Imágenes del futuro en “un país de la esperanza” (XV y final)
Ricardo Medina Macías
Tras una abrupta y prolongada interrupción en su diario, el protagonista concluye con una nueva esperanza.
“Dos años después de la victoria. Han pasado muchas cosas, pero desistí de ponerlas por escrito: Ese experimento de introspección llegó a ser casi una causa de dolor físico.
“El nuevo sistema económico ha trastocado nuestras vidas. Ayer, buscábamos estirar los ingresos; hoy, rogamos que haya en el mercado qué comprar; hemos aprendido un nuevo significado de la palabra ‘escasez’. Lo curioso es que sigue vigente la norma de que con mucho dinero o con las conexiones correctas todo se consigue. Antes las transacciones se pactaban más o menos libremente; hoy, una impersonal burocracia decide qué se distribuye, cómo, cuándo, a qué precios…y a quiénes. A esto se suman las restricciones que nos han impuesto desde el exterior, el famoso boicot del que oímos hablar todos los días.
“Nos refugiamos en esos pequeños o grandes gozos que nos depara la vida interior, ahí donde los comités de la burocracia y los mandatos del caudillo García Tejedor no pueden llegar: Unas nubes hermosas, unas lineas leídas por enésima vez, una sonrisa que te arranca un crío. José Antonio y Pilar, nuestros compadres, nos invitaron a una “francachela” con pan, vino y un queso holandés que me pareció delicioso (José Antonio lo consiguió en el mercado negro, a cambio de una pequeña fortuna). Volvimos a ser nosotros mismos: Cantamos, hablamos de cine y de libros, reímos en voz baja con los chistes en clave.
“Lo que mas duele es constatar la degradación moral. La simulación se ha vuelto una segunda piel, necesaria para sobrevivir. Tenemos miedo. Un miedo pegajoso, como sudor. Miedo a caer en desgracia, a perder el puestecito de trabajo, miedo a molestar al vecino – que podría desquitarse denunciándonos-, miedo a perdernos a nosotros mismos. A Rosario y a mí, aunque casi nunca hablamos de ello, nos duele más que nada haber perdido a nuestro hijo Alberto. Hoy es un desconocido. Los tres meses que pasó en la cárcel – no por ser parte de un sistema corruptor, sino por no detectar a tiempo una mudanza en el ánimo del caudillo- le fueron útiles para aprender a estar siempre en el lado correcto de la rueda de la fortuna. Nada más.
“Una vez regenerados y purificados – así dicen – el sistema judicial, los tribunales, las leyes, la economía, la cultura y hasta las diversiones, se ha empezado a promover la reelección de García Tejedor para un nuevo mandato que ésta vez sería de diez años. Desde luego, será una gran dicha contar por más tiempo con la guía y luz del capitán de la esperanza. (Sí, la frase anterior es un sarcasmo, una forma de humor que hemos desarrollado hasta el extremo). Qué lejanos están los tiempos en que palabras como ‘libertad’ o ‘democracia’ querían decir algo y no eran meros eslabones para hilvanar un discurso. ¡Qué cansancio! Hoy la esperanza consiste en conservar nuestros pequeñísimos espacios de vida interior y libertad”.
Fin de la ficción.
Correo: ideasalvuelo@gmail.com
Tras una abrupta y prolongada interrupción en su diario, el protagonista concluye con una nueva esperanza.
“Dos años después de la victoria. Han pasado muchas cosas, pero desistí de ponerlas por escrito: Ese experimento de introspección llegó a ser casi una causa de dolor físico.
“El nuevo sistema económico ha trastocado nuestras vidas. Ayer, buscábamos estirar los ingresos; hoy, rogamos que haya en el mercado qué comprar; hemos aprendido un nuevo significado de la palabra ‘escasez’. Lo curioso es que sigue vigente la norma de que con mucho dinero o con las conexiones correctas todo se consigue. Antes las transacciones se pactaban más o menos libremente; hoy, una impersonal burocracia decide qué se distribuye, cómo, cuándo, a qué precios…y a quiénes. A esto se suman las restricciones que nos han impuesto desde el exterior, el famoso boicot del que oímos hablar todos los días.
“Nos refugiamos en esos pequeños o grandes gozos que nos depara la vida interior, ahí donde los comités de la burocracia y los mandatos del caudillo García Tejedor no pueden llegar: Unas nubes hermosas, unas lineas leídas por enésima vez, una sonrisa que te arranca un crío. José Antonio y Pilar, nuestros compadres, nos invitaron a una “francachela” con pan, vino y un queso holandés que me pareció delicioso (José Antonio lo consiguió en el mercado negro, a cambio de una pequeña fortuna). Volvimos a ser nosotros mismos: Cantamos, hablamos de cine y de libros, reímos en voz baja con los chistes en clave.
“Lo que mas duele es constatar la degradación moral. La simulación se ha vuelto una segunda piel, necesaria para sobrevivir. Tenemos miedo. Un miedo pegajoso, como sudor. Miedo a caer en desgracia, a perder el puestecito de trabajo, miedo a molestar al vecino – que podría desquitarse denunciándonos-, miedo a perdernos a nosotros mismos. A Rosario y a mí, aunque casi nunca hablamos de ello, nos duele más que nada haber perdido a nuestro hijo Alberto. Hoy es un desconocido. Los tres meses que pasó en la cárcel – no por ser parte de un sistema corruptor, sino por no detectar a tiempo una mudanza en el ánimo del caudillo- le fueron útiles para aprender a estar siempre en el lado correcto de la rueda de la fortuna. Nada más.
“Una vez regenerados y purificados – así dicen – el sistema judicial, los tribunales, las leyes, la economía, la cultura y hasta las diversiones, se ha empezado a promover la reelección de García Tejedor para un nuevo mandato que ésta vez sería de diez años. Desde luego, será una gran dicha contar por más tiempo con la guía y luz del capitán de la esperanza. (Sí, la frase anterior es un sarcasmo, una forma de humor que hemos desarrollado hasta el extremo). Qué lejanos están los tiempos en que palabras como ‘libertad’ o ‘democracia’ querían decir algo y no eran meros eslabones para hilvanar un discurso. ¡Qué cansancio! Hoy la esperanza consiste en conservar nuestros pequeñísimos espacios de vida interior y libertad”.
Fin de la ficción.
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