Efectos perniciosos del proteccionismo laboral
Una de las falacias más comunes en las políticas públicas respecto del trabajo es la que supone que las medidas de proteccionismo laboral – que tanto complacen a políticos y sindicatos- contribuyen a incrementar el empleo y los salarios; en realidad, suele suceder lo contrario.
Sin duda muchas de las políticas comunes de protección al empleo y/o a los salarios – que no son necesariamente lo mismo- nacieron en el siglo pasado de un admirable afán por evitar los abusos de un capitalismo descarnado como, por ejemplo, los abusos que describió vìvidamente Charles Dickens en algunas de sus novelas. Pero la nobleza y virtud de las intenciones no se conduelen con los efectos: el trabajador de carne y hueso, en términos tanto de empleo como de salarios, ha sido perjudicado por el proteccionismo.
Ejemplos de estas políticas de protección laboral son: el salario mínimo, la seguridad social obligatoria, la contratación colectiva, el ahorro forzoso para fondos de pensiones y de retiro, la proliferación de prestaciones sociales auspiciada por beneficios fiscales, el ahorro forzoso para vivienda.
El primer efecto pernicioso de este bien intencionado proteccionismo es que el factor trabajo se vuelve más oneroso – en términos relativos- que el factor capital. Las asimetrías entre el trabajo y el capital han crecido en la medida que el primer factor permanece rígido, a causa de las políticas de protección, y el segundo ha experimentado una creciente flexibilización en las últimas décadas.
Esto hace que el empresario puesto a elegir, por ejemplo, entre opciones para expandir su producción ante un incremento de la demanda parta de un escenario que inevitablemente – debido al aparato de protección laboral- tiene un sesgo desfavorable para el trabajo. Dicho en términos muy simples: “En caso de que súbitamente la demanda se desplome, ¿qué opción me ofrece más flexibilidad para adaptarme a una inesperada época de vacas flacas?, ¿comprar una máquina o contratar cinco trabajadores más?”. La respuesta es obvia: la máquina (capital) ofrece mayor adaptabilidad.
Es muy probable que este proteccionismo laboral sea la causa de que, aparentemente, el libre comercio y los avances tecnológicos beneficien más en términos relativos al factor capital que al factor trabajo. La culpa de esta desventaja relativa no hay que achacársela a la globalización, sino al sesgo contrario al trabajo que ha acarreado el proteccionismo laboral a ultranza.
Mañana seguiré con este análisis.
Sin duda muchas de las políticas comunes de protección al empleo y/o a los salarios – que no son necesariamente lo mismo- nacieron en el siglo pasado de un admirable afán por evitar los abusos de un capitalismo descarnado como, por ejemplo, los abusos que describió vìvidamente Charles Dickens en algunas de sus novelas. Pero la nobleza y virtud de las intenciones no se conduelen con los efectos: el trabajador de carne y hueso, en términos tanto de empleo como de salarios, ha sido perjudicado por el proteccionismo.
Ejemplos de estas políticas de protección laboral son: el salario mínimo, la seguridad social obligatoria, la contratación colectiva, el ahorro forzoso para fondos de pensiones y de retiro, la proliferación de prestaciones sociales auspiciada por beneficios fiscales, el ahorro forzoso para vivienda.
El primer efecto pernicioso de este bien intencionado proteccionismo es que el factor trabajo se vuelve más oneroso – en términos relativos- que el factor capital. Las asimetrías entre el trabajo y el capital han crecido en la medida que el primer factor permanece rígido, a causa de las políticas de protección, y el segundo ha experimentado una creciente flexibilización en las últimas décadas.
Esto hace que el empresario puesto a elegir, por ejemplo, entre opciones para expandir su producción ante un incremento de la demanda parta de un escenario que inevitablemente – debido al aparato de protección laboral- tiene un sesgo desfavorable para el trabajo. Dicho en términos muy simples: “En caso de que súbitamente la demanda se desplome, ¿qué opción me ofrece más flexibilidad para adaptarme a una inesperada época de vacas flacas?, ¿comprar una máquina o contratar cinco trabajadores más?”. La respuesta es obvia: la máquina (capital) ofrece mayor adaptabilidad.
Es muy probable que este proteccionismo laboral sea la causa de que, aparentemente, el libre comercio y los avances tecnológicos beneficien más en términos relativos al factor capital que al factor trabajo. La culpa de esta desventaja relativa no hay que achacársela a la globalización, sino al sesgo contrario al trabajo que ha acarreado el proteccionismo laboral a ultranza.
Mañana seguiré con este análisis.
Etiquetas: capital, empleo, factores de producción, prestaciones "sociales", proteccionismo laboral, salarios
6 Comentarios:
Muy bueno. Mas que correr gente, en tiempos de vacas flacas o de incertidumbre, las empresas buscan reducir costos fijos; hay que bajar el punto de equilibrio lo antes posible para sobrevivir.
En paises con mayor flexibilidad laboral se pueden salvar puestos de trabajo con la posibilidad de negociar la parte fija del sueldo.
F. J. Rovalo (Comentario recibido en mi correo personal).
Te felicito por haber tomado este tema para el análisis.
El proteccionismo laboral logra, en efecto, proteger a quien hoy tiene un empleo, pero suele hacerlo a costa de quien no lo tiene.
Al hacer difícil y costoso, por ejemplo, despedir a un mal empleado se disminuye la posibilidad de que alguien capaz de hacer bien el trabajo sea contratado en su lugar. Eso es terriblemente injusto.
Quedo a la espera de la siguiente entrega.
Tan largo como los impuestos de ingresos existen, una solución comprometedora es impuestos más bajos para los empleadores que pagan los sueldos y los beneficios más altos a sus empleados.
Por ejemplo, un empleador que paga a todos sus empleados un mínimo de $30 pesos por hora y para su seguro de salud tendría solo 8% de sus ingresos tasado por Hacienda.
Perdón. Zurdo Duenez, no entiendo tu comentario. Cuando dices "su" seguro de salud, ¿a quién te refieres?, ¿al empleador o a los empleados?, al decir "tasado por Hacienda" ¿te refieres a "gravado por Hacienda"?, ¿eso es lo que pasa o es lo que debería pasar?, ¿es bueno o es malo para el empleo?
Ojalá me puedas aclarar porque sospecho que el comentario tiene mucho interés, pero no quiero juzgar por suposiciones acerca de lo que dices, sino por lo que realmente dices. Gracias de antemano.
RMM
Discupla el mal entendido, Ricardo.
Osea si un empleador paga a sus empleados un minimo de $30 pesos por hora y tambien por el Seguro Social o una poliza de seguro de salud alternativa para ellos, él tendría a pagar a Hacienda un impuesto fijo de solo el 8% de sus ingresos totales.
No hay por qué disculparse, gracias por la aclaración. Es un muy buen ejemplo del encarecimiento que significa la protección "bienintencionada" al trabajo.
Gracias de nuevo.
Ricardo
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