Cuando crear riqueza es un pecado
La prohibición tiene destinatarios claros: Aquellos que despectivamente Jorge Alcocer moteja como “dueños del dinero” que en realidad somos todos los que no deseamos ser mantenidos por el dinero de los contribuyentes.
Una parábola: Alguien, abusando del poder que le fue confiado para servir y no para servirse de él, decreta que queda estrictamente prohibido santiguarse, sea con la mano izquierda o con la derecha. Cuando se denuncia esa prohibición como un atentado contra las libertades fundamentales, ese “alguien” fabrica un alegato irrisorio: “No es un atentado contra las libertades, porque hay muchos mancos a los que la prohibición no afectará; además, se sabe de muchos más a quienes jamás les ha pasado por la cabeza usar las manos para santiguarse, sino que prefieren rascarse la cabeza o hurgarse la nariz, lo que por cierto aún no se prohíbe”.
Quede la parábola para terminar de una vez con el alegato ridículo.
Lo que Alcocer y otros autores de esta malhadada reforma electoral no se atreven a decir – porque sería tanto como confesar que están fabricando leyes con dedicatoria para cobrarse agravios reales o imaginarios y para satisfacer resentimientos sociales- es que prohibir a los ciudadanos independientes contratar tiempos en la televisión o en la radio con el fin de influir en los procesos electorales, busca castigar a los “impertinentes” empresarios que en 2006 osaron advertir – mediante mensajes en los medios electrónicos- de los graves peligros que entrañan las políticas populistas y las promesas irresponsables de algunos candidatos, como fue el caso de Andrés López Obrador.
Con mayor claridad, o candor, lo escribió Carmen Aristegui hace unos días, elogiando la prohibición: Se trata, explicaba, de cerrarle el paso a mensajes como los que difundió el Consejo Coordinador Empresarial en 2006 advirtiendo contra los riesgos de regresar a políticas irresponsables que generan inflación y miseria. Para Carmen tales mensajes deben prohibirse porque “descarrilan” las elecciones. Supongo que una elección “encarrillada” es aquella en la que, piensen lo que piensen los electores, gana siempre el favorito de Carmen. Ni hablar.
Para estos “napoleoncitos” la democracia estará bien “encarrilada” mientras haya menos debate, mientras exista menos crítica y mientras los electores permanezcamos desinformados o mal informados.
Y se trata, también, de satisfacer ese arraigado resentimiento social que manifiestan los parásitos del erario contra quienes generan riqueza.
Una parábola: Alguien, abusando del poder que le fue confiado para servir y no para servirse de él, decreta que queda estrictamente prohibido santiguarse, sea con la mano izquierda o con la derecha. Cuando se denuncia esa prohibición como un atentado contra las libertades fundamentales, ese “alguien” fabrica un alegato irrisorio: “No es un atentado contra las libertades, porque hay muchos mancos a los que la prohibición no afectará; además, se sabe de muchos más a quienes jamás les ha pasado por la cabeza usar las manos para santiguarse, sino que prefieren rascarse la cabeza o hurgarse la nariz, lo que por cierto aún no se prohíbe”.
Quede la parábola para terminar de una vez con el alegato ridículo.
Lo que Alcocer y otros autores de esta malhadada reforma electoral no se atreven a decir – porque sería tanto como confesar que están fabricando leyes con dedicatoria para cobrarse agravios reales o imaginarios y para satisfacer resentimientos sociales- es que prohibir a los ciudadanos independientes contratar tiempos en la televisión o en la radio con el fin de influir en los procesos electorales, busca castigar a los “impertinentes” empresarios que en 2006 osaron advertir – mediante mensajes en los medios electrónicos- de los graves peligros que entrañan las políticas populistas y las promesas irresponsables de algunos candidatos, como fue el caso de Andrés López Obrador.
Con mayor claridad, o candor, lo escribió Carmen Aristegui hace unos días, elogiando la prohibición: Se trata, explicaba, de cerrarle el paso a mensajes como los que difundió el Consejo Coordinador Empresarial en 2006 advirtiendo contra los riesgos de regresar a políticas irresponsables que generan inflación y miseria. Para Carmen tales mensajes deben prohibirse porque “descarrilan” las elecciones. Supongo que una elección “encarrillada” es aquella en la que, piensen lo que piensen los electores, gana siempre el favorito de Carmen. Ni hablar.
Para estos “napoleoncitos” la democracia estará bien “encarrilada” mientras haya menos debate, mientras exista menos crítica y mientras los electores permanezcamos desinformados o mal informados.
Y se trata, también, de satisfacer ese arraigado resentimiento social que manifiestan los parásitos del erario contra quienes generan riqueza.
Etiquetas: Carmen Aristegui, Jorge Alcocer, libertad de expresión, napoleoncitos, parásitos del erario, políticos "transitivos", reforma electoral, resentimiento social
3 Comentarios:
Es que estas politicas son totalmente diafanas. El dinero es poder, y el que puede, se independiza. Latinoamerica populista hace politica para las victimas y los no pudientes por el simple hecho de que son los que no tienen eleccion. Los que tienen poder, los que pueden valerse por si mismos, los que tienen por delante una vida de verdaderas libertades y verdaderas elecciones, deben ser demonizados, porque son los que realmente hieren al sistema populista, los que podrían contagiar al publico la loca idea de que se puede.
Lo que me pasma es la lógica de que los ciudadanos somos lo suficientemente idiotas para ser hipnotizados por mensajes pagados en radio o television. Sin capacidad de discernimiento. Que somos retrasados mentales a los que basta decirles en un "spot" de television que lloverá sopa para que corramos por nuestro plato y cuchara.
Acusan a la televisión de la promover la violencia, "descarrilar elecciones", de "idiotizar" a las personas con sus anuncios y su programación.
Pues bien en la tele pasan programas de comedia y no veo que la gente sea más chistosa, el candidato con mayor número de anuncios en la pasada elección presidencial fue AMLO y perdió las elecciones, lo mismo le pasó a Hank en la pasada elección a gobernador de Baja California y a pesar de la insistencia no llamé nunca a la linea de Walter Mercado.
En cambio, cerrar los espacios para la opinión y la crítica nos hace a todos menos libres.
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