El “Estado de Bienestar”: Mal modelo, buena prensa
No parece muy buena idea “comprar” como arquetipo del futuro deseable un modelo fracasado, pero….
En todo el mundo, no sólo en los países en desarrollo, el modelo “Estado de Bienestar” sigue teniendo buena prensa. Sin ir más lejos, buena parte de los precandidatos en la liza por la próxima presidencia de los Estados Unidos “venden” con más o menos desparpajo ese viejo modelo a pesar de sus reiterados fracasos – basta ver las cifras de desempleo en Francia, Alemania o España- y de su inviabilidad fiscal.
Ayer en el diario español ABC el profesor Juan Velarde Fuertes ofreció un valioso resumen tanto de la génesis intelectual del concepto de Estado de Bienestar (los dos informes Beveridge, 1942 y 1944), como de las entonces desdeñadas pero certeras críticas de la escuela austriaca al modelo y del demoledor campanazo que desmoronó intelectualmente al Estado de Bienestar en 1968 cuando Milton Friedman publicó su célebre ensayo sobre el papel de la política monetaria.
Tomo del profesor Velarde esta descripción sucinta de lo que ofrece el Estado de Bienestar: “el ciudadano de los países occidentales pasó a creer que era posible el pleno empleo y la seguridad de su permanencia en el puesto de trabajo, así como la cobertura de un amplio conjunto de necesidades que se resumen en las pensiones, la asistencia sanitaria, las ayudas tanto a los desempleados como a la familia”.
Pero, ¿es factible que esta maravilla sea proporcionada por el Estado, a través de la política fiscal, es decir: mediante el gasto público; sea éste financiado por impuestos, sea financiado por deuda?
La respuesta es no. Financiado por deuda es un desastre inmediato. Financiado por impuestos es un desastre mediato pero inevitable. Pero esa respuesta contundente no basta para convencer a los políticos y a parte del público de que debe renunciarse al Estado benefactor de la cuna a la sepultura.
¿Por qué? Porque, por una parte, se trata de una fascinante promesa (“¿eres tan desalmado como para oponerte?”) y, por otra, porque el Estado de Bienestar, así como el keynesianismo que le dio origen, son la coartada perfecta para garantizar y aumentar el bienestar… ¡de los políticos!
Es, otra vez, la tibieza acogedora que muchos sienten cuando caen en el regazo de los presupuestos públicos.
En todo el mundo, no sólo en los países en desarrollo, el modelo “Estado de Bienestar” sigue teniendo buena prensa. Sin ir más lejos, buena parte de los precandidatos en la liza por la próxima presidencia de los Estados Unidos “venden” con más o menos desparpajo ese viejo modelo a pesar de sus reiterados fracasos – basta ver las cifras de desempleo en Francia, Alemania o España- y de su inviabilidad fiscal.
Ayer en el diario español ABC el profesor Juan Velarde Fuertes ofreció un valioso resumen tanto de la génesis intelectual del concepto de Estado de Bienestar (los dos informes Beveridge, 1942 y 1944), como de las entonces desdeñadas pero certeras críticas de la escuela austriaca al modelo y del demoledor campanazo que desmoronó intelectualmente al Estado de Bienestar en 1968 cuando Milton Friedman publicó su célebre ensayo sobre el papel de la política monetaria.
Tomo del profesor Velarde esta descripción sucinta de lo que ofrece el Estado de Bienestar: “el ciudadano de los países occidentales pasó a creer que era posible el pleno empleo y la seguridad de su permanencia en el puesto de trabajo, así como la cobertura de un amplio conjunto de necesidades que se resumen en las pensiones, la asistencia sanitaria, las ayudas tanto a los desempleados como a la familia”.
Pero, ¿es factible que esta maravilla sea proporcionada por el Estado, a través de la política fiscal, es decir: mediante el gasto público; sea éste financiado por impuestos, sea financiado por deuda?
La respuesta es no. Financiado por deuda es un desastre inmediato. Financiado por impuestos es un desastre mediato pero inevitable. Pero esa respuesta contundente no basta para convencer a los políticos y a parte del público de que debe renunciarse al Estado benefactor de la cuna a la sepultura.
¿Por qué? Porque, por una parte, se trata de una fascinante promesa (“¿eres tan desalmado como para oponerte?”) y, por otra, porque el Estado de Bienestar, así como el keynesianismo que le dio origen, son la coartada perfecta para garantizar y aumentar el bienestar… ¡de los políticos!
Es, otra vez, la tibieza acogedora que muchos sienten cuando caen en el regazo de los presupuestos públicos.
Etiquetas: demagogia, Estado de Bienestar, finanzas públicas, Friedman, Hayek, Keynes, políticos
1 Comentarios:
Los políticos que promueven el modelo del "el estado de bienestar" me recurdan a las empresas que venden todo tipo de artículos para bajar de peso en infomerciales.
Ambos saben que su promesa, a pesar de ser falsa, es lo suficientemente atractiva como para "enganchar" a un numero suficiente de bobos como para garantizar su modo de vida.
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal