domingo, 22 de octubre de 2006

Los titiriteros y las marionetas

El titiritero que seducía a las multitudes por lo visto ha dado su última función memorable. Le quedan dos caminos: Apurar hasta el fondo la copa del ridículo o desaparecer del escenario con gran sigilo.


Aunque hay quien con sorprendente laxitud les da el nombre de periodistas, más bien habría que calificarlos de mensajeros dóciles y serviciales. Marionetas de algún titiritero. Que sus escenificaciones se lleven a cabo en las páginas de los periódicos, o en los espacios que la radio y la televisión dicen reservar para la información y las opiniones, no los hace periodistas, sino herramientas de la propaganda.
Hace unos días una de las marionetas más dúctiles que ha prestado servicios a los más variados titiriteros fue expulsada del escenario. Quienes le daban cobijo cotidiano a sus descuidados exabruptos, a sus invectivas contra los adversarios del titiritero mayor, a sus efusiones de incondicional amor hacia el mismo titiritero, le dijeron que se acabó la fiesta, le quitaron de la noche a la mañana su espacio y lo lanzaron a la fría oscuridad. Así de triste es la vida de algunas marionetas que se consumen demasiado rápido en el fuego de la propaganda. Triste, porque una marioneta tan versátil que ha servido a tantos amos tan diversos y de talantes tan extremos, difícilmente encontrará un nuevo amo a quien servir. Nadie querrá en su elenco a marioneta tan vista, tan gastada, tan poco verosímil…
La noticia no es que echen del escenario a una marioneta desechable por naturaleza – mientras más abyecto el personaje, más proclive a ser descartado-, sino que el otrora famoso titiritero, el prodigioso seductor de multitudes, aquél que estuvo a punto de adueñarse de todo el escenario, ha dado su última función. Le queda elegir entre dos caminos poco agradables: salir sigiloso de la escena, lamiendo sus heridas o intentar la fuga hacia delante: Apurar hasta el fondo el cáliz del ridículo.
Referencia histórica:
“En aquel tiempo, el Partido trataba a escritores menores como la madame de un burdel a su última adquisición. Primero les daba confianza, incluso afecto; luego les pedía pequeños servicios – material que pudiera utilizar, un nuevo enfoque sobre algún asunto- y les pagaba por ellos; y muy pronto, las víctimas aceptaban con exclamaciones de alegría cualquier propuesta o imposición. Los más adaptables se convertían en matronas de burdel”
(Donald Rayfield en Stalin y los Verdugos, refiriéndose a los años de la década 30 del siglo pasado en la Unión Soviética).
Noticia relacionada aquí.
La función debe continuar. Desde la sombra, otros titiriteros siguen cultivando marionetas disfrazadas de periodistas. Les piden servicios diversos: “Pégale a Fulano”, “desprestigia a Zutano”, “siembra dudas”, “elogia a Perengano, que es de los nuestros”…Y, como en aquellos tiempos, sigue siendo el señuelo mayor para acicatear a las marionetas la promesa de que algún día llegarán a regentear el burdel…

1 Comentarios:

Blogger Ramón Mier dijo...

Yo extraño a la marioneta.

Su capacidad para el elogio y el vituperio, para el cinismo y la impostura, para el servilismo y la brabata, para la pirueta ideológica, la autoflagelación y la altanería era y debe seguir siendo extraordinaria.

Igual se manifestaba como matoncito de escuela que como víctima doliente del abuso, como pilar de lo que vale conservar que cómo viento de cambio y revolución, cómo hombre sencillo del pueblo que cómo un titán, como un ser superior capaz guiar a una nación por la senda correcta y defender al pueblo de sus enemigos.

Ninguna columna ha sido capaz de arrebatarme tantos "¿qué onda con éste buey?" día tras día cómo "De Ribete". Insito, lo hecho de menos.

octubre 23, 2006  

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