miércoles, 13 de diciembre de 2006

Preguntas para intelectualmente honestos

Los impuestos y los subsidios pigouvianos ¿funcionan?, ¿podemos conocer la elasticidad precio-demanda de antemano?, ¿respetan la libertad de elección?, ¿lo que hoy nos parece una "externalidad negativa" dejará de serlo mañana y viceversa?, ¿son impuestos para recaudar o incentivos para modificar conductas?



Al parecer los principales promotores involuntarios de los "impuestos a lo nocivo" o "impuestos pigouvianos" son los negociantes que, ante cualquier propuesta tributaria que les afecta, echan mano de sorprendentes presunciones acerca de la casi perfecta elasticidad con que, aseguran, reaccionará la demanda de sus productos ante un incremento en el precio.

Casos recientes y cercanos: Los productores de refrescos ofrecen cifras alarmantes sobre la caída que sufrirá la demanda de refrescos endulzados con sacarosa de caña en caso de que esos productos se graven con un impuesto especial de cinco por ciento. Parecen no darse cuenta de que su alegato hace brincar de gusto a centenares de médicos y especialistas en nutrición que saben los daños a la salud que causa el consumo excesivo de esas bebidas.

Otro caso: Los vendedores de automóviles pronostican brutales caídas en las ventas si se aprueba que las compras de autos sólo sean deducibles hasta 150 mil pesos en lugar de los actuales 300 mil pesos.

¿De veras están convencidos de sus argumentos o será que la deshonestidad intelectual ha pasado alegremente de los discursos de los políticos a los alegatos de los negociantes?

He aquí la primera pregunta práctica acerca de los "impuestos a lo nocivo", la referente a las elasticidades precio-demanda (en el caso de los autos, es una versión análoga de esta presunción porque al parecer, dicen los afectados, la única motivación de miles de personas para comprar un auto es deducirlo fiscalmente). No sabemos a ciencia cierta cómo reaccionará la demanda de un determinado bien en un determinado momento ante un aumento específico en el precio (o una disminución en su deducibilidad fiscal). Conocemos, sí, la ley básica de la economía: La pendiente negativa de la curva de la demanda, pero no sabemos, "ex ante", de antemano, en cada caso específico qué tan pronunciada o qué tan plana será dicha pendiente.

Esta podría ser una primera objeción, de índole práctica, a los impuestos "pigouvianos", al menos en determinados casos. Si lo que se busca primariamente no es recaudar, sino modificar una conducta a través del incentivo de encarecerla deberíamos tener clara, antes, la elasticidad de la demanda respecto del precio específico en un momento determinado y en un mercado singular.

De ahí los malabarismos intelectuales que han tenido que hacer algunos voceros oficiales y oficiosos de los productores de refrescos para, por un lado, decir que caerá la demanda brutalmente y, por otro, asegurar que de cualquier forma dicho gravamen no tendría efectos – involuntariamente buscados- sobre la salud pública, dado que aseguran también (en flagrante contradicción) que "la gente no dejará de consumir refrescos por causa del impuesto".

¿En qué quedamos?, ¿sí o no?

2 Comentarios:

Blogger Ramón Mier dijo...

Quedamos en que sí, pero no.

El malabarismo intelecual dá para eso y más. Lo más grave es que el asunto, estoy convencido, irremediablemente llegará hasta el sector rural.

No duden que apoyados por la industria refresquera pronto aparezcan "los cañeros" listos a cerrar carreteras en las zonas de producción de Azúcar.

Pocos asuntos se manejaron peor durante el sexenio de Fox que el tema azucarero.

Nuestro país está diabético. Tiene demasiada azúcar y cada día tendrá más en tanto se mantengan las estructuras que permiten que la caña se pague en México por encima de los precios internacionales.

Bajo la justificación de ayudar a los campesinos pobres (que los hay) tenemos precios artificialmente altos y la superficie dedicada a la caña lejos de reducirse aumenta gracias a una nueva generación de cañeros que atraídos por la alta rentablildad del negocio se aventuran a sembrar más caña.

Tenemos la caña más cara del mundo, los líderes cañeros más ricos del mundo y a algunos de los industriales de la caña más ricos del mundo, pero a los cañeros más pobres del planeta siempre listos a cerrar las carreteras para garantizar que todo siga igual.

Yo vendo productos para la caña, tengo cañeros entre mis clientes, pero tengo perfectamente claro que una situación que favorece a un sector en el cual me incluyo no debe continuar así.

diciembre 14, 2006  
Anonymous Anónimo dijo...

Principalmente debemos centrarnos en el análisis del bienestar de los individuos, como unidad básica de medida. Lo que es necesario destacar, es identificar en que parte del bienestar social se están enfocando nuestros legisladores: en la eficiencia económica, tratando con el "tamaño del pastel" o, con la distribución del ingreso, la "repartición del pastel".

Supongo que este sería el punto de partida, ya que aparentemente, están viendo únicamente la manera de recabar más recursos.

diciembre 14, 2006  

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