miércoles, 14 de febrero de 2007

Kim Jong il: ¿Cuánto quieres por dejar de amenazarnos?

El próximo viernes, 16 de febrero, es cumpleaños de Kim Jong il, el grotesco dictador de Corea del Norte, quien probablemente también celebrará que le ganó la partida a ese desafortunado comisario de paz que ha tratado de ser George W. Bush.

George W. Bush ha mostrado ser un comisario ineficaz para aplacar a los bravucones de la aldea global.

El martes en Pekín cinco países – Estados Unidos, China, Rusia, Japón y Corea del Sur- le sacaron a Corea del Norte la promesa de que dejará de jugar, por ahora, al armamentismo atómico, a cambio de generosas dotaciones de energéticos y otras ayudas.

De nada sirvió, en apariencia, la nueva política que quiso inaugurar Bush quien anunció, en los albores de su primer mandato, que no cedería a los chantajes del “pigmeo” y “chiquillo malcriado”. Su antecesor, Bill Clinton, había intentado neutralizar a Kim Jong il ofreciéndole suministros energéticos. Hoy es el mismo trato, pero apoyado por los otros países involucrados.

Fruto simbólico de esas antiguas negociaciones es un obsequio que le hizo a Kim Jong il la entonces secretaria de estado de Estados Unidos, Madelene Albright: Un balón de básquetbol autografiado por Michael Jordan, y que el coreano, nacido en las estepas siberianas, guarda junto con miles de tesoros variopintos – como un gigantesco y lujoso vagón de tren que Stalin le regaló a su padre - en un bunker 147 kilómetros al norte de Pyongyang.

La política original de Bush había sido amenazar al bravucón del barrio con severas represalias y descalificarlo con vehemencia, como cuando, agitando el dedo índice en el aire le dijo a Bob Woodward: “¡Aborrezco a Kim Jong il!”. (Nosotros también, George, pero ¿cómo lo desarmamos?).

Finalmente, ganó la vergonzosa pero eficaz diplomacia de ceder al chantaje. ¿Se puede hacer otra cosa, cuando las amenazas del comisario no son eficaces porque no son creíbles?

¿Un triunfo para la paz mundial? Bueno, algo así como lo que hacemos cuando somos víctimas de un asalto callejero: “Está bien, llévate el auto, pero no me vayas a disparar”.

Y ¿para qué sirve en estos casos la ONU?, ¿para lo mismo que sirve la agencia del ministerio público después de que nos asaltaron? Ni para eso.

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