miércoles, 1 de febrero de 2006

Campañas electorales: Ángeles en venta

“Si los hombres fuesen ángeles, ningún gobierno sería necesario; si los ángeles gobernaran a los hombres ningún control externo o interno sobre el gobierno sería necesario”: James Madison.


Un viejo negocio en México es el que todavía se anuncia en algunas casas más o menos humildes con estas palabras: “Se visten niños Dios”. Con frecuencia pareceria que los candidatos en campaña y sus asesores realizan una tarea semejante: Tomar el desnudo y maltrecho cuerpecito del político en busca del voto y vestirlo primorosamente, engalanarlo, cubrirle sus flaquezas y verguenzas, disfrazarlo como ícono de un espíritu puro. Vender ángeles, pues.
Exceptuando el caso de algunos gasolineros – dueños de franquicias para surtir combustibles que pierden dinero por puro amor al prójimo y vocación de servicio- los empresarios y los consumidores buscamos maximizar nuestro beneficio personal en los libres intercambios comerciales. Un viejo atavismo, heredado según parece de las antiguas monarquías absolutas, quiere hacernos creer que quienes se dedican al servicio público (funcionarios en ejercicio y políticos en campaña) también, como esos gasolineros filántropos, se sustraen a la regla del interés personal y actúan – por alguna razón mágica y misteriosa- movidos por un virtuoso y etéreo “interés general”, por el “bien común” o, mejor todavía, “por el bien de todos”. Eso, desde luego, sin parar mientes en que la búsqueda de ese bien (superior por axioma a los mezquinos bienes individuales) les cueste dinero, salud, tranquilidad, reposo.
No me la creo. Tampoco se la creía James Madison, calificado como “padre de la Constitución de los Estados Unidos”, cuarto presidente de ese país, quien escribió – con mucho sentido- que “la verdad todos los hombres que tienen poder son dignos de desconfianza”. De hecho, la esencia del contrato social en que se funda la Constitución de ese país parte de la desconfianza y ha mostrado ser muy eficaz para mantener a raya los instintos de tiranía que todos albergamos apenas tenemos poder.
Tampoco se creyó el cuento de la bondad innata de los políticos y gobernantes el economista sueco Johan Gustaf Knut Wicksell (1851-1926) quien decía que la diferencia relevante entre los mercados y la política no está en la clase de valores que persiguen las personas, sino en las condiciones bajo las cuales las personas persiguen sus intereses. Heredero intelectual de Wicksell, el Premio Nobel de Economía (1986), James M. Buchanan, principal exponente de la teoría de la elección pública y de la teoría constitucionalista de la política económica, escribió en el mismo tenor: “Las reglas que vale la pena considerar son aquellas que se presume pueden funcionar dentro de un sistema polítco integrado por hombres y mujeres comunes, y no solamente por idealizados, sabelotodos y benevolentes seres humanos”.
Sin embargo insisten con su propaganda angelical: “De puro buenazo que soy, me reduciré el sueldo a la mitad”; “de puro buenazo que soy resolveré todo lo que los otros no han podido o no han querido”: “de puro buenazo que soy multiplicaré los panes y los peces”.

1 Comentarios:

Blogger Ramón Mier dijo...

El pasado lunes, en la entrevista que le dio a Joaquín López-Doriga, en red nacional López Obrador dijo:

“Soy católico, fundamentalmente cristiano porque me apasiona, me gusta la vida y la obra de Jesús que fue perseguido en su tiempo, espiado por los poderosos de su época y crucificado”.


Evidentemente, para distanciarse de sus "angelicales" contrincantes al Sr. Lopez ahora se le hace necesario compararse con Jesucrito.

febrero 02, 2006  

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