jueves, 28 de febrero de 2008

El fetiche de las fronteras

Frontera: Línea arbitraria que suelen pactar los gobiernos para hacerles aún más difícil la vida a las personas.

En un ameno ensayo acerca de la migración el economista Robert Higgs se pregunta más o menos lo siguiente: ¿Cuál es la diferencia entre mi padre que con su familia dejó el estado libre y soberano de Oklahoma, y cruzó los estados libres y soberanos de Texas, Nuevo México y Arizona, para establecerse y trabajar, sin permiso de ninguna autoridad, en el estado libre y soberano de California, y el trabajador mexicano que dejó el estado libre y soberano de Jalisco y cruzó varios otros estados libres y soberanos para llegar al estado libre y soberano de California, establecerse ahí y trabajar, sin permiso de ninguna autoridad?

La única diferencia que yo veo es el fetichismo de las fronteras usado por los gobiernos para hacerle más difícil la vida a la gente. Si es aberrante impedir que alguien que salió de Oklahoma, que no es precisamente el paraíso en términos de oportunidades, busque una forma decente de ganarse la vida en California, ¿por qué nos parece que está “en el orden natural de las cosas” prohibirle hacer lo mismo a alguien de Michoacán?, ¿o impedirle a un hondureño ganarse la vida en Jalisco?, ¿o enviar al paredón a un originario de Santiago, Cuba, porque quiso irse a trabajar a Miami, Florida?

¿No nos hemos dado cuenta de lo ridículo y aldeano que es, en pleno siglo 21, pretender que el lugar de nacimiento marca indeleblemente a las personas y les hace propiedad escriturada del gobierno fulano o del gobierno mengano?, ¿no nos percatamos de que esta idea de los gobiernos soberanos, con “ciudadanos” esclavos, está anclada en la edad media o más atrás?, ¿no hemos entendido que no hay otra soberanía que la de las personas?

Por esto, los alegatos demagógicos de Hilaria Clinton y de Barak Obama en contra del libre comercio y de la libre migración resultan repugnantes, oscurantistas, esclavizantes. Igualitos que los alegatos demagógicos de los que pretenden que un mexicano sólo puede desarrollarse como ser humano si es siervo de un becerro de chapopote pintado de verde, blanco y rojo, llamado Pemex.

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