sábado, 18 de febrero de 2006

¿Rebatiña entre “héroes”?

Civilizada es aquella sociedad que no les impone a sus miembros la atroz alternativa entre ser héroes o corruptos.


Con pasmosa naturalidad vemos, en estos tiempos electorales, enconadas luchas – algunas de ellas hasta callejeras, a puntapíes, palos y golpes- por obtener una candidatura. Bien vistas las cosas, este ardor por perseguir un cargo público de elección debería preocuparnos. No puede haber tal dotación de héroes en el país. Luego, muchos de los que están en la rebatiña buscan simplemente una manera de vivir a costillas de los demás. Serán malos presidentes municipales, diputados, senadores, presidentes de la República. Para preocuparse, ¿no le parece?
Trato de explicarme recurriendo a un ejemplo hipotético: Si por algún azar increíble se me propusiera ser candidato a la Presidencia de la República tomaría esa presunta distinción como una de las más atroces maldiciones; rogaría que ni de broma se considerase que tengo madera de héroe o de corrupto. ¿Por qué? Porque esa inmensa responsabilidad, ser Presidente, promete más frustraciones que gozos para una persona inteligente y honesta. Porque es muy fácil, desde una posición de tal responsabilidad, hacer grandes daños aún involuntariamente, y porque es endiabladamente difícil, desde una posición de tal responsabilidad, lograr grandes beneficios para el país. Porque en una democracia, como debe de ser, a quien ocupa un cargo público de tal responsabilidad le están destinadas más ingratitudes y sinsabores – hasta acosos y persecuciones, en algunos casos- que gozos y satisfacciones.
Nótese que he puesto dos características – inteligencia y honestidad- en el ejemplo anterior. Para alguien rematadamente tonto – tonto de catálogo o con balcones a la calle, que exhibe a placer su tontería- puede parecer muy bonito ceñirse la banda presidencial cobijado en la candorosa ignorancia de todo lo que le espera y de todo lo que se espera de él. Para un corrupto, no hay problema: Cualquier puesto público – y ¿cuál más apetecible en esta lógica que el de Presidente? - promete compensar cualquier frustración con toneladas de bienes materiales o emocionales, como la fama, la adulación de los cortesanos, el gozo perverso del poder…
Pero para alguien inteligente y honesto, sólo encuentro dos causas posibles para su ardor en la búsqueda de puestos públicos de elección popular: O es un héroe o es un loco…
No creo, sinceramente, que sea tan abundante la dotación de héroes en México (o en cualquier otro lugar del planeta) y sospecho que la de locos la supera…
Todo lo cual me lleva a concluir, ahora desde la perspectiva de los ciudadanos, que lo más valioso que podemos exigir a quien aspira a un puesto de elección popular es que nos explique cómo va a contribuir a la civilización, qué va a hacer para que cada vez menos veces los simples ciudadanos tengamos que elegir, todos los días y en las más variadas situaciones, entre ser héroes o cómplices de la corrupción.

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