jueves, 2 de febrero de 2006

Los políticos y la imitación de Cristo

Son, los de Tomás de Kempis, consejos no aptos para políticos. Digamos este: “Desea que no te conozcan, ni te estimen”. O este otro: “Pon los ojos en ti mismo y guárdate de juzgar las obras ajenas”.

Ya es bastante fastidioso tener que soportar la temporada de ofertas angelicales – que mencionaba en el artículo de ayer- para que ahora nos aparezcan inopinados émulos de Cristo ¡nada menos que en la arena política de las vanidades!
El libro más famoso de espiritualidad, “La imitación de Cristo” del monje Tomás de Kempis (publicado en 1472) propone prácticas virtuosas tan elevadas – fundadas en el “desprecio de sí mismo”- que sospecho resultan imposibles para la mayoría de nosotros. Picado por la curiosidad – y dado el desliz de un político popular que insinuó fuertes paralelismos entre su vida y la de Cristo- busqué el célebre librito de consejos espirituales. El contratste entre lo que es un político y lo que es un imitador de Cristo – según Kempis- no podría ser mayor.
La obra de Tomás, monje de Kempis (Alemania), la fue escribiendo a lo largo de su virtuosa vida, pero sólo se difundió un año después de su muerte; tal era, cuentan sus biógrafos, la humildad de este monje. La obra consta de cuatro libros: Avisos provechosos para la vida espiritual, De la conversión interior, De la consolación interior y Del Santísimo Sacramento. Me limitó al primero de estos libros, que podría ser el menos inaccesible para el conjunto de mundanos al que pertenezco.
Léanse estos consejos y compruébese que nada tienen que ver con la política, ni con los fatuos “luchadores sociales”:
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“¿Por qué te quieres tener en más que otro, hallándose muchos más doctos y sabios en la Ley que tú? Si quieres saber y aprender algo provechosamente, desea que no te conozcan ni te estimen”.
- “Mas los varones perefectos no creen de ligero cualquier cosa que les cuentan…A esta sabiduría también pertenece no creer a cualesquiera palabras de hombres, ni decir luego a los otros lo que oye o cree”.
- “No te estimes por mejor que otros, porque no seas tenido quizá por peor delante de Dios”.
- “Queremos que los otros sean castigados con rigor, y nosotros no queremos ser corregidos. Parécenos mal si a otros se les da larga licencia, y nosotros no queremos que cosa que pedimos se nos niegue. Queremos que los demás estén sujetos a las ordenanzas, pero nosotros no sufrimos que nos sea prohibida cosa alguna. Así parece claro cuán pocas veces amamos al prójimo como a nosotros mismos”.
- “Más fácil cosa es callar siempre que hablar sin errar. Más fácil es encerrarse en su casa que guardarse del todo fuera de ella…Ninguno se muestra seguro en público, sino el que se esconde voluntariamente. Ninguno habla con acierto, sino el que calla de buena gana. Ninguno preside dignamente, sino el que se sujeta con gusto. Ninguno manda con razón, sino el que aprendió a obedecer sin replicar”.

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