jueves, 9 de noviembre de 2006

Ilusión fiscal y democracia

Algunas razones por las que la estabilidad económica sostenida contribuye a consolidar democracias más maduras.


Como sostengo en mi libro "Populismo. Una cura milagrosa" más allá de la peculiar retórica y de otros rasgos entre folclóricos y mesiánicos, la característica común a todos los populismos – y, de hecho, su esencia- es la irresponsabilidad fiscal. El populismo produce déficit fiscales crecientes y, ante cualquier obstáculo, recurre a las fugas hacia delante: Proponer más gasto público deficitario como falso remedio a los males y enfermedades que el propio populismo causó.

Entre su catálogo de ilusiones, el populismo otorga un primerísimo lugar a la ilusión fiscal: El gasto del gobierno no sólo es presentado como el remedio mágico para todos los males, además se quiere creer que no tiene costo, a diferencia del gasto privado.

La inversa también es cierta: Una política fiscal responsable sostenida a lo largo del tiempo propicia estabilidad económica de largo plazo, lo que estimula más empleos formales, más ahorro y menos ilusiones fiscales y monetarias. En la medida que la estabilidad económica va engrosando a las clases medias – por ejemplo, gracias a la adquisición de viviendas con créditos a tasa fija y a plazos tan largos como 20 ó 30 años-, los contribuyentes, que también son electores, son menos susceptibles de sucumbir ante los señuelos del populismo, porque son menos susceptibles de engañarse con ilusiones fiscales y monetarias.

(En este sentido, por cierto, merecerían corregirse ciertos anuncios gubernamentales que presentan a la democracia como causa de la estabilidad económica; algo que es erróneo. Lo cierto es lo inverso: la estabilidad económica contribuye a una mayor democracia o, por lo menos, a una democracia con electores más exigentes que demandan más responsabilidad fiscal a los políticos).

Los políticos deberían tomar nota de que conforme pasan los años y en México vivimos sin los sobresaltos económicos (crisis) habituales en el pasado, un número creciente de electores se vuelve menos susceptible de ser comprado con dádivas de dinero público (porque un número de creciente de electores se ha vuelto, con la estabilidad, contribuyente y sabe muy bien de qué bolsillo sale el gasto público que ofrecen los políticos) o de ser seducido con ilusiones populistas.

Los políticos deberían tomar nota de que los llamados "clivajes" – asuntos clave que dividen a los electores, por ejemplo: a favor o en contra del libre comercio- van cambiando y que el discurso que convencía al precarista que invadía terrenos en busca de un techo, se vuleve odiosa charlatanería para los oídos del modesto obrero que está pagando su casa propia – con plenos derechos de propiedad- gracias a una hipoteca con pagos fijos a un plazo de 20 ó 30 años.

Las clases medias – y la propiedad de un bien inmueble o de un pequeño negocio propio o el pago del impuesto sobre la renta bastan para ingresar a ellas- no quieren seguir oyendo a políticos que les meten la mano en el bolsillo mientras ofrecen alegremente más dinero público a sus viejas clientelas.

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