Libertad de expresión y respeto a las religiones
En las democracias liberales quien abusa de la libertad de expresión, ofendiendo a un grupo étnico o a una religion, de inmediato es castigado por el mercado.
En septiembre pasado un periódico danés – Jyllands-Posted – emprendió una desafortunada cruzada en contra de la auto-censura de muchos ilustradores que se habían negado a ilustrar con imágenes de Mahoma un libro para niños sobre ese profeta.
Fue desafortunada la campaña – por decir lo menos – porque lo que se les ocurrió fue publicar una docena de caricaturas de Mahoma que objetivamente resultan ofensivas para los creyentes musulmanes. No las he visto, pero el semanario británico The Economist describe elocuentemente tres de ellas: Mahoma tocado con un turbante en forma de bomba, Mahoma enseñando que el camino más corto al paraíso lleno de vírgenes es colgarse una bomba-suicida y Mahoma esgrimiendo ferozmente una cimitarra.
Debe tomarse en cuenta, para entender el problema, que para los musulmanes es reprobable cualquier intento de reproducir la imagen de Mahoma (de ahí las dificultades que enfrentó el autor del libro para encontrar ilustradores) y debe tomarse en cuenta, también, que en Dinamarca (como en muchos otros países de Europa) florecen, abierta o calladamente, sentimientos xenófobos y racistas en contra de los inmigrantes.
Las reacciones indignadas y francamente amenazantes en contra de ese atrevimiento – posible, no hay que olvidarlo, gracias a la libertad de expresión característica de las democracias liberales- han ido creciendo en el mundo musulmán: Desde protestas en contra del diario mediante correos electrónicos hasta amenazas de muerte a los caricaturistas y exaltadas llamadas a exterminar a Dinamarca y a los daneses por parte de grupos terroristas en Irak o de palestinos fanatizados.
Visto con ojos occidentales se puede criticar al periódico su mal tino, su mal gusto o hasta su xenofobia latente, pero nada más. Están ejerciendo un derecho fundamental, no negociable, en la civilización occidental: La libertad de expresión. Si se juzga que han abusado de la libertad de expresión, el propio mercado (la gente libre) los castigará cancelando su suscripción al diario o hasta boicoteando a sus patrocinadores.
Visto con ojos medievales – que es, por desgracia, la mirada con que muchos musulmanes radicales continuan observando el mundo – el atrevimiento del diario debe pagarse con el peor de los castigos (la muerte) no sólo a sus autores directos, sino a todo Dinamarca por permitir tales ofensas.
La diferencia de cosmovisiones, entre el mundo occidental libre y la fe islámica en su vertiente fanática, es abismal; y ése es el problema.
Todos los días, no exagero, en Europa y en casi toda América se publican caricaturas de mal gusto, ofensivas, calumniosas, cobardes, junto con con caricaturas críticas, agudas, inteligentes y valerosas. Y no pasa nada.
Como editor jamás habría publicado esas caricaturas ofensivas por elemental respeto a una fe ajena (aun cuando me resulte incomprensible), pero como periodista y ciudadano libre siempre defenderé el derecho de cualquier diario a publicar lo que le parezca. La libertad tiene los mejores antídotos contra quienes abusan de ella.
En septiembre pasado un periódico danés – Jyllands-Posted – emprendió una desafortunada cruzada en contra de la auto-censura de muchos ilustradores que se habían negado a ilustrar con imágenes de Mahoma un libro para niños sobre ese profeta.
Fue desafortunada la campaña – por decir lo menos – porque lo que se les ocurrió fue publicar una docena de caricaturas de Mahoma que objetivamente resultan ofensivas para los creyentes musulmanes. No las he visto, pero el semanario británico The Economist describe elocuentemente tres de ellas: Mahoma tocado con un turbante en forma de bomba, Mahoma enseñando que el camino más corto al paraíso lleno de vírgenes es colgarse una bomba-suicida y Mahoma esgrimiendo ferozmente una cimitarra.
Debe tomarse en cuenta, para entender el problema, que para los musulmanes es reprobable cualquier intento de reproducir la imagen de Mahoma (de ahí las dificultades que enfrentó el autor del libro para encontrar ilustradores) y debe tomarse en cuenta, también, que en Dinamarca (como en muchos otros países de Europa) florecen, abierta o calladamente, sentimientos xenófobos y racistas en contra de los inmigrantes.
Las reacciones indignadas y francamente amenazantes en contra de ese atrevimiento – posible, no hay que olvidarlo, gracias a la libertad de expresión característica de las democracias liberales- han ido creciendo en el mundo musulmán: Desde protestas en contra del diario mediante correos electrónicos hasta amenazas de muerte a los caricaturistas y exaltadas llamadas a exterminar a Dinamarca y a los daneses por parte de grupos terroristas en Irak o de palestinos fanatizados.
Visto con ojos occidentales se puede criticar al periódico su mal tino, su mal gusto o hasta su xenofobia latente, pero nada más. Están ejerciendo un derecho fundamental, no negociable, en la civilización occidental: La libertad de expresión. Si se juzga que han abusado de la libertad de expresión, el propio mercado (la gente libre) los castigará cancelando su suscripción al diario o hasta boicoteando a sus patrocinadores.
Visto con ojos medievales – que es, por desgracia, la mirada con que muchos musulmanes radicales continuan observando el mundo – el atrevimiento del diario debe pagarse con el peor de los castigos (la muerte) no sólo a sus autores directos, sino a todo Dinamarca por permitir tales ofensas.
La diferencia de cosmovisiones, entre el mundo occidental libre y la fe islámica en su vertiente fanática, es abismal; y ése es el problema.
Todos los días, no exagero, en Europa y en casi toda América se publican caricaturas de mal gusto, ofensivas, calumniosas, cobardes, junto con con caricaturas críticas, agudas, inteligentes y valerosas. Y no pasa nada.
Como editor jamás habría publicado esas caricaturas ofensivas por elemental respeto a una fe ajena (aun cuando me resulte incomprensible), pero como periodista y ciudadano libre siempre defenderé el derecho de cualquier diario a publicar lo que le parezca. La libertad tiene los mejores antídotos contra quienes abusan de ella.
2 Comentarios:
Los musulmanes podrían usar otra institución occidental, que es el derecho de rectificación y respuesta. Podrían también demandar por daños. La vía judicial pareciera serles ajena.
Mas preocupante que la previsible reacción de los musulamanes radicales es la falta de pronunciamientos condenando las acciones y amenazas de dichos grupos.
En cambio, proliferan voces que llaman a detener la "provocación", que buscan "apasiguar la ira" que se ha desatado.
Dichas voces, quizás sin saberlo o proponérselo, terminan alentando a los radicales y fortaleciendo su causa que nos es otra que la de imponer su interpretación fundamentalista del islam al mundo y en ella no hay cabida para los derechos individuales y la libertad.
Al atentar contra los valores fundamentales de nuestra civilizción se han convertido en nuestros enemigos y debemos reconocerlos como tales.
Debemos buscar su derrota moral, intelectual e incluso físicamente cuando de ello dependan nuestras vidas.
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal