martes, 7 de julio de 2009

La larga agonía de los medios impresos

El "duo dinámico" de la Universidad de Chicago, Gary Becker y Richard Posner, se ocupó hace unos días del acelerado declinar de los medios impresos, especialmente de los grandes diarios en papel para los cuales el avasallador avance de la internet se ha conjuntado con la recesión mundial y sus calamidades.

Ambos, el gran economista y el gran jurista (un juez que sabe de economía y que tal vez por eso no ha sido propuesto para la Suprema Corte), reconocen que los periódicos tradicionales en todo el mundo pasan por algo que, más que un episodio de crisis, tiene todas las características de la agonía. Pero ambos, también, no pueden ocultar su resistencia profunda frente a este fenómeno de destrucción creativa.

Por ejemplo, Posner propone algunas prohibiciones absurdas (como los enlaces o vínculos en los sitios de la red que remiten a otras fuentes de información) en su afán de proteger a los venerables diarios impresos. Esta propuesta revela que Posner no entiende muy bien que la moneda de cambio en la red se llama tráfico y que quien quiera preservarse inmaculado y no ofrecer contenidos gratuitos en la red puede hacerlo (lo trató de hacer el NYT y fracasó ante la competencia; en México lo han hecho los diarios del grupo Reforma y han visto en pocos años que sus competidores en la red, como El Universal o Milenio, les comen literalmente el jugoso mercado publicitario que representan los cientos de miles de navegantes en la red a la busca de noticias y de información).

Por su parte, Becker insinúa que si bien la red está abierta para todos, y ha derrumbado las barreras de entrada al negocio de los medios y de la información - debido al abatimiento brutal de costos que supone la red frente a los medios impresos-, los contenidos en la red no tienen la misma garantía que permite confiar al lector en la veracidad y precisión de la información que ofrecen los contenidos en grandes diarios venerables, como New York Times, Washington Post, Wall Street Journal o Financial Times. Es una objeción válida, aunque esos mismos diarios venerables no están exentos de fallas - algunas veces muy graves - en materia de veracidad y acuciosidad de la información. Eso, por no hablar de muchos otros diarios a lo largo y ancho del mundo que cotidianamente tergiversan, engañan o desinforman, por incompetencia, por razones comerciales o por razones político-ideológicas. Es el lector, y debiera saberlo Becker, quien debe aprender a distinguir el trigo de la paja y de la cizaña. ¿O acaso un liberal como Becker propondría que alguna entidad reguladora sancionara qué podemos y qué no podemos leer y ver en la red? Lo dudo.

Para leer en extenso las opiniones de Becker este es el vínculo. Y para leer las opiniones de Posner el vínculo es este otro (espero que el juez agradezca en vez de lamentar que le mande lectores con el uso de los enlaces, je , je).

Una interesante critica a las opiniones de Posner y Becker por parte de un español liberal (en el sentido europeo y correcto del adjetivo) puede leerse en Libertad Digital, pinchando - nótese el verbo- aquí.. Por cierto, Daniel Rodriguez Herrera, el liberal español autor de la crítica, pone esta leyenda al final de todos sus artículos: El autor autoriza a todo aquel que quiera hacerlo, incluidas las empresas de press-clipping, a reproducir este artículo, con la condición de que se cite a Libertad Digital como sitio original de publicación. Además, niega a la FAPE o cualquier otra entidad la autoridad para cobrar a las citadas compañías o cualquier otra persona o entidad por dichas reproducciones. , lo que demuestra su postura liberal (alguno dirá que "ultraliberal") en la materia.

Por último, me permito comentar algo de mi experiencia personal como director general de un medio impreso: Ese negocio está herido de muerte y su salida más inteligente es apostarle al periodismo (en la red) no al periódico de papel. Tal vez la agonía será muy larga, de años, porque hay múltiples formas de eludir el desenlace fatal pero esas mismas fórmulas - como la comercialización más o menos descarada de los contenidos, engañando o pretendiendo engañar a los lectores- matan al periodismo - y a las libertades democráticas que el periodismo debería garantizar- tratando de salvarle la vida al periódico de papel.

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