Los “gasolineros” y otros filántropos
Ya descubrí, por fin, cuál es el problema de México: Hay un montón de gente que trabaja arduamente sin pedir nada a cambio.
Es miércoles cerca de las 18 horas (esto es importante porque estoy a punto de experimentar una revelación que pondrá en crisis mis ideas acerca de la naturaleza humana) y leo la siguiente declaración del dirigente de una organización de dueños de estaciones expendedoras de gasolina:
"El incremento de 5.7 a 6 por ciento, equivale a 0.3 por ciento que es un margen mínimo; no es la comisión que requiere el sector gasolinero para subsistir, no estamos conformes, pero acataremos las instrucciones", señaló José Ángel García, presidente de la Organización Nacional de Expendedores de Petróleo (Onexpo).
Como yo estoy infectado de “neoliberalismo” soy incapaz de entender que un hombre de negocios se levante todas las mañanas y se diga a sí mismo: “Otro día de trabajo, otro día para perder dinero y seguirme arruinando con un negocio que no da ni siquiera para subsistir; acataré las instrucciones del dueño de la franquicia (Pemex, en este caso) y seguiré expendiendo gasolina porque ésa es mi vocación”.
De veras, no lo entiendo. Entiendo y admiro a quien por amor a Dios entrega su vida, su tiempo y sus bienes sirviendo al prójimo – es el caso de la Madre Teresa -, pero que alguien haga para efectos prácticos lo mismo (arruinarse) sólo por “acatar las instrucciones” de Pemex me parece absurdo. Yo que el señor García cerraba el changarro y le devolvía a Pemex su franquicia. Si hemos de creerle, tener una o varias estaciones de servicio en México es ruinoso. Y a la vista del crecimiento en los últimos años del número de dichas estaciones, México es un país fantástico en el que la gente pone negocios para perder dinero, por el puro gusto de tener algo en qué ocuparse o algo de qué quejarse…
En otras latitudes – y hay literatura abundante al respecto- los hombres y mujeres de negocios, los empleados, los políticos trabajan – entre otras cosas – para ganar dinero y vivir mejor. En ningún lugar del mundo, salvo México, los seres humanos son tan angelicales.
Aquí es diferente: Políticos, comunicadores, funcionarios públicos y hasta dueños de gasolineras están tan llenos de sentimientos altruistas (basta escucharlos) que no les cabe, ni por descuido, algún interés personal, mucho menos de carácter pecuniario.
Y ése es el descubrimiento: México es diferente. Por eso – ahora caigo- tantas prédicas sobre la productividad, los incentivos de la ganancia y la importancia de obtener mayor utilidad sirviendo a los consumidores mejor que el competidor de enfrente, caen aquí en el vacío.
México está en el estadio superior de los espíritus puros.
Como tanta filantropía se me hace inexplicable sólo puedo concluir que me equivoqué de país.
Ah, también aquí las matemáticas son diferentes: Yo, ingenuo, creía que un incremento en el margen de utilidad de 5.7 a 6 por ciento equivale a un aumento en el margen de ganancia de 5.26 por ciento. Nada despreciable, por cierto.
Es miércoles cerca de las 18 horas (esto es importante porque estoy a punto de experimentar una revelación que pondrá en crisis mis ideas acerca de la naturaleza humana) y leo la siguiente declaración del dirigente de una organización de dueños de estaciones expendedoras de gasolina:
"El incremento de 5.7 a 6 por ciento, equivale a 0.3 por ciento que es un margen mínimo; no es la comisión que requiere el sector gasolinero para subsistir, no estamos conformes, pero acataremos las instrucciones", señaló José Ángel García, presidente de la Organización Nacional de Expendedores de Petróleo (Onexpo).
Como yo estoy infectado de “neoliberalismo” soy incapaz de entender que un hombre de negocios se levante todas las mañanas y se diga a sí mismo: “Otro día de trabajo, otro día para perder dinero y seguirme arruinando con un negocio que no da ni siquiera para subsistir; acataré las instrucciones del dueño de la franquicia (Pemex, en este caso) y seguiré expendiendo gasolina porque ésa es mi vocación”.
De veras, no lo entiendo. Entiendo y admiro a quien por amor a Dios entrega su vida, su tiempo y sus bienes sirviendo al prójimo – es el caso de la Madre Teresa -, pero que alguien haga para efectos prácticos lo mismo (arruinarse) sólo por “acatar las instrucciones” de Pemex me parece absurdo. Yo que el señor García cerraba el changarro y le devolvía a Pemex su franquicia. Si hemos de creerle, tener una o varias estaciones de servicio en México es ruinoso. Y a la vista del crecimiento en los últimos años del número de dichas estaciones, México es un país fantástico en el que la gente pone negocios para perder dinero, por el puro gusto de tener algo en qué ocuparse o algo de qué quejarse…
En otras latitudes – y hay literatura abundante al respecto- los hombres y mujeres de negocios, los empleados, los políticos trabajan – entre otras cosas – para ganar dinero y vivir mejor. En ningún lugar del mundo, salvo México, los seres humanos son tan angelicales.
Aquí es diferente: Políticos, comunicadores, funcionarios públicos y hasta dueños de gasolineras están tan llenos de sentimientos altruistas (basta escucharlos) que no les cabe, ni por descuido, algún interés personal, mucho menos de carácter pecuniario.
Y ése es el descubrimiento: México es diferente. Por eso – ahora caigo- tantas prédicas sobre la productividad, los incentivos de la ganancia y la importancia de obtener mayor utilidad sirviendo a los consumidores mejor que el competidor de enfrente, caen aquí en el vacío.
México está en el estadio superior de los espíritus puros.
Como tanta filantropía se me hace inexplicable sólo puedo concluir que me equivoqué de país.
Ah, también aquí las matemáticas son diferentes: Yo, ingenuo, creía que un incremento en el margen de utilidad de 5.7 a 6 por ciento equivale a un aumento en el margen de ganancia de 5.26 por ciento. Nada despreciable, por cierto.
3 Comentarios:
El descaro de los gasolineros solo es superado por la incapacidad del gobierno para poner un alto a los abusos.
Un negocio con un margen del 6%, sin problemas de recuperación de cartera, una alta rotación de inventario y con requerimientos de capital modestos comparados con los de otros sectores será siempre atractivo a los ojos de cualquier inversionista. Por lo mismo lejos de verse el cierre de estaciones de servicio, su numero ha aumentado significativamente en los ultimos años.
La implementación de controles mas estrictos preocupa a muchos gasolineros por una sola razón: Porque han estado ROBANDO y ESTAFANDO, tanto a sus clientes como a sus proveedores y quieren seguir haciéndolo.
Las soluciones a este problema son simples, pero requieren decisión y fortaleza que el gobierno actual lamentablemente no ha mostrado en el pasado y son:
1. Condicionar el otrogamiento y renovación de las franquicias de Estaciones de servicio a la implementación de controles volumétricos y la aceptación de medios de pago electrónico sin comisiones a los usuarios.
2. Enfrentar en la corte a los gasolineros que se amparen ante esta medida y hacer del conocimiento público cuales son y dónde están ubicadas las estaciones de servicio que interpongan los amparos.
3. Auditar a las estaciones de servicio y a los dueños de las mismas para buscar ingresos no declarados.
Se dice fácil...
Otra perla perredista, ahora del diputado que confunde los hidrocarburos con los carbohidratos, Pablo Gómez.
En su columnda de Milenio de hoy, (http://www.milenio.com/nota.asp?id=259238) habla del Flat tax:
"Una tasa única a partir de cuatro salarios mínimos no sería proporcional y equitativa, pues lo mismo daría una persona con cien mil pesos de ingreso anual que otra con cien millones."
Corrígeme si me equivoco pero ¿qué no el que gana cien mil "daría" $24,000 y el que gana cien millones "daría" $24,000,000?
La declaración del gasolinero es claramente una falacia, pero es una manera de negociación que no es inusual. La pregunta es, ¿por qué es algo de interés público? Porque se trata de un producto en el que no hay mercado. Sólo existe un franquicitario y éste tiene un monopolio protegido.
La bronca no son los gasolineros, la bronca es el monopolio de Pemex. Es necesario reconocer este hecho si queremos encontrar la solución. La solución no es más regulación. La solución es permitir la competencia.
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