domingo, 14 de septiembre de 2008

Tres modelos para los malos tiempos (14 agosto)

De forma esquemática se puede hablar de tres modelos que puede seguir un país cuando el entorno económico es adverso.



¿Cómo ha logrado Estados Unidos que disminuya su demanda de petróleo? Dejando que el sistema de precios (oferta y demanda libres) haga su tarea. Los altos precios envían su señal inequívoca e irrebatible desde la gasolinera y los consumidores actúan en consecuencia usando menos el automóvil y recorriendo menos kilómetros. Es el modelo uno. La pendiente negativa de la curva de la demanda funciona como relojito, una y otra vez, a lo largo de la historia.

¿Cómo ha disminuido China – y seguirá disminuyendo- su demanda de energéticos? Desde la cúspide. Sólo en un sistema autoritario, como el chino, es posible –sin grandes sobresaltos sociales, aparentes- aumentar de golpe 18% el precio de la gasolina, quitando subsidios, e indicando a la población, aparentemente dócil y disciplinada, que hay que pedalear de nuevo en la bicicleta. Es el segundo modelo, que – con no pocas tensiones y sufrimientos humanos- logra también, a veces, cancelar lo que no funciona.

¿Cómo enfrentan otras naciones un entorno económico adverso de precios altos de energéticos, materias primas y alimentos? Desdeñando la realidad a golpes voluntariosos; recurriendo a los subsidios – estirando la liga fiscal hasta que reviente- o a los "precios mentirosos". En este tercer modelo sólo se posterga, y se hace mucho más costosa y difícil, la cancelación de lo que no funciona.

Hoy México tiene un apreciable potencial de inflación, vía precios de los combustibles (específicamente gasolinas y diesel) atorado en la tubería, taponado con subsidios que le están costando a las finanzas públicas cientos de miles de millones de pesos tan sólo este año. Se trata de una especie de apuesta temeraria: Actuamos como si tuviésemos la seguridad de que en el futuro próximo, mágicamente, pasará algo en el entorno externo que nos ahorrará la dura decisión de cancelar lo que no funciona.

"Andando se acomodarán las calabazas en el carro" decía José López Portillo según recordó el otro día mi buen amigo Ángel Verdugo. Ya sabemos lo qué pasó con las calabazas de López Portillo al principio de la década de los 80: No se acomodaron en el carro, sino que se cayeron estrepitosamente; reventaron y se perdieron.

¿Será una buena idea seguir ese modelo?

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