Ya basta de ocurrencias
Además de ser un país de ilusos, perpetuamente desilusionados, la democracia mal entendida nos puede convertir en un país de ocurrencias nefastas surgidas de las más buenas intenciones.
Juan Ernesto Pardinas, un joven brillante que hoy es director de proyectos de finanzas públicas y gobierno del Instituto Mexicano de la Competitividad, lanza hoy, en un artículo de opinión en el diario "Reforma" una ocurrencia terrible nacida - sin duda - del deseo de aportar "una idea modesta que puede ayudar a mejorar la relación entre el fisco y los contribuyentes".
La "inocente" ocurrencia que ha lanzado Juan es tan sencilla como errada: "Primero se debería aprobar el presupuesto y después la Ley de Ingresos" (cita textual).
No faltará quien diga, así, a bote pronto: ¡Qué buena idea!
Pero hay que pensar las cosas dos veces. Hay que evitar el espejismo de que cualquier ocurrencia puede volverse una propuesta si se hace con "ánimo constructivo", "con la mejor de las intenciones" y escudado en que alguien (la sociedad, nuestros amigos, nuestros jefes, la opinión pública, el gobierno, el puesto público) nos ha dotado de una calificación que automáticamente nos da una posición de "autoridad moral".
(Paréntesis para explicar este asunto de la "autoridad moral": Si usted o yo, en una plática de sobremesa nos ponemos a pontificar acerca de la política fiscal es probable que digamos, al fragor de la discusión entre amigos, una que otra burrada nacida del apasionamiento, surgida de la ignorancia y de la necesidad de decir algo ingenioso y ocurrente o de no quedarnos callados. No hay mayor problema, porque no estamos haciendo públicas tales burradas, ni las estamos imponiendo moralmente a los demás detrás del poder persuasivo que aún tiene en nuestra sociedad la letra impresa, ni mucho menos apoyados en un título deslumbrante, que suele imponer respeto, digamos el título de director de proyectos de finanzas públicas del IMCO que, hay que confesarlo, tiene mucho mayor peso público, en términos de autoridad moral, que el título de "diputado federal". El asunto se agrava si, además, quien lanza la ocurrencia, tiene un merecido prestigio, como es la caso de Juan E. Pardinas, como estudioso serio y generalmente bien documentado de algunas de las lacras de nuestras finanzas públicas, por ejemplo, como es el caso de Juan, de la pasmosa opacidad en que se ejerce el gasto público en la mayoría de las entidades federativas, sin transparencia y sin mecanismos efectivos de rendición pública de cuentas. Termino el paréntesis: Es por eso que esta ocurrencia, que va mucho más allá de una "modesta aportación" a la discusión pública, me resulta de veras alarmante: No la hace ningún improvisado, no la hace Perico de los Palotes en una larga sobremesa salpicada de alcohol, tabaco y pullas entre amigos).
Bien, vamos al punto. Imaginemos que le hacemos caso a esta ocurrencia y en la próxima e inminente revisión de todo el entramado de nuestro sistema fiscal (revisión de la que surgirá, se dice, una reforma fiscal magna y casi definitiva) se incluye como propuesta seria y atendible y, peor aún, ¡se aprueba!
Sería la mejor receta para tener presupuestos desorbitados, sin límite alguno para satisfacer todas las necesidades y realizar todos los deseos que el dinero puede comprar. Lo que a su vez, daría la coartada perfecta para que, una vez aprobados los gastos sin la molesta sujeción a un "techo" o límite de gastos, una vez convertidos los gastos en "ley", los legisladores inventaran cuanto impuesto fuese necesario para satisfacer ese gasto sin límites, y peor todavía echasen mano de todos los artilugios conocidos para elevar la deuda y el déficit públicos. ¿Que el presidente quiere duplicar los recursos para combatir la pobreza? ¡Concedido!, ¿por qué habrían de oponerse los legisladores, incluso los que se oponen al gobierno en turno, si ellos también podrán tener todo lo que deseen?, si al presidente le duplicamos el gasto para "Oportunidades", ¿cómo nos vamos a oponer a quintuplicar el gasto para educación superior?, ¿quién va a tener argumentos para oponerse a que el gasto dedicado a carreteras en los estados crezca diez veces?, ¿quién será el desalmado que le negará unos cientos de millones de pesos a los "criadores" del cine nacional?, ¿quién el necio que se opondrá a que le demos miles de millones de pesos al campo que tanto los necesita?. ¿quién se atreverá a escatimarle otros miles de millones a la seguridad pública?
