La muerte de un poeta
El domingo falleció el poeta mexicano Marco Antonio Montes de Oca. A mi entender la muerte de un poeta de verdad es una de las noticias más relevantes, por grave, que puedan difundirse. El mundo pierde con tal muerte a un descifrador y cifrador privilegiado.
Descifrar y cifrar el mundo es la tarea más elevada – casi divina – a la que podemos aspirar. Los poetas, los grandes poetas, tal vez los filósofos, son los mejores para ello. ("El filósofo y el poeta tienen en común que ambos tienen que habérselas con lo maravilloso" escribió Tomás de Aquino). Nos revelan parcelas de una realidad que cotidianamente esquivamos, ocupados como estamos en pequeñeces (las alharacas electorales, el bombardeo de "estimulantes" inciertos mediante millones de millones de gasto público), a las que catalogamos de "cosas importantes" aun cuando sólo sean zumbidos ensordecedores.
Los poetas hacen más habitable el mundo. Gracias.
Conozco poco la poesía de Montes de Oca. Alguna tarde fue más luminosa tras leer alguna poesía suya en "Vuelta" – la revista predecesora de "Letras Libres" y sucesora de "Plural"- o alguna mañana fue menos farragosa gracias al hallazgo de una metáfora estremecedora de Montes de Oca en una de las miles de publicaciones que, con calidad y pertinencia variables, arroja la Universidad Nacional Autónoma de México año tras año.
Leí el lunes una pequeña noticia – aderezada de uno de esos sinónimos anacrónicos, domingueros, que nos encantan a los periodistas: "vate" en lugar de "poeta" – que daba cuenta de la muerte de Montes de Oca. Traté de recuperar algo de esas tardes y de esas mañanas rescatadas de lo anodino gracias a la esmerada disposición de las palabras con las que Montes de Oca me reveló un remanso nunca antes imaginado. Y leí, entonces, esta octava final de "Cargamento":
"Vuelve a la carga mi batallón de flores.
En la hostia una pequeña fractura denuncia la sangre divina.
El cielo y la tierra se juntan hasta que sólo los separa
Un álamo que agita su follaje como un pandero.
Ya me vence mi muerte, los fantasmas atan mi cuerpo
En profundos esqueletos de coral.
Doy vueltas a la noria, conozco mi deber de esclavo
Pero no conozco a mi dueño, ni sé por qué estoy aquí."
Descifrar y cifrar el mundo es la tarea más elevada – casi divina – a la que podemos aspirar. Los poetas, los grandes poetas, tal vez los filósofos, son los mejores para ello. ("El filósofo y el poeta tienen en común que ambos tienen que habérselas con lo maravilloso" escribió Tomás de Aquino). Nos revelan parcelas de una realidad que cotidianamente esquivamos, ocupados como estamos en pequeñeces (las alharacas electorales, el bombardeo de "estimulantes" inciertos mediante millones de millones de gasto público), a las que catalogamos de "cosas importantes" aun cuando sólo sean zumbidos ensordecedores.
Los poetas hacen más habitable el mundo. Gracias.
Conozco poco la poesía de Montes de Oca. Alguna tarde fue más luminosa tras leer alguna poesía suya en "Vuelta" – la revista predecesora de "Letras Libres" y sucesora de "Plural"- o alguna mañana fue menos farragosa gracias al hallazgo de una metáfora estremecedora de Montes de Oca en una de las miles de publicaciones que, con calidad y pertinencia variables, arroja la Universidad Nacional Autónoma de México año tras año.
Leí el lunes una pequeña noticia – aderezada de uno de esos sinónimos anacrónicos, domingueros, que nos encantan a los periodistas: "vate" en lugar de "poeta" – que daba cuenta de la muerte de Montes de Oca. Traté de recuperar algo de esas tardes y de esas mañanas rescatadas de lo anodino gracias a la esmerada disposición de las palabras con las que Montes de Oca me reveló un remanso nunca antes imaginado. Y leí, entonces, esta octava final de "Cargamento":
"Vuelve a la carga mi batallón de flores.
En la hostia una pequeña fractura denuncia la sangre divina.
El cielo y la tierra se juntan hasta que sólo los separa
Un álamo que agita su follaje como un pandero.
Ya me vence mi muerte, los fantasmas atan mi cuerpo
En profundos esqueletos de coral.
Doy vueltas a la noria, conozco mi deber de esclavo
Pero no conozco a mi dueño, ni sé por qué estoy aquí."
Etiquetas: cifrar y descifrar, filosofía, Marco Antonio Montes de Oca, mundo habitable, poesía
1 Comentarios:
muy cierto, sólo falta incluir a las "primas" de la poesía: la prosa, la música, la pintura, etc.
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