Elecciones 2006: Un estudio de casos (IX y final)
El “clivaje” fundamental en estas elecciones es “modernidad contra restauración”. Sí están enfrentadas dos cosmovisiones radicalmente distintas que atañen prácticamente a la totalidad de la vida política, económica y social.
Algunos analistas se desesperan por la falta de propuestas específicas acerca de asuntos concretos en la contienda electoral, pero esa ausencia se explica porque la elección se ha ido dibujando como una encrucijada definitiva y definitoria: del camino que se elija – y para efectos prácticos sólo hay dos opciones- dependerá después la respuesta a casi todos los asuntos específicos.
El candidato puntero en las encuestas no ha moderado su discurso “ellos contra nosotros” y en ello es totalmente transparente: no hay que hacerse ilusiones de que estamos ante una elección rutinaria en una democracia consolidada, en la cual las diferencias entre candidatos son meramente de matiz o énfasis. (En este sentido, la contienda electoral en México se asemeja más a las recientes elecciones en Bolivia que a los comicios en Chile: Los candidatos no se están disputando el centro, sino que están ofreciendo centros o modelos de país totalmente distintos).
Dicho de otra forma: sí hay mucho en juego en estas elecciones y confiar en que la “institucionalidad” democrática y jurídica del país mantendrá una normalidad sin sobresaltos, gane quien gane las elecciones, podría ser un error fatal; de hecho, la forma en que el candidato puntero entiende dicha “institucionalidad” y la forma en que la entienden sus dos principales adversarios difieren sustancialmente. El exabrupto de Andrés M. López la semana pasada, mandando a callar al Presidente de la República, ilustra con claridad la disyuntiva. No en vano, tanto Felipe Calderón como Roberto Madrazo condenaron el fondo y la forma de ese exabrupto. Convencionalmente podríamos formular este clivaje con los términos: “modernidad contra restauración” y formulado así la contienda se reduce a un enfrentamiento entre López y Calderón porque Madrazo navega – a causa de su deteriorada imagen personal y de la igualmente deteriorada imagen de su partido- en un incómodo punto intermedio de semi-modernización y semi- restauración. López, en cambio, puede presumir que con él la restauración del Estado revolucionario y justiciero – por encima del derecho y de las libertades personales –, que se perdió a partir de la presidencia de Miguel de la Madrid, será completa; en tanto que Calderón ha ido afinando su discurso para ofrecer una modernidad completa sin transacciones con el pasado autoritario y presidencialista.
De este clivaje se derivan, por decirlo así, todos los demás: “individualismo-colectivismo”, “Estado de Derecho- Estado moralista y justiciero”, “equilibrio de poderes- presidencialismo exorbitante”, “libertad de mercados- dirigismo económico”, “disciplina fiscal y monetaria- subordinación de la política económica a objetivos de política pura”, “pluralismo-unanimidad”, “inserción en un mundo globalizado- autarquía voluntarista”, “libertad individual-justicia social”, “preeminencia de la persona- preeminencia del Estado y de la colectividad”, “respeto a las minorías- persecución, así sea virtual, de las minorías”.
De eso se trata y por ello los discursos se han ido polarizando. No tiene remedio, así lo ha planteado quien encabeza las encuestas.
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