martes, 8 de enero de 2008

China: Dejar a los "santos" en sus altares

La tercera lección del gran viraje chino es: Emancipa tu mente, deja los cartabones ideológicos para los discursos y deja a los "santos", como Mao, en sus altares, no permitas que estorben las reformas.

A pesar del fracaso evidente de la "revolución cultural" y de las atrocidades provocadas por el "gran timonel" – digamos los millones de muertos por hambre a causa de la colectivización del campo -, el nombre de Mao Tse Tung, la ideología comunista y toda la parafernalia heredada seguían siendo intocables en 1978, cuando se efectuó el tercer pleno del 11 Comité Central del Partido Comunista.

Yu Guangyuan, testigo del pleno y de sus trabajos preparatorios como asistente de Deng Xiaoping, consigna que el propio Deng tuvo mucho cuidado en dejar inmaculado el nombre de Mao y en advertir que nadie debería poner en duda la sabiduría del gran líder; hecho esto, formulados los "cuatro principios cardinales" – que fueron la garantía ofrecida por Deng de que por ningún motivo las reformas pondrían en riesgo el monopolio de poder del Partido-, y una vez que bañaron de incienso la figura histórica de Mao y que todos hicieron profesión de fe en el comunismo, se pusieron a trabajar en lo que verdaderamente importaba: Cómo sacar del atraso y de la miseria a China…

En cierta forma, Deng jugó el papel de severo guardían de la pureza ideológica, durante su discurso del 25 de noviembre, frente a las propuestas más audaces de cambio, como las que había formulado Chen Yun en su discurso del 12 de noviembre (cuando significativamente Deng no estaba en la reunión) llamando a dejar atrás la "revolución cultural" y virar toda la discusión del congreso hacia cómo lograr el desarrollo económico. Pero aun como guardían de la pureza Deng exhortó a sus camaradas a "emancipar su mente", lo que – a la postre- significó: "No dejemos que los dogmas nos detengan".

Más tarde se popularizaría otra metáfora que podemos aplicar a este compromiso entre dogmas y reformas: La jaula y el pájaro. El ave, que simboliza la emancipación mental, debe volar libre pero nunca fuera de la jaula que es la preservación del partido y de sus dogmas. El chiste – que en México muchos políticos "revolucionarios" jamás han entendido- es que conforme vuela más alto y más lejos el ave, más crece la jaula…hasta volverse invisible o del tamaño del cosmos.

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