¿Filántropos a medio sueldo o Presidentes?
Después de luchar arduamente por llegar a la Presidencia de su país, lo primero que ha hecho Evo Morales es reducir a la mitad el sueldo que le corresponde. ¿Es un gesto admirable o una estupidez demagógica?
Aun en un país pequeño y sumamente pobre como Bolivia el hecho de que el Presidente gane dos o tres mil dólares menos al mes es totalmente irrelevante para solucionar la pobreza o estimular el crecimiento de la economía. No se trata pues de una política pública, sino de un gesto, dirigido tal vez a persuadir al público de que el nuevo Presidente es un hombre desinteresado y generoso, ajeno a las ambiciones humanas.
Es también un gesto peligroso por sus implicaciones: Como si se tratase de un soberano absoluto y no de un mandatario (un “mandado” por el pueblo) el gobernante establece un estándar de moralidad, en dinero contante y sonante, al que el resto de los habitantes deberá (como obligación moral) sujetarse: Quien quiera que gane más que el “humilde” soberano será censurado por su ambición, ya que se presumirá que está quitándole algo a los más pobres del país.
En México algún candidato presidencial ha ofrecido hacer algo similar en caso de ser electo: Reducirse el sueldo a la mitad y reducir también a la mitad el sueldo de secretarios de Estado y de los altos funcionarios del gobierno federal. Aduce ese candidato que mediante “ahorros” de esa naturaleza se financiarán sus ambiciosas promesas de más subsidios, disminuciones en los precios de gas, gasolina y electricidad, “apoyos” de diversa naturaleza, obras públicas y demás.
Si uno hace el ejercicio de contabilizar conservadoramente el costo de esas promesas que requieren ser financiadas – como lo ha hecho Jaime Sánchez Susarrey- llega a una cifra superior a los $350 mil millones de pesos. Y si uno contabiliza el costo de sueldos y prestaciones vinculadas a los salarios de todos los funcionarios del gobierno federal (de director a Presidente de la República) encuentra que esa suma ¡ni siquiera representaría en un año el uno por ciento de los $350 mil millones de pesos que cuestan, conservadoramente, las otras promesas!
Como las verdaderas intenciones de las personas son incognoscibles, supongamos – amablemente – que estos filántropos como Evo Morales son efectivamente lo que dicen ser: Seres angelicales sin ambiciones personales, arrebatados por un franciscano amor al prójimo. Si tal fuera el caso son filántropos bastante estúpidos, porque sus gestos altruístas carecen de eficacia para hacer realidad sus promesas.
Pero no sólo eso, su gesto – un tanto teatral, debemos admitirlo- manda al menos tres mensajes totalmente equivocados a la sociedad: 1. Que la ambición por ganar honradamente un mejor salario es censurable, 2. Que los salarios no deben reflejar el valor que aporta quien los percibe sino solamente sus necesidades y 3. Que los electores – que son los mandantes del mandatario, quienes lo contrataron- no podrán exigirle al Presidente más de lo que exigirían del gerente de una sucursal bancaria.
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