miércoles, 21 de febrero de 2007

Una inmoralidad: Omitir la escasez

Usted tiene 50 mil millones de dólares para aliviar los problemas globales del planeta, ¿cuál sería el problema que atacaría prioritariamente? Aquél en el que el monto de recursos invertidos diese la mejor relación costo-beneficio ¿Por qué? Porque así se hace el mayor bien al mayor número de personas.

Una de las experiencias más interesantes acerca de cómo enfrentar los problemas del mundo se llevó a cabo en Copenhague en mayo de 2004 y se repetirá en 2008 también en mayo. Esa experiencia se llamó Consenso de Copenhague, fue organizada por Bjorn Lomborg, profesor asociado de Estadística en la Universidad de Aarhus de Dinamarca y fue auspiciada por el Ministerio de Asuntos Exteriores de ese país y por el semanario The Economist.

Identificados los diez problemas globales más acuciantes se propuso a un panel de ocho economistas notables decidir a cuál de esos problemas deberían destinarse unos hipotéticos 50 mil millones de dólares, adicionales a los recursos que ya se usan en el mundo para atenderlos.

Los economistas concluyeron que la prevención de enfermedades transmisibles – específicamente la prevención del VIH-Sida – era el mejor destino para esos recursos, el que daría la mejor relación costo-beneficio o, dicho en otras palabras: la inversión que produciría el mayor bien cierto para el mayor número de personas. Muy cerca quedó la abolición de subsidios y barreras al comercio. En cambio, en el sótano de la clasificación quedó el cambio climático; no sólo por las pocas certezas científicas acerca de la naturaleza y causas de dicho “problema”, sino por la incertidumbre acerca de la eficacia de las “soluciones”.

El lector puede conocer este trabajo en el libro Global Crises, Global Solutions.

Lo que me interesa destacar es la pertinencia de que fuesen economistas, y no “líderes morales”, a quiénes se recurrió para jerarquizar qué problema debe atacarse primero.

El imperativo moral ya está dado – hacer el mayor bien cierto al mayor número de personas- y corresponde a la economía, a partir de datos comprobados, determinar con rigor científico en dónde estará mejor empleado el dinero: Costo contra beneficio.

Hay una estúpida objeción moralista a este criterio económico: “todos los problemas deben ser resueltos”. Alegato inmoral porque nada hace más daño a más gente que suponer que los recursos son infinitos.

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martes, 20 de febrero de 2007

¡Libertad para Kareem!

Mañana, jueves 22, se reanudará en Egipto el juicio en contra del joven Kareem Amer, acusado del delito de ser “un no creyente desagradable” que criticó al Islam en su bitácora en la red.

Abdel Kareem Nabil Soliman (conocido también como Kareem Amer) publicó en su bitácora en la red (o “weblog”) el 23 de octubre de 2005 un indignado testimonio titulado: “La verdad desnuda acerca del Islam tal como pude verla en Maharram Beh”. El joven, estudiante de la prestigiosa universidad islámica Al-Azhar, describía vívidamente el ataque despiadado de musulmanes a cristianos coptos un par de día antes, el “viernes negro”, en Maharram Beh, Alejandría, y escribió que no se trataba de un salvajismo criminal aislado, sino de una conducta coherente con las enseñanzas de Mahoma, catorce siglos antes, respecto del odio que merecen los “infieles”.

Tres días después fue detenido acusado de blasfemia, fue expulsado de la universidad y hoy es repudiado por su padre, un maestro de matemáticas retirado, quien propone aplicar a su hijo la “Sharia”, o ley islámica: Tres días de plazo para arrepentirse públicamente o ser ejecutado.

Hoy en Estocolmo debió haberse realizado una manifestación de protesta frente a la embajada de Egipto en Suecia. Organizaciones como “reporteros sin fronteras” han denunciado este ataque flagrante contra la libertad de expresión (y de creencia) y se han elevado diversas protestas contra el gobierno de Hosni Mubarak, presidente de Egipto desde octubre de 1981.

Suele pensarse que Egipto es un país relativamente libre para los estándares del Medio Oriente. No es así, Egipto ocupa el bochornoso lugar 127 en el Índice Mundial de Libertad Económica y registra deplorables índices de libertad financiera, libertad de trabajo y respeto a los derechos de propiedad así como una elevada corrupción.

Es inconcebible que en el siglo XXI, en un país que pertenece a las Naciones Unidas y en el que algunos creen ver un factor de moderación y estabilidad en el mundo árabe, como Egipto, un joven sea encarcelado por horrorizarse ante el salvajismo y criminalidad que se ejerce, en nombre de la fe, contra los “infieles”.

Pero la ONU ignora el asunto y se preocupa, lo que no está mal, por una víctima de la gripe aviar en Egipto. ¿Cuándo las grandes burocracias supranacionales se preocuparán por la libertad de personas de carne y hueso?

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miércoles, 14 de febrero de 2007

Kim Jong il: ¿Cuánto quieres por dejar de amenazarnos?

