domingo, 18 de febrero de 2007

Las genialidades de Ponciano

Decía la investigación sobre el atraso de las telecomunicaciones en la república MTP: “Un aceptable diseño que otorgaba autonomía funcional a la agencia reguladora fue anulado en la práctica y el ente quedó capturado por el pequeño grupo de empresas que dominaba el mercado”.

Ponciano Medrano podía presumir de dos grandes éxitos en su vida. El primero de esos logros fue neutralizar –él sabía cómo- cualquier chiste vulgar acerca de su nombre. El segundo, menos conocido pero más importante para la vida pública del país de la Media Tabla Perpetua (MTP), fue conseguir para beneficio de sus amigos y patrocinadores (el grupo que dominaba el mercado de las telecomunicaciones en MTP), que también la modernización de las instituciones regulativas de ese mercado quedase neutralizada.

Por eso Ponciano experimentó un gusto secreto, inconfesable desde luego, cuando llegó a sus manos el trabajo de investigación de uno de los más prestigiosos especialistas en reformas institucionales que describía el caso de las telecomunicaciones en MTP como “la más perfecta e insidiosa falsificación de lo que debió ser un arreglo institucional para liberar la competencia en un mercado estratégico”.

Por supuesto, el estudio no le daba crédito a Ponciano – y qué bueno que así fuese, el anonimato de la operación era un asunto clave- sino que se limitaba a señalar que gracias a que buena parte de la Asamblea de Notables de MTP – órgano legislativo- estaba controlada por esos pequeños pero poderosísimos grupos de interés, la designación de los comisionados del nuevo ente regulador, presuntamente autónomo, fue controlada a placer por las dos o tres empresas dominantes en el mercado que se buscaba regular.

Un hecho molesto, pero que Ponciano y sus socios confiaban neutralizar eficazmente a través de la legión de “periodistas” que tenían en nómina, fue que un par de especialistas vetados por la Asamblea de Notables (porque no resultaban “confiables”) osó demandar ante los tribunales a la mismísima Asamblea aduciendo que no estaba facultada para vetar designaciones por razones que no fuesen estrictamente técnicas y de competencia profesional.

El alegato de ese par de “insolentes” – como les motejaba Ponciano- se transformó, gracias a la abrumadora propaganda de los “periodistas” amigos, en una “necedad” que obstaculizaba el avance del país en telecomunicaciones.

Mientras se afeitaba, Ponciano saludaba al personaje del espejo diciéndose: “Eres un genio, Ponciano; eres un genio”.

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