País de ilusos
"El pueblo que no ama la verdad, es el esclavo natural de todos los malvados" : Maquiavelo.
Un mexicano te perdona que le partas la madre, pero no que le rompas sus ilusiones.
El peor pecado que se puede cometer contra un mexicano es romperle las ilusiones. Las ilusiones son algo tan preciado entre nosotros que se vuelven intocables. Habrá, sin duda, algún intelectual orgánico que le de forma y pretextos a esta fenomenología de la ilusión y que descubra - ¡oh, las revelaciones de los “expertos”!- que la ilusión forma parte de las “fibras profundas” del alma del mexicano junto con el maíz y el recurso a las bravatas como sucedáneo de la defensa heroica de la “dignidá”.
En un país de ilusos, como este, a la gente le parece del todo coherente gritar a la vez: “¡No más impuestos!” y “¡ni un peso menos de gasto público!”.
En un país de ilusos como este un doctor en economía, profesor del Colegio de México, puede presumir que aumentar el déficit público no tiene ninguna consecuencia (“no pasa nada” escribe el doctor Gerardo Esquivel en su bitácora en la red), y quedarse tan campante.
En un país de ilusos, como este, resulta perfectamente lógico que el mismo señor que vocifera para que le aumenten los recursos federales al gobierno de la capital, sea el mismo señor que condena cualquier alza de impuestos. Ese mismo señor, Marcelo Ebrard, en 2007 se rasgó las vestiduras porque habría un nuevo impuesto especial a las gasolinas cuya recaudación se destinaría “a los estados”; le mejoró el humor, sin embargo, cuando sus gestores en el Congreso lograron cambiar la redacción y se plasmó que la recaudación del nuevo gravamen se destinaría “a las entidades federativas”. No, pos’ así la cosa cambia. Así, el “gasolinazo” sigue siendo algo malo, pero como que se siente menos.
En un país de ilusos, como este, habrá quien encuentre natural que la supuesta izquierda radical – especialmente sectaria e intolerante- predique en esencia lo mismo que los grandes magnates. Incluso, se aplaudirá la “gallarda” defensa de los ciudadanos que hace un patán con fuero, obstruyendo cualquier discusión racional en la Cámara de Diputados.
El amor a las ilusiones que el mexicano manifestará a lo largo de su vida empieza a cultivarse desde la cuna. En vez de enseñarle a hablar como ser civilizado, al bebé mexicano una legión de parientes, empezando por su abnegada madre, se dedica a convencerlo que está bien decirle “evo” al “huevo”, “guaguá” al “perro”, “la meme” al “sueño” (de adulto se empeñará en decir: “dijieras”, “haiga”, “aclético”, “pecsi”, “cactas” por “captas”, “chopita” por “sopa” y exigirá que se le entienda de inmediato; quien ose corregirle su tartamudeante y pobre léxico recibirá, fulminante, la condena: “¡…che mamón!”).
Poco después, sabios programas de televisión didácticos, como el dominical de Chabelo (un señor de la tercera edad que habla como niño mimado y se viste con pantaloncitos cortos), le enseñarán que “aquí todos ganan”… aunque pierdan. En la escuela, le inocularán la ilusión de que entendimientos dispares y esfuerzos diferentes deben dar, siempre, resultados iguales (“¡es lo justo!”) porque aquí no tenemos esas odiosas costumbres extranjeras de reconocer a cada cual según sus méritos.
Para tercer año de primaria nuestro futuro iluso mexicano ya sabrá pelear con los maestros una mejor calificación alegando que hizo su “mejor esfuerzo”, igualito que los jugadores de la selección nacional. Más tarde, amparado en la ilusión de que “no hay que dejarse” atropellará a cualquiera que ose contradecirle. Y vivirá, llenito de ilusiones, pensando que es un signo de distinción escupir en la calle y convencido de que es normal ganar dinero sin trabajar o que trabajar consiste en “hacerla” lo que, a su vez, consiste en obtener una plaza inamovible que le hace acreedor a una paga periódica (paga de la cual se quejará amargamente, no importa cuál sea el monto de la misma, ni mucho menos cuán improductiva sea su presencia en el denominado “centro de trabajo”, porque siempre habrá alguien, real o imaginario, que gana más y eso “¡no es justo!”).
Por eso, porque vivimos en un país de ilusos, y porque en tal país no hay peor ofensa que romperle las ilusiones a alguien, los políticos mexicanos deben hacer malabarismo y medio - ¡pobres!- para mantener vivas las ilusiones: ¿Más déficit?, “¡No hay fijón, no pasa nada, ya lo dijo un doctor en economía, que crioque hasta premio noble es!”, ¿más gasto?, “pos’ pa’ luego es tarde, namás dínganme (sic) ónde van a poner la llave pa’ que me salpique”.
Ilusiones:
· Un día de estos vamos a volver a tener petróleo a raudales y los precios internacionales del petróleo van a estar por las nubes; este bendito país y estos lindos – e ilusos – compatriotas no merecen menos.
· Si yo fuera diputado quitaba todos los impuestos y sólo le cobraba un IVA choncho a los del billete.
· Me voy a ganar el Melate, ora sí mi reina, y vas a ver ton’s quién sigue siendo el rey.
· ¿A ver qué tiene el tal Juanito que no tenga yo?, si me lo propongo puedo llegar a ser “el preciso”, lo que pasa es que me da flojera tanta alharaca.
· Me vale, pos ni que me hubiera robado tanto como roba tanto “inche corructo” del gobierno.
· ¿Y qué?, ¿a poco manejar medio pasado es peor que bombardear Irak?
· No, si vas a ver, en el Senado les van a enseñar cómo hacerle para tener mucha más lana y no subir el IVA. Beltrones sí sabe.
Un mexicano te perdona que le partas la madre, pero no que le rompas sus ilusiones.
El peor pecado que se puede cometer contra un mexicano es romperle las ilusiones. Las ilusiones son algo tan preciado entre nosotros que se vuelven intocables. Habrá, sin duda, algún intelectual orgánico que le de forma y pretextos a esta fenomenología de la ilusión y que descubra - ¡oh, las revelaciones de los “expertos”!- que la ilusión forma parte de las “fibras profundas” del alma del mexicano junto con el maíz y el recurso a las bravatas como sucedáneo de la defensa heroica de la “dignidá”.
En un país de ilusos, como este, a la gente le parece del todo coherente gritar a la vez: “¡No más impuestos!” y “¡ni un peso menos de gasto público!”.
En un país de ilusos como este un doctor en economía, profesor del Colegio de México, puede presumir que aumentar el déficit público no tiene ninguna consecuencia (“no pasa nada” escribe el doctor Gerardo Esquivel en su bitácora en la red), y quedarse tan campante.
En un país de ilusos, como este, resulta perfectamente lógico que el mismo señor que vocifera para que le aumenten los recursos federales al gobierno de la capital, sea el mismo señor que condena cualquier alza de impuestos. Ese mismo señor, Marcelo Ebrard, en 2007 se rasgó las vestiduras porque habría un nuevo impuesto especial a las gasolinas cuya recaudación se destinaría “a los estados”; le mejoró el humor, sin embargo, cuando sus gestores en el Congreso lograron cambiar la redacción y se plasmó que la recaudación del nuevo gravamen se destinaría “a las entidades federativas”. No, pos’ así la cosa cambia. Así, el “gasolinazo” sigue siendo algo malo, pero como que se siente menos.
En un país de ilusos, como este, habrá quien encuentre natural que la supuesta izquierda radical – especialmente sectaria e intolerante- predique en esencia lo mismo que los grandes magnates. Incluso, se aplaudirá la “gallarda” defensa de los ciudadanos que hace un patán con fuero, obstruyendo cualquier discusión racional en la Cámara de Diputados.
El amor a las ilusiones que el mexicano manifestará a lo largo de su vida empieza a cultivarse desde la cuna. En vez de enseñarle a hablar como ser civilizado, al bebé mexicano una legión de parientes, empezando por su abnegada madre, se dedica a convencerlo que está bien decirle “evo” al “huevo”, “guaguá” al “perro”, “la meme” al “sueño” (de adulto se empeñará en decir: “dijieras”, “haiga”, “aclético”, “pecsi”, “cactas” por “captas”, “chopita” por “sopa” y exigirá que se le entienda de inmediato; quien ose corregirle su tartamudeante y pobre léxico recibirá, fulminante, la condena: “¡…che mamón!”).
Poco después, sabios programas de televisión didácticos, como el dominical de Chabelo (un señor de la tercera edad que habla como niño mimado y se viste con pantaloncitos cortos), le enseñarán que “aquí todos ganan”… aunque pierdan. En la escuela, le inocularán la ilusión de que entendimientos dispares y esfuerzos diferentes deben dar, siempre, resultados iguales (“¡es lo justo!”) porque aquí no tenemos esas odiosas costumbres extranjeras de reconocer a cada cual según sus méritos.
Para tercer año de primaria nuestro futuro iluso mexicano ya sabrá pelear con los maestros una mejor calificación alegando que hizo su “mejor esfuerzo”, igualito que los jugadores de la selección nacional. Más tarde, amparado en la ilusión de que “no hay que dejarse” atropellará a cualquiera que ose contradecirle. Y vivirá, llenito de ilusiones, pensando que es un signo de distinción escupir en la calle y convencido de que es normal ganar dinero sin trabajar o que trabajar consiste en “hacerla” lo que, a su vez, consiste en obtener una plaza inamovible que le hace acreedor a una paga periódica (paga de la cual se quejará amargamente, no importa cuál sea el monto de la misma, ni mucho menos cuán improductiva sea su presencia en el denominado “centro de trabajo”, porque siempre habrá alguien, real o imaginario, que gana más y eso “¡no es justo!”).
Por eso, porque vivimos en un país de ilusos, y porque en tal país no hay peor ofensa que romperle las ilusiones a alguien, los políticos mexicanos deben hacer malabarismo y medio - ¡pobres!- para mantener vivas las ilusiones: ¿Más déficit?, “¡No hay fijón, no pasa nada, ya lo dijo un doctor en economía, que crioque hasta premio noble es!”, ¿más gasto?, “pos’ pa’ luego es tarde, namás dínganme (sic) ónde van a poner la llave pa’ que me salpique”.
Ilusiones:
· Un día de estos vamos a volver a tener petróleo a raudales y los precios internacionales del petróleo van a estar por las nubes; este bendito país y estos lindos – e ilusos – compatriotas no merecen menos.
· Si yo fuera diputado quitaba todos los impuestos y sólo le cobraba un IVA choncho a los del billete.
· Me voy a ganar el Melate, ora sí mi reina, y vas a ver ton’s quién sigue siendo el rey.
· ¿A ver qué tiene el tal Juanito que no tenga yo?, si me lo propongo puedo llegar a ser “el preciso”, lo que pasa es que me da flojera tanta alharaca.
· Me vale, pos ni que me hubiera robado tanto como roba tanto “inche corructo” del gobierno.
· ¿Y qué?, ¿a poco manejar medio pasado es peor que bombardear Irak?
· No, si vas a ver, en el Senado les van a enseñar cómo hacerle para tener mucha más lana y no subir el IVA. Beltrones sí sabe.
Etiquetas: ilusiones, México hoy
18 Comentarios:
JAJAJAJAJAJA
Con la antepenúltima "ilusión" me hiciste el día... jajajajajajaja... estoy escribiendo aún con la sonrisa en la boca.... jajajaja
Un abrazo fuerte!
Ricardo,
Me hiciste recordar que durante las sesudas milongas que "organizó" el congreso para la "discusión" de la "reforma energética", un intelectual orgánico (jajaja, que buena definición)"dijió": PEMEX debe ser el mascarón de proa de este pais. Le faltó agregar: lleno de ilusos que no quieren otra cosa mas que seguir creyendo.
Saludos!
"En la escuela, le inocularán la ilusión de que entendimientos dispares y esfuerzos diferentes deben dar, siempre, resultados iguales (“¡es lo justo!”) porque aquí no tenemos esas odiosas costumbres extranjeras de reconocer a cada cual según sus méritos."
como sufro con esto con mi equipo de trabajo. está para llorar cuando se presenta una situacion donde los "esfuerzos" son más importantes que los "resultados". para evaluar el trabajo de una persona a mi no me importa el esfuerzo dedicado a la tarea solo el resultado final. sin embargo parece que entre más tiempo le tome a un empleado hacer una tarea más "productivo" es. para llorar.
Me acuerdo de aquellos que le pedían al maestro de matemáticas que calificara el procedimiento aunque el resultado no fuera el correcto.
Cuántas veces me han escuchado quienes trabajan conmigo decir exactamente que en la vida real no se califica sino el resultado!
Cuesta un mundo encontrar en México gente con la disposición mental correcta cada vez que necesitamos contratar a alguien...
Nada más real y preciso. Lastima y duele que tenga la razón.
Javier Pándura
Cierto y trágicamente cómico.
David Díaz.
Iluso es el que se deja engañar y esto ocurre por la creencia en ídolos. El material y el método de la SEP, por ejemplo, prepara a los jovenes para adorar al gobierno y toda figura de autoridad, empezando por la del profesor. Las materias se acreditan trascribiendo lo que el profesor dice sin importar la opinión del alumno. Esto crea en la mente de los estudiantes lo que Erick Fromm llama: conciencia autoritaria y es causa de neurosis. El humano tiene la capacidad de hacer suya la voz de autoridades externas, en este sistema educativo, la voz propia, la voz que se forma con nuestras experiencias, se pierde en medio de las voces de estas autoridades que se vuelven ídolos a las que se les cree sin cuestionamiento alguno. Obvíamente la SEP no es la única responsable, también la televisión es una fábrica de ídolos fálsos y los papas también podemos sembrar en nuestros hijos este tipo de conciencia de muchas formas: siendo mal ejemplo, siendo incongruentes,sobre-protegiendo, no escuchandolos, no dándoles suficiente tiempo, etc.
El punto es que vivimos tiempos donde florece la idolatría; encuentro muy actual la siguiente advertencia de la Biblia, del libro de la sabiduría:
“Consecuencias de la idolatría.
Pero no les bastó equivocarse en el conocimiento de Dios, sino que además, hundidos en su propia ignorancia, llaman paz a tan enormes males.
Pues con sus celebraciones infanticidas, sus misterios secretos y sus locas orgías de ritos extravagantes, ya no guardan limpios ni la vida ni el matrimonio: se matan a traición unos a otros y se deshonran con adulterios.
Por todas partes reinan, en confusa mezcla, sangre y asesinato, robo y engaño, corrupción e infidelidad, revueltas y falsos juramentos; los buenos son acorralados, la ingratitud es un hecho, las almas se contaminan, el sexo se invierte, los matrimonios naufragan, reinan el adulterio y la inmoralidad.
Porque el culto a los ídolos sin consistencia es principio, causa y fin de todos los males.
Saludos
Saludos, Ricardo.
Primero lloré, luego me reí y terminé, otra vez, llorando.
¡Qué país, qué políticos, qué pueblo!
Lo bueno es que ya le dieron el premio Príncipe de Asturias a la UNAM y lo recibió Narro, futuro secretario de educación en el futuro gabinete “alterno” (ojalá) del Peje o de Marcelo. ¿O no?
Alejandro.
"La patria nos llega por azar, por eso me choca la postura de quien se considera patriota y vive con orgullo un sentimiento que le lleva a cantar himnos, a agitar banderas, a matar y a morir en su nombre. Qué decir de los patriotas de esas patrias inventadas, acuñadas por una historia falsa. O de esos otros patriotas, patriotistas, más bien, a los que se les llena la boca de patria porque la quieren más que nadie. Franco, Pinochet, Chávez, Castro...Su amor por la patria es tan inmenso como su odio por quienes no piensan como ellos". Autor: María Dubón
"No creas en nada, no importa donde lo leas, o quién lo diga, incluso si lo he dicho, si esto no está de acuerdo con tu propia razón y tu propio sentido común". - El Buda
(“no pasa nada” escribe el doctor Gerardo Esquivel
Si un economista connotado dice eso mientras otros economistas connotados dicen exactamente lo contrario, es que hay algo MAL en la (pseudo- o para-)ciencia económica. Y entonces... ¿¿¿cómo es que ponemos a estos tipos y a estos "doctores" a planificar algo -la economía real- en la que todos invertimos (¿o gastamos?) 2/3 de nuestro tiempo vital (*)???
Es hora de revisar los fundamentos y métodos de esta pseudociencia. Aquí hay algo interesante sobre la escuela austriaca.
¡¡¡Muerte a los economistas!!! ¡¡¡LOS FILÓSOFOS AL PODER!!!
********
(*) El otro 1/3 lo pasamos dormidos o haciéndonos pendejos en internet.
El realismo mágico latinoamericano en acción. El artículo es sobre México pero aplicaría perfectamente a cualquier país del subcontinente.
Parte del realismo mágico ricardomediniano es decir que aquí Sir Arthur Laffer no tiene nada bueno que enseñarnos. Quesque porque no sabemos dónde exactamente la curvita deja de subir y empieza a bajar (como si no se hubiera inventado ya el método de ensayo y error).
Look
Para los amantes de Chesterton, The Chesterton Review ya tiene sección en español.
Dos genialidades de GK:
"Cuando hablo de expertos en pobreza no me refiero a los sociólogos, sino a los pobres"
"Economía política quiere decir que todo mundo debe ser económico, excepto los políticos"
bueno, si algo queda por agregar es que no sólo pasa en méxico.
¿no le dieron 8 óscares a "slumdog millionare"?
Les recomiendo el libro: "Education: Free & Compulsory", es de Murray Rothbard. Es una investigación muy bien fundamentada que presenta el papel que la educación pública ha tenido en la formación de mentes compulsivas, fáciles de manipular.
Espérate Gilmore... espérate tantito... los filósofos al poder???... si ni los matemáticos se ponen de acuerdo... imaginemos no 5 ó 6, sino con tan sólo 2 posturas encontradas... la locura!.
Conferencia de Jesús Huerta de Soto, en youtube
Ve a escuchar, Antar. Para que aprendas.
Ricardo.
Me dio mucha risa lo de television didactica de chabelo, le falto mencionar las telenovelas, el futbol y el reality de los enamorados jajaja.
Lo que dijo Esquivel de no pasa nada,no hay que tomarlo literalmente.Seguro que va haber consecuencias, pero tampoco es el fin del mundo, si se incrementa ligeramente el deficit fiscal.
Comente algo.Se puso bueno esto.
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