El próximo viernes, 16 de febrero, es cumpleaños de Kim Jong il, el grotesco dictador de Corea del Norte, quien probablemente también celebrará que le ganó la partida a ese desafortunado comisario de paz que ha tratado de ser George W. Bush.

George W. Bush ha mostrado ser un comisario ineficaz para aplacar a los bravucones de la aldea global.

El martes en Pekín cinco países – Estados Unidos, China, Rusia, Japón y Corea del Sur- le sacaron a Corea del Norte la promesa de que dejará de jugar, por ahora, al armamentismo atómico, a cambio de generosas dotaciones de energéticos y otras ayudas.

De nada sirvió, en apariencia, la nueva política que quiso inaugurar Bush quien anunció, en los albores de su primer mandato, que no cedería a los chantajes del “pigmeo” y “chiquillo malcriado”. Su antecesor, Bill Clinton, había intentado neutralizar a Kim Jong il ofreciéndole suministros energéticos. Hoy es el mismo trato, pero apoyado por los otros países involucrados.

Fruto simbólico de esas antiguas negociaciones es un obsequio que le hizo a Kim Jong il la entonces secretaria de estado de Estados Unidos, Madelene Albright: Un balón de básquetbol autografiado por Michael Jordan, y que el coreano, nacido en las estepas siberianas, guarda junto con miles de tesoros variopintos – como un gigantesco y lujoso vagón de tren que Stalin le regaló a su padre - en un bunker 147 kilómetros al norte de Pyongyang.

La política original de Bush había sido amenazar al bravucón del barrio con severas represalias y descalificarlo con vehemencia, como cuando, agitando el dedo índice en el aire le dijo a Bob Woodward: “¡Aborrezco a Kim Jong il!”. (Nosotros también, George, pero ¿cómo lo desarmamos?).

Finalmente, ganó la vergonzosa pero eficaz diplomacia de ceder al chantaje. ¿Se puede hacer otra cosa, cuando las amenazas del comisario no son eficaces porque no son creíbles?

¿Un triunfo para la paz mundial? Bueno, algo así como lo que hacemos cuando somos víctimas de un asalto callejero: “Está bien, llévate el auto, pero no me vayas a disparar”.

Y ¿para qué sirve en estos casos la ONU?, ¿para lo mismo que sirve la agencia del ministerio público después de que nos asaltaron? Ni para eso.

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martes, 13 de febrero de 2007

La catástrofe que se avecina (es ficción)

Que conste que es ficción: ¿Fabricar la persuasión de que se avecina una catástrofe planetaria serviría para “alinear” a las burocracias supranacionales y volverlas eficaces?

En uno de los viejos episodios – marzo de 1981- de la sátira política Yes Minister de la televisión británica (BBC), el ministro James Hacker y su permanente contradictor Sir Humphrey discuten sobre la naturaleza de la burocracia del Mercado Común Europeo – con sede en Bruselas y antecedente de la actual Unión Europea:

Dice Hacker: “El problema con Bruselas no es el internacionalismo sino la excesiva burocracia”. A lo cual le responde Sir Humphrey: “Pero la burocracia es una consecuencia del internacionalismo, ¿acaso no es por eso por lo que tenemos un comisionado inglés con un director general francés inmediatamente debajo de él y con un jefe de división italiano que le reporta al francés?”

Hacker: “Oh, estoy de acuerdo”

Sir Humphrey: “Es como la Torre de Babel”

Hacker: “De acuerdo”

Sir Humphrey: “No, es aún peor: es como la ONU”

Hacker: “De acuerdo”

Entonces interviene, conciliador, Bernard Woolley: “Tal vez, por lo que puedo inferir, ambos están de acuerdo”

Hacker y Sir Humphrey (al unísono): “¡No!, ¡no lo estamos!”.

En otro episodio, éste reciente, Hacker se queja ante un burócrata de la Unión Europea: “Hay una oficina en la Comisión Europea donde se le paga a la gente para que produzca alimentos y en la oficina contigua se le paga a la gente para que destruya los alimentos”. Irritado el burócrata responde: “¡Eso no es cierto!”. Interviene Sir Humphrey: “¿De veras?”. “Sí”, responde el burócrata, “esas oficinas no están en el mismo piso”.

Lograr que las superburocracias supranacionales trabajen con eficacia parece imposible, como imposible parece hacer que el conjunto de las naciones tenga de veras una meta en común.

Algunos cínicos dicen que por ello esas superburocracias supranacionales se esfuerzan en persuadirnos de que se avecinan catástrofes planetarias, dado que ello les permite justificar mayores presupuestos.

Otros más benévolos, como yo, conjeturamos que alguien muy inteligente ha ideado el mecanismo de la fabricación de amenazas cósmicas inminentes no por el pedestre interés en un mayor presupuesto, sino con el noble fin de generar consensos en esas gigantescas burocracias, peores que la Torre de Babel.

Que es ficción, ya lo dije.

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