miércoles, 28 de febrero de 2007

Un país de analfabetas funcionales

Una de las claves del éxito de la república MTP para mantenerse en la dorada mediocridad fue la lucha incansable de autoridades, maestros, hombres y mujeres de empresa, medios de comunicación, para evitar que prendiese entre niños y jóvenes la perniciosa costumbre de leer.

Emma echa una ojeada al periódico. A diferencia de otros días algo - ¡por fin!- capta su atención: Según el diario, que por cierto da insuficientes referencias por si acaso alguien quiere profundizar en el asunto, una encuesta entre maestros de educación básica en MTP (“Media Tabla Perpetua”) muestra que cuatro de cada diez profesores no tienen más de 20 libros en su casa y que seis de cada diez profesores confiesan que no leyeron más de dos libros en el último año.

Adiestrada desde pequeña, por sus padres, en las tareas de cifrar y descifrar Emma obtiene dos conclusiones: 1. Dado que en los últimos 20 años, aproximadamente, los gobiernos de MTP han destinado ingentes recursos a la educación y a elevar los salarios de los maestros, las revelaciones de la encuesta – por otra parte previsibles- confirman la impolítica tesis: No sólo no hay una relación causal entre más gasto público y mejoría sino que frecuentemente más gasto gubernamental sólo sirve para empeorar las cosas.

2. Qué pena, pero los datos de la encuesta explican las indudables ventajas competitivas de Emma en el mercado de trabajo. En un país, como MTP, en el que 40% de los maestros tiene una biblioteca en su casa menor al número de libros que Emma lee en un mes y en el que 60% de los maestros leyó en un año menos libros de los que Emma lee en una semana, nadie debe sorprenderse de que Emma a sus 25 años gane un envidiable salario y reciba constantes ofertas de empleo en MTP y fuera del país.

Lo primero que hace Emma al llegar a su oficina es responder afirmativamente, por correo electrónico, a la oferta de trabajo que le hace una corporación del odiado – y envidiado- país del Norte. Mientras lo hace, escucha a una emocionada secretaria encomiar el histórico nivel de audiencia que logró el capitulo final de la telenovela ésa…Sí, ésa de cuyo nombre Emma, ¡pobrecita desmemoriada!, no se acuerda.

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