61 años de perseguir una entelequia
Desacreditado en el mundo intelectual, el señuelo del “pleno empleo” sigue haciendo las delicias de los políticos. Es porque detrás del señuelo hay una apetecible presa: “Más recursos públicos”.
Quizá cometo una imprudencia al recordar aquí que en 1946 se aprobó en Estados Unidos “The Employment Act” – que originalmente, un año antes, había nacido como “Ley del Pleno Empleo” – y que en 1978 se “perfeccionó” con la “Full Employment and Balanced Growth Act”, también conocida como la Humprey-Hawkins Act.
¿Por qué esto podría ser una imprudencia? Porque tal vez algún político curioso fuera de los Estados Unidos “descubra” que hoy para su propio país una “Ley del Pleno Empleo” inspirada en esos dos monumentos del voluntarismo político dispendioso e ineficaz, sería un “hitazo” de mercadotecnia política. Eso, desde luego, a pesar del palpable fracaso, en el mundo real, de dichas iniciativas de estirpe keynesiana.
Prometer que el gobierno generará, por vías directas o indirectas, tantos millones de empleos - ¡y que una “ley visionaria” le obligará a hacerlo!- es una estrategia que nunca falla en términos de rentabilidad político-electoral. En estos tiempos, pues, el peligro de que alguien desempolve esas viejas ocurrencias es altamente probable.
Eso, aunque el postulado de que el gobierno puede lograr esa entelequia, el pleno empleo, mediante crecientes inyecciones de gasto público está ampliamente desprestigiado entre los economistas serios.
El acta de 1946 decía que “es la política sostenida y la responsabilidad del gobierno federal usar todos los medios practicables consistentes para…promover el máximo empleo, la producción y el poder de compra”. La de 1978 precisaba – a la vista de que el desempleo cero había resultado inalcanzable- que se consideraría que el gobierno federal había cumplido con dicha acta cuando el desempleo no sobrepasase el 4 por ciento y la inflación no superase el 3 por ciento; eso, a partir del año de 1983. No se ha logrado esa meta de empleo, ni con alta ni con baja inflación.
Cada año en esta época, cuando se discute el presupuesto de egresos, hablar de empleos promovidos mediante paletadas de gasto gubernamental les llena la boca a los políticos. Todos juran que buscan el máximo de empleos y todos tienen la misma receta: ¡Más recursos!
Y el colmo: si uno les dice que esa receta ya falló, nos corrigen: “No es que haya fallado, es que faltaron ¡más recursos!”.
Quizá cometo una imprudencia al recordar aquí que en 1946 se aprobó en Estados Unidos “The Employment Act” – que originalmente, un año antes, había nacido como “Ley del Pleno Empleo” – y que en 1978 se “perfeccionó” con la “Full Employment and Balanced Growth Act”, también conocida como la Humprey-Hawkins Act.
¿Por qué esto podría ser una imprudencia? Porque tal vez algún político curioso fuera de los Estados Unidos “descubra” que hoy para su propio país una “Ley del Pleno Empleo” inspirada en esos dos monumentos del voluntarismo político dispendioso e ineficaz, sería un “hitazo” de mercadotecnia política. Eso, desde luego, a pesar del palpable fracaso, en el mundo real, de dichas iniciativas de estirpe keynesiana.
Prometer que el gobierno generará, por vías directas o indirectas, tantos millones de empleos - ¡y que una “ley visionaria” le obligará a hacerlo!- es una estrategia que nunca falla en términos de rentabilidad político-electoral. En estos tiempos, pues, el peligro de que alguien desempolve esas viejas ocurrencias es altamente probable.
Eso, aunque el postulado de que el gobierno puede lograr esa entelequia, el pleno empleo, mediante crecientes inyecciones de gasto público está ampliamente desprestigiado entre los economistas serios.
El acta de 1946 decía que “es la política sostenida y la responsabilidad del gobierno federal usar todos los medios practicables consistentes para…promover el máximo empleo, la producción y el poder de compra”. La de 1978 precisaba – a la vista de que el desempleo cero había resultado inalcanzable- que se consideraría que el gobierno federal había cumplido con dicha acta cuando el desempleo no sobrepasase el 4 por ciento y la inflación no superase el 3 por ciento; eso, a partir del año de 1983. No se ha logrado esa meta de empleo, ni con alta ni con baja inflación.
Cada año en esta época, cuando se discute el presupuesto de egresos, hablar de empleos promovidos mediante paletadas de gasto gubernamental les llena la boca a los políticos. Todos juran que buscan el máximo de empleos y todos tienen la misma receta: ¡Más recursos!
Y el colmo: si uno les dice que esa receta ya falló, nos corrigen: “No es que haya fallado, es que faltaron ¡más recursos!”.
Etiquetas: déficit fiscal. Estados Unidos, desempleo, economía de Estados Unidos, empleo, Estado de Bienestar, gasto público, inflación, políticos "transitivos", populismo
2 Comentarios:
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Efectivamente, si las cosas van mal, piden más recursos y si van bien... pues también.
Además sorprende la paternidad múltiple de los empleos creados... presumen de ellos los legisladores, el presidente de la república, los gobernadores, el alcalde y si me apuran hasta el jefe de manzana.
Pero si el desempleo aumenta nunca es culpa suya... eso obedece a "factores externos".
Yo lo único que se es que en más de 20 años nadie ha sido contratado o despedido de la empresa que dirijo por una razón atribuible directamente a una acción (o inacción) del gobierno. Pero por lo que se ve, el único que no puede presumir de crear empleos es el empresario... no lo vayan a acusar de explotador.
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