Ya se la respuesta: Se supone que los contrapesos y las objeciones a más gasto surgirán de aquellos que nos recuerden que todo eso hay que pagarlo, de una manera o de otra, los límites vendrán impuestos por los sensatos de la tribu que nos avisen: Ojo, que si seguimos planeando cómo gastarnos cantidades multimillonarias de dinero mañana no vamos a encontrar de dónde sufragarlas. En fin,se supone que habrá alguien, chocante, que nos va a recordar que no hay comidas gratis.
Sí, el problema es que a ese alguien nadie le hará caso.
Una receta infalible para el fracaso económico -y la quiebra- en la vida de una persona, de una familia o de una empresa es hacer primero el presupuesto de gastos, fijarnos un presupuesto conforme con la totalidad de nuestras necesidades y de nuestros deseos (desde la comida diaria hasta las vacaciones de verano recorriendo el mediterráneo) y después ponernos a buscar de dónde sacar el dinero para "cumplir nuestro presupuesto". ¿Resultado? La frustración y la amargura ("¡es imposible cumplir el presupuesto!" nos quejaremos) o la decisión de que hay que obtener el dinero a como de lugar; robando un banco, secuestrando a un ricachón o vendiendo cocaína.
Ojalá Juan, una persona de gran honestidad intelectual, retire su ocurrencia. No sólo los deja a él y al instituto en el que trabaja muy mal parados, sino que en una de esas ¡le hacen caso! porque alguien "razonará" que la ocurrencia servirá para que que no haya tanto pleito por el dinero entre partidos, instancias de gobierno, dependencias, necesidades y deseos. Claro que sí sería una fórmula para un terso proceso de aprobación del presupuesto, porque es legitimar el reino de las ilusiones: Que los recursos no eran escasos, y había todo para todos y al mismo tiempo...y que todos vivíamos felices porque no habría escasez, enfermedad o conflictos.
¡Ay de nosotros, no sólo ilusos, también ocurrentes!
Juan Ernesto Pardinas, un joven brillante que hoy es director de proyectos de finanzas públicas y gobierno del Instituto Mexicano de la Competitividad, lanza hoy, en un artículo de opinión en el diario "Reforma" una ocurrencia terrible nacida - sin duda - del deseo de aportar "una idea modesta que puede ayudar a mejorar la relación entre el fisco y los contribuyentes".
La "inocente" ocurrencia que ha lanzado Juan es tan sencilla como errada: "Primero se debería aprobar el presupuesto y después la Ley de Ingresos" (cita textual).
No faltará quien diga, así, a bote pronto: ¡Qué buena idea!
Pero hay que pensar las cosas dos veces. Hay que evitar el espejismo de que cualquier ocurrencia puede volverse una propuesta si se hace con "ánimo constructivo", "con la mejor de las intenciones" y escudado en que alguien (la sociedad, nuestros amigos, nuestros jefes, la opinión pública, el gobierno, el puesto público) nos ha dotado de una calificación que automáticamente nos da una posición de "autoridad moral".
(Paréntesis para explicar este asunto de la "autoridad moral": Si usted o yo, en una plática de sobremesa nos ponemos a pontificar acerca de la política fiscal es probable que digamos, al fragor de la discusión entre amigos, una que otra burrada nacida del apasionamiento, surgida de la ignorancia y de la necesidad de decir algo ingenioso y ocurrente o de no quedarnos callados. No hay mayor problema, porque no estamos haciendo públicas tales burradas, ni las estamos imponiendo moralmente a los demás detrás del poder persuasivo que aún tiene en nuestra sociedad la letra impresa, ni mucho menos apoyados en un título deslumbrante, que suele imponer respeto, digamos el título de director de proyectos de finanzas públicas del IMCO que, hay que confesarlo, tiene mucho mayor peso público, en términos de autoridad moral, que el título de "diputado federal". El asunto se agrava si, además, quien lanza la ocurrencia, tiene un merecido prestigio, como es la caso de Juan E. Pardinas, como estudioso serio y generalmente bien documentado de algunas de las lacras de nuestras finanzas públicas, por ejemplo, como es el caso de Juan, de la pasmosa opacidad en que se ejerce el gasto público en la mayoría de las entidades federativas, sin transparencia y sin mecanismos efectivos de rendición pública de cuentas. Termino el paréntesis: Es por eso que esta ocurrencia, que va mucho más allá de una "modesta aportación" a la discusión pública, me resulta de veras alarmante: No la hace ningún improvisado, no la hace Perico de los Palotes en una larga sobremesa salpicada de alcohol, tabaco y pullas entre amigos).
Bien, vamos al punto. Imaginemos que le hacemos caso a esta ocurrencia y en la próxima e inminente revisión de todo el entramado de nuestro sistema fiscal (revisión de la que surgirá, se dice, una reforma fiscal magna y casi definitiva) se incluye como propuesta seria y atendible y, peor aún, ¡se aprueba!
Sería la mejor receta para tener presupuestos desorbitados, sin límite alguno para satisfacer todas las necesidades y realizar todos los deseos que el dinero puede comprar. Lo que a su vez, daría la coartada perfecta para que, una vez aprobados los gastos sin la molesta sujeción a un "techo" o límite de gastos, una vez convertidos los gastos en "ley", los legisladores inventaran cuanto impuesto fuese necesario para satisfacer ese gasto sin límites, y peor todavía echasen mano de todos los artilugios conocidos para elevar la deuda y el déficit públicos. ¿Que el presidente quiere duplicar los recursos para combatir la pobreza? ¡Concedido!, ¿por qué habrían de oponerse los legisladores, incluso los que se oponen al gobierno en turno, si ellos también podrán tener todo lo que deseen?, si al presidente le duplicamos el gasto para "Oportunidades", ¿cómo nos vamos a oponer a quintuplicar el gasto para educación superior?, ¿quién va a tener argumentos para oponerse a que el gasto dedicado a carreteras en los estados crezca diez veces?, ¿quién será el desalmado que le negará unos cientos de millones de pesos a los "criadores" del cine nacional?, ¿quién el necio que se opondrá a que le demos miles de millones de pesos al campo que tanto los necesita?. ¿quién se atreverá a escatimarle otros miles de millones a la seguridad pública?
Ya se la respuesta: Se supone que los contrapesos y las objeciones a más gasto surgirán de aquellos que nos recuerden que todo eso hay que pagarlo, de una manera o de otra, los límites vendrán impuestos por los sensatos de la tribu que nos avisen: Ojo, que si seguimos planeando cómo gastarnos cantidades multimillonarias de dinero mañana no vamos a encontrar de dónde sufragarlas. En fin,se supone que habrá alguien, chocante, que nos va a recordar que no hay comidas gratis.
Sí, el problema es que a ese alguien nadie le hará caso.
Una receta infalible para el fracaso económico -y la quiebra- en la vida de una persona, de una familia o de una empresa es hacer primero el presupuesto de gastos, fijarnos un presupuesto conforme con la totalidad de nuestras necesidades y de nuestros deseos (desde la comida diaria hasta las vacaciones de verano recorriendo el mediterráneo) y después ponernos a buscar de dónde sacar el dinero para "cumplir nuestro presupuesto". ¿Resultado? La frustración y la amargura ("¡es imposible cumplir el presupuesto!" nos quejaremos) o la decisión de que hay que obtener el dinero a como de lugar; robando un banco, secuestrando a un ricachón o vendiendo cocaína.
Ojalá Juan, una persona de gran honestidad intelectual, retire su ocurrencia. No sólo los deja a él y al instituto en el que trabaja muy mal parados, sino que en una de esas ¡le hacen caso! porque alguien "razonará" que la ocurrencia servirá para que que no haya tanto pleito por el dinero entre partidos, instancias de gobierno, dependencias, necesidades y deseos. Claro que sí sería una fórmula para un terso proceso de aprobación del presupuesto, porque es legitimar el reino de las ilusiones: Que los recursos no eran escasos, y había todo para todos y al mismo tiempo...y que todos vivíamos felices porque no habría escasez, enfermedad o conflictos.
¡Ay de nosotros, no sólo ilusos, también ocurrentes!
Etiquetas: déficit fiscal en México, finanzas "creativas", finanzas públicas, ocurrencias estúpidas
3 Comentarios:
Bueno, también Felipón tiene demasiadas ocurrencias. Hay que ayudar a los pobres, hay que subirles el sueldo a los soldados, hay tener contentos a Elba Esther y a los del pri, hay que ir a inaugurar estadios de fut-bol, hay que hacer desfiles que eleven el patriotismo, hay que gastar para mejorar la propia imagen... Mentalmente, él hizo su presupuesto de egresos mucho antes de saber cuánto dinero iba a tener disponible de verdad.
¡Basta de ocurrencias, Felipón!
No es Felipòn, es Felipito. Con todo y el chingadazo que les diò a los paràsitos corruptos del SME, sigue siendo Felipito.
Pues le pondremos Felipin-pong, dado que primero nos avienta la pelota de más impuestos, los empresarios se ponen muy críticos y le devuelven la pelotita, luego él los acusa de pagar muy poquito... mientras los del público nos la pasamos nomás mirando de aquí p'allà y de allá p'acá...
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