jueves, 19 de octubre de 2006

Perplejidades de un ignorante sobre los “bienes públicos”

La distinción convencional entre bienes públicos y bienes privados no es tan sólida como parece. ¿Por qué cada vez más en el mundo un mayor número de personas están prefiriendo que sean agentes privados en competencia quienes los provean de bienes que se definen como públicos?


Dudar y preguntar son, a mi juicio, dos actitudes sumamente recomendables. Un nada convencional trabajo del profesor Hans-Hermann Hoppe, quien se define a sí mismo como filósofo anarco-capitalista, me ha generado una duda más que razonable sobre la solidez intelectual de la distinción que la mayor parte de los economistas hacen entre bienes públicos y bienes privados. El trabajo en cuestión se llama, en español, “Falacias de la teoría de los bienes públicos y la producción de seguridad” y está tomado del libro de Hoppe “The Economics and Ethics of Private Property” (Kluwer Academic Press, Norwell, Mass., 1993). Para ver más sobre Hoppe: AQUÍ.
Tomo una descripción de los “bienes públicos” que justo ayer difundió en su colaboración habitual, mi amigo y brillante economista José Manuel Suárez Mier:

“El gobierno debe brindar bienes y servicios de características inusuales que hacen muy difícil que sean ofrecidos en forma espontánea por los mercados. Una vez ofrecidos los llamados “bienes públicos” es imposible excluir a usuarios potenciales. El alumbrado público y la seguridad nacional son buenos ejemplos.”


Aunque los “bienes públicos” son sufragados por la sociedad es evidente que hay algunos individuos o grupos que sin cooperar para el financiamiento de esos bienes disfrutan de ellos (por ejemplo, quienes no pagan impuestos). Esto por dos razones, una de índole práctica – sería imposible excluirlos, una vez ofrecidos dichos bienes- y otra, tal vez – subrayo “tal vez”-, de índole moral: No deben ser excluidos, tienen alguna suerte de derecho natural a esos bienes.
El mayor problema con esta distinción radica – a mi entender- en el postulado: “Deben ser brindados por el gobierno, porque es muy difícil que sean brindados en forma espontánea por los mercados”. ¿Podemos estar seguros de ese “deben ser ofrecidos por el gobierno”?, ¿significa, además, que deben ser ofrecidos “sólo” por el gobierno?, ¿estamos seguros de que los particulares no tienen incentivos para ofrecer dichos bienes en condiciones de competencia, aun con la inevitable presencia de “free-riders” o gorrones?
De hecho, hay muchos “bienes públicos” que son ofrecidos por empresas privadas en competencia - seguridad sería un ejemplo típico- y que son preferidos, por diversas razones y por muchas personas, a los bienes públicos que con la misma etiqueta ofrece el gobierno. Sucede todos los días y a la vista de todos, y esa de ninguna manera es “una falla de los mercados” sino una falla flagrante de los gobiernos. ¿Se trata de una situación excepcional contraria al “deber ser” desde un punto de vista ético?
No lo creo. Valdría la pena que sin miedo a lesionar un convencionalismo más o menos útil, quienes de veras saben discutiesen de nuevo este asunto. Por lo pronto, la realidad nos está diciendo otra cosa que la definición generalmente aceptada.

4 Comentarios:

Blogger Ramón Mier dijo...

A tu ejemplo de la seguridad, añadiría el del Servicio Postal. ¿Hay alguna razón de ser para el Servicio Postal Mexicano? ¿Qué me dicen de los telégrafos?

octubre 19, 2006  
Anonymous Anónimo dijo...

Me siento identificada por completo con el título del artículo.

En mi opinión el anarco capitalismo no deja de ser un ejercicio intelectual. Pero aporta la necesaria discusión (hoy y siempre) acerca de los límites y contenido del Estado. Los Estados tienden a apoderarse de la potestad delegada en ellos por los pueblos, con lo que van excluyendo áreas del alcance de los ciudadanos y por tanto impiden que sean éstos los que busquen soluciones a sus necesidades.

Es necesario estar continuamente recordando que las sociedades las forman los individuos, y concienciar a todos de que no se puede permitir que el Estado intervenga en lo que le parezca; y todavía mejor, de que cuanto más pequeño sea, mejor nos irá a todos.

octubre 20, 2006  
Blogger Ricardo Medina Macías dijo...

Ramón: Excelente ejemplo el de los correos y así nos podríamos seguir. El problema de la débil definición de "bienes públicos" es que, a la inversa, permite que el Estado vaya apoderándose de todo con el pretexto de que se trata de "bienes pùblicos"...desde las tortillas hasta la gasolina.

Lorelei: Gracias por tu comentario. Has expresado justo mi perplejidad y mi temor respecto de los famosos "bienes públicos", suelen terminar en un pretexto para que el gobierno se extienda cada vez más...

octubre 20, 2006  
Anonymous Anónimo dijo...

Ricardo
El que haya una falla del gobierno no quiere decir que el gobierno no deba ser el responsable de brindar seguridad. De la misma manera que mucha gente acaba pagando el alumbrado público y sufragando otros gastos debido a “fallas del gobierno”.
El asunto es sin duda complejo y dinámico. Por ejemplo los faros, que se han considerado un ejemplo tradicional de bien público, han estado en muchas partes del mundo en buena parte financiado por particulares. Además, aun si en algún momento se les pudo considerar bienes públicos la tecnología los ha hecho obsoletos. Es posible ahora brindar un servicio privado de mapas y de orientación a través de los GPS. La tecnología ha avanzado de tal manera que ya ni siquiera se justifican muchos de los monopolios que se consideraban naturales, como los relacionados con redes nacionales, tales como los telégrafos, el correo, la electricidad, los ferrocarriles y los teléfonos.
También es cierto que ofrecido por el gobierno no quiere decir que el gobierno tenga que prestar el servicio público. Permitir que terceros lo ofrezcan pagado por el gobierno frecuentemente se traduce en un menor costo. Los ejemplos abundan. La educación, el transporte, los hospitales, etc.
Finalmente tampoco es válido el brinco lógico que concluye que porque se da una “falla de mercado” debe intervenir el gobierno. Este argumento no es más que un pretexto de los estatistas y no tiene fundamento alguno. Lo único que se justifica en estos casos es que se analice si conviene alguna política pública para corregir la distorsión, un impuesto o un cobro por ejemplo, pero no el tipo de intervenciones que se acostumbra justificar. Tampoco es cierto que en todos los casos deba establecerse alguna medida correctiva.

octubre 22, 2006  

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal