sábado, 12 de diciembre de 2009

Remedios contra la incertidumbre, columna de sábado en Excélsior

Hoy en Excélsior, y en la bitácora SEMANA INGLESA (pinchar en el nombre) abordo el asunto de las instituciones y su papel de remedios contra la incertidumbre. Todo ello, alrededor de las muchas tonterías que tiene uno que leer y escuchar en los últimos días, sobre la autonomía de los bancos centrales...

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jueves, 3 de diciembre de 2009

Reformar a México es destruir mitos

¿Por qué es tan difícil reformar a México?
Porque es muy difícil derribar mitos arraigados y reforzados por años de adoctrinamiento.
Este adoctrinamiento está plasmado en la instrucción oficial que durante casi un siglo hemos recibido los mexicanos.
Este adoctrinamiento, que ha troquelado los mitos en las conciencias, se ofrece cada día, desde hace décadas, en las instituciones educativas mexicanas, incluidas las instituciones privadas.
Este adoctrinamiento se refuerza cotidianamente a través de la propaganda, disfrazada de información y análisis, de la mayoría de los medios de comunicación.
Ajustarse a los mitos inoculados por el adoctrinamiento garantiza el éxito - o al menos previene contra el fracaso- en el sector público, en las instituciones y en los ambientes académicos, en el mundo editorial y de los medios de comunicación. De esta forma, hay un nuevo refuerzo para la constelación de mitos: Si te atienes a ellos puedes triunfar, si atacas los mitos tienes el fracaso asegurado. Pierdes la chamba por incómodo, eres condenado al ostracismo y el aislamiento social ("ninguneado"), no puedes ingresar al Sistema Nacional de Investigadores, no te publican, no obtienes ascensos, becas, promociones, no recibes "palmadas en la espalda" (el premio tal o cual; los homenajes, las invitaciones...), no eres funcional; tienes "problemas de actitud".
Los mitos son ilusiones (mentiras glorificadas por el deseo) y somos una sociedad de ilusos que lo que más detesta es que lleguen los insolentes o los iconoclastas o los excéntricos a destruir mitos. (Ver "país de ilusos" en esta misma bitácora).
Uno de los procesos históricos más fascinantes y menos conocidos de la historia mexicana fue la exitosa transformación de Benito Juárez y de la Reforma liberal del siglo XIX en sendos mitos. A 15 años de la muerte de Juárez, el Presidente de México, Porfirio Díaz, lo elevó a los altares, lo hizo mito, del mismo modo que su régimen, con el valioso auxilio de los positivistas mexicanos, había ya logrado hacer del liberalismo una etiqueta mítica que encajaba sin hacer ruido en el discurso del orden y el progreso, en la retórica que justificaba la poca política y la mucha administración.
El liberalismo mexicano del siglo XIX murió cuando se hizo mito retórico, del mismo modo que Benito Juárez (ser humano de carne y hueso, lleno de defectos, que representaba la facción triunfadora del liberalismo mexicano del siglo XIX), se murió definitivamente cuando, a 15 años de su muerte, Porfirio Díaz lo "inmortalizó" haciéndolo mito, estatua de piedra o de bronce, héroe inaccesible al que se recurre retóricamente lo mismo para un barrido que para un fregado (Andrés López, profundamente antiliberal, pudo proclamarse ferviente seguidor de Juárez y prácticamente nadie se llamó a sorpresa o enojo por la falsificación).
Tres ejemplos de mitos que algunos "excéntricos", que desde luego cuentan con toda mi simpatía, han tratado de derribar en días recientes:
-La UNAM es una gran universidad que merece recibir un caudal inagotable de recursos públicos. El mito lo desbarata Santos Mercado en Asuntos Capitales (leer pinchando aquí).
- El campo mexicano no debe incluirse en las reformas estructurales, no se toca. Mito que lamenta Ángel Verdugo en Excélsior hoy (puede leerse pinchando en este otro lugar).
- "México" pide a sus hijos "sacrificarse" por la voz del gobierno (Presidente, senadores, diputados, ¿encuestas?, ¿editoriales en medios de comunicación?) para ocupar puestos de "servicio público". "México" asume, entonces, el carácter de una deidad que habla de forma unívoca y a la que jamás se le puede decir que no. Mito que ataca mordazmente Clotilde Hinojosa en "Asuntos Capitales" (puede leerse aquí).

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martes, 24 de noviembre de 2009

La evaluación de Fitch en ocho puntos

1. Es correcta porque básicamente evalúa la probabilidad de que en México se hagan las reformas estructurales necesarias y suficientes para crecer a tasas superiores al 4 por ciento anual. Y tal probabilidad es, en el horizonte inmediato, baja.
2. Es correcta porque básicamente considera, además de los efectos de la crisis global, el gravísimo problema para la viabilidad de las finanzas públicas que significa la caída de la producción petrolera.
3. Es correcta porque señala que las modificaciones tributarias realizadas recientemente por el Congreso van en el camino correcto (incrementar la recaudación no petrolera), pero son insuficientes.
4. Es correcta porque considera que el costo político - basta ver la andanada de críticas y quejas en los medios de comunicación, alimentadas por los poderosos intereses levemente afectados por los cambios tributarios- de sacar adelante esos cambios fue desproporcionadamente alto frente a los beneficios logrados. Ello abona la percepción de que el sistema político mexicano es poco funcional para la realización de transformaciones de fondo.
5. No es el fin del mundo y ya la habían descontado los mercados.
6. Se conserva, y se conservará, salvo algún desastre de veras grave que tampoco se percibe en el horizonte inmediato, el grado de inversión.
7. No es un "tache" para Fulano o para Mengano, para tal o cual partido político o para tal o cual sector, es una evaluación para uso de quienes invierten o consideran invertir en papeles de la deuda externa mexicana, pública.
8. Las debilidades estructurales de la economía mexicana se supone que todos las conocemos (aunque parece, por lo que uno lee, que aún hay muchos comentaristas de los asuntos públicos que todavía no se enteran) y son: A. Debilidad de los ingresos tributarios o baja recaudación no petrolera, B. Barreras irracionales, pero políticamente infranqueables, a la competencia y, por tanto, a la productividad en áreas tan decisivas como la energía, las telecomunicaciones, el transporte, el agro, la educación y otras, C. Débil protección a los derechos de propiedad, D. Restricciones irracionales a la inversión extranjera, E. Excesiva politización, parcialidad y dispersión en los debates acerca de las políticas públicas, lo que nos hace parecer una nación que pierde el tiempo en debates estériles y fuera de foco, todo lo cual supone un costo de oportunidad (lo que se deja de hacer) inmenso para el país.

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viernes, 6 de noviembre de 2009

Ocurrencias atroces que fracasaron

Ayer, jueves 5 de noviembre, fueron sepultadas en el Senado dos ocurrencias atroces que, en la madrugada del sábado 31 de octubre, habían ideado un grupo de senadores del PRD y algunos más del PRI y que, sorpresivamente, se habían aprobado.
La primera ocurrencia, fabricada al parecer por el senador Ricardo Monreal, de Zacatecas, consistía en terminar con el secreto bancario y fiscal, ya que se obligaría a las autoridades fiscales y financieras (entre otras a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores) a otorgar a diputados y senadores información individual hasta ahora protegida - ¡con toda razón!- por el sigilo.
Por fortuna, la Cámara de Diputados rechazó la ocurrencia y regresó la minuta correspondiente - cancelando el disparate- a la Cámara de Senadores.
Ésta última cámara, revisora en este asunto, podía allanarse a la corrección hecha por los diputados o empeñarse en la ocurrencia. Si se empeñaba en la ocurrencia, ésta quedaría en suspenso - como materia no definida - hasta el siguiente periodo ordinario de sesiones. Privó la razón y el Senado se allanó a lo señalado por los diputados. Por supuesto, Monreal subió ayer a la tribuna para insistir en su disparate y para escucharse a sí mismo; allá cada cual con sus adicciones a la verborrea.
Es fácil imaginar las consecuencias que habría tenido desaparecer, para todo efecto práctico, el secreto bancario y fiscal que protege la vida personal de los contribuyentes y de los clientes de las instituciones bancarias. Cito los comentarios que me envió por escrito un buen amigo que estaba alarmado por esa ocurrencia fraguada por el oportunista Monreal:
"Son graves las implicaciones de la legislación que quiere Monreal relacionada con eliminar el secreto fiscal para los miembros del Congreso.
"Primero. En el momento que la información fiscal esté disponible para miembros del Congreso habrá perdido su confidencialidad porque se colará para todo mundo.
"Segundo. La amplia difusión de datos personales y de empresas se prestará para secuestros y también para ataques periodísticos con fines políticos. (Alguien estará ganando mucho dinero o poco en relación con su nivel de vida).
"Tercero. Va a provocar que muchos que confían sus ahorros a nuestro sistema financiero decidan colocarlos fuera del país. Cuando durante el gobierno anterior se llevó a cabo la acumulación de ingresos financieros el escollo más grande fue la reticencia de los banqueros para confiar en la bondad de los mecanismos del gobierno mexicano para encriptar y salvaguardar la información. Es fácil imaginar la reacción de los ahorradores y del tipo de consejos que les darán los administradores de patrimonio.
"Cuarto. Se difundirá más la práctica de algunas empresas extranjeras de depositar fuera del país parte del sueldo de sus funcionarios.
"Quinto. La inversión extranjera. ¿Cómo va a reaccionar cuando se quebrante el secreto fiscal? Parte del motivo del secreto es respetar posiciones competitivas, salvaguardar información que las empresas no desean que conozcan sus competidores. ¿Cómo van a reaccionar los fiscos extranjeros cuando se difunda información de sus empresas que en sus países se conserva bajo sigilo?
"Sexto. ¿Qué respuesta van a tener las solicitudes del gobierno mexicano de intercambio de información cuando se den cuenta los fiscos del extranjero que la secrecía que deseaban ser respetada es quebrantada?"


Debe recordarse la reacción airada - y la amenaza de terminar con los mecanismos de intercambio de información entre México y Estados Unidos en materia fiscal - que ocasionó en el gobierno de Estados Unidos, en 2006, la violación del sigilo fiscal que cometió Andrés Manuel López Obrador al difundir un expediente con información confidencial que el Tesoro de Estados Unidos envió al gobierno de México, y que López Obrador, siendo aún jefe de gobierno de la ciudad, hizo público parcialmente, para efectos de propaganda sectaria.

La segunda ocurrencia atroz - aprobada como una especie de revancha del PRI y del PRD contra el Presidente- consistía en pasar al Congreso la facultad de fijar, suprimir, elevar, disminuir ¡fracciones arancelarias de comercio exterior! Un auténtico disparate que dejaría el comercio exterior de México a subasta en los pasillos del Congreso. No sólo los legisladores y el Congreso carecen de los conocimientos y de la capacidad técnica y administrativa que requiere el manejo de más de 15 mil fracciones arancelarias, sino que se trata de decisiones estrictamente acotadas por tratados internacionales de comercio y por la OMC, a la que pertenece México. La ocurrencia fracasó además porque inopinadamente la quisieron meter "con calzador" ¡en la ley de ingresos!, sin siquiera hacer los cambios correspondientes en otras leyes como la de Comercio Exterior y hasta la Orgánica de la Administración Pública. Una estupidez, para decirlo en una palabra.
Por fortuna, los diputados también en esto le enmendaron la plana a los senadores y éstos tuvieron que allanarse. Otra ocurrencia atroz que apenas esquivamos gracias a que existe un contrapeso efectivo entre ambas cámaras. Por supuesto, Monreal subió a la tribuna -no desperdicia oportunidad- para insistir en el disparate. Arguyó que no le importaba promover ese mazacote jurìdico porque él no es "ortodoxo" en esa materia (la jurídica)..., como si un delincuente argumentase que él no es tal (delincuente) sino sólo un poquito "heterodoxo" en materia de leyes y por eso las viola con singular alegría.

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miércoles, 4 de noviembre de 2009

Una propuesta sobre la mesa

El ensayo que publica "Nexos" de Jorge G. Castañeda y Héctor Aguilar Camín bajo el título "Un futuro para México" (puede leerse haciendo clic aquí), tiene una gran virtud:
Es, por fin, una verdadera propuesta integral de transformación.
No es, al menos en apariencia, uno de esos "manifiestos" colectivos de un grupo de cuates en busca de chamba.
Lo mejor que tiene es el diagnóstico; lo más débil: la estrategia para cambiar. Es más: No hay estrategia, sino entusiasmo voluntarioso.
Señala los problemas - la mayoría de los problemas de México como Nación, aunque tal vez no todos-, pero sospecho que desdeña los costos asociados a la realización de sus propuestas. Es mucho más fácil decir que hacer y a quienes escribimos y opinamos públicamente siempre se nos hará, no sin algo de razón, ese reproche.
En fin, hay que leerlo, discutirlo, enriquecerlo, destrozarlo si se quiere, pero con argumentos.

Es una propuesta sobre la mesa. Y eso ya es ganancia, en un país de ocurrencias.

¿Encarecer las triquiñuelas?

Por cierto y mientras tanto, sólo puedo confesar mi perplejidad. El fin de semana, tras la aprobación del capítulo de ingresos del Programa Económico 2010 en el Senado, quedé con la impresión de que nuestra democracia no es tan desastrosa como solemos decir; intuí que al menos los arreglos institucionales (el Senado es uno de ellos) estaban sirviendo para encarecer las triquiñuelas, para dificultarle las cosas al imperio tenebroso de las transas...Hoy, cuando otra vez parecen atoradas las cosas (los diputados, por ejemplo, revivieron la ocurrencia de postergar para los nuevos participantes en el negocio de la telefonía celular, el pago de derechos al Estado por el uso del espectro) ya no tengo tanta fe en que nuestra democracia sirva para encarecer las triquiñuelas. Desesperanza. Confusión. ¿Por qué no dicen claramente los promotores de estos asuntos oscuros qué hay detrás y qué pretenden?

Habrá que ver.

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sábado, 31 de octubre de 2009

No fue tersa, pero funcionó

Este país está cambiando. Para bien.
Los poderosos, los muy poderosos, los que parecían invencibles, también pueden ser derrotados.
Se que, para muchos, frases como las anteriores se considerarán una ingenuidad o, peor todavía, una cínica provocación. No son ni candor, ni sarcasmo. Dan cuenta de cómo funcionó ayer, de forma a veces ríspida y a veces titubeante, ese arreglo institucional que llamamos Senado de la República. Funcionó bien.
Quien se haya tomado la molestia de ver y escuchar la larga sesión de ayer, que culminó con la aprobación de la ley de ingresos de la Federación para 2010 y todos sus apéndices, habrá extraído muchas enseñanzas, la principal de las cuales es:
El proceso fue tortuoso, desesperante en más de una ocasión, pero arrojó resultados mucho mejores de los que la mayoría de los observadores habían pronosticado.
Por hoy sólo una conclusión al vuelo:
Al menos dos actores en esta discusión sobrestimaron su propia fuerza, calcularon mal y vieron convertidos sus desplantes de arrogancia en calladas derrotas, no por silenciosas menos contundentes. ¿Quiénes son esos dos actores?
El primero es Manlio Fabio Beltrones, quien ejerce como líder de los senadores del PRI. La estratagema de obligar al Ejecutivo a casi suplicar la colaboración de los senadores del PRI para sacar adelante lo sustancial del proyecto (que ya había sido aprobado por el PRI y el PAN en la Cámara de Diputados), y después, a la hora de la verdad, optar por una bochornosa abstención (digamos: pretender eludir los costos, pero lograr que se aprobasen mayores recursos fiscales de los cuales se beneficiará en especial su partido) falló por completo. Esos recursos les van a costar muy caro.
No ganó Beltrones ni el aplauso popular, ni la etiqueta de liderazgo responsable, ni la de político confiable y ni siquiera cumplió con eficacia la tarea de dispensar, desde la tarea legislativa, favores previamente prometidos: A la postre, la adición en la Ley Federal de Derechos del artículo 244-E que exentaba del pago al Estado de la contraprestación debida por el uso de espectro para nuevos actores en la telefonía celular por dos y hasta por tres años, fue desechada.
El segundo derrotado que sobrestimó su propia fuerza, sobre la clase política y sobre la opinión pública, fue el de los intereses de los grandes magnates de este país. Decidieron apostarle todo a sus "enchufes" en el poder legislativo (especialmente, en el Senado pero no sólo ahí, y notoriamente en el PRI y en el PVEM, pero no sólo en esos dos partidos) y a su capacidad para generar "ruido" (distorsiones) a través de los medios, rompieron lanzas en contra del Ejecutivo al que regatearon su colaboración y perdieron: El acotamiento a la consolidación fiscal fue ratificado por el Senado, si bien se suavizaron sus efectos en el tiempo.
El debate en el Senado acerca de la consolidación fiscal fue interesante, intenso y muy revelador de quién es quién a despecho del partido al que pertenezca.
La derrota de los grupos que, por razones obvias, se oponían a este acotamiento de la consolidación fiscal parece demostrar que: Uno, tener la hegemonía de la opinión publicada y de los medios de comunicación tradicionales ya no basta para doblegar a la clase política (la opinión pública no es necesariamente la opinión publicada y patrocinada, y eso lo están aprendiendo los políticos); dos, este país ya tiene una clase empresarial mucho más amplia, diversa, plural e informada de lo que tenía hace 30 años; los presuntos "representantes" empresariales - por ejemplo, CCE - han perdido autoridad moral, además de que muestran una lamentable pobreza intelectual y argumentativa, porque actúan como empleados de un puñado de magnates y no como auténticos voceros del amplísimo y variado conjunto de los emprendedores en México.
La democracia no fue tersa, no fue idílica, mucho menos fue angelical. Pero funcionó. Así pasa en casi todo el mundo. Bienvenidos a la normalidad democrática.

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martes, 27 de octubre de 2009

País de ilusos

"El pueblo que no ama la verdad, es el esclavo natural de todos los malvados" : Maquiavelo.

Un mexicano te perdona que le partas la madre, pero no que le rompas sus ilusiones.

El peor pecado que se puede cometer contra un mexicano es romperle las ilusiones. Las ilusiones son algo tan preciado entre nosotros que se vuelven intocables. Habrá, sin duda, algún intelectual orgánico que le de forma y pretextos a esta fenomenología de la ilusión y que descubra - ¡oh, las revelaciones de los “expertos”!- que la ilusión forma parte de las “fibras profundas” del alma del mexicano junto con el maíz y el recurso a las bravatas como sucedáneo de la defensa heroica de la “dignidá”.
En un país de ilusos, como este, a la gente le parece del todo coherente gritar a la vez: “¡No más impuestos!” y “¡ni un peso menos de gasto público!”.
En un país de ilusos como este un doctor en economía, profesor del Colegio de México, puede presumir que aumentar el déficit público no tiene ninguna consecuencia (“no pasa nada” escribe el doctor Gerardo Esquivel en su bitácora en la red), y quedarse tan campante.
En un país de ilusos, como este, resulta perfectamente lógico que el mismo señor que vocifera para que le aumenten los recursos federales al gobierno de la capital, sea el mismo señor que condena cualquier alza de impuestos. Ese mismo señor, Marcelo Ebrard, en 2007 se rasgó las vestiduras porque habría un nuevo impuesto especial a las gasolinas cuya recaudación se destinaría “a los estados”; le mejoró el humor, sin embargo, cuando sus gestores en el Congreso lograron cambiar la redacción y se plasmó que la recaudación del nuevo gravamen se destinaría “a las entidades federativas”. No, pos’ así la cosa cambia. Así, el “gasolinazo” sigue siendo algo malo, pero como que se siente menos.
En un país de ilusos, como este, habrá quien encuentre natural que la supuesta izquierda radical – especialmente sectaria e intolerante- predique en esencia lo mismo que los grandes magnates. Incluso, se aplaudirá la “gallarda” defensa de los ciudadanos que hace un patán con fuero, obstruyendo cualquier discusión racional en la Cámara de Diputados.
El amor a las ilusiones que el mexicano manifestará a lo largo de su vida empieza a cultivarse desde la cuna. En vez de enseñarle a hablar como ser civilizado, al bebé mexicano una legión de parientes, empezando por su abnegada madre, se dedica a convencerlo que está bien decirle “evo” al “huevo”, “guaguá” al “perro”, “la meme” al “sueño” (de adulto se empeñará en decir: “dijieras”, “haiga”, “aclético”, “pecsi”, “cactas” por “captas”, “chopita” por “sopa” y exigirá que se le entienda de inmediato; quien ose corregirle su tartamudeante y pobre léxico recibirá, fulminante, la condena: “¡…che mamón!”).
Poco después, sabios programas de televisión didácticos, como el dominical de Chabelo (un señor de la tercera edad que habla como niño mimado y se viste con pantaloncitos cortos), le enseñarán que “aquí todos ganan”… aunque pierdan. En la escuela, le inocularán la ilusión de que entendimientos dispares y esfuerzos diferentes deben dar, siempre, resultados iguales (“¡es lo justo!”) porque aquí no tenemos esas odiosas costumbres extranjeras de reconocer a cada cual según sus méritos.
Para tercer año de primaria nuestro futuro iluso mexicano ya sabrá pelear con los maestros una mejor calificación alegando que hizo su “mejor esfuerzo”, igualito que los jugadores de la selección nacional. Más tarde, amparado en la ilusión de que “no hay que dejarse” atropellará a cualquiera que ose contradecirle. Y vivirá, llenito de ilusiones, pensando que es un signo de distinción escupir en la calle y convencido de que es normal ganar dinero sin trabajar o que trabajar consiste en “hacerla” lo que, a su vez, consiste en obtener una plaza inamovible que le hace acreedor a una paga periódica (paga de la cual se quejará amargamente, no importa cuál sea el monto de la misma, ni mucho menos cuán improductiva sea su presencia en el denominado “centro de trabajo”, porque siempre habrá alguien, real o imaginario, que gana más y eso “¡no es justo!”).
Por eso, porque vivimos en un país de ilusos, y porque en tal país no hay peor ofensa que romperle las ilusiones a alguien, los políticos mexicanos deben hacer malabarismo y medio - ¡pobres!- para mantener vivas las ilusiones: ¿Más déficit?, “¡No hay fijón, no pasa nada, ya lo dijo un doctor en economía, que crioque hasta premio noble es!”, ¿más gasto?, “pos’ pa’ luego es tarde, namás dínganme (sic) ónde van a poner la llave pa’ que me salpique”.
Ilusiones:
· Un día de estos vamos a volver a tener petróleo a raudales y los precios internacionales del petróleo van a estar por las nubes; este bendito país y estos lindos – e ilusos – compatriotas no merecen menos.
· Si yo fuera diputado quitaba todos los impuestos y sólo le cobraba un IVA choncho a los del billete.
· Me voy a ganar el Melate, ora sí mi reina, y vas a ver ton’s quién sigue siendo el rey.
· ¿A ver qué tiene el tal Juanito que no tenga yo?, si me lo propongo puedo llegar a ser “el preciso”, lo que pasa es que me da flojera tanta alharaca.
· Me vale, pos ni que me hubiera robado tanto como roba tanto “inche corructo” del gobierno.
· ¿Y qué?, ¿a poco manejar medio pasado es peor que bombardear Irak?
· No, si vas a ver, en el Senado les van a enseñar cómo hacerle para tener mucha más lana y no subir el IVA. Beltrones sí sabe.

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martes, 20 de octubre de 2009

Primer mandamiento: No competirás

La anécdota la habría contado el director general de "Marcatel", Gustavo de la Garza, la reproduce la columna "Capitanes" del periódico "Reforma" - requiere suscripción- y dice así:
En diciembre de 1995 el Secretario de Comunicaciones y Transportes, Carlos Ruiz Sacristán, le preguntó al dueño de Telmex, Carlos Slim, si su empresa estaba preparada, ya, finalmente, para competir. La respuesta fue contundente:
- Sí, ya me reforcé en el área jurídica.

En México no hay competencia (o hay competencia simulada) en:
- Petróleo
- Combustibles: gasolina y diesel
- Energía eléctrica
- Telefonía local y telecomunicaciones en general
- Televisión
- Autotransporte de carga
...y muchas actividades más.

¿Cuántas leyes, reglamentos, organismos públicos, comisiones, mitos ideológicos y arreglos tenemos para promover la no-competencia, la incompetencia?
¿Cuántas rentas han extraído negociantes, líderes sindicales, políticos, funcionarios públicos de la incompetencia?

Escribe hoy Federico Reyes Heroles, respecto del asunto de Luz y Fuerza del Centro y del rechazo de cierta izquierda cerril a la extinción de la empresa:
"Otra cortina de humo es lanzar a los "neoliberales" en contra de la empresa pública. Por lo visto no han leído el Artículo 27 constitucional, nadie está hablando (por desgracia) de abrir el sector."

Todo se resume en ese tímido paréntesis: "(por desgracia)". Sí, Federico, nadie - casi nadie, para ser justos- habla de "abrir" el sector...Ni lo mande Dios, ni lo permitan las esfinges sagradas.

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lunes, 19 de octubre de 2009

La esfinge habló y México se fastidió

Dos notas de Excélsior:

UNO: Rechaza Cárdenas inversión de IP en industria eléctrica
"El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano rechazó la propuesta del grupo académico México Evalúa para que el sector privado invierta en la industria eléctrica.
"No hay ninguna necesidad de pasar por encima de la ley, el Estado tienen los recursos suficientes para mejorar las redes eléctricas y para mejorar el servicio en todo caso", dijo.
Cárdenas Solórzano estuvo en el monumento a la Revolución para depositar un ramo de flores en la tumba de su padre, el general Lázaro Cárdenas, en un aniversario más de su muerte."

DOS:James J. Heckman califica de lenta, altamente regulada, poco competitiva y dependiente a la economía del país
(Notimex)
El premio Nobel de Economía 2000, James J. Heckman, advirtió que la economía mexicana es lenta, altamente regulada, con alta dependencia del petróleo y enorme impacto negativo de los monopolios que le hacen perder su filo competitivo.
Ante representantes de organismos internacionales y gobernadores de bancos centrales, sostuvo que los monopolios en México han elevado costos y retrasado el crecimiento, pero en la larga historia de México ha permeado temor para incentivar a los mercados.

Fin de las notas.

Más que vacas sagradas - dice mi amigo el Gordo Basurto - en México tenemos bueyes sagrados que se oponen a todo cambio y a quienes la opinión publicada venera como si fuesen de veras una fuente de sabiduría infalible.
Tiene razón el Gordo, pero tan "sagrado" es Cuauhtémoc Cárdenas (CC) que me da miedo llamarle "buey sagrado" y lo dejo en "esfinge sagrada"; para efectos prácticos es lo mismo: El país y los mexicanos que se fastidien. Habló el oráculo. Ya sabíamos lo que, con todo acierto, dijo Heckman. Lo que tal vez Heckman no sabe es que cuando las esfinges dicen que no es no, y punto.

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jueves, 24 de septiembre de 2009

¿Todos somos keynesianos guadalupanos?

La opinión publicada y difundida en México acerca del programa económico 2010 se inclina por ampliar el déficit fiscal, en lugar de incrementar impuestos y recortar gastos en todos los niveles y ámbitos gubernamentales.

Con irritación - real o fingida- algunos comentaristas, como Sergio Sarmiento, ironizan: "No se necesita ser ganador del Premio Nobel de Economía para entender que (...) lo peor que puede hacer un gobierno en una recesión es elevar impuestos".

Podría citar 20 comentarios más o menos en el mismo sentido, las diferencias estarán en la sintaxis - en ciertos casos, desastrosa; en otros, tolerable-, en las fuentes a las que se recurre para sustentar la afirmación contundente de que los impuestos son veneno para el enfermo (que, se entiende, es la economía mexicana): una declaración de algún premio Nobel de Economía, como Eric Maskin, de visita en México; las cifras de déficit fiscal en otros países, con el Reino Unido, Estados Unidos y España como "prístinos ejemplos" de lo correcta que es la receta del endeudamiento público y, en otros casos, la opinión se apoya en declaraciones de "expertos" de gran "prestigio" como el ex-secretario de Hacienda Jesús Silva Herzog Flores o el ex subsecretario de Hacienda Francisco Suárez Dávila.

Como he dicho y tratado de demostrar en comentarios recientes en estas "Ideas al vuelo" no comparto, en lo absoluto, esta opinión. Remito al lector al comentario en que sustento que el déficit fiscal inhibe el crecimiento.

Vale la pena, sin embargo, hacer algunas aclaraciones adicionales a la supuesta "información" en la que se sustentan estos "análisis" pletóricos del keynesiasmo más añejo y, dicho sea sin ánimo de ofender, ramplón.

1. Ninguno de los sesudos partidarios de un mayor déficit fiscal menciona el hecho de que la que ha sido la fuente de más de la tercera parte de los ingresos fiscales en México durante las últimas décadas, la producción y exportación de petróleo, ha caído brutalmente en los últimos cinco años. Hoy México produce casi 800 mil barriles de petróleo MENOS cada día respecto de los que producía en 2004. Esto, puesto en pesos y centavos de hoy, significa que al erario le están faltando unos 250 mil millones de pesos al año para cuadrar sus finanzas. Recurrir al déficit no aumenta, en una sola gota, la producción de petróleo. Omitir ese dato - duro como piedra - en un supuesto análisis fiscal sobre México el día de hoy, es tanto como omitir en los análisis clínicos de un enfermo de diabetes la medición del azúcar en la sangre.

2. Todos sabemos, pero ahora lo callamos, que los ingresos petroleros han permitido que la estructura tributaria en México sea tan compleja como débil. Pocos pagamos impuestos, las excepciones, las tasas especiales, los tratamientos diferenciales son tantos y tan extensos que para muchas empresas es mucho más rentable cabildear en el Congreso el sostenimiento de esos regímenes especiales que mejorar, digamos, su productividad con la inversión en ciencia o en tecnología. Todos sabemos, pero ahora se nos olvida, que durante 2007, 2008 y parte de 2009 hemos disfrutado de precios de la gasolina y del diesel que están significativamente por debajo de los precios internacionales. No obstante que más del 40 por ciento de la gasolina que se consume en México es importada, el sostenimiento de esos precios subsidiados parece haber sido motivo de orgullo nacional y una forma en la que el Estado nos "premia" a las clases medias y altas, beneficiarias del subsidio, por ser un "país petrolero" en el que "el petróleo es de todos" (aunque más de unos, que de otros). Un mayor déficit fiscal no servirá en lo absoluto para ampliar la base de contribuyentes, ni para incorporar a la economía formal a millones de mexicanos que sobreviven en la economía gris, que va desde la venta de chucherías en los semáforos hasta el tráfico de drogas.

3. La caída inexorable y previsible de los ingresos petroleros NO fue causada por la recesión global. Es un problema exclusivo de México, producto de políticas y prejuicios nacionalistas respecto del petróleo, que debemos corregir y resolver los mexicanos. Un mayor déficit fiscal no hará más productivo a PEMEX, un mayor déficit fiscal no facilitará, sino que obstaculizará aún más, la participación de inversionistas privados en las tareas de exploración y producción de petróleo.

4. Los comentaristas que elogian los déficit fiscales de Estados Unidos, Reino Unido y España omiten mencionar que, con todo y sus abultados y espeluznantes déficit, cada uno de los gobiernos de esos países ya evalúa o ya ha anunciado inminentes alzas de impuestos. El ejemplo más aleccionador es España. Se estima que cerrará este año con un déficit fiscal equivalente al 9.1 por ciento de su PIB. Se supondría - al decir de estos comentaristas keynesianos- que tan espeluznante déficit público le ha permitido crear millones de empleos (no es así, el desempleo en España es hoy el más alto en décadas y es de 15.5 por ciento, el doble del desempleo en la llamada euro-zona). Se supondría que, gracias a dicho déficit, el "socialista" gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ni por asomo subiría impuestos (Lord Keynes no lo permita, donde quiera que se encuentre). No es así: Hace apenas unos días, el 9 de septiembre, Zapatero anunció para 2010 un alza generalizada de impuestos, para tratar de recaudar el equivalente al 1.5 por ciento del PIB de España, lo que vendría a ser unos 15 mil millones de euros, lo que equivale a más de 297 mil millones de pesos mexicanos. Y, ¿para qué quiere aumentar impuestos el gobierno español?, ¿para aumentar el gasto público destinado a estimular la demanda? No. ¿Para destinar los ingresos adicionales a reforzar y ampliar los programas diseñados para la superación de la pobreza, dando becas, alimentos, vivienda, opciones de salud a los españoles más pobres? No. Por desgracia, la totalidad de los nuevos ingresos tributarios que esperan recaudar se irá ¡a disminuir el déficit fiscal! (Puede leerse más información, por ejemplo, en La Vanguardia haciendo clic aquí).

Está bien que estos comentaristas que inundan día a día la opinión publicada en México detesten pagar impuestos (todos lo detestamos), está bien que sus patrocinadores o patrones estén disgustados con el programa económico porque prevé gravámenes que presumiblemente van a disminuir sus rentas. Se entiende el disgusto y se entiende que a estos amanuenses no les guste patear el pesebre que les da de comer, pero por favorcito: un poquito de honestidad intelectual. No sean tan irresponsables, son los primeros en saber, algunos al menos como Sergio Sarmiento o Roberto Newell, que incrementar el déficit público en México sería suicida.

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martes, 15 de septiembre de 2009

Democracia en déficit

La política económica no se desarrolla en el vacío o en una especie de medio estéril, sino dentro de un marco institucional (arreglos o acuerdos) que influye decisivamente en las decisiones de gobiernos y de políticos. Esto se ve claramente en la política fiscal.

John Maynard Keynes parece suponer, en su Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, un marco institucional que no es una democracia sino el gobierno autócrata de un grupo reducido de sabios benévolos. En ese marco artificial, de la elite de sabios gobernando sin someterse a los caprichos del populacho, puede confiarse en que el gobierno no abusará del expediente del déficit fiscal (deuda pública), sino que juiciosamente compensará, a lo largo del tiempo, los periodos de déficit con periodos más largos de superávit para mantener las finanzas públicas en orden.

Ese marco institucional, de la elite de sabios gobernando, no existe, porque no somos gobernados por ángeles o espíritus puros. Mucho menos dicho marco institucional - que está en los supuestos de Keynes, quien jamás se detuvo a examinar los arreglos políticos y jurídicos en los que se desenvuelve la política económica en el mundo real-, se aviene con lo que sucede en una democracia.

En una democracia, los políticos tenderán a incrementar el gasto antes que a reducirlo y tenderán a preferir el financiamiento del gasto mediante deuda, antes que incrementar impuestos. ¿Por qué? Porque eso complace a los electores y es popular. También por eso, los políticos, los periodistas, los académicos y, en general, los electores tienden a ser keynesianos más o menos silvestres, en la medida que suponen - desean suponer- que puede haber beneficios sin pagar costos. Un incremento en la deuda pública genera la ilusión de un ingreso sin costo, ya que el elector no ve de inmediato los costos, pero sí puede recibir de inmediato los beneficios, lo mismo que el político que genera la deuda probablemente no será quien tendrá que afrontar, en el futuro y como gobierno, los costos que implicarán su servicio y su eventual amortización. Así, Keynes y su apelación al déficit fiscal como herramienta para contrarrestar los ciclos económicos, resultan miel para los oídos de los políticos ávidos de popularidad.

Hoy en "Asuntos Capitales" se publica un insólito artículo de Juan Pablo Roiz (puede leerse haciendo clic aquí) que, me parece, debe ser resultado de un inteligente análisis del marco institucional en el que se desenvuelven la política económica y, específicamente, la política fiscal.

Es un análisis, conjeturo, tributario de las agudas observaciones de Knut Wicksell en 1896 y de los postulados de la escuela de la elección pública que encabeza James M. Buchanan. (Para leer un poco más sobre Wicksell recomiendo este sitio en la red. Y para mayor información sobre la escuela de la elección pública remito al lector a este otro sitio). Justamente, el título del comentario de hoy (Democracia en déficit) rinde homenaje a un gran libro de divulgación de Buchanan, escrito junto con Richard Wagner en 1977, que lleva ese título.

Roiz advierte que el programa económico para 2010 que está proponiendo el Presidente Felipe Calderón es, en términos de política fiscal, insólitamente responsable y, por ello, impopular. La responsabilidad fiscal - preferir los recortes al gasto público y los aumentos de impuestos para subsanar huecos fiscales, como el inmenso que ha dejado la caída de la producción petrolera en México -, no es popular. También los electores, en una democracia, tendemos a preferir el gasto sin costo, el recurso al déficit, no los impuestos.

Cada renglón de gasto tiene su clientela. Basta escuchar hoy, en la comparecencia del Secretario de Hacienda en la Cámara de Diputados, a los distintos legisladores hacer malabares retóricos para exigir que se gaste más en esto o en aquello a la vez que protestan, vehementes, contra los odiosos impuestos.

Una conclusión adicional a las que anota Roiz en su comentario, sería que, pese a su impopularidad, el programa económico propuesto por Calderón recibirá el apoyo de los priístas (al menos de los más inteligentes) porque es el programa ideal para que el gobierno de Calderón pague los costos y un futuro gobierno del PRI, acaso en el 2012, coseche los beneficios.

En todo caso, Calderón obtendría también el beneficio de pasar a la historia como un presidente reformador y valiente que no dudó en tomar decisiones impopulares pero responsables (aquí hay otro patrón interesante en México, los expresidentes recientes más respetados hoy no son aquellos que parecían muy populares en su momento, como Carlos Salinas o Vicente Fox, sino los que mal que bien, como Ernesto Zedillo o Miguel De la Madrid, tomaron decisiones impopulares, pero responsables).

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miércoles, 26 de agosto de 2009

El tipo de cambio, ¿castigado?

La disminución de las exportaciones manufactureras durante julio, respecto del mes inmediato anterior, suscitó en un lector particularmente enterado el siguiente comentario:

Preocupa la continua inyección de divisas al mercado de cambios. Así, los exportadores no van a levantar cabeza. Hoy no tenemos un mercado libre, (por lo tanto) el tipo de cambio no se mueve a donde la debilidad de la economía lo debería llevar

¿Será?

A mí me parece una advetencia pertinente. Un aviso a tiempo. El problema de las intervenciones en los mercados, aun de las más cautelosas y bien intencionadas, no es empezarlas, sino terminarlas; lo difícil no es entrar, sino salir.

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sábado, 22 de agosto de 2009

Tres cursos de acción posibles o "si yo fuera el Presidente"

La vida semeja el jardín de senderos que se bifurcan del famoso cuento de Borges(*). Casi a cada momento estamos ante encrucijadas que nos obligan a decidir. Con frecuencia las encrucijadas no son tales (disyuntivas entre A y B) sino opciones múltiples: tres, cuatro, cinco posibles cursos de acción, que pueden o no ser excluyentes. Los senderos, entonces, ya no sólo se bifurcan (perdón, Borges), sino que se trifurcan o más.

Pero sólo hay un “siguiente paso” y ese único próximo paso determina, al menos parcialmente, los siguientes y marca de forma inexorable la secuencia (si tomo la ruta ciudad de México-Monterrey, puedo llegar, desviándome un poco, a Tampico, pero es imposible que llegue a Tapachula).

Propongo a los lectores “jugar” a que cada cual es, hoy y ahora, el Presidente de México y tiene ante sí sólo tres cursos de acción excluyentes – si se opta por A, se descartan, al menos por el momento, B y C, y así para cada caso- porque lo que hay que elegir es el siguiente paso, y ese siguiente paso determinará en gran medida todo lo que siga. Dicho coloquialmente: Tienen que matar al tigre pero sólo tienen un tiro. ¿Cuál debe ser ése tiro de entre tres posibles?

Curso de acción A, “reformar para crecer contra viento y marea”: Una agenda de reformas estructurales en la línea de lo deseable y necesario, apelando a que la situación de las finanzas públicas y del (no) dinamismo de la actividad económica las hacen impostergables y, por lo tanto, debe superarse el mero cálculo político de “lo que parece posible” aunque haya que enfrentar resistencias y que generar conflictos por los intereses afectados.

Curso de acción B, “el pato cojo”: Aceptar el papel de administrador de la crisis. Ir tirando como “pato cojo” (es una denominación que en los Estados Unidos se da a los Presidentes que ya han perdido futuro político, para ellos o para su partido) y hacer “lo mejor posible” sin desatar conflictos, despertar resistencias o enfrentar nuevas críticas. Hacer cambios cosméticos (verbigracia, quitar a Fulano para poner a Mengano), como los que andan empujando algunos, vaya usted a saber con qué intenciones, en los medios de comunicación.

Curso de acción C, “el Ayatolá justiciero” : Conjeturar que la principal causa de irritación de la sociedad y de los electores es la rampante corrupción en la vida política y en el gobierno, elegir, por tanto, una estentórea y espectacular cruzada por la “renovación moral” castigando con severidad inusitada cualquier corruptela en el gobierno federal, real o aparente, imponer una “austeridad gubernamental” consistente en rebajar a la mitad o más los sueldos de todos los funcionarios del gobierno federal y acciones similares. Una vez iniciada la cruzada moralizadora dentro de casa tener la “autoridad moral” para denunciar la corrupción de los demás: gobiernos locales, los otros poderes, los empresarios, los sindicatos, aunque sea de forma testimonial. El cálculo es que esto daría una nueva imagen al partido en el poder y que los ciudadanos pueden perdonar la incompetencia – o un cierto grado de incompetencia o de inacción en otras áreas- pero no perdonan la deshonestidad en asuntos de dinero.

Por supuesto, sé que podrían darse muchas variantes y mezclas entre estas tres opciones. Pero la pregunta es ¿cuál es la prioridad?, ¿cuál es, de las tres, la que promete ser más acertada o más correcta?

Por supuesto, también, la elección revela mucho sobre la jerarquía de valores (¿qué es lo más importante?) de quien elije.

Una última consideración: NO se trata de imaginar qué hará el Presidente sino de enunciar qué sería deseable que hiciese o, para ser más preciso, decir qué elegiría cada cual de ser, aquí y ahora, el Presidente. Claro, si alguien desea comentar por qué cree que el Presidente real haría tal o cual cosa, aunque no sea ésa nuestra elección, puede hacerlo. Lo interesante sería saber por qué se conjetura eso.



(*) El cuento de Borges, excelente, puede leerse en la red navegando a este sitio, pero recomiendo – por aquello de los posibles errores del copista -, buscar mejor la edición impresa (en el volumen titulado “Ficciones” de Emecé, editorial argentina, y debe haber también ediciones españolas en antologías u “obras completas”).

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lunes, 17 de agosto de 2009

Chesterton en Iztapalapa

¿Cómo sería hace cien años el barrio de Pimlico en Londres? Probablemente muy feo. Al menos G. K. Chesterton escribió, en el quinto capítulo de su espléndida "Ortodoxia", justo cuando disecciona el asunto del pesimista y del optimista, lo siguiente:

"Supongamos que nos hallamos frente a frente de una de las cosas más feas: Por ejemplo, el barrio de Pimlico".

Bien, supongamos, para ponerlo en un contexto a la vez actual y local, que estamos ante una de las cosas más feas de México que podría ser Iztapalapa. Y supongamos, también, que el ya famoso delegado electo de Iztapalapa, "Juanito", es un incodicional de su barrio o delegación.

Es, para seguir el itinerario que nos traza Chesterton, un "optimista" de Iztapalapa, una suerte de "patriota". Que "Juanito" acaso ame Iztapalapa con amor incondicional no le cierra los ojos a la fealdad de su querida delegación, argumentaría Chesterton. Por el contrario: Porque ama Iztapalapa "Juanito" desea reformarla.

Ése, el que ama con los ojos bien abiertos, es el optimista. No el bobalicón que cree que todo está bien y que todo es hermoso porque se trata de "su" barrio, de "su" país o de "su" cosmos.

El optimista quiere reformar lo que ama, porque sabe que es reformable y porque está cierto de que aquello que ama merece una suerte o un destino mejor. Las mujeres, aventura Chesterton, siempre defienden a capa y espada a quien aman, aun cuando siempre estén empeñadas en reformar a quien aman.

(Hoy, por cierto, en una especie de autocrítica contenida, Jesús Silva Herzog Márquez cita unas definiciones de Chesterton sobre el optimista y el pesimista - ese par de originales sujetos que "en los días de mi infancia, dice Chesterton, vagaban por el mundo"-, pero olvida advertir que el propio escritor británico ofreció tales definiciones, en su "Ortodoxia", como aproximaciones provisionales y antes de citar una definición que podría ser, acaso, la mejor que se ha dado sobre esos dos personajes, el optimista y el pesimista, y que Chesterton escuchó decir a una niña: "Optimista es el que os mira a los ojos y pesimista es el que os mira a los pies").

No se si las reformas que México necesita se vayan a realizar. Sólo se que son racionalmente posibles (otros países las han hecho y aun en condiciones más adversas). También estoy seguro de que son necesarias y deseables. Si soy un optimista porque me atrevo a creer en ello, que se me condene por optimista. Si soy un optimista porque creo que las cosas pueden mejorar, en la medida que nos empeñemos en mejorarlas y en que tengamos la inteligencia y la humildad necesarias para sostener ese empeño, sí, lo confieso sin vergüenza, soy optimista.

Pero no soy candoroso o bobalicón. No soy optimista, en lo absoluto, si por optimista se entiende el fanático ciego que no ve las carencias, las enormes fallas, las miserias, la fealdad abrumadora de su terruño.

Y tampoco soy romántico: No creo que Iztapalapa, o Pimlico, o esa cosa horrenda que es Santa Fe al poniente de la Ciudad de México , se puedan transformar de la noche a la mañana y al solo influjo de un voluntarismo quijotesco. No, tanto es lo que hay que reformar que de antemano sabemos que el camino será largo y arduo. Que tendremos que negociar y ceder, que el cambio será gradual.

Tendremos que empezar por el primer paso, digamos por encender una vela en medio de la oscuridad (¡otro apagón por la incompetencia de Luz y Fuerza del Centro!) o por poner una bonita maceta con flores en medio de la fealdad de una calle de Iztapalapa, repleta de vulcanizadoras, talleres mecánicos y "deshuesaderos" de autos de dudosa procedencia.

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martes, 16 de junio de 2009

Pésima señal: El alza de los precios del petróleo

En escasos cien días, durante los cuales la recesión ha mostrado sus peores efectos, los precios del petróleo en los mercados internacionales han crecido espectacularmente. El WTI se cotiza hoy en el mercado spot a $71.70 dólares el barril; apenas el 20 de febrero pasado se vendía en $39.60 dólares el barril. ¡81 por ciento de aumento!...Ni el escenario más optimista de la recuperación de la demanda mundial en el corto plazo justifica un crecimiento de esa magnitud.

Preocupante, porque tendremos presiones inflacionarias en la economía mundial cuando aún estamos lejos de haber recuperado la dinámica de crecimiento. ¿No que no había riesgos de inflación?, ¿qué tanto de esta espectacular alza de los precios del petróleo ha sido alimentada por las políticas fiscales expansionistas?

Y para México esto parece siniestro: Los nuevos legisladores, es de temerse, se van a engolosinar con el espejismo de que otra vez nos salvó la Virgen de Guadalupe dándonos precios altos del petróleo...¡Compadre, una buena y una mala!, ¡la buena es que nos sacamos la lotería!, ¡la mala es que vamos a seguir sin dar golpe en la vida!

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lunes, 8 de junio de 2009

México, ¿mejor opción que China para localizar una planta manufacturera?

La consultora global Alix Partners informó hace unos días que México ha desplazado a China como destino más barato para la fabricación de varios productos industriales, como motores, destinados a surtir el mercado de Estados Unidos.
Business Week ha dedicado un análisis general al asunto del encarecimiento relativo de las manufacturas chinas que llegan a los puertos de Estados Unidos, del que tomo estos dos párrafos:

AlixPartners studied five categories of machined products, ranging from large engine parts requiring significant labor to small plastic components that need little. The cost shift has been dramatic. In 2005, AlixPartners found that by the time the items had arrived at a U.S. port, Chinese-made parts were 22% cheaper on average than those produced in the U.S. By the end of 2008, however, the average price gap had dropped to 5.5%, which often isn't large enough to merit the hassle of manufacturing halfway around the world.

Even more surprising is the cost comparison with Mexico. While the total cost of making goods in China was about 5% cheaper than in Mexico three years ago, manufacturing in China now is about 20% more expensive. Compared with the U.S., the savings in Mexico have widened to 25%, from 16%. "A couple of years ago outsourcing to China was a no-brainer," says Stephen T. Maurer, AlixPartners' managing director. No longer, he says.


EL COSTO DE PRODUCIR UNA AUTOPARTE DE ALUMINIO ...(y llevarla a Estados Unidos):

En CHINA: En 2005 era de $17 dólares; en 2008 fue de $25 dólares

En ESTADOS UNIDOS: En 2005, $24 dólares; en 2008, $29 dólares

En MÉXICO: En 2005 era de $18 dólares; en 2008 fue de $20 dólares

Fuente: AlixPartners y BW.

Pero más interesante, para México, si es que de veras queremos atraer inversiones extranjeras (porque a veces parece que no queremos, ¿verdad?), es el ensayo que BW encargó a Harold L. Sirkin de Boston Consulting Group donde se analizan con más detalle los puntos a favor y los puntos en contra para localizar una planta manufacturera en México. Vale la pena leerlo, pensando en qué hacen los gobiernos - no sólo el gobierno federal - y los legisladores (bueno, los que llegarán después de las elecciones, porque los que van de salida ya están muy cansados...) para aumentar los atractivos y disminuir los inconvenientes...Ya sabemos: Estado de Derecho, combate a la corrupción, garantías de seguridad frente a la violencia de los grupos criminales, legislación laboral flexible...Porque la geografía (Dios) ya nos dio gratis la inmensa ventaja de la vecindad.

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domingo, 31 de mayo de 2009

Alegatos de borrachos y gasto corriente

La mayor parte de los políticos mexicanos, y sus voceros oficiosos, opinan sobre el gasto público corriente con la misma vehemencia, fijeza e incongruencia con las que los borrachos defienden las más disparatadas ideas fijas:

- Aquél tipo me está viendo con malos ojos.
- Compadre, ese señor ni siquiera lo ha visto.
- No trate de confundirme compadre, ese tipo me esta viendo feo y yo le voy a partir toda su…

Y así hasta el hartazgo: El borracho insistiendo en su idea fija, generalmente un agravio imaginado, y el interlocutor, sobrio, tratando de regresar al ebrio a la racionalidad. Tarea condenada al fracaso.

Durante los últimos diez años he leído y escuchado incontables veces el reclamo airado de políticos opositores acerca de lo mucho que ha crecido el gasto corriente. Y tienen razón.

Pero su análisis de los hechos no pasa de ahí, igual que el análisis de los hechos del borracho no pasa de que tal o cual persona lo vio “feo”.

Por una vez tratemos de analizar el asunto del gasto corriente con objetividad, no como ebrios mentalmente bloqueados. Veamos:

De 2000 a 2008 el gasto corriente del gobierno creció 42.3 por ciento. Una barbaridad, sin duda. Pero el gasto corriente es todo aquél que no tiene como contrapartida la creación de un activo, lo que significa que bajo esa denominación entran muchas más erogaciones que los míticos “altos” sueldos de funcionarios. Por ejemplo, está todo el gasto destinado a pensiones, todo el gasto “social” destinado a subsidiar directa o indirectamente el consumo, todo el gasto destinado a pagarle a policías, soldados, jueces, médicos, maestros, enfermeras.

¿Cuánto ha crecido el gasto destinado a sueldos y salarios de funcionarios del gobierno central de 2000 a 2008? NO ha crecido, ha disminuido 3 por ciento en términos reales. Pero, en cambio, el gasto destinado a pagar pensiones y jubilaciones ha crecido 53.3 por ciento; el gasto destinado a subsidios ha crecido 57.8 por ciento y el gasto destinado a programas sociales y a compensar, en PEMEX y en CFE, el aumento de precios de combustibles y otros insumos ha crecido casi 100 por ciento en el mismo periodo.

¿Será por eso, porque son rubros “políticamente intocables” aquellos en los que de veras ha crecido el gasto corriente, por lo que el análisis de los hechos que hacen los críticos se queda tan corto como el análisis de los hechos que hacen los borrachos?

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jueves, 7 de mayo de 2009

Mientras más lejos, mejor

Dije que esto de las corbatas patógenas se pondría bueno. No me imaginé cuánto. En lo que estuve totalmente equivocado es en haber conjeturado que la corbata es inocua. Me lo aseguran múltiples lectores.

Por lo que dicen numerosos testimonios la mayoría de las corbatas se usan lo mismo para sonarse los mocos que para enjugarse el sudor, sopear los frijolitos o hacerle sospechosas carantoñas a los compañeritos de trabajo. ¡Qué horror!

Juan Ignacio Zavala las calificó de armas de destrucción masiva y comentó que las corbatas suelen meterse en los platos de la sopa; tal vez, supongo, porque tales comensales comen de cuclillas con el plato en el piso o se abalanzan sobre la mesa para abrazar al compadre recién llegado y meten la corbata en el caldo de lentejas. Quitarse la corbata no los hará mejor educados.

Estas encendidas condenas a la corbata, por parte de personas que tienen una vasta y cara colección de ellas (y que antes solían presumirlas como sinónimo de “ya te diste cuenta de con quién estás habando”), me han persuadido de dos cosas:
1. Las corbatas sí son peligrosos focos de infección.
2. Estamos rodeados de gente muy sucia. “Para cochinos, los humanos”, dirían los cerdos que tienden a ser animales limpios e inteligentes.

Que la corbata, supuestamente bien anudada al cuello de la camisa, termine chapaleando en mole poblano sólo le puede suceder a personas muy torpes – con problemas severos de coordinación- o a personas muy sucias.

Que haya personas en las oficinas que durante las juntas de trabajo – varios testigos juran haberlo visto- usen la corbata para enjugarse el sudor o hacerle coquetos saluditos al vecino (que se está durmiendo) agitándosela en el rostro, sólo es atribuible a la mala educación y a la bajísima productividad.

Que haya personas que “limpien” con sus corbatas la “grasita” acumulada en un disco compacto, en unos anteojos o en otros objetos (no sin antes arrojar sobre los objetos a “higienizar” su fétido aliento como si se tratase de un desinfectante todopoderoso) es simplemente vomitivo.

Sí, ya me convencieron: hagamos una quema pública de todas las corbatas. Pero también me convencieron que 2.25 metros de distancia entre mí y toda esa bola de prójimos “cochinos” es poco. Demando que el “espacio vital e inviolable” de tres metros mínimo se incluya como garantía individual en la Constitución.

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lunes, 20 de abril de 2009

Cursis frente a las visitas

Ni hablar, a los mexicanos la cursilería se nos agudiza frente a las visitas. Hay quien dice, como Germán Dehesa, que a muchos les brota en todo su esplendor su condición de “nacos irredentos” apenas atisban en el horizonte que pisará nuestro patrio suelo un personaje de renombre mundial.

Si el personaje, como es el caso de Barack Obama, viene precedido de una oleada mítica – digamos: el primer Presidente de los Estados Unidos afroamericano o la reencarnación de Abraham Lincoln, F. D. Roosevelt y John F. Kennedy en una sola persona- la cursilería toma un impulso irrefrenable.

Se define lo cursi como el intento vano de algunos de mostrar “refinamiento expresivo” o “valores elevados”. Atención: la clave de la cursilería es que tanto afán no se ve coronado por el éxito, sino por el ridículo; la razón del fracaso debe buscarse en la ignorancia, que incapacita en el cursi cualquier aptitud para distinguir lo auténtico de lo falso.

Pues ahí nos tiene usted (la primera persona es una licencia retórica porque no estuve ahí ni nadie cometió el desatino de invitarme, por fortuna) recibiendo en nuestra “humilde casa” (los verdes jardines de Los Pinos o el hermoso y monumental edificio que alberga al Museo de Antropología e Historia son nuestra “humilde casa”) a mister Obama, y extasiándonos en la grandiosidad de aviones, autos y helicópteros.
No faltó, es cursilería irremediable que nos viene de fábrica al igual que lo de las “fibras sensibles”, la profusión de las frases hechas en los medios de comunicación (los locutores de la radio ganaron, como siempre, el primer lugar) tales como “impresionante dispositivo de seguridad” y las alusiones a los “perímetros”, en lenguaje de patrullero informando al mando superior, como sinónimos analfabetos de áreas, zonas o territorios: “Con la novedad, mi comandante, de que es imposible que la unidad ingrese al perímetro de Polanco, porque ahí está el hotel del distinguido”.

Para mí quien alcanzó la cumbre de la cursilería en esta visita fue la periodista que, en una novel columna, calificó de “leoninos” los despliegues de seguridad. Genial humorismo involuntario. ¿Acaso los del Servicio Secreto traían leones para ahuyentar a los impertinentes?, ¿o tal vez fueron “leoninos” porque, semejantes a contratos sumamente desventajosos para una de las partes, estipulaban que cada cortesía del visitante debería ser pagada con cien cursilerías de los anfitriones?

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miércoles, 15 de abril de 2009

Estados Unidos: Una guerra estúpida

“Criminal”, “estúpida”, “fallida”, “errónea”, “mal dirigida”, “autodestructiva”, “desastrosa”, “inmoral”.

Todos estos adjetivos, y algunos más, se aplican a la “guerra contra las drogas” que desde hace décadas lleva a cabo Estados Unidos. No son calificativos que a mí se me hayan ocurrido, es una seria y fundamentada opinión editorial publicada el lunes en el Financial Times (FT) y destacada en su primera plana. La firma uno de los colaboradores más prestigiados del diario especializado: Clive Crook.

La severa crítica tiene sólidos fundamentos y parte de una tesis bien conocida:
“Aun un observador casual puede ver que la mayor parte del daño causado en los Estados Unidos por las drogas ilegales es resultado del hecho de que tales drogas sean ilegales, no del hecho de que sean drogas”.

Otras drogas, legales, como el alcohol o el tabaco, sin duda causan estragos en la salud, en la economía y hasta en la convivencia social, pero al ser drogas legales son reguladas, y tales daños son infinitamente menores que los causados por las drogas prohibidas y perseguidas.

La sociedad y los gobiernos han logrado establecer mecanismos de control en el caso de las drogas permitidas: van desde los impuestos hasta fuertes restricciones, conocidas y aplicadas ampliamente, que permiten que el Estado (entendido como el conjunto del gobierno y la sociedad) conozca y controle quién produce las drogas, cuáles son sus canales de distribución, quién puede tener acceso a ellas, en qué proporción, a qué precios, en qué condiciones, bajo qué controles de calidad.

Además, la regulación entendida en sentido amplio (lo que incluye los llamados “impuestos al pecado”) genera ingresos fiscales que se destinan - al menos en parte- a tareas de prevención y combate de las adicciones, así como a sufragar los gastos que genera la atención y el cuidado a los adictos.

Desde el punto de vista de los principios, que es lo más importante si no queremos convertirnos en una manada de cínicos, estas regulaciones aplicadas a las drogas permitidas preservan y respetan la base de toda democracia: la libertad y la responsabilidad personales. Toda democracia que se respete o se sustenta en principios liberales clásicos o degenera en dictadura de la chusma.

México, obligado por la vecindad con Estados Unidos, está atrapado en esta guerra idiota e inmoral. Parece imposible eludir esta tragedia -una tarea absurda, costosa e inútil, promotora del crimen-, mientras el gobierno de Estados Unidos no abandone un enfoque tan estúpido.

¿Hasta cuando?

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