El muro fronterizo: Pésimo negocio
El muro es una demostración patente del populismo o de cómo los miedos, derivados de la ignorancia y de los prejuicios, incrementan el gasto público inútil y sabotean la productividad.
El país "México" – no el gobierno- subsidia al país "Estados Unidos" con una oferta de capital humano barato. Pero los políticos y el gobierno del país "Estados Unidos" suponen que obtendrán rendimientos electorales si gastan cuantiosos recursos fiscales en obstaculizar y encarecer ese subsidio. Se confirma que los políticos son pésimos economistas.
La migración de adultos en edad laboral genera un beneficio neto en el país receptor, ya que dichos inmigrantes producen en el país de acogida mucho más de lo que consumen.
Para ser justos, habrá que decir que muchos de los políticos en México – y de los emisores de opiniones públicas- se comportan de manera similar, por ejemplo: Buscando rendimientos electorales poniendo barreras a la importación de maíz barato de Estados Unidos u obstaculizando la inversión privada en áreas donde dicha inversión, a ojos vistas, incrementaría la productividad de toda la economía.
Aunque tienen raíces y efectos nocivos similares, los prejuicios contra la inmigración son aún más poderosos que los prejuicios contra el libre comercio. Los nacionalismos son estúpidos pero tienen un atractivo emocional casi irresistible. El miedo atávico al "extraño" nos ciega a tal grado que atentamos contra nuestros propios intereses.
Tanto en varios países de la Unión Europea como en Estados Unidos los sentimientos de miedo y aversión hacia los inmigrantes han crecido. Tratando de racionalizar estos sentimientos se apuntan tres "razones" para justificarlos:
Uno. La mano de obra extranjera propicia una baja generalizada de los salarios y de las oportunidades de empleo para la mano de obra no calificada de origen nacional.
Dos. Los inmigrantes presionan las finanzas públicas y encarecen el costo de la seguridad social para los nacidos en el país que los recibe.
Tres. La migración extranjera representa un peligro para la cultura, la moral y/o la seguridad de la nación receptora.
Las tras razones son falsas.
Uno. Los inmigrantes no calificados que trabajan en tareas domésticas (limpiar, cocinar, cuidar niños o enfermos en los hogares) generan oportunidades de empleo para los nacionales no calificados y especialmente para las mujeres que pueden dedicar más horas al mercado de trabajo formal mejor remunerado, al ser liberadas de tareas en el hogar (Ver: The Globalization of Household Production, Michael Kremer y Stanley Watt aquí).
Dos. Los inmigrantes, aún los ilegales, aportan más en impuestos de lo que significan en "gastos" de seguridad social y otros servicios gubernamentales. Además, la oferta de servicios de cuidado personal y doméstico que ofrecen los inmigrantes disminuye la demanda de guarderías y centros de cuidados pagados con recursos fiscales.
Tres. La historia demuestra que el intercambio cultural derivado de la migración enriquece a las naciones receptoras, desde la gastronomía hasta el entretenimiento, pasando por la ciencia, la tecnología y la creación artística.
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