miércoles, 24 de enero de 2007

Por qué NO quiero un “Estado de Bienestar”

¿Un Estado que me otorgue salud, educación, cultura, vivienda, un puesto de trabajo, pensión, sepultura y demás, quiera yo o no quiera? No, muchas gracias, prefiero seguir siendo libre. Dueño de mí.

Suena bonito eso del “Estado de Bienestar”. La noción de un Estado providente y proveedor que nos garantice salud, educación, vivienda y otro cúmulo de satisfactores – a los que sin duda todo ser humano tiene derecho – hace brincar de gusto a economistas, políticos, periodistas, intelectuales, líderes sindicales y hasta a uno que otro cura despistado.

El martes, Macario Schettino, un analista serio, publicó en El Universal un interesante artículo con el título: Para discutir lo fiscal que en su parte medular propone lo siguiente: “Necesitamos decidir si queremos tener un Estado de Bienestar en México o no. Si lo queremos, hay que pagarlo. Para que no quede duda de qué significa este tipo de Estado, se trata de que todo mexicano, por el hecho de serlo, pueda tener acceso a educación básica, salud elemental y seguridad social (…) Eso es un Estado de Bienestar (…) Si eso queremos, yo me sumo. Me parece que es natural que si creemos que hay derechos que todos los humanos tenemos, es correcto garantizarlos”.

Hasta aquí Schettino, quien me ha abierto los ojos: De ninguna manera quiero eso que él llama “Estado de Bienestar”.

En el razonamiento de Schettino se identifica “derecho” con “garantía” y se implica, no entiendo por qué, que el Estado – los gobiernos, en la práctica- “debe” proporcionar esos satisfactores porque son “derechos” de todo ser humano.

Yo le exijo al Estado que respete mi derecho a la salud (y a la enfermedad), mi derecho al trabajo (y al ocio), mi derecho a tener (o no tener) educación. Pero de ahí NO se sigue que el Estado deba darme, quiera yo o no, la salud, el trabajo, la educación (o lo que el gobierno en turno entienda por “salud”, “trabajo” o “educación”). Una cosa es no estorbar que yo coma – que es lo menos que debe hacer un gobierno decente-, y otra muy distinta darme de comer en la boca.

El dichoso “Estado de Bienestar” es una falsificación del Dios providente y proveedor de la religión; pero además éste es un dios arrogante que ni siquiera le permite a las pobres criaturas decidir por sí mismas.

Yo no quiero en absoluto a ese dios del Estado metido en mi bolsillo y en mi vida, decidiendo por mí, pensando por mí, arriesgando por mí…Que el gobierno respete mis derechos y los derechos de los demás – naturales, no otorgados por el fastidioso y arrogante Estado-, pero que no me de lo que no le he pedido, que no decida por mí lo que sólo a mí corresponde, que no me impida cometer mis propios y libérrimos errores y aciertos. Que no me cuide como si fuese mi amo y yo fuese un animalito de su propiedad, indefenso e incapaz de valerme por mí mismo.

1 Comentarios:

Blogger Fernando A. Ramírez Martínez dijo...

Muy interesante el apunte que ha hecho y que a muchos izquierdistas se les pasa: la tergiversación del lenguaje, el derecho no implica garantía.

enero 24, 2007  

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