jueves, 8 de marzo de 2007

El beneficio social de maximizar utilidades

Maximizar utilidades cumple una función social de primer orden en beneficio colectivo. Permite, en mercados en libre competencia, la asignación más eficiente de los recursos escasos.


Con frecuencia se supone que a la economía de libre mercado debe corregírsele para evitar iniquidades y atenuar las desigualdades sociales.

En este contexto surgen versiones atenuadas de la economía de libre mercado, como si la búsqueda de la maximización de las utilidades en una empresa fuese un feo vicio moral – avaricia, probablemente- que debe enmendarse con valores igualmente morales: compasión por el más débil, solidaridad, preponderancia de lo social sobre lo individual.

En la historia política estas enmiendas llenas de buenas intenciones al descarnado y egoísta "individualismo" han generado una variedad de posturas "ideológicas" intermedias entre el socialismo marxista y el capitalismo liberal, terceras vías, modelos "humanistas" y "compasivos", que navegan entre la ambigüedad y la mala conciencia.

El santo y seña de estas posturas es condenar o, al menos, ver con profunda desconfianza, la maximización de utilidades. Lo cual, en el fondo, es como preferir – por supuestas razones morales- un mal café "hecho con amor" a un buen café hecho por interés.

Es, para seguir con los ejemplos, como oponerse a que se utilice el correo electrónico para no dejar sin chamba al mensajero de la oficina. Es, en fin, castigar la productividad y lo que ella significa: hacer más con menos recursos, hacer mejores cosas que antes con los mismos o con menos recursos, hacer las cosas bien al primer intento.

Dada la escasez – hecho inexorable de nuestra vida en la tierra- no buscar la maximización de utilidades, el mayor beneficio con los menores recursos posibles, significa promover de una u otra forma el desperdicio y, por ende, la pobreza.

¿Por qué digo que detrás de esta afición a la "moral social" hay una mala conciencia? Porque desde que las ideologías expropiaron y anularon las virtudes personales para entregarle al Estado y a los gobiernos el monopolio de lo bueno, pareciera que cierta nostalgia nos lleva a buscar en el etéreo e impersonal "colectivo" (por ejemplo, el Estado, el Partido, la Sociedad Civil) las virtudes olvidadas.

Pero eso será un asunto a tratar en el artículo de mañana.

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3 Comentarios:

Blogger Ramón Mier dijo...

Felicidades por el ejemplo del Café.

Son este tipo de ejemplos, simples y poderosos los que urgen a la cuasa de la libertad.

Supongo que no faltará quien diga que prefiere beber caldo de calcetín hecho con amor antes que tomarse un Macciato de Caramelo Grande con leche descremada de Starbucks. Pero dudo que quienes eso dicen estén dispuestos ha hacerlo.

marzo 08, 2007  
Blogger J.S. Zolliker dijo...

Pero qué dicen?!?! Herejes!!!! ;)

marzo 08, 2007  
Anonymous Anónimo dijo...

Una cosa siempre lleva a la otra. tarde o temprano, pasar de un cafe al otro -hasta parece requisito obligatorio-. la adiccion a los "interes" le quita lo amargo, y lo hace saber como un frapuccino caramelo, si, claro, tambien de starbucks.

Aunque no seamos tan negativos. sabemos donde estan los verdaderos "virtuosos"., arraigar una virtud no es tan facil como parece, asi que quien conoce el verdadero valor de una virtud, no la entrega tan facilmente., el que tenga dos o mas., se quedara donde esta. no todos. claro. saludos.

marzo 09, 2007  

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