“Lo que el anulador quiso decir es…”
Ya lo tengo: Lo que requiere el movimiento de los anuladores de votos para tener éxito es que en cada casilla electoral exista un exégeta de votos anulados o en blanco. Un exégeta (como palabra esdrújula, por favor) es la persona que interpreta un texto oscuro o de difícil comprensión.
Y es que ése es el problema con la ocurrencia de los anuladores: La interpretación del gesto. Menudo problema.
Los exégetas de cada casilla, ciudadanos elegidos al azar por las autoridades electorales (“insaculados” se dice en jerga burocrático-electoral), harían algo similar a lo de aquél vocero de aquél personaje que solía decir: “Lo que don Vicente quiso decir es…”.
En este caso, el exégeta tendría que ofrecer una lectura autorizada, oficial, del voto anulado: “Lo que quiso decir la señora al anular su voto es que está muy enojada porque en esta ocasión no le tocó candidatura”…, entonces se consignaría en el acta: “Voto anulado del tipo Dulce María Sauri”, o “lo que quiso decir el señor al escribir en la papeleta Esperanza Inútil quién sabe qué sea pero se clasifica como anulación tipo Sergio Aguayo o a ver a qué horas me dan la procuraduría de los derechos humanos…”
Y podríamos llevar la experiencia más allá, hasta la interpretación profunda de cada voto, incluso de los no anulados, para lo cual sería conveniente que los exégetas de casilla tomasen cursos rápidos de grafología: “Sin duda, el trazo de la X sobre el emblema del partido es titubeante, el elector no estaba totalmente convencido de su elección, propongo que este voto se contabilice como una fracción, digamos como 0.64 de voto”.
Por supuesto todo esto es ridículo. Aunque no mucho más ridículo que las “lecturas” de los votos que nos prodigan los “expertos” una vez concluidos los comicios: “Yocrioque (sic) los electores nos han dicho muy claramente que quieren un Congreso dividido”. Lo cual deja estupefacto al atribulado elector de carne y hueso, porque cuando él fue a votar lo hizo por el candidato Zutano o por el partido Tal y punto. Pero así son los expertos y hay que ser comprensivos con ellos, si no ¿de qué van a vivir?, “¡también son mexicanos y también comen!”, como dice un comentarista financiero pidiendo subsidios para los vendedores de autos.
Es que, de veras, están viendo la tempestad y no se hincan.
Y es que ése es el problema con la ocurrencia de los anuladores: La interpretación del gesto. Menudo problema.
Los exégetas de cada casilla, ciudadanos elegidos al azar por las autoridades electorales (“insaculados” se dice en jerga burocrático-electoral), harían algo similar a lo de aquél vocero de aquél personaje que solía decir: “Lo que don Vicente quiso decir es…”.
En este caso, el exégeta tendría que ofrecer una lectura autorizada, oficial, del voto anulado: “Lo que quiso decir la señora al anular su voto es que está muy enojada porque en esta ocasión no le tocó candidatura”…, entonces se consignaría en el acta: “Voto anulado del tipo Dulce María Sauri”, o “lo que quiso decir el señor al escribir en la papeleta Esperanza Inútil quién sabe qué sea pero se clasifica como anulación tipo Sergio Aguayo o a ver a qué horas me dan la procuraduría de los derechos humanos…”
Y podríamos llevar la experiencia más allá, hasta la interpretación profunda de cada voto, incluso de los no anulados, para lo cual sería conveniente que los exégetas de casilla tomasen cursos rápidos de grafología: “Sin duda, el trazo de la X sobre el emblema del partido es titubeante, el elector no estaba totalmente convencido de su elección, propongo que este voto se contabilice como una fracción, digamos como 0.64 de voto”.
Por supuesto todo esto es ridículo. Aunque no mucho más ridículo que las “lecturas” de los votos que nos prodigan los “expertos” una vez concluidos los comicios: “Yocrioque (sic) los electores nos han dicho muy claramente que quieren un Congreso dividido”. Lo cual deja estupefacto al atribulado elector de carne y hueso, porque cuando él fue a votar lo hizo por el candidato Zutano o por el partido Tal y punto. Pero así son los expertos y hay que ser comprensivos con ellos, si no ¿de qué van a vivir?, “¡también son mexicanos y también comen!”, como dice un comentarista financiero pidiendo subsidios para los vendedores de autos.
Es que, de veras, están viendo la tempestad y no se hincan.
Etiquetas: elecciones 2009 México, exégetas, humorismo involuntario, ocurrencias estúpidas, votos anulados
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