jueves, 16 de julio de 2009

Circunloquios de la mensajera de Telmex

Admiro la "cara dura" de Purificación Carpinteyro.

Después de un desempeño breve y lamentable como subsecretaria de Comunicaciones, donde benefició cínicamente a Telmex obstruyendo la recomposición de las Áreas de Servicio Local (ASL) de telefonía en el país, y después de mostrar sin rubor los extremos a los que puede llegar la deslealtad en el servicio público, se ha convertido en articulista quincenal del periódico "Reforma", espacio desde el cual insiste en promover el "gran pacto" que el Estado mexicano debe hacer con el consorcio del ingeniero Carlos Slim, para que éste gentilmente acepte aumentar sus inversiones en telecomunicaciones en México.

Se necesita, de veras, mucha "cara dura"...

El pacto que propone Carpinteyro (o, mejor dicho, los intereses que en realidad representa) es sencillo: Darle de forma unilateral a Telmex, y sin exigir a cambio ninguna contraprestación legal y transparente, la opción de usar sus redes de telefonía para entrar al negocio de la televisión (algo que, omite decirlo Carpinteyro, prohibe expresamente su título de concesión); a cambio, se ofrece la buena voluntad del consorcio del ingeniero para "cumplir sus obligaciones" y dejar de recurrir (o recurrir menos) a las cuatro D que, Carpinteyro dixit, aplican los operadores dominantes en telecomunicaciones en todo el mundo: Denegar, demorar, degradar y depredar.

Todo esto lo ha escrito la ex funcionaria recurriendo al circunloquio, es decir: dando un largo rodeo palabrero para dar a entender algo que podía decirse breve y directamente.

La solicitud o exigencia que hace Carpinteyro (ya podemos imaginar de parte de quién) llega en los párrafos finales de su circunloquio:

"Asumamos (sic) que en un Estado ideal, Telmex estuviera dispuesto a cumplir con sus obligaciones y que a cambio obtuviera el derecho de utilizar su red para transmitir televisión. Para ello, tendría que invertir en su red para ofrecer los nuevos servicios. Por su parte, los competidores, es decir, los cableros y los operadores de telecomunicaciones, también tendrían que destinar recursos para no ser erradicados del mercado. Éste sería un círculo virtuoso que el gobierno podría generar, si estuviera dispuesto a asumir el costo de modificar el statu quo."


La abogada Carpinteyro considera, pues, que una empresa (Telmex, en este caso) puede ponerle sus condiciones al Estado a cambio de más o menos cumplir con la ley. A la señora no le molesta, ni le indigna, ni le inquieta, que el cumplimiento de la ley se negocie, tal vez porque no estamos hablando de cualquier particular sino de uno que aplica consistentemente las execrables cuatro D que la mensajera del hombre más adinerado de México describe como si se tratase de un bonito manual de operaciones:

"Denegar": ante cualquier requerimiento de un competidor para conectarse con su red, la negativa del dominante es tajante. La segunda es "Demorar": ante las presiones del regulador, el dominante accede a la conexión pero la retrasa indefinidamente. La tercera es "Degradar", es decir, afectar la calidad del servicio, cuando ante una renovada intervención del Estado, el dominante se ve forzado a conectar de inmediato. Y la cuarta, que es "Depredar", la aplica cuando ya no queda más recurso y el dominante opta por tirar los precios al público, sin reducir los ofrecidos a sus competidores."


Quienes no gustan de los circunloquios usan una palabra muy fea para este género de propuestas: Chantaje.

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