Comunicadores muy impresionables
Algunos de nuestros insignes comunicadores son tan impresionables que en cualquier charco se ahogan…desde el punto de vista emocional, al menos.
Los viejos manuales de periodismo recomendaban la ascética de la objetividad. Aun a sabiendas de que la total objetividad es inalcanzable, el reportero profesional – que eso, ante todo, es un periodista- debía saber mantenerse imperturbable para informar mejor.
Esta exigencia – que sólo puede ser satisfecha con abundante disciplina mental y dominio del ánimo- se contrapone, paradójicamente, con otra recomendación clásica que nos hacían a los aprendices del oficio: "Busca lo insólito, lo excitante, lo extraordinario. El peor enemigo del periodismo es el aburrimiento".
Resolver el dilema entre la ascética de la objetividad y la mística de la emoción no es nada sencillo e implica cierta impostura: O finges – te impones- la objetividad aunque no estés siendo objetivo, o finges – te impones- la emoción, aunque en el fondo te aburra profundamente lo que estás comunicando.
Tengo para mí que la mejor manera de resolver el dilema es darle prioridad a la ascética de la objetividad y dejar que sea el lector, el televidente o el radioescucha, quien ponga la emoción o el aburrimiento según corresponda al asunto, o según sea el estado de ánimo del mismo receptor del mensaje. Es lo más honesto.
Poniéndolo en términos literarios, prefiero cien veces la prosa de Flaubert a la de Víctor Hugo, la poesía de Borges a la de Jaime Sabines.
Sin embargo, otros prefieren darle prioridad a las emociones, dejando a un lado esa laboriosa ascética de la objetividad. Esa escuela es, podríamos decir, la de los impresionistas – que se desvelan por impresionar- e impresionables, que aún ante lo más rutinario y soso sacan del maletín un rosario de adjetivos.
El jueves pasado se publicó en un diario la opinión de un colega de esta escuela de los impresionables, con un párrafo que decía: "Hacía más de un año y medio que yo no había hablado con López Obrador. ¿Mi impresión ahora? Que sigue siendo un gran comunicador, con una impresionante capacidad para simplificar temas complejos y convertirlos en apoyo para sus ideas. Tengo la impresión de que tarde o temprano será presidente de México, por lo que nos conviene conocerlo lo mejor posible."
Pido perdón de antemano, pero tantas impresiones me dejan frío. Me parecen palabrería vana. No me impresionan. En lo absoluto.
Los viejos manuales de periodismo recomendaban la ascética de la objetividad. Aun a sabiendas de que la total objetividad es inalcanzable, el reportero profesional – que eso, ante todo, es un periodista- debía saber mantenerse imperturbable para informar mejor.
Esta exigencia – que sólo puede ser satisfecha con abundante disciplina mental y dominio del ánimo- se contrapone, paradójicamente, con otra recomendación clásica que nos hacían a los aprendices del oficio: "Busca lo insólito, lo excitante, lo extraordinario. El peor enemigo del periodismo es el aburrimiento".
Resolver el dilema entre la ascética de la objetividad y la mística de la emoción no es nada sencillo e implica cierta impostura: O finges – te impones- la objetividad aunque no estés siendo objetivo, o finges – te impones- la emoción, aunque en el fondo te aburra profundamente lo que estás comunicando.
Tengo para mí que la mejor manera de resolver el dilema es darle prioridad a la ascética de la objetividad y dejar que sea el lector, el televidente o el radioescucha, quien ponga la emoción o el aburrimiento según corresponda al asunto, o según sea el estado de ánimo del mismo receptor del mensaje. Es lo más honesto.
Poniéndolo en términos literarios, prefiero cien veces la prosa de Flaubert a la de Víctor Hugo, la poesía de Borges a la de Jaime Sabines.
Sin embargo, otros prefieren darle prioridad a las emociones, dejando a un lado esa laboriosa ascética de la objetividad. Esa escuela es, podríamos decir, la de los impresionistas – que se desvelan por impresionar- e impresionables, que aún ante lo más rutinario y soso sacan del maletín un rosario de adjetivos.
El jueves pasado se publicó en un diario la opinión de un colega de esta escuela de los impresionables, con un párrafo que decía: "Hacía más de un año y medio que yo no había hablado con López Obrador. ¿Mi impresión ahora? Que sigue siendo un gran comunicador, con una impresionante capacidad para simplificar temas complejos y convertirlos en apoyo para sus ideas. Tengo la impresión de que tarde o temprano será presidente de México, por lo que nos conviene conocerlo lo mejor posible."
Pido perdón de antemano, pero tantas impresiones me dejan frío. Me parecen palabrería vana. No me impresionan. En lo absoluto.
Etiquetas: Andrés López Obrador, ascética de la objetividad, impresionistas e impresionables, mística de la emoción, periodismo
5 Comentarios:
No es que sean impresionables, es que para éstos periodistas, López es el Zhair. (a propósoto de Borgues)
Salúdos!
Jose Trinidad
Ricardo,
Efectivamente, es una lástima que existan tantos comunicadores impresionables, pero es más triste aún que el comunicador impresionado tenga la reputación de ser uno de los periodistas más serios. Es una lástima que Sergio Sarmiento haya caido en este jueguito.
Como siempre, un placer leerlo. Reciba un cordial saludo
F. F. P. P.
Don Ricardo: en referencia a "su colega" no menciona Ud. el nombre del "profeta" pero lo podriamos agregar a una larga lista de "dolidos" que aun suspiran por la pejemania... como Victor Trujillo, Ciro, Denisse, Carmen Aristegui, Gustavo Renteria, Ricardo Rocha etc. etc. etc. que solo esperan el llamado divino para volver a la carga... que no...?
Adolfo Sànchez Olmedo
Creo que lo que aqui sucede, es que el impresionado tambien es futurista y es obvio que se esta labrando un espacio en el gabinete del proximo presijente, según él.
ENOC
Quisiera añadir a la impresionante lista de impresionables "comunicadores" que plasman sus impresiones de la "realidad" a grandes tapetitos, como los antes mencionados, a la nomenklatura de la "inteligencia" mexicana, como el señor Lorenzo Meyer, Monsivais o la impresionante escritora, Poniatowska.
Gerardo G.
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