sábado, 19 de septiembre de 2009

Las preposiciones indecorosas (divertimento sabatino)

Una preposición, en español, es esa pequeña dicción que antecede al término o complemento de la oración.

Una preposición indecorosa, que no proposición, sería aquella que lastima la inteligibilidad de una oración porque está mal empleada.

Así, indecorosa y abusiva con el lenguaje, acaba siendo cada cual de las preposiciones en las siguientes dos frases: “Salí con prisa porque ya era tarde” o “respecto a lo que te dije ayer”.

Lo correcto, lo decoroso, es decir: “Salí a toda prisa porque ya era tarde” o “respecto de lo que te dije ayer”.

Las preposiciones anuncian el porvenir de…¿De qué? Pues el porvenir de una frase, nos avisan a dónde irá a parar lo que empezamos a decir o a escribir. Tal vez con más precisión deba decirse que la preposición “prepara el terreno” para que la oración tenga sentido y conclusión.

Siendo las preposiciones anunciadoras del porvenir de una oración, nada más desconcertante, enloquecedor para quien escucha o lee, que quien habla o escribe deje inconcluso el significado de una frase terminándola en una preposición que avisa del inminente arribo de una conclusión que nunca llega.

Tal sucede con… Aunque en realidad ello es debido a … Lo cierto es que estoy hasta… Ya se ve cómo ese recurso – finalizar una oración con una preposición – es particularmente desquiciador, aun cuando haya quien lo use para exacerbar la incertidumbre o el famoso “final abierto”, en una narración.

Al anunciar, la preposición acota el significado pero no lo determina de forma definitiva; eso es lo que hace el complemento hasta llegar al punto. Si digo “fueron” es probable que a ese verbo – “ir” en tercera persona del plural, tiempo pretérito, modo indicativo- le siga la preposición “a”, como en la frase “fueron a dormir”. Pero también podría ser que a “fueron” le siguiesen otras preposiciones, cada una de las cuales le dará otro sentido a la acción pretérita de “ir”.

(Paréntesis sobre un equívoco verbal: Porque es de ese verbo, “ir”, del que hablo y no del verbo “ser”, aun cuando en español exista la caprichosa irregularidad de que el pretérito de indicativo de ambos verbos se escriba y se diga exactamente igual, significando cosas muy distintas; si no es lo mismo “ir confiado” que “ser confiado” no se ve porque tenga que ser lo mismo “haber ido” que “haber sido”. Juguemos más con este equívoco aparente: “Los exploradores fueron engañados por unos lugareños y por eso fueron al sitio equivocado”. Fueron y fueron, correcto, pero no es lo mismo ser engañado que ir engañado).

Vuelvo a las preposiciones y su maravillosa ductilidad. Véase si no.

Los exploradores fueron:
- a la búsqueda de ese fabuloso manantial,
- de tropiezo en tropiezo por el camino,
- por veredas que las cotidianas lluvias habían desdibujado,
- con el precario auxilio de un mapa mal pergeñado,
- ante todo, obligados por su promesa, no porque les agradara,
- bajo una tormenta torrencial,
- desde la última cabaña de la aldea,
- entre piedras, hoyancos, lodo, hierbas,
- contra todo lo cual hubieron de luchar,
- hasta que cayeron exhaustos,
- en un claro de la selva, al que llegaron
- sin brújula; extraviados,
- para darse por vencidos,
- tras comprobar que aquélla había sido una expedición mal concebida,
- según admitió, rendido, incluso el capitán que la encabezara.

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