domingo, 4 de mayo de 2008

Salinas de Gortari y Telmex

El ex presidente Carlos Salinas de Gortari ha reiterado su abominación hacia lo que él llama “fundamentalismo de mercado”. Esta antipatía hacia la libertad individual explica, tal vez, por qué su gobierno jamás se preocupó por garantizar la competencia – y con ella, los derechos del consumidor- cuando privatizó el monopolio telefónico.

Las ideas tienen consecuencias. Si un gobernante cree que el ejercicio irrestricto de la libertad individual sólo conduce al “egoísmo y la soledad” o que la competencia equitativa en el mercado es “adversa a la soberanía popular” difícilmente diseñará un proceso de privatización de un monopolio gubernamental, como lo era Teléfonos de México, previendo condiciones de competencia que beneficien al consumidor para que éste pueda elegir individual y libremente.

En días próximos, según se ha anunciado, saldrá a la venta un nuevo libro de Salinas de Gortari, “La década perdida”, del que algunos medios han publicado algunos extractos. De lo difundido se infiere que el ex presidente de nuevo quiere situarse a sí mismo en una especie de tercera vía ilusoria entre el liberalismo y el populismo; en su época se inventó el mote de “liberalismo social”, una especie de híbrido entre el mercantilismo y la social burocracia asistencial que usa el gasto público para crearse clientelas electoralmente adictas. Critica Salinas acremente a un espantajo llamado “neoliberalismo” encarnado por fuerzas impersonales, sin nombres ni apellidos, que según él “entregaron el sistema de pagos del país, duplicaron la deuda pública y lo contaminaron (al país) de la enfermedad holandesa”. Que lo pruebe, si puede.

De lo que se ha difundido sobre este libro de Salinas de Gortari no aparece una sola explicación – indispensable, a la luz de los acontecimientos posteriores- sobre los criterios que aplicó su gobierno para transformar un monopolio de gobierno quebrado e ineficiente – Teléfonos de México – en un monopolio privado singularmente eficaz para apropiarse de los excedentes de los consumidores y para impedir la competencia.

Es obvio que Salinas de Gortari jamás consideró, en esa privatización, los intereses de los consumidores, sino la necesidad de obtener más ingresos para unas finanzas gubernamentales deterioradas. Es obvio que los privatizadores de Telmex no sucumbieron al abominable “neoliberalismo” que detesta Salinas…

Lástima, si hubiesen sido un poquito liberales sin duda los servicios telefónicos hoy serían más baratos y los consumidores tendríamos verdaderas opciones para satisfacer nuestro “egoísmo y soledad”.

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