecunda línea de pensamiento se derivan conclusiones cruciales para entender la libertad económica y aquilatar la riqueza de lo que se ha llamado “capital humano”.
Tanto en su predicación a lo largo de estos 26 años de pontificado, como en las decisivas encíclicas sobre el mundo del trabajo y la renovada doctrina social de la Iglesia, Juan Pablo II dejó muy claro que, desde la perspectiva de la Iglesia Católica, el trabajo está en el centro de la vida económica.
Una primera reflexión derivada de este postulado es que carece de sentido establecer dicotomías decimonónicas entre capital y trabajo, como si el segundo se sumase al primero para generar riqueza o como si el primero no hiciese otra cosa más que expoliar la plusvalía generada por el segundo. Nada de eso. El capital no es nada sin el trabajo, el capital no existe si no es mediante el trabajo. El capital es trabajo, pasado, actual o futuro.
También derivada de este postulado es la reflexión de que el dinero es mero símbolo y resultado del trabajo. El dinero compra trabajo futuro pero porque el dinero es producto del trabajo pasado. Dicho en términos filosóficos: El dinero es trabajo en potencia, pero no sólo por convención, sino porque –otra vez- en su origen está el trabajo en acto del ser humano.
Más todavía, el origen de la propiedad también es el trabajo.
Toda esta doctrina contrasta radicalmente con la concepción marxista del trabajo como alienación o explotación. Y la razón de fondo, radical (que va a la raíz de las cosas), de esta diferencia se llama libertad, que es el valor ausente en la teoría y en la praxis marxista; y que también - ¡quién lo diría! – es el valor ausente en la praxis hedonista de lo que el filósofo Augusto del Noce llamaba “la sociedad opulento-tecnológica”.
De esta forma, la doctrina católica sobre el trabajo y la economía (que Juan Pablo II llevó a profundidades insospechadas) se levanta, majestuosa, sobre cualquier materialismo ramplón o pretendidamente científico; lo mismo es un desmentido tajante al neopositivismo que es una rotunda negativa al materialismo marxista. Lo mismo advierte al hombre de nuestro tiempo de los peligros del hedonismo descerebrado que de las atrocidades del materialismo militante que rebaja la dignidad del hombre a una mera excrecencia de las relaciones de producción.
Al poner el trabajo en el centro de la economía – como fuente de dignidad y de riqueza – el Papa proclamó el imperativo de la libertad. No hay dignidad humana sin libertad de trabajo; no hay prosperidad sin libertad de trabajo; no hay armonía posible entre los seres humanos si falta la libertad.

Correo: ideasalvuelo@gmail.com

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal