PIB, medir no es saber
El lunes 14 de septiembre se difundió mundialmente el reporte de la Comisión para la medición del desempeño económico y el progreso social. Dicho en su versión original: "Commission on the measurement of economic performance and social progress". Puede bajarse de la red, en formato PDF, haciendo clic aquí.
Se supone que esta comisión y su reporte surgieron de la inquietud del presidente francés Nicholas Sarkozy - mejor conocido en los medios frívolos de la buena sociedad como "el chaparrito que se casó en segundas nupcias con la guapa Carla Bruni" - quien habría pedido, en febrero de 2008, a Joseph Stiglitz, a Amartya Sen y a Jean Paul Fitoussi (presidente del Observatorio Francés de Coyunturas Económicas ó OFCE) explorar otros indicadores del desempeño económico y del progreso social que fuesen más satisfactorios que el conocido Producto Interno Bruto (PIB) o Producto Nacional Bruto (PNB). El reporte NO crea un nuevo indicador, pero sí anota muchas de las limitaciones del PIB como expresión última del grado de bienestar de una economía.
No quiero parecer pedante, pero esta inquietud acerca de las limitaciones del PIB como indicador del bienestar no es nada nueva. Sin embargo, supongo, cuando el presidente francés te patrocina, con dinero de los contribuyentes franceses desde luego, una ambiciosa investigación para explorar el asunto no te vas a negar a ello: Es interesante, puede salir al final algo bueno, te da fama y prestigio y está bien pagado. Le ruego a los lectores no tomar a mal este enfoque, a caballo entre el realismo y el cinismo, respecto de las motivaciones últimas de este trabajo. Sin duda, en el muy improbable caso que me hubiesen pedido lo mismo no habría dudado en aceptar el desafío.
En México,que yo sepa, sólo dos articulistas de opinión le dieron importancia al asunto: Marco Provencio en "Milenio" y Luis Miguel González en "El Economista". El primero publicó una primera parte de su análisis que puede leerse aquí. Es un enfoque inteligente, provocador y bien documentado. El segundo, cuyo artículo puede leerse aquí, produjo unos párrafos regulares que no le hacen justicia al trabajo, deduciendo - quién sabe por qué- que el reporte dice que el PIB es "un indicador obsoleto" tanto como los protuberantes cinescopios de los viejos aparatos de televisión; no es ésa la conclusión del reporte, que con toda sensatez advierte NO que la medición del PIB sea obsoleta sino que es imperfecta, y que no debemos pedirle a ese indicador, ni deducir de él, lo que no puede dar. El PIB mide, en términos monetarios, la producción añadida de un país, no el bienestar, mucho menos la satisfacción o la felicidad, de sus habitantes.
El asunto no es nuevo. Por ejemplo, hace muchos años, Theodore W. Schultz, premio Nobel de Economía en 1979 (junto con William Artthur Lewis), escribió que "Buena parte de lo que denominamos consumo es (en realidad) inversión en capital humano, aunque no lo capten las cuentas nacionales". Más tarde Julian Simon, en la misma línea, observó que "si nace un ternero el PIB por persona aumenta, pero si nace una persona el PIB por persona disminuye". Esto es: Algo estamos midiendo mal en el PIB y en las cuentas nacionales. La frase de Simon apunta algo obvio, producto de un juego aritmético: el nacimiento de una persona aumenta el denominador y por tanto disminuye el valor de la fracción que llamamos PIB per capita, pero en realidad el nacimiento de una persona (o la incorporación, merced a un movimiento migratorio, de una persona a la economía de un país, en especial si es una persona en edad productiva y con destrezas y habilidades productivas) es mucho más valioso, en términos de bienestar y hasta de producción, que el nacimiento de un ternero (que, por supuesto, tampoco es un evento despreciable).
El reporte demora varias páginas citando este tipo de ejemplos, si bien no puede decirse que siempre tales ejemplos demuestren las insuficiencias del PIB como medida de la producción (que eso es), no del bienestar. Menciono un caso: el reporte se refiere a uno de los habituales embotellamientos de tráfico que se verifican en las grandes ciudades y concluye que ese percance se contabilizará en las cuentas nacionales, dado el mayor consumo de combustible, como un incremento en el PIB, cuando en realidad significa, a todas luces, un decremento del bienestar tanto por la contaminación causada, como por el tiempo perdido para miles de personas, así como por los evidentes "malestares" asociados a esos incidentes. Correcto, pero el PIB en realidad sí registrará también el componente negativo del embotellamiento, en la forma de horas perdidas de producción.
En realidad, el reporte no es el acta de defunción del PIB - que es lo que proclama apresuradamente el director editorial de "El Economista", L.M. González-, sino un análisis documentado de sus limitaciones y una advertencia para todo mundo de que no tomemos ese indicador como la última palabra. Algo que ya se sabía, pero que no es malo seguir recordando. También el análisis, en línea con las recientes modas políticas, advierte que el PIB no mide la "sustentabilidad" del crecimiento económico desde el punto de vista ecológico, toda vez que, al decir de muchos expertos en asuntos del medio ambiente, el mismo crecimiento económico actual puede generar pérdidas de bienestar en el futuro (de hecho, algunas de las más sombrías predicciones acerca del calentamiento global usan, inapropiadamente a mi juicio, el crecimiento del PIB como indicador automático de una mayor generación de gases de efecto invernadero, lo cual es sólo una versión modificada del falso dilema entre progreso y bienestar, planteado hace más de dos siglos por los conservadores a ultranza que desconfiaban de las máquinas y de los inventos que generó la experimentación empírica). En resumen: No hay que pedirle peras (respuestas finales acerca del bienestar o incluso de la felicidad) a los olmos; esto es: al PIB, que es un índice contable de la producción agregada.
Me voy a aventurar un poco más allá del análisis económico y positivo del PIB para recordar algo que aprendí hace muchos años del mejor maestro de filosofía que tuve la dicha de conocer (Miguel Manzur Kuri, para desdicha nuestra ya fallecido): "Medir no es saber". Si yo se, decía Manzur, que una vaca pesa 378 kilos ese "saber" no significa que conozca qué es un vaca. Esta enseñanza, según recuerdo, la había adquirido Manzur de una lectura inteligente de John Dewey.
Medir es comparar, por lo tanto la medición, por muy precisa que sea, nunca es absoluta, sino relativa. Lo cual, por cierto, nos recuerda que bienestar, riqueza, pobreza, crecimiento son conceptos relativos (respecto de..., en comparación con...), no absolutos. Lo cual no obsta para reconocer que medir es sumamente útil, dado que difícilmente podemos mejorar aquello que no podemos medir.
Se supone que esta comisión y su reporte surgieron de la inquietud del presidente francés Nicholas Sarkozy - mejor conocido en los medios frívolos de la buena sociedad como "el chaparrito que se casó en segundas nupcias con la guapa Carla Bruni" - quien habría pedido, en febrero de 2008, a Joseph Stiglitz, a Amartya Sen y a Jean Paul Fitoussi (presidente del Observatorio Francés de Coyunturas Económicas ó OFCE) explorar otros indicadores del desempeño económico y del progreso social que fuesen más satisfactorios que el conocido Producto Interno Bruto (PIB) o Producto Nacional Bruto (PNB). El reporte NO crea un nuevo indicador, pero sí anota muchas de las limitaciones del PIB como expresión última del grado de bienestar de una economía.
No quiero parecer pedante, pero esta inquietud acerca de las limitaciones del PIB como indicador del bienestar no es nada nueva. Sin embargo, supongo, cuando el presidente francés te patrocina, con dinero de los contribuyentes franceses desde luego, una ambiciosa investigación para explorar el asunto no te vas a negar a ello: Es interesante, puede salir al final algo bueno, te da fama y prestigio y está bien pagado. Le ruego a los lectores no tomar a mal este enfoque, a caballo entre el realismo y el cinismo, respecto de las motivaciones últimas de este trabajo. Sin duda, en el muy improbable caso que me hubiesen pedido lo mismo no habría dudado en aceptar el desafío.
En México,que yo sepa, sólo dos articulistas de opinión le dieron importancia al asunto: Marco Provencio en "Milenio" y Luis Miguel González en "El Economista". El primero publicó una primera parte de su análisis que puede leerse aquí. Es un enfoque inteligente, provocador y bien documentado. El segundo, cuyo artículo puede leerse aquí, produjo unos párrafos regulares que no le hacen justicia al trabajo, deduciendo - quién sabe por qué- que el reporte dice que el PIB es "un indicador obsoleto" tanto como los protuberantes cinescopios de los viejos aparatos de televisión; no es ésa la conclusión del reporte, que con toda sensatez advierte NO que la medición del PIB sea obsoleta sino que es imperfecta, y que no debemos pedirle a ese indicador, ni deducir de él, lo que no puede dar. El PIB mide, en términos monetarios, la producción añadida de un país, no el bienestar, mucho menos la satisfacción o la felicidad, de sus habitantes.
El asunto no es nuevo. Por ejemplo, hace muchos años, Theodore W. Schultz, premio Nobel de Economía en 1979 (junto con William Artthur Lewis), escribió que "Buena parte de lo que denominamos consumo es (en realidad) inversión en capital humano, aunque no lo capten las cuentas nacionales". Más tarde Julian Simon, en la misma línea, observó que "si nace un ternero el PIB por persona aumenta, pero si nace una persona el PIB por persona disminuye". Esto es: Algo estamos midiendo mal en el PIB y en las cuentas nacionales. La frase de Simon apunta algo obvio, producto de un juego aritmético: el nacimiento de una persona aumenta el denominador y por tanto disminuye el valor de la fracción que llamamos PIB per capita, pero en realidad el nacimiento de una persona (o la incorporación, merced a un movimiento migratorio, de una persona a la economía de un país, en especial si es una persona en edad productiva y con destrezas y habilidades productivas) es mucho más valioso, en términos de bienestar y hasta de producción, que el nacimiento de un ternero (que, por supuesto, tampoco es un evento despreciable).
El reporte demora varias páginas citando este tipo de ejemplos, si bien no puede decirse que siempre tales ejemplos demuestren las insuficiencias del PIB como medida de la producción (que eso es), no del bienestar. Menciono un caso: el reporte se refiere a uno de los habituales embotellamientos de tráfico que se verifican en las grandes ciudades y concluye que ese percance se contabilizará en las cuentas nacionales, dado el mayor consumo de combustible, como un incremento en el PIB, cuando en realidad significa, a todas luces, un decremento del bienestar tanto por la contaminación causada, como por el tiempo perdido para miles de personas, así como por los evidentes "malestares" asociados a esos incidentes. Correcto, pero el PIB en realidad sí registrará también el componente negativo del embotellamiento, en la forma de horas perdidas de producción.
En realidad, el reporte no es el acta de defunción del PIB - que es lo que proclama apresuradamente el director editorial de "El Economista", L.M. González-, sino un análisis documentado de sus limitaciones y una advertencia para todo mundo de que no tomemos ese indicador como la última palabra. Algo que ya se sabía, pero que no es malo seguir recordando. También el análisis, en línea con las recientes modas políticas, advierte que el PIB no mide la "sustentabilidad" del crecimiento económico desde el punto de vista ecológico, toda vez que, al decir de muchos expertos en asuntos del medio ambiente, el mismo crecimiento económico actual puede generar pérdidas de bienestar en el futuro (de hecho, algunas de las más sombrías predicciones acerca del calentamiento global usan, inapropiadamente a mi juicio, el crecimiento del PIB como indicador automático de una mayor generación de gases de efecto invernadero, lo cual es sólo una versión modificada del falso dilema entre progreso y bienestar, planteado hace más de dos siglos por los conservadores a ultranza que desconfiaban de las máquinas y de los inventos que generó la experimentación empírica). En resumen: No hay que pedirle peras (respuestas finales acerca del bienestar o incluso de la felicidad) a los olmos; esto es: al PIB, que es un índice contable de la producción agregada.
Me voy a aventurar un poco más allá del análisis económico y positivo del PIB para recordar algo que aprendí hace muchos años del mejor maestro de filosofía que tuve la dicha de conocer (Miguel Manzur Kuri, para desdicha nuestra ya fallecido): "Medir no es saber". Si yo se, decía Manzur, que una vaca pesa 378 kilos ese "saber" no significa que conozca qué es un vaca. Esta enseñanza, según recuerdo, la había adquirido Manzur de una lectura inteligente de John Dewey.
Medir es comparar, por lo tanto la medición, por muy precisa que sea, nunca es absoluta, sino relativa. Lo cual, por cierto, nos recuerda que bienestar, riqueza, pobreza, crecimiento son conceptos relativos (respecto de..., en comparación con...), no absolutos. Lo cual no obsta para reconocer que medir es sumamente útil, dado que difícilmente podemos mejorar aquello que no podemos medir.
Etiquetas: Amartya Sen, Jean Paul Fitoussi, Julian Simon, Luis Miguel González, Marco Provencio, Nicholas Sarkozy, PIB, Stiglitz, Theodore W. Schultz
3 Comentarios:
A final de cuentas con trabajo y ahorro es como cualquier pais, familia o individuo puede progresar. Como se mide es importante, pero para mi lo mas relevante es que el gobierno debe crear las condiciones para que podamos lograr lo anterior. No intervenir en la economia sino garantizar la seguridad y leyes que impulsen el trabajo y el ahorro
el PIB mide la producción agregada. el problema es la gente que quiere vender la idea de que el PIB es directamente proporcional al desarrollo social. interesante la discusión.
mmmm, el resumen del documento de stiglitz es de 60 hojas. tardaré un rato en leerlo. sin embargo, hace unos meses me encontré un draft de un libro cuyo autor lo puso gratis para leer a cambio de recibir comentarios. el libro es de charles kenny y se llama "the success of development".
el libro analiza el desarrollo economico en áfrica desde los años 50 (independencia de muchos paises de por allá) y lo compara con el resto del mundo hace un siglo.
lo interesante del libro se resume en un párrafo:
"As suggested by the global reach of improvements in the quality of life, income growth has not been a requirement for improvements in health or education or civil rights. Even most countries that have seen per capita income decline over the past thirty years have seen health, education and civil rights observance considerably improve. This is the greatest success of development. The last century has seen a dramatic (and literal) decline in the cost of living."
claro, toma bastantes hojas fundamentar esta idea atenta contra el status quo de "para que el país avance hace falta que el PIB crezca". no es un documento tan formal ya que el autor ironiza con ideas como "the best things of life are cheap". pero sin duda plantea preguntas interesantes.
educación, salud y derechos civiles, cosas para las que no hace falta (más) dinero del que se gasta actualmente. esas cosas pueden hacer mucho más por la calidad de vida de una nación que un par de puntos porcentuales del PIB.
si a alguien le interesa leer el libro se lo puedo mandar por correo.
Muy buena información. Te comparto mi blog, también de noticias y pensamientos.
http://cegi.blogspot.com/
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