martes, 31 de octubre de 2006

La competencia genera y difunde riqueza

Un ejemplo palpable de los beneficios de la competencia: Este año millones de trabajadores mexicanos se ahorrarán casi $2,000 millones de pesos por la disminución de las comisiones en las Afores.


No hay crecimiento económico sostenido sin incrementos en la productividad. Y no hay incentivos para aumentar la productividad ahí donde no existe competencia. A mayor competencia, no sólo mayor riqueza sino mayor difusión de esa riqueza entre un número mayor de personas.

Aun la autoridad más sabia y benevolente que podamos imaginar en este mundo sería incapaz de determinar por sí misma el precio óptimo de un bien: “a cuánto se debe vender X para que sea rentable para quien produce X y a la vez genere el mayor beneficio posible para los consumidores de X”. Sólo la plena competencia en el mercado puede despejar esa incógnita.

Cuando no existe plena competencia los consumidores pagan de más, en beneficio de quien provee los bienes y servicios. Como suele decirse: sin competencia, hay un excedente del consumidor – más o menos cuantioso- que se está apropiando el proveedor en forma de utilidades (rentas) extraordinarias. Si el proveedor tiene la certeza de que el arreglo regulador que inhibe o bloquea la competencia persistirá, el proveedor carece de incentivos para incrementar su productividad. Por el contrario: todos sus incentivos están alineados para que dedique sus recursos a garantizarse, ante la autoridad reguladora, que sus rentas extraordinarias se mantendrán en el futuro.

Si el empresario Fulano prefiere dedicar su tiempo a cabildear arreglos en la regulación que a mejorar su producto, podemos apostar que estamos hablando de una empresa que actúa en un terreno de juego sin plena competencia.

Un ejemplo palpable de los beneficios de la competencia podemos encontrarlo en la industria de los fondos de retiro en México (Afores): Consistentemente, la autoridad reguladora ha fomentado una mayor competencia – y una mayor información a los usuarios-, así como frecuentes estudios comparativos de los costos en México respecto de los costos vigentes en industrias similares de otros países.

Como resultado inmediato de este fomento a la competencia, las comisiones de las Afores han bajado sustancialmente para los trabajadores; en lugar de que la autoridad decida un supuesto “precio óptimo”, experiencia ésta última que siempre arroja resultados ruinosos.

Gracias a una mayor competencia tan sólo en este año, 2006, los beneficios que las menores comisiones arrojarán para los trabajadores serán cercanos a los $2,000 millones de pesos (cálculos de la Coordinación General de Estudios Económicos de la Consar, en documento de trabajo de David Madero Suárez y Antonio Mora Téllez).

Es más que probable que la competencia en fondos de pensiones siga arrojando beneficios similares en el futuro.

El ejemplo de las Afores contrasta con los casos de muchas otras áreas de actividad en México en las cuales la insuficiente competencia, o la carencia absoluta de competencia, inhiben la productividad y empobrecen todos los días a los consumidores.

3 Comentarios:

Blogger J.S. Zolliker dijo...

El único asunto está, en hacer comprender a esos que se creen "genios", que nunca podrán diseñar algo mejor que el mercado mismo; porque nuestra constitución requiere de solides económica, derecho a la propiedad privada y libre competencia; cosa que no sucede desde que dice que está prohibido el monopolio; excepto en Pemex, claro está... Muy buen artículo, mi estimado Ricardo. Saludos!

octubre 31, 2006  
Blogger Ricardo Medina Macías dijo...

Ramón Mier envió el siguiente comentario sobre el artículo a la página de "Asuntos Capitales":
Nombre: Ramón Mier Email: moncho7@yahoo Fecha: 11/1/2006
Comentario:
Es una pena que no haya ganado Lopez Obrador, estoy seguro que él si habría sabido como invertir el dinero de las Afores en favor de México, en un tren bala, por ejemplo.

Y esta es mi respuesta:
El comentario, evidentemente irónico, de Ramón Mier apunta algo sumamente importante: Un iluminado - déspota con disfraz de sabio benevolente- siempre creerá saber mejor que sus dueños - que son los trabajadores- qué hacer con el dinero. La falta de respeto de este género de iluminados hacia los derechos de propiedad y hacia la ley en general, les quita toda inhibición para apoderarse de lo que no es suyo, en este caso los más de 60 mil millones de dólares ahorrados por las trabajdores, en cuentas individuales, en las Afores. Los tiburones mercantilistas (dizque empresarios, que detestan la competencia), por su parte, salivan de gusto ante la posibilidad de hincarle el diente a ese dinero y, por lo tanto, apoyan a estos iluminados en sus propósitos (¿a alguien le sorprende el apoyo más o menos abierto que le dio Carlos Slim en su momento al iluminado López?). Por supuesto, al final de la historia -en caso de que hubiese ganado López- los recursos de los trabajadores habrían pagado obras inútiles, verdaderos atentados en contra de productividad - como el tren bala que menciona Ramón Mier o como los defectuosísimos "segundos pisos" que mandó hacer López en la Ciudad de México-, los trabajadores acabarían otra vez estafados y los bolsillos de nuestros campeones mercantilistas se abultarían aún más. Negocio redondo ¿para quién?

noviembre 01, 2006  
Anonymous Anónimo dijo...

No entiendo mucho de esto, o al menos no tanto como Ramón, pero en mi mundito de mediocre ama de casa y de madre, la competencia se ve así.

Hace unos veinte años, recuerdo que sólo había Soriana y Gigante y las tiendas del ISSTE. Las dos primeras estaban sucias, mal surtidas, mal acomodadas, las cajeras tenían cara de perros mofletudos y enojados, servicio a clientes lo trataba a uno como un criminal si se daba el caso de que uno solicitara un cambio o devolución. En el caso de las tiendas del ISSTE o las del magisterio, compartían las características que acabo de describir, pero además unos hacinamientos bárbaros. Era como estar el metro a hora pico. Y caramba, para evitar eso se vive en provincia!!

Desde que entró la competencia (Walmart, mi querido Walmart), y HEB, básicamente, Soriana al menos se puso las pilas: modernizó y remozó sus tiendas. Todavía deja mucho que desear (como que el sistema de llevar las cosas sigue siendo netamente latino), pero al menos ahora las cajeras saludan y sonríen y preguntan si trae uno la tarjeta de puntos. Y todas las tiendas (Chedrahuis, Aurrerás, Gigantes, Sorianas) tratan de igualarle los precios a Walmart, que insisto, siempre tiene los más bajos. Es espaciosa, limpia, los empleados lo tratan a uno muy bien. Eso sin mencionar que en esa tienda mis hijos pueden tomar un juguete y verlo sin que un guardia de seguridad ya esté a sus espaldas; y qué decir del café, pan dulce y fruta gratis que se ofrece a sus clientes entre las 8am y las 11am?

Nadie me paga por escribir esto, pero para mí, la competencia es buena. Presiona a los demás a igualar al mejor.

noviembre 01, 2006  

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