Moral, economía y libertad
Intersección de la economía y de la moral: la libertad de elegir ante la escasez.
El dato fundacional de la economía es la escasez. En un universo en el que los recursos – empezando por la vida – fuesen ilimitados la economía no tendría razón de ser. Y en dicho universo hipotético, de abundancia absoluta, la libertad humana no sería tal como la conocemos. Se puede especular que ante la presencia de la abundancia absoluta – es decir, del Ser por sí mismo subsistente, como los teólogos y múltiples filósofos definen a Dios- la voluntad humana se doblegaría y elegiría por necesidad (valga la paradoja) dicho bien, sin considerar siquiera alguna alternativa.
Pero ya sea que creamos que un día estaremos cara a cara frente a Dios o que no lo creamos, el hecho es que vivimos ahora en un mundo precario, que se acabará (con o sin “calentamiento global”), que somos contingentes y que constantemente nos vemos precisados a elegir entre bienes igualmente precarios (que no son eternos). Ese es el terreno de la libertad y ese es el terreno de la moral. Sin libertad, sin capacidad de elegir, no hay moral. Nadie puede imputarle inmoralidad a un tigre por matar a su presa y seguir por instinto la programación inmemorial que le hace ser tigre. El tigre no elije, cumple el programa de todos los tigres que han sido y que serán.
Por contraste, ¡nada menos!, el ser humano siempre elije. Aun privado de su libertad física es capaz de elegir la actitud que asumirá ante esa privación: rebelarse, aceptarla, humillarse, mantener su señorío, su dominio de sí. Los campos de concentración nazis y soviéticos en el siglo pasado nos legaron una colección de biografías que abarca el abanico de opciones de la libertad ante un cautiverio brutal.
Por su parte la economía pretende encontrar la mejor asignación para recursos escasos entre destinos alternativos en competencia y ha encontrado, la ciencia económica, que la persona libre es quien mejor elije – en términos de costo contra beneficio- la asignación de sus propios recursos. Y hace la mejor elección aun cuando se equivoque porque quien ha de padecer las consecuencias de esa mala elección es justamente aquél que la hizo. Eso significa ser responsable. Hacerse cargo de lo que se decide libremente, de sus consecuencias: buenas o malas en términos económicos y también – buenas o malas consecuencias- en términos morales.
El dato fundacional de la economía es la escasez. En un universo en el que los recursos – empezando por la vida – fuesen ilimitados la economía no tendría razón de ser. Y en dicho universo hipotético, de abundancia absoluta, la libertad humana no sería tal como la conocemos. Se puede especular que ante la presencia de la abundancia absoluta – es decir, del Ser por sí mismo subsistente, como los teólogos y múltiples filósofos definen a Dios- la voluntad humana se doblegaría y elegiría por necesidad (valga la paradoja) dicho bien, sin considerar siquiera alguna alternativa.
Pero ya sea que creamos que un día estaremos cara a cara frente a Dios o que no lo creamos, el hecho es que vivimos ahora en un mundo precario, que se acabará (con o sin “calentamiento global”), que somos contingentes y que constantemente nos vemos precisados a elegir entre bienes igualmente precarios (que no son eternos). Ese es el terreno de la libertad y ese es el terreno de la moral. Sin libertad, sin capacidad de elegir, no hay moral. Nadie puede imputarle inmoralidad a un tigre por matar a su presa y seguir por instinto la programación inmemorial que le hace ser tigre. El tigre no elije, cumple el programa de todos los tigres que han sido y que serán.
Por contraste, ¡nada menos!, el ser humano siempre elije. Aun privado de su libertad física es capaz de elegir la actitud que asumirá ante esa privación: rebelarse, aceptarla, humillarse, mantener su señorío, su dominio de sí. Los campos de concentración nazis y soviéticos en el siglo pasado nos legaron una colección de biografías que abarca el abanico de opciones de la libertad ante un cautiverio brutal.
Por su parte la economía pretende encontrar la mejor asignación para recursos escasos entre destinos alternativos en competencia y ha encontrado, la ciencia económica, que la persona libre es quien mejor elije – en términos de costo contra beneficio- la asignación de sus propios recursos. Y hace la mejor elección aun cuando se equivoque porque quien ha de padecer las consecuencias de esa mala elección es justamente aquél que la hizo. Eso significa ser responsable. Hacerse cargo de lo que se decide libremente, de sus consecuencias: buenas o malas en términos económicos y también – buenas o malas consecuencias- en términos morales.
Etiquetas: escasez, fe, filosofía, libertad, moral, moralismo, responsabilidad
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