lunes, 20 de julio de 2009

¿Por qué en México no bajan los precios?

Apunta con gran acierto hoy Everardo Elizondo ( *) que:

"La trayectoria anémica de la actividad económica productiva a nivel global ha coincidido en general, como era de esperarse, con un claro proceso de desinflación."


Pero, añade el propio Elizondo, no en todas las economías este comportamiento - descenso de la actividad productiva y caída de la inflación - ha sido igual de claro e igual de fuerte.

Por ejemplo, para el caso de América Latina, en Chile la inflación anual fue de sólo 1.9 por ciento en junio pasado (contra 9.9 por ciento de un año antes), mientras que en México...

"... la inflación ha descendido algo así como 0.8 puntos porcentuales entre su punto más alto (6.5 por ciento) en el pasado reciente (diciembre 2008) y el mes de junio. Esta reducción, aunque significativa, no deja de ser sorprendentemente baja, considerando la extraordinaria flojedad de la actividad económica durante ya tres trimestres al hilo."


Esboza Elizondo, para este fenómeno sorprendente, dos interpretaciones: 1. Que el proceso de ajuste de los precios a la baja "quizás está frenado por las imperfecciones de la estructura de producción y distribución" y 2. Que tal vez el impacto de la depreciación del peso frente al dólar no se ha agotado.

La primera interpretación es, a mi juicio, la correcta y, a su vez, nos revela dos problemas graves de México que generalmente son desdeñados o muy mal explicados:

1. Nuestro supuesto sistema de mercado (fijación de precios y asignación de recursos mediante oferta y demanda más o menos libres) es muy imperfecto, porque tenemos grandes áreas en las que la competencia o no existe (por ejemplo, el monopolio estatal de los energéticos) o es un mito (telecomunicaciones, transporte y otros sectores), y

2. Estrechamente relacionado con lo anterior: Precios clave de la economía mexicana siguen siendo "precios administrados", eufemismo que quiere decir: Precios fijados desde la sala de juntas de una dependencia gubernamental.

LAS CONSECUENCIAS

1. Mientras no se realicen auténticas reformas estructurales (que son más, mucho más, que una reforma tributaria) la meta del Banco de México de 3% de inflación para fines de 2010 será inverosímil por inalcanzable. Ni siquiera una muy improbable política monetaria restrictiva del banco central podría lograrlo. Cualquier recuperación de la dinámica de crecimiento (mediocre dinámica, por cierto, de crecimientos de 3% anual) avivará las presiones inflacionarias;

2. Las reformas estructurales deben perseguir aumentos notables e inmediatos en la productividad a partir de una mayor competencia en los mercados; (en este sentido, reportes como el más reciente del Instituto Mexicano de la Competitividad, IMCO, son desalentadores no tanto por los resultados que ofrecen sino por la pobreza deliberada de su diagnóstico, que elude consistentemente tocar el asunto toral: la falta de competencia en los mercados internos).

3. Aunque la inflación haya dejado de estar entre las preocupaciones de empresarios, políticos, gobiernos y comentaristas (si es que de veras alguna vez les preocupó), seguirá siendo un espectro amenazante para México, máxime cuando ya se conjetura que deberá ampliarse el déficit fiscal permitido por la ley para paliar las limitaciones de las finanzas públicas.

Más aún: La inflación, derivada de una competencia débil o inexistente en los mercados, será un formidable obstáculo al crecimiento y un factor que deteriorará aún más, e inevitablemente, la distribución del ingreso.

( *) En "Reforma" en la sección de Negocios, página 6, "Recesión y desinflación en AL" (acceso restringido sólo a suscriptores del diario en la red).

Etiquetas: , , , ,

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal