domingo, 22 de enero de 2006

Cambiar de modelo (VII)

La estabilidad es requisito indispensable – básico – para el crecimiento. Por lo pronto, nos ha permitido pasar de lo urgente a lo importante. Con estabilidad económica y una mayor democracia podemos, ahora sí, discutir lo que aún falta para crecer más rápido y sostenidamente.

Desemopolvando papeles he encontrado un artículo que escribí en diciembre de 1986 – y una apostilla a ese artículo escrita en 1993- que dan una idea de la magnitud de la tarea de reconstrucción de las finanzas públicas y de la moneda, así como de cuán dañada quedó la economía mexicana tras el inopinado viraje que le imprimieron los gobiernos de Echeverría y López Portillo.
Cito algunos párrafos: “El punto en el que los planes oficiales para 1987 parecen más vulnerables es el de la inflación. Y sin un control efectivo de la inflación todo el castillo puede caerse”. Tras esta advertencia reconocia que “mal que bien” las penurias financieras del sector público se habían ido paliando con endeudamiento, sobre todo interno: “El gobierno mexicano se ha financiado, pues, poniéndole precio a su palabra de que en el futuro las cosas mejorarán. El precio es la tasa de interés a la que debe colocar Cetes y otros medios de pago”.
Y más adelante: “…de la economía irresponsable y bullangera del ‘crecimiento con inflación, que al fin tenemos petróleo’, se ha llegado en unos años a la economía del diablo: inflación desbocada en medio de la parálisis económica. (Y, para acabarla de fastidiar, caen los precios del petróleo).
“¿Qué sucedió? En primer lugar, que faltó realismo para medir la magnitud de la crisis y combatirla; en segundo lugar, que faltó fortaleza para reducir más el gasto corriente en vez de sacrificar el gasto de inversión y descapitalizar a grandes segmentos de la población con aumentos súbitos y descoordinados de los precios de bienes y servicios públicos; en tercer lugar, que faltó celeridad para iniciar el urgente ‘cambio estructural’ prometido a la sociedad (lo que habría permitido enfrentar la caída de los precios del petróleo con una economía menos vulnerable).
“Y en cuarto lugar, pero no al último, ha faltado y sigue faltando democracia para escuchar a la sociedad en vez de usarla de convidado de piedra”.
Hasta aquí el artículo de diciembre de 1986. Cito la anotación al margen que le hice en 1993: “Hoy día las cosas son un poco diferentes: el gobierno de CSG sí ha hecho, al menos, algunas de las cosas que faltaron en el pasado, por ejemplo, celeridad para el ‘cambio estructural’. Eso es bueno, pero insuficiente. La verdadera apertura a la democracia sigue ausente. ¿Llegará?”.
Lo urgente – sanear las finanzas públicas – desplazó a lo importante – el cambio estructural- y la falta de democracia fue más un obstáculo, (que hizo más dolorosa y lenta la reconstrucción y que sesgó y limitó indeseablemente algunas medidas de cambio estructural) que una ayuda.
¿Cambiar de modelo?, ¿para perder lo que se ha logrado y volver a la economía del diablo?

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