Algo falla o el desastre que viene
Según la sabiduría convencional de gobiernos y políticos, en medio de una severa recesión un mayor gasto del gobierno, apoyado en emisión de deuda, tendrá un efecto multiplicador en toda la economía e incitará a que las familias y las empresas también se endeuden para gastar e invertir, de forma que la economía se reanima, el circuito de confianza se restablece y, entonces, sólo entonces, el gobierno empieza a disminuir su deuda - mediante mayores ingresos, sea por nuevos impuestos o sea también por la misma reactivación del dinamismo económico que redunda en mayores ingresos tributarios - y restablece en el mediano plazo un balance fiscal equilibrado entre ingresos y gastos. Prueba superada, ¿de veras?
Esta sabiduría convencional la comparten, con matices de grado desde luego, keynesianos y monetaristas. Debe recordarse, por ejemplo, que Milton Friedman diagnosticó que la Gran Depresión fue ocasionada, en gran medida, porque el banco central (la Reserva Federal) al inicio de la década de los 30, en el siglo pasado, NO proporcionó liquidez a los mercados y agravó la crisis, convirtiendo la recesión en depresión.
Se supone que esta "lección" la tenemos hoy tan bien asimilada que la Reserva Federal ha relajado al máximo las condiciones de crédito y liquidez y se supone que está haciendo lo correcto, se supone, en fin, que esto reanimará la economía y superaremos la dura prueba. Así ha actuado la Reserva Federal durante esta crisis, disminuyendo casi a cero la tasa de interés de referencia, dando liquidez a diestra y siniestra e intercambiando bonos del Tesoro por casi cualquier papel de deuda (activo financiero) como se refleja en su actual balance.
Pero algo falla en este bonito conjunto de supuestos. Véase lo que ha pasado en los tres últimos trimestres conocidos con la evolución de la deuda en Estados Unidos, clasificada por sector:
En el tercer trimestre de 2008: La deuda del gobierno federal creció 39.2% a tasa anual descontando efectos estacionales. Pero la deuda de los hogares (hipotecaria y de consumo) sólo creció 0.1%, la deuda de las empresas sólo creció 1.4% y la deuda de los bancos (sistema financiero) creció 7.0 por ciento.
Para el cuarto trimestre de 2008: La deuda del gobierno federal siguió creciendo con singular denuedo: 37.0% anual, pero la deuda de los hogares disminuyó 2.0% , la deuda de las empresas cayó 3.1% y la deuda de los bancos creció sólo un modesto 3.5% anual.
¿No se suponía que el mayor endeudamiento del gobierno iba a estimular a los demás sectores a endeudarse también para gastar e invertir?
La situación, en el primer trimestre de 2009, no cambia, los "agentes económicos" (hogares, empresas y bancos) no hacen lo que se supone que deberán hacer: La deuda del gobierno federal registró un crecimiento anual de 22.6 por ciento. Pero el endeudamiento de los hogares siguió cayendo: menos 1.1% anual, el endeudamiento de las empresas bajó 3.5% anual y los bancos disminuyeron su deuda, también a tasa anual, un significativo 10.5 por ciento.
Todo esto de acuerdo con las estadísticas de la propia Reserva Federal que pueden consultarse AQUÍ.
A la vista de estos datos, escribe el economista Juan Ramón Rallo, del Instituto Juan de Mairena, un centro de pensamiento liberal en España:
Y rescata una vieja e interesante cita del economista de origen húngaro, Melchior Palyi (ver aquí nota biográfica de Palyi ), acerca de la Gran Depresión que hoy parece profética:
El artículo completo de Rallo puede leerse en este otro sitio, y lleva el provocador título de "CONTRA MILTON FRIEDMAN".
Rallo está reivindicando en su alegato a la escuela austriaca de economía que, en pocas palabras, siempre ha advertido que mientras la economía no se reestructure, (aceptando las pérdidas de créditos mal asignados -los activos tóxicos siguen siendo tóxicos- y de inversiones ruinosas hechas en el pasado, al tiempo que se incrementa el ahorro público y privado y deja que se ajusten los precios relativos), el expansionismo monetario en lugar de favorecer la recuperación, la obstruye. La crisis se hace más prolongada y los ajustes - inevitables al final - serán más dolorosos.
Me inclino a pensar que Rallo y la escuela austriaca tienen razón. Más allá de la terminología económica, se trata de un asunto de sentido común, de simple lógica. Uso otra vez el símil del diabético, (ver "Los estímulos fiscales y la curva del azúcar"): Los altibajos de glucosa de un diabético no se curan endilgándole azúcar a todas horas, aun cuando en el pasado pareciese que un buen "choque de azúcar" lo reanimaba.
Lo peor es que esta reivindicación de la escuela austriaca vaya a necesitar, como contundente demostración empírica (complementaria de la demostración lógica y racional), de un nuevo desastre: El desastre inflacionario mundial que ya se nos viene encima, ¡y en medio de una tremenda recesión!
Esta sabiduría convencional la comparten, con matices de grado desde luego, keynesianos y monetaristas. Debe recordarse, por ejemplo, que Milton Friedman diagnosticó que la Gran Depresión fue ocasionada, en gran medida, porque el banco central (la Reserva Federal) al inicio de la década de los 30, en el siglo pasado, NO proporcionó liquidez a los mercados y agravó la crisis, convirtiendo la recesión en depresión.
Se supone que esta "lección" la tenemos hoy tan bien asimilada que la Reserva Federal ha relajado al máximo las condiciones de crédito y liquidez y se supone que está haciendo lo correcto, se supone, en fin, que esto reanimará la economía y superaremos la dura prueba. Así ha actuado la Reserva Federal durante esta crisis, disminuyendo casi a cero la tasa de interés de referencia, dando liquidez a diestra y siniestra e intercambiando bonos del Tesoro por casi cualquier papel de deuda (activo financiero) como se refleja en su actual balance.
Pero algo falla en este bonito conjunto de supuestos. Véase lo que ha pasado en los tres últimos trimestres conocidos con la evolución de la deuda en Estados Unidos, clasificada por sector:
En el tercer trimestre de 2008: La deuda del gobierno federal creció 39.2% a tasa anual descontando efectos estacionales. Pero la deuda de los hogares (hipotecaria y de consumo) sólo creció 0.1%, la deuda de las empresas sólo creció 1.4% y la deuda de los bancos (sistema financiero) creció 7.0 por ciento.
Para el cuarto trimestre de 2008: La deuda del gobierno federal siguió creciendo con singular denuedo: 37.0% anual, pero la deuda de los hogares disminuyó 2.0% , la deuda de las empresas cayó 3.1% y la deuda de los bancos creció sólo un modesto 3.5% anual.
¿No se suponía que el mayor endeudamiento del gobierno iba a estimular a los demás sectores a endeudarse también para gastar e invertir?
La situación, en el primer trimestre de 2009, no cambia, los "agentes económicos" (hogares, empresas y bancos) no hacen lo que se supone que deberán hacer: La deuda del gobierno federal registró un crecimiento anual de 22.6 por ciento. Pero el endeudamiento de los hogares siguió cayendo: menos 1.1% anual, el endeudamiento de las empresas bajó 3.5% anual y los bancos disminuyeron su deuda, también a tasa anual, un significativo 10.5 por ciento.
Todo esto de acuerdo con las estadísticas de la propia Reserva Federal que pueden consultarse AQUÍ.
A la vista de estos datos, escribe el economista Juan Ramón Rallo, del Instituto Juan de Mairena, un centro de pensamiento liberal en España:
"¿Para qué ha servido, en definitiva, la política friedmanita de Bernanke? Sólo para dilapidar los ahorros de los estadounidenses, rescatar a sectores ruinosos y tratar de sostener los precios: el cóctel ideal para retrasar todo lo posible la recuperación."
Y rescata una vieja e interesante cita del economista de origen húngaro, Melchior Palyi (ver aquí nota biográfica de Palyi ), acerca de la Gran Depresión que hoy parece profética:
"La teoría (monetarista) toma por seguro que siempre hay personas solventes dispuestas a asumir nuevas deudas. ¿Pero es cierto que siempre las hay? ¿Y qué sucede si tanto los bancos como los potenciales deudores toman los nuevos fondos no para invertir y gastar sino para refinanciar sus deudas y mejorar su liquidez. Esto es precisamente lo que sucedió durante la Gran Depresión".
El artículo completo de Rallo puede leerse en este otro sitio, y lleva el provocador título de "CONTRA MILTON FRIEDMAN".
Rallo está reivindicando en su alegato a la escuela austriaca de economía que, en pocas palabras, siempre ha advertido que mientras la economía no se reestructure, (aceptando las pérdidas de créditos mal asignados -los activos tóxicos siguen siendo tóxicos- y de inversiones ruinosas hechas en el pasado, al tiempo que se incrementa el ahorro público y privado y deja que se ajusten los precios relativos), el expansionismo monetario en lugar de favorecer la recuperación, la obstruye. La crisis se hace más prolongada y los ajustes - inevitables al final - serán más dolorosos.
Me inclino a pensar que Rallo y la escuela austriaca tienen razón. Más allá de la terminología económica, se trata de un asunto de sentido común, de simple lógica. Uso otra vez el símil del diabético, (ver "Los estímulos fiscales y la curva del azúcar"): Los altibajos de glucosa de un diabético no se curan endilgándole azúcar a todas horas, aun cuando en el pasado pareciese que un buen "choque de azúcar" lo reanimaba.
Lo peor es que esta reivindicación de la escuela austriaca vaya a necesitar, como contundente demostración empírica (complementaria de la demostración lógica y racional), de un nuevo desastre: El desastre inflacionario mundial que ya se nos viene encima, ¡y en medio de una tremenda recesión!
Etiquetas: escuela austriaca, Friederich A. Hayek, John Maynard Keynes, Juan Ramón Rallo, locos por la crisis, Milton Friedman
1 Comentarios:
Es de puro sentido común. La burbuja es de endeudamiento excesivo y dificilmente se va a arreglar con más endeudamiento. Otra cosa es que los Gobiernos compren votos con esa deuda pública. Ha de producirse un ajuste de desapalancamiento general de ciudadanos, empresas y entidades financieras para encontrar un punto de equilibrio del que partir. Nunca se debió prestar en España tanto dinero a los promosaurios que ahora se han convertido en morosaurios.
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