lunes, 30 de octubre de 2006

Un mercado para realizar sueños productivos

La inventiva que hace progresar al mundo requiere de capitales, y los dueños de los capitales requieren que las aventuras empresariales estén regidas por reglas de buen gobierno y sean transparentes para confiar en ellas.


En su convincente hipótesis acerca de los factores que hicieron posible el salto a la prosperidad en el mundo, William Bernstein propone que la conjunción de cuatro causas explica el despegue de la economía:

Uno: Derechos de propiedad. Dos: Pensamiento racional o científico. Tres: Mercados de capitales suficientemente grandes y sólidos y Cuatro: Rápidos y eficientes medios de comunicación y transporte.

“The Birth of Plenty,” Wiliam Bernstein, Mc Graw-Hill, 2004. (Ver un resumen aquí).

México tiene serias deficiencias en los cuatro factores, pero fijémonos hoy en el tercero de ellos – el mercado de capitales- donde en los últimos años se han conseguido avances espectaculares pero todavía insuficientes.

Como cualquier mercado el de capitales funciona gracias al encuentro de la oferta y de la demanda. Para ser robusto y floreciente el mercado de capitales requiere tanto de abundante oferta de capitales como de una demanda igualmente abundante de los mismos para financiar proyectos productivos e innovaciones altamente rentables. Sin embargo, no basta con la existencia de los capitales ni con la existencia de “sueños” o proyectos productivos para que se verifique el afortunado encuentro; se requiere un marco adecuado que de certidumbre a los dueños de los capitales y facilite a los demandantes de capital el acceso al mismo al menor costo.

En palabras de Benrnstein: La producción a gran escala de nuevos bienes y servicios requiere cuantiosos montos de dinero de otros (‘capital’). Aun si los derechos de propiedad están garantizados y la habilidad para innovar – derivada del pensamiento científico- está asegurada, hace falta además el capital para desarrollar esquemas e ideas. Casi ningún emprendedor por sí mismo tiene el suficiente capital para producir masivamente sus invenciones, por lo que el crecimiento económico es imposible sin un aporte sustancial de capital a partir de fuentes externas. Antes del siglo XIX, los mejores, los más brillantes y los más ambiciosos individuos de la sociedad tenían un escaso acceso a montos masivos de dinero que les permitieran transformar sus sueños en realidad.

Trasladado a la realidad mexicana, uno de los principales factores que han inhibido el desarrollo de un mercado de capitales de gran tamaño ha sido – por el lado de la oferta- la falta de certidumbre para los tenedores de capital acerca de la seriedad y factibilidad de los proyectos de inversión que demandan capital, así como la carencia de garantías – especialmente para los pequeños capitalistas- de que participarán en igualdad de condiciones de los beneficios y de la rentabilidad de las empresas.

El punto clave para destrabar este nudo ha sido crear un marco jurídico, en las empresas, que garantice prácticas de buen gobierno y plena transparencia para el público inversionista. De ahí, el extraordinario avance que representa la nueva ley del mercado de valores que entró en vigor apenas en junio pasado.